(El Panadero)
Tomad y comed todos de Él.
Bendijo Dios el surco, bendijo la semilla
y las manos encallecidas que cultivan;
encorvó sobre el trigal a los labriegos
que arrancan de cuajo la maraña.
Inclinó los rayos del astro luminoso
para dorar y madurar la espiga
y dobló la espalda de la segadora,
que en manojos acopia la preciada mies.
Bendijo las piedras de moler el grano
y al hombre que trilla y muele sin fatiga
en largas faenas – sin descanso –
de sol a sol, hasta obtener la harina.
Recostado sobre el poder de su grandeza,
inventó la palabra pan y al panadero
dotó de manos
laboriosas y ligeras,
lo hizo
artesano, creador y obrero.
Amasijo de formas caprichosas,
mezcla de trigo, agua pura y levadura,
¿Quién si no el panadero le dio forma
para tasarlo en mendrugos y migajas?
Bendito el leño que calienta el horno,
bendito el hombre que aviva los tizones.
¡Pan santificado y bendecido!
bendito sea porque mitiga el hambre.
Puesto sobre la mesa del hambriento
te dispones a entregar la vida
y entrelazado en comunión perpetua
te conviertes en nuestro pan de cada día.
Bendiga Dios el surco y la semilla
bendiga la segadora y la cosecha,
que bendiga la espiga y la faena,
el amasijo, el leño y nuestra mesa.
Bendito sea el labrador y los molinos,
el artesano, el campesino y el obrero
y que todo el universo incline la cabeza
cuando se diga pan y panadero.
Poema publicado en Antología de poemas al pan. Ediciones Apidama.
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