Hugo León Zapata
Una tarde, temprano,
Plutarco Castrillón, negociante, joven, jovial, sin contemplaciones, mas no
temerario, necesitó ir fuera de la población. Alquiló pues una yegua trotadora.
Su caballo Palomo se lo tuvo que entregar a la chusma como contribución a la
causa.
Plutarco vivía en una
casa centenaria, en la plaza pequeña; casa de dos pisos y doble construcción,
una de tierra pisada, con balcón,
y la otra en ladrillo limpio. Del segundo piso descendían a la plaza notas musicales de
una radiola de cuerda y aguja.
Al frente de la casa un
cierto alboroto, un chusmero dándole plan a un parroquiano
¿Por qué me pega?
-Por no estar carnetizado
gran pendejo.
- Don Pluto, cuidado
que el Mono Perico está alborotado, amaneció envenado, anche hubo muñeco - le dijo
alguien -.
-¿Quién?
- El hermano del
sacristán, el pobre Macario. Por dárselas de macho.
- Que vaina hombre.
En otrora el pueblo era
el reverso de la imagen de la bárbara
violencia Era festivo, llegaban espectáculos que
satisfacían a las familias hermanadas, que
aprovechaban los días soleados en tardes frescas para pasear. En lo alto
las nubes juguetonas.
Trompetas de muerte robaron
la tranquilidad. Personajes sospechosos empezaron a abordar el tranquilo
pueblo. El cambio del cuerpo policial
completó el sombrío panorama. Siguió el éxodo del cuerpo administrativo; nueva
administración. La marea violenta venía
de la capital. Caras nuevas, caras de susto, atropellos y huida general. Quien
no lo hizo tuvo que someterse a su bajeza. Era obligatorio andar armado, en cualquier
momento y en cualquier parte saltaba la peinilla, o sonaba el silbido de una bala;
la muerte iba tomando asiento. La chusma, poco a poco, se adueñó del
pueblo y sus haberes. Los tacos de
dinamita daban rumores de miedo, Nada se respetaba, solo un poco a los viejitos
del pueblo y a una que otra familia, más
por miedo que por respeto.
-¿Oye
Pluto vas armado?
-
Hombre sí, de un cachi blanco que me prestaron.
-¿Pero
está cargado?
-Claro
que sí hombre. Tiene las seis pepas.
-De
todas maneras cuidate y no te les puches mucho.
Como ya nos tiene acostumbrados Hugo noscuenta un relato del pueblo, de esa Colombia nuestra, en la época en que empezó la "chusma" losque precedieron a la guerrilla. Personas como Hugo son valiosas para permitirnos conocer nuestros origenes y. No olvidar todos los horrores que han acontecido en nuestra bendita tierra. Un. Abrazo para Hugo de su amiga,
ResponderEliminarGloria Vejarano
Buen cuento, con un aire de Rulfo.
ResponderEliminarBien puede ir Plutarco de la mano de Pedro Páramo a pasear
al pueblo donde los muertos hablan.
Felicitaciones para el querido Hugo
Yolanda