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martes, 23 de abril de 2024

Cómo convertir el diagnostico de un cáncer en un cuento

 

Jesús Rico Velasco

 Hay cosas extrañas que te suceden cuando has avanzado en la supervivencia sobre la tierra por encima de las ocho décadas de vida y en un estado relativamente saludable. Yo había sostenido en un articulo reciente que sin salud no vale la pena envejecer.  La salud en la vejez es un determinante categórico, el proceso de perderla puede ser largo y doloroso. El bienestar es casi una virtud en los años avanzados, que resulta de una combinación del cuidado  biológico, psicológico y  social.

Qué pasa por tu mente cuando por algo aparentemente insignificante como un lipoma (grasa) de  menos de dos centímetros, que ni siquiera molesta, en la cercanías del ano, decides hacértelo operar y el medico cirujano muy alegre te dice: «Es insignificante, lo he palpado y  lo puedo eliminar en una cirugía de diez minutos». Sientes alegría al ver que no tienes nada, que la pequeña bolita de grasa te la pueden eliminar en un abrir y cerrar de ojos. Así que el cirujano te programa una entrevista con la anestesióloga,  que te dice: « No hay dificultad aparente  para realizar la operación independiente de la presencia de su marca pasos.  Preséntese  dentro de ochos días en la sala de cirugía».

Viejos

 

Alexandra Correa

¡Esgar atisbe!, venga pues ayude a amarrar esta bestia. ¿Qué hace allí sentado, tomando tinto y rascándose el ombligo?, ¿Acaso vos pensás que del cielo te va a llover plata? Meni pacá, ayudáme a ensillar el caballo y después hacéte la aguamasa pa los marranos, dice Esneda.  Eh ave maría purísima dame paciencia con está vieja, apenas se levanta comienza a poner pereque, no puede dejar los santos quietos, piensa Esgar. 

Esneda se queja mientras prepara el almuerzo ¿Por qué tuve que escoger por marido a un tipo tan entelerido? ¡Viejo! venga a almorzar. Esgar escupe algunos frijoles duros a lo que ella le responde: con hambre no hay pan duro. 

En la hamaca Esgar se echa la siesta y reniega de su mujer. Esta jetona me tiene cansao con su cantaleta ¿Cuándo será que cuelga los guayos?

 


¡Esgar levántese viejo! Que le está entrando el sol por la boca, vos dormís más que gato con anemia, no se le olvide vaciar la mica. El viejo desperezándose le grita, no por mucho madrugar amanece más temprano, deje la azaradera.

lunes, 15 de abril de 2024

Un fantasma en Cañasgordas

 Jesús Rico Velasco

 Muchos años han pasado desde que compartí unas cortas vacaciones con mis primos en la Hacienda Cañasgordas, antigua residencia del Alférez Real.

 

Tres veranos consecutivos alegraron nuestras vidas de adolescentes en una hermosa casona construida en el siglo XVII. Recuerdo un fin de semana cuando visitaba a mis primos que vivían en el centro de la ciudad, en una casa grande, a dos cuadras de la plaza de Caicedo, de la Catedral. Se le ocurrió a mi primo preguntarme ¿Te gustaría pasar con nosotros unas cortas vacaciones en la hacienda Cañasgordas? Por supuesto que sí, sería un placer compartir unas vacaciones de verano en la Hacienda». Invitado y con el beneplácito de la tía Griselda, él me miró con sorpresa y dijo: El próximo sábado a las siete de la mañana debes estar aquí con una maleta pequeña con lo que necesites para el viaje, sin olvidar el traje de baño, la pijama, unos bluyines,  camisetas de verano y buenas botas.

Miedo


Tomo el último sorbo de café, mientras leo en el periódico: “Hombre descuartiza a mujer y la mete en una maleta”, “Roban y acribillan a un hombre en el metro”, “Violan y asesinan niña”. Voy a la cocina, la nevera está vacía. Observo por la ventana a la multitud caminando. Llamo al supermercado. Mientras, enciendo un cigarrillo, cierro los ojos y cuando los abro las llamas me consumen.

Alexandra Correa

lunes, 8 de abril de 2024

Cuando descubrí Tumaco

 

                          

 Silvia Martínez R

Viajar en la década del 70 a los territorios apartados era cuestión de días, de paciencia y no desesperarse; para los desplazamientos aéreos se compraba el pasaje de ida, el de regreso solo se podía adquirir en el destino; comunicarse vía telefónica era una labor titánica.

Transcurría marzo de 1979 y viajo con el jefe, Don GG a Tumaco. Sentíamos algo de intranquilidad, la única aerolínea que operaba no tenía mayor confiabilidad, la localidad vivía una situación complicada, el 75 % de la población carecía de agua potable, el 95% no tenía alcantarillado, las condiciones de salubridad eran deficientes y la energía la cortaban de ocho de la noche a seis de la mañana.

Estando en el aeropuerto, digo en broma a Don GG: venden seguros de vuelo, ¿será que compramos? ¿Es que usted cree que no vamos a regresar? Estábamos sentados cerca al padre de un gran amigo y cuando escuchó, se acerca y dice:

-       ¿Qué le pasa al Señor?

-       Nada, está asustado, le tiene terror al avión, vamos para Tumaco.

Después de hora y media de un vuelo con turbulencias moderadas, le digo a GG: Veo cerca los árboles, vamos a aterrizar y a los segundos el avión vuelve a elevarse, divisamos la Playa del Morro, la belleza del mar y algo de su exuberante vegetación. El avión tuvo que dar una vuelta porque se habían atravesado unas vacas en la pista.

Nos registramos en un hotel muy sencillo, habitación y cama pequeñas, un ventilador, baño con su toalla y un jabón, mesa de noche con Biblia.

Salimos para la oficina, caminar la arena me dificultaba avanzar, se enterraba el tacón, no tenía estabilidad, no tuve la precaución de averiguar con antelación las condiciones de la localidad.

Estuvimos trabajando unas horas, recuerdo que el archivo y almacén estaba invadido de ratas, había huecos y se metían por las canaletas, animales detestables que se paseaban como Pedro por su casa.  Cuando debía pasar a los baños ubicados junto al almacén, sentía pánico, utilizaba el mínimo de tiempo posible.

Al día siguiente revisamos las cifras de la oficina, estado de resultados, condiciones locativas, funcionamiento operativo y comercial, la situación de los empleados, al igual que las oportunidades de mejora en los diferentes aspectos.

Durante nuestra estadía pudimos disfrutar la exquisita comida: encocado de camarón, cazuela de mariscos, tostadas de plátano, pescado frito y cocadas; recorrimos las calles, observamos el océano, los manglares que forman bosques, los cultivos de cacao, de tagua o nuez de marfil, de palma africana,  los esteros, donde se mezcla el agua dulce de los ríos con la salada del mar, las islas de La Viciosa y El Morro, los acantilados bajos y las planicies lluviosas con selva húmeda tropical habitada por gente alegre, simpática, bulliciosa, bailarina y apasionada del fútbol.

Pudimos conocer las brechas existentes con otras ciudades del país, las deficientes condiciones de vida, el aislamiento geográfico y la ausencia del Estado. Gran parte de la población vivía en casas destartaladas, elevadas a la orilla del mar sobre estacas de madera, paredes de tabla, techos de asbesto, cubiertas de moho, en extrema pobreza, desempleo e informalidad elevado, un alto número de embarazos a temprana edad, el 90% de las mujeres era madre entre los 15 y 20 años, les había llegada la maldición del vientre de las pobres: la fecundidad.

Don GG me pregunta si salimos a pescar a las tres de la mañana con el padre de Ana, (una señora que trabajaba en Cali), le digo que no, me muero de susto que vaya él. Muy fastidiado y dolido me dijo que yo había acabado con su ilusión, tampoco iría.

Esa noche no pude conciliar el sueño, permanecí inmóvil y muerta del susto porque dos ratas se pasearon por las cunetas de aluminio que rodeaban los ángulos de las paredes de la habitación, perdí toda mi energía y mi sentí infeliz.

Al día siguiente al no poder conseguir tiquetes de regreso, tuvimos que viajar a Pasto en horas de la noche en un Renault 4, teníamos mucho susto porque las vías estaban abandonadas y deterioradas, eran estrechas, en algunos tramos sólo había un carril y los despeñaderos abundaban, la oscuridad a ratos me llevaba a pensar que estaba en la boca del lobo, sentía terror a que el chofer se fuera a dormir.

Escuchamos música durante todo el recorrido Don GG quiso comprar una caneca para el viaje, me tomé un traguito y él no pasó de tres, para el miedo. De repente sentí su mano en mi muslo, tenía vestido corto y de pronto se me había subido, en voz baja a su oído le dije:

-       Gran hijueputa don GG, usted podrá ser mi jefe, pero a mí me respeta, lo vuelve a hacer y le armo un tierrero”.

Se hizo el borracho, abrió la puerta en movimiento, como si se fuera a bajar. Se sintió mal y arrepentido, fue una reacción demente, lo regañé, reaccionó y volvió a su estado normal.  

Después al pasar por la nariz del diablo, el tramo más peligroso de la vía, nos bajamos a prender velas y rezar. Recuerdo que se habían detenido varios vehículos, sus choferes realizaban el mismo ritual con enorme devoción. Era un paso obligado para orar y pedir llegar al destino en buenas condiciones.

Al amanecer el chofer realizó una parada en Túquerres, a 72 kilómetros de Pasto, con una altitud de 3104 metros sobre el nivel del mar, estuve a punto de congelarme, me tomé un café hirviendo para pasar el frío con tan mala suerte que me quemé.

Logramos llegar como a las siete al aeropuerto Antonio Nariño de Pasto para tomar el vuelo a Cali. Como estaba con un vestido de clima caliente y con sandalias, me puse un periódico alrededor del cuerpo, como si fuera una ruana. El día estaba nublado, después de dos horas anunciaron que se cancelaban los vuelos por mal tiempo, lo que nos obligó a realizar el viaje por tierra.

A Cali llegamos a las seis de la tarde, finalizando un viaje cargado de anécdotas y adversidades.

En los demás viajes a Tumaco disfruté mucho, aprendí a conocer y querer su gente, admirar su sencilla y tranquila forma de enfrentar el día a día, su resignación y mansedumbre ante los infortunios, a saborear su exquisita y variada comida, recordando en mi paladar los sabores del tapao de pescado, pusandao, ceviche de concha y arroz atollado.

Recordé que Noches de Bocagrande, compuesta por Faustino Arias Reinel, nacido en Santa María de Barbacoas, es la canción que más le ha llegado al alma a los tumaqueños, un tema que les sirvió para enamorar y expresar su sentimiento de pasión y de entrega total. 

 

 

 

 


lunes, 1 de abril de 2024

Carrera contra el tiempo

 

“Porque hay ladrones a los que no se castiga y que han venido a robarnos lo más valioso, el tiempo”.

 Napoleón Bonaparte

 

Alexandra Correa

 Hace dos meses dejé la carrera contra el tiempo.

 


Con el temor de encontrar tráfico, todos los días me levantaba a las cuatro y treinta. A toda velocidad empezaba a preparar desayunos y almuerzos para la familia. Cuando el reloj se acercaba a las seis empezaba a subir la tensión, los ojos se posaban cada dos segundos en las manecillas, desencadenando desespero y angustia. El acelere lo iba transmitiendo como efecto dominó a los demás. Las despedidas se habían convertido en pico al aire y batida de mano. Al dejar a mi hija en el colegio ya tenía un pie puesto en el acelerador antes que ella se bajara del carro. Hasta que un día puse freno al tren en el que iba rumbo a la locura... justo allí, el tiempo desapareció.

 


El mago

 Jesús Rico Velasco

Una noche lluviosa con una niebla que descendía como una cortina oscura y pegajosa, un grupo de amiguitos jugábamos en el corredor de la finca en la Cumbre. De repente fuimos interrumpidos por una penumbra horrorosa. Inmóviles y mudos sentimos cómo unas manos avispadas nos buscaban a tientas intentando acercar nuestros cuerpos al suyo. «Cojámonos de las manos, les voy a mostrar una magia que he aprendido. Es muy sencilla, solo tengo que decir: ¡abracadabra, abracadabra, hágase la luz!». Y en el mismo instante en que terminó de decir, hágase la luz, llegó la energía. Nuestros gritos acompañados de saltos se escucharon por todas partes, la coincidencia fue tal que a partir de ese día le apodamos el Mago. Así lo conocen sus amigos, hermanos y familiares. Su abuelo materno de origen alemán le transmitió algunos rasgos genéticos distintivos de la región: altura de casi un metro ochenta, piel blanca medio colorada, pelo ensortijado castaño, ojos zarcos y frente amplia. Jovial en su trato con las personas, dinámico y atlético, amante de los animales, en especial perros y caballos de paso con con un alto valor en dinero. Sus jeans desteñidos, su camiseta ajada por el uso y sandalias de cuero envejecidas dejaban entrever su desapego del mundo material y frívolo.