José Antonio Cortés
M
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Ario
se desplomó en mitad de la clase de estadística y empezó a convulsionar; sus
ojos abiertos mostraban una mirada perdida. Mientras estaba tendido en el
suelo, algunos de sus compañeros corrieron a reanimarlo a la vez que gritaban: «Llamen
al 911». El equipo médico que llegó a los pocos minutos, tomó el control de la situación. Los alumnos se
agolparon curiosos. Después lo sacaron inconsciente en una camilla y se lo
llevaron en una ambulancia.
Mario se encontraba en la sala de
espera listo para el trasplante. Un nuevo corazón estaba disponible para él. En
el umbral de la intervención, su mente escapó del rigor aséptico y divagó hasta
el día en que casi muere en la universidad,
cuando fue llevado a una clínica en donde los médicos le informaron que tenía una inflamación del corazón, que iba
a quedar muy limitado y que no podría volver a clases. A partir de entonces su enfermedad progresó hasta dejarlo postrado en la cama.
De pronto sus recuerdos se esfumaron ante el llamado de la
enfermera; debía entrar a cirugía. Acostado en la mesa de cirugía, mirando las
lámparas del techo, la incertidumbre le nubló el pensamiento. El sueño alivianó
su cuerpo y un viento suave lo empujó a las sombras. De pronto se vio en un bosque infinito donde todo era verde hierba; los árboles, las cascadas y los vivos
matices de las flores emanaban una luz acogedora. Era un pájaro planeando sobre
ríos y montañas. Quiso regocijarse con sus más emotivos momentos; volvió a su
infancia, al colegio y a la universidad. Estaba en clases otra vez, cuando un algo
invisible lo sustrajo y lo regresó al quirófano. Sintió desasosiego cuando se
vio con el pecho abierto en canal, conectado a cables y
mangueras, vio a los cirujanos que realizaban una operación de corazón. Una linda
joven de pelo negro y ojos taciturnos observaba la escena. Un manto oscuro lo
cubrió de pronto y sintió que caía a un pozo sin fondo.
Mario despertó en la Unidad de Cuidados
Intensivos, extraviado en un cuarto extraño. Sólo el bip bip de los monitores alteraba el ambiente. No
sabía dónde ni porqué estaba allí, lo único familiar era su madre, que sentada
en la silla de visitas, dormitaba apoyando el cuerpo en su cama. Se angustió y quiso
gritar, pero se lo impedía un tubo que salía por su boca e iba hasta un aparato
que respiraba por él. Al reconocer a su madre, el bip bip alterado fue tomando
un ritmo tranquilo.
Mario se recuperó muy bien y pronto se reintegró
a sus actividades. El suplicio de su enfermedad se fue haciendo un recuerdo lejano.
Retomó los estudios y en pocos años se graduó en administración empresarial, y
empezó a laborar en una compañía farmacéutica en donde fue ganando importancia por
su trabajo, desde entonces lo más emocionante de su vida.
Después del trasplante, Mario se deslizaba
por la vida de forma anodina y sin aventuras o emociones excitantes;
sus días se sucedían unos detrás de otros siempre iguales. Era un tipo del
común, que no tenía una característica notable que lo distinguiera; difícilmente
se entusiasmaba por algo que no fuera
hacer zapping en la TV y leer el periódico. Creía en Dios lo suficiente
como para acompañar a su madre a misa los domingos, quien le machacaba que
debía ser una persona agradecida con Dios por todo lo que le había pasado. Tratando
de cambiar la inercia de su vida se matriculó en una academia para tomar clases
de inglés con el propósito de hacer un posgrado en USA. Unos meses más tarde viajó
a Washington DC para el posgrado. Cuando lo terminó, gustoso aceptó un contrato
que le ofrecieron para quedarse trabajando en la ciudad.
Las medicinas que debía tomar de forma
continua, al principio le producían muchas molestias. Con el tiempo se fue
acostumbrando y casi que pasaron a un segundo plano hasta ahora que vuelven a
ser persistentes. Tenía dolores de cabeza con frecuencia, a veces dormía muy
poco, lo que le ocasionaba mal humor, tristeza y mutismo. Entonces se refugiaba
en los libros o las películas de Harry Potter, a las que se había aficionado
desde cuando estaba en convalecencia. Otra vez los síntomas aminoraban y Mario
se sentía eufórico, locuaz y con ganas de hacer tantas cosas que no dormía.
Mario llevaba unos años en Washington,
sobrellevando sus molestias, y tratando de adaptarse a un país y a unas
costumbres diferentes. Cuando terminaba su
jornada laboral, se embebía en la lectura de la saga fantástica The Lord of the Rings, que solo paraba los viernes cuando se iba a un bar latino en Georgetown a comer hamburguesas, escuchar salsa y tomar cerveza
negra con sus amigos.
Es octubre y en el metro de Washington, una chica de cabellos negros, lee embelesada un
libro. Mario, sentado junto a ella, admira su belleza. Cuando a ella se le cae un
folleto, él diligente, se lo alcanza. Sus miradas se cruzan y el escuchar un “gracias”,
fue el motivo para iniciar una charla sobre el clima, los sitios visitados y los
gustos comunes. Se bajan juntos en Foggy Bottom station, la parada de la
universidad. La chica se llama Laura y es estudiante de la Georgetown. Se
despiden comprometidos en una cita para cenar.
Mario
y Laura tenían tantas afinidades que no tardaron en sentirse enamorados. Al poco
tiempo ella se mudó a vivir con él. A partir de entonces se convirtió en lo más
importante de su vida, y era tal su devoción, que decía y hacía cosas que no eran parte de su comportamiento habitual,
solo para verla feliz.
Aunque su música era la salsa, desde que conoció a Laura
empezó a gustarle el rock y se sorprendió un día en que resultó silbando canciones de rock después de haberlas oído solo una vez. Él que había
sido negado para la música quiso tocar un instrumento. Una noche que Laura
llegó de la universidad, lo encontró haciendo un gran “estruendo”, él pensó que se iba a disgustar, pero en vez
de molestarse le insistió en que siguiera, que “su” música le traía gratos recuerdos. Al día siguiente, Mario
se inscribió en un curso de guitarra.
Mario no sabía mucho de la vida de Laura,
ella era muy reservada en cuanto a su vida pasada y su familia; siempre evadía
el tema, “sabes que no me gusta hablar de ese asunto”, respondía.
Pero una vez más, Mario no se sentía
bien. Volvía a tener intensos dolores de
cabeza y no dormía bien. Permanecía desconcentrado
en el trabajo y le llegaban unos flashes de sitios donde no había estado y de recuerdos ajenos. Tenía sueños
extraños, como si no fueran sus sueños, como si soñara sueños que no eran suyos.
La recurrencia de la misma pesadilla en la que caía a un abismo, lo despertaba
asustado en mitad de la noche. No quiso comentarle a Laura; sin que ella
supiera fue a ver al médico, quien le soltó una retahíla acerca de los efectos indeseables
de los fármacos, de lo importante del sueño, de las vacaciones y le recetó unas
píldoras para dormir. Cuando regresaba al apartamento, se detuvo en una venta
de autos deportivos; estuvo ensimismado, pensando que quizás el Doctor tenía
razón. ¿Y si me compro un auto deportivo y me voy con Laura a pasear por esas
autopistas?
Mario se había
despertado triste y sobresaltado por un sueño aciago, en el que aparecía Laura,
compungida, queriendo decirle algo; sus ojos negros brillaban con tristeza. Tenía
su cabello negro suelto ─ desde que la conoció, siempre lo llevaba en trenza ─,
se le hacía un recuerdo remoto. ¿Había soñado que soñaba con ella? ¿No había vivido
antes esta escena? ¿Acaso aquella chica no era Laura? ¿Eran sugestiones suyas o
era su mente revolcada por los medicamentos?
Estaba en esas elucubraciones cuando recibió
una llamada de la policía que lo estremeció. Laura había sufrido un accidente en
la interestatal 95 y estaba en el Washington Memorial Hospital. Un
presentimiento lo embargó. Al llegar al hospital, su alma se forró de hielo al
reconocer a su bella Laura inerte. Sus ojos se anegaron, la voluntad falló y su
mente sucumbió a la oscuridad. Lo que siguió después quedó en la nebulosa. Sólo
recuerda que asistió como un zombi, a un funeral de pocas personas. Por varios
días fue como un bote fantasma, perdido en un raudal desconocido.
Un tiempo después, Mario, aun acongojado, regresa al apartamento que compartió con Laura
más de dos años. Siente los muebles y las cosas envueltos por una capa de
nostalgia; todo está abandonado y cubierto de polvo. Tiene que tomar la
decisión, varias veces aplazada, de deshacerse de todo lo que se la recuerde.
Revisando en sus cosas, encuentra los libros de la universidad, sus libretas de
notas y una caja con fotos y todas las cartas, tarjetas y notas que él le había
dado. Ojea y lee algunas, pero no puede continuar, las lágrimas enturbian su
visión. Al fondo de una gaveta del closet que solo usaba ella, encuentra varios
cuadernos, reconoce su caligrafía es el diario personal. Se siente intruso y le
repugna la idea de leerlos, pero cede ante el
impulso, va a las últimas páginas, del último cuaderno. Empieza leyendo
desde la última cita hacia atrás, pero lo que encuentra es confuso, es más de cinco años atrás y habla de un tal Kevin que se
mató y que al parecer era muy importante en su vida. Nada es claro; ahora tiene
un pensamiento que hace tiempo lo inquieta: ¿Había algo turbio en el pasado de
Laura? ¿Qué había pasado con su familia? ¿Por qué era tan hermética con el
tema? ¿Quién era Kevin? Los porqués zumbando en su cabeza, lo empujan a buscar
a la Laura que nunca conoció. Entonces lee todo desde el principio, empezando
por el primer cuaderno. Cuando lee
las primeras páginas le parece oír la voz de ella: “Allí
está mi vida, mi amor, solo para tus ojos”.
Noviembre 3 de 1997
Me
llamo Laura C., soy escorpión. La semana pasada cumplí quince años. Nací el 25
de octubre de 1982. Dicen que soy bonita, soy muy tímida y no
me gusta hablar mucho. No tengo novio. Me va muy bien en el cole. Tengo un hermano gemelo que se llama Kevin. Yo lo quiero mucho porque nos
llevamos muy bien...
Noviembre 5 de 1997.
…cuando
éramos niños, Kevin y Yo dormíamos y jugábamos juntos. Hacíamos las mismas
travesuras. Solo con mirarnos nos entendíamos. Estábamos en el mismo curso
porque éramos inseparables. En la escuela nos decían “los idénticos”, porque
éramos muy parecidos. A veces sentía que Kevin y yo éramos como la misma
persona, teníamos como un vínculo mental entre los dos. Yo tenía un
presentimiento como si algo malo fuera a pasar
y preciso era que a Kevin le pasaba algo. Como cuando Kevin se quemó la
mano con una plancha y yo, que estaba pasando unos días con los abuelos en otra
ciudad, sentí en ese momento un fuerte dolor en la misma mano. Cuando nos
castigaban, el uno sentía el dolor del otro...
Siguen generalidades de
la relación especial que tuvieron Laura y Kevin. Mario salta páginas, lee trozos
que le llaman la atención.
Mayo 25 de 1998.
…Mamá
no me deja tener novio; dice que primero está el estudio. Hay un chico que me
gusta pero yo como que no le gusto. Me gustan mucho las matemáticas y el
inglés. Papá dice que como soy buena en Mat. debería estudiar ingeniería...
Noviembre 10 de 1998.
…No
tengo amigos hombres porque Kevin es celoso y les pone problemas si se me acercan.
A mí me gustan las baladas y a Kevin le gusta la música Rock, el Heavy Metal.
Cuando esta alegre canta rock. Dice que
va ser un cantante famoso. Está aprendiendo a tocar guitarra. Me molesta cuando
pone su rock a todo volumen y no me deja estudiar. Ni puedo hablar por teléfono
con mis amigas...
Mayo 3 de 1999.
…Debería
estar contenta porque ya me voy a graduar. Pero me da tristeza que Kevin no.
Por estar fregando con su rock y la guitarra perdió materias y parece que
pierde el año. Mi papá está muy disgustado con él. Kevin está deprimido porque
no se va a graduar conmigo...
Julio 15 de 1999.
…la
ceremonia de grado fue muy bonita. No hicimos fiesta para que Kevin no se sintiera mal. Voy a estudiar Ingeniería
Mecatrónica. Pero tengo que estudiar en la capital, Acá no hay esa carrera. Voy
a vivir donde una tía. Me da un poquito de susto. Kevin está triste porque me
voy...
Febrero 27 del 2000
…Papá
está bravísimo con Kevin. Terminó el bachillerato pero no quiere estudiar. Solo
quiere ser cantante de rock. Me he adaptado bien en la U. Ya tengo varias
amigas, mi tía me trata muy bien. A cada rato hablo por teléfono con Kevin.
Dice que si yo me devuelvo él se pone a estudiar. Yo lo regaño para que deje de
ser inmaduro...
Agosto 15 del 2000
Kevin
no se habla con papá. Ahora le dio por los autos deportivos; se va con unos
amigos a correr por las autopistas como unos locos irresponsables. Mamá tiene
miedo de que de pronto se mate. Papá no sabe esto. Mamá dice que Kevin algunas veces
está contento y hablantinoso, pero que otras se deprime sin motivo, se encierra
en su cuarto y no quiere hablar con nadie. El otro día lo noté muy afligido; me
dejó preocupada porque me dijo que era por mí...
Diciembre 10 del 2000
…Este
Diciembre no voy a poder ir a la casa. Tengo que entregar un proyecto y creo
que no voy a alcanzar. Lo siento por Kevin que se pone melancólico. Por el
estudio no he podido llamarlo...
Mario
ya no pudo zafarse del diario, cada vez lo inquieta más. Continúa leyendo
fragmentos de páginas salteadas.
Noviembre 30 del 2001
…Kevin
ha dejado eso de las carreras en autos deportivo. Mamá dice que ahora pasa
horas y horas leyendo los libros o viendo las películas de Harry Potter y que
solo quiere comer hamburguesas…
Marzo 11 del 2002
…Me
sigue yendo bien en la universidad. Kevin ahora toca guitarra en un grupo de
rock. Parece que ahora se tratan mejor con papá. Aunque papá dice que a Kevin
solo le interesa irse con los amigos a comer hamburguesas y emborracharse con cerveza negra. Kevin
siempre ha sufrido de dolores de cabeza; a veces le daban tan fuerte, que tenía
que faltar al colegio. Por eso le dije que no está bien que ande tomando por
esas jaquecas tan terribles que le dan…
Mayo 24 del 2003
…Hoy, hace siete meses, se mató Kevin. Hacía más de un año no
escribía. Después de lo de Kevin no quería volver a escribir nada. El dolor fue
tan intenso que casi me enloquezco. Me desmayé en el cementerio y me tuvieron
que llevar a la clínica, y estuve varios días con sedantes. Mis papás se
preocuparon mucho. Yo también pensé que no iba a poder superarlo. ¡Qué cumpleaños
tan negro tuve! No entiendo que le pasó si hasta la semana anterior habíamos
hablado, estaba entusiasmado con su grupo de rock. Papá estuvo muy afligido. Yo
pienso que se sentía un poco culpable. Escasamente se hablaban con Kevin. Él
nunca quiso que dejara de estudiar para “joder con esa música estridente”, como
mantenía diciéndole. Mamá ese día estaba destrozada. Todavía está triste y llora
cuando se acuerda de Kevin…
Octubre 24 del 2004
…Hoy, hace dos años, se mató Kevin. No he tenido ganas de
escribir. Nunca olvidaré el día que recibí la llamada de mamá. Estaba estudiando
para un examen y justo antes había sentido una sensación extraña, un apretuje
helado en el corazón, como si algo horrible estuviera sucediendo. Y era que Kevin
se había suicidado lanzándose desde un precipicio. Recuerdo que no conseguía vuelo, alcancé a llegar justo para los funerales. Mamá decía llorando, “No entiendo cómo fue capaz de matarse!”, tampoco
hoy yo lo entiendo. Eso nos hundió a todos en la tristeza por un largo tiempo...
Octubre 30 del 2004
Después de lo de Kevin, no sé por qué, rehuía a los hombres.
Aunque algunos que me cortejaron, me gustaban; los evadía. Hoy fue distinto, en
el Metro, conocí a un hombre encantador e inteligente.
Apenas lo vi, sentí que era el hombre que
había esperado tanto tiempo. Fue como un flechazo, nos hicimos amigos, me
acompañó hasta la estación de la universidad. Se llama Mario y ya siento que lo amo.
Termina el último cuaderno. La intriga lo atormenta, le urge
saber más de Laura. La lectura del diario le revolvió el dolor. Con los
cuadernos, se sienta en la cama a rumiar sus pensamientos mientras se deshace
en su tristeza. De pronto recuerda el paquete que
le entregaron el día del reconocimiento, al abrirlo encuentra el reloj, el
anillo, la billetera y una especie de agenda que nunca le había visto. La mira
ansioso, sus ojos se iluminan, es la continuación del diario.
Octubre 23 del 2008
…Mario tiene los mismos gustos y ademanes
de Kevin, a veces me asusta; siento como si estuviera con él, percibo su
energía. Sobre todo cuando está taciturno. Últimamente le ha dado por escuchar
Rock a todo volumen. Mario es como Kevin, a veces está alegre y entusiasta, otras
veces, se vuelve esquivo y deprimido...
Mario perturbado, prosigue.
Noviembre
8 del 2008
…nunca
supe las circunstancias de su muerte y lo que pasó después, porque mis padres
siempre se negaron a hablar del tema. Ayer preocupada llamé a mamá, no quería
recordar de Kevin; pero cuando le conté de Mario y mis sospechas quedó
conmocionada. Me contó que el corazón de Kevin había sido donado, para que otra
persona viviera. Fue justo en el mismo hospital y por la misma fecha en que le
realizaron el trasplante a Mario, hace seis años. Quedé trastornada, mamá no
quería, pero ante mi ruego, prometió que va a averiguar en el hospital.
La última anotación lo derrumba:
Noviembre 12 del 2008
…Mario
y Yo nos compaginamos tanto que parece como si lleváramos muchísimos años
viviendo juntos. Nos cuesta estar separados. Mario ha cambiado tanto desde que
lo conozco, que cada vez, es más mi hermano. Me angustia pensar que estoy
enamorada de él, porque hace y dice cosas que sólo Kevin hacía. Hoy cuando
tenía mi cabeza recostada en su pecho, sentí un estremecimiento, el corazón de
Kevin late en Mario; en algún nivel, él sigue vivo y conmigo...
Mario siente el rebotar del pulso en
las paredes de su cráneo. Su mente es un torbellino de conjeturas y su cuerpo fragmentado
da vueltas. Aturdido, con la vista nublada, sale del apartamento sin rumbo. Se
siente traicionado, “ella lo sabía, lo sabía y no me lo dijo”, se repite una y
otra vez. Vaga horas por calles y avenidas como atontado hasta que termina emborrachándose
en un bar. Es de madrugada y Mario se encuentra parado en la cornisa del
edificio. Un paso lo separa del vacío. Desde la oscuridad aparece Laura, con su
pelo negro, cubierto por una mantilla blanca que resalta su mirada triste.
Extendiéndole sus manos, dice: “Ven, que te espero. Recuerda que cuando niños
hicimos un pacto: que ninguno quedaría solo. ¡Ven, Kevin! ¡Ven!”. Y él, embelesado
la escucha.
Y
es Kevin, quien dando el paso, en un abrazo se funde con ella, su Laura, de la
que nunca quiso separase.
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