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lunes, 5 de marzo de 2012

La conquista de la felicidad



Carlos Alberto Suárez
                                      Etica para L.A.
Me preguntaste hace algunos dias: ¿Qué es la Felicidad? Es una pregunta aparentemente fácil de responder, pero la respuesta tiene tanto de largo como de ancho. Sobre el tema han escrito ensayistas famosos, psicólogos, filósofos y hasta charlatanes de la talla de Walter Mercado. Cada uno tiene su respuesta que es respetable, pero toda opinión respetable también puede ser cuestionable o controvertible. Voy a tratar de darte mi opinión, producto de mis observaciones, múltiples lecturas y reflexiones al respecto. Me gustaría que la discutiéramos personalmente, porque para mí tu concepto es muy valioso, así estemos de acuerdo o no. Las siguientes son mis ideas, las escribo en desorden y sin método.  

El logro de la Felicidad.
El secreto de la felicidad es este: que tus intereses sean lo más amplios posible y que tus reacciones hacia las cosas y personas sean amistosas, en vez de hostiles. No hay una receta única para encontrar la felicidad y es así que cada quien tiene su idea propia, de tal manera que lo que hace feliz a uno, a otro no. La felicidad no es un estado permanente. A lo largo de la vida experimentamos momentos felices y otros que no lo son; unos suman y otros restan, el balance te da como resultado felicidad o infelicidad. Para ponerlo en otros términos, la felicidad no se la otorgan a uno, ni se compra como una mercancía, la felicidad se gana paso a paso, se construye, se conquista. Por otro lado, no hay que olvidar que hay cosas que nos afectan positiva o negativamente, y sobre las cuales no tenemos el poder de modificación. Con las negativas, no nos desgastemos, ni nos angustiaemos, ni nos amarguemos. Debemos actuar proactivamente sobre las que podemos intervenir.

Causas de la felicidad
El amor. Amor a la vida, a las personas que nos rodean, a la familia, a las instituciones, a la patria, a las leyes, al estudio, al trabajo, a la naturaleza, a uno mismo, a Dios cualquiera que sea el concepto que uno tenga de él.

El entusiasmo. Las acciones que uno emprenda debe acogerlas con entusiasmo, con mente de
principiante, con alegría que contagie a los que nos acompañan.
La curiosidad. Es el deseo de conocer lo ignorado, de descubrir el mundo circundante, como los gaticos de pocos meses de nacidos que desarrollan su inteligencia husmeando y olisqueando todo a su alrededor.
El afecto por las personas que queremos, por la familia, los amigos, los vecinos, los compañeros de estudio o del trabajo, o por quienes comparten aficiones con uno.
La tolerancia. Es aceptar que el otro o los otros son diferentes y que a pesar de que piensan distinto a uno, podemos compartir con ellos, respetando sus espacios, aficiones, instituciones y trabajos.
Perdón y olvido. Para vivir en paz con uno mismo y con los demás no es suficiente perdonar las ofensas recibidas, también debemos olvidarlas. Traer al presente malos momentos que nos causaron dolor en el pasado, sólo contribuye a reabrir las heridas y a dificultar las relaciones con los demás. Pedir perdón con humildad a la persona que ofendimos es el primer paso a solucionar la dificultad y contribuir a engrandecer nuestra imagen frente al otro. En lugar de levantar trincheras, debemos tender puentes.
Las buenas amistades. Siempre debemos buscar a los mejores y evitar a los mediocres porque si compartes con ellos, terminarás siendo uno de ellos.
La gratitud. Reconocer los beneficios recibidos con un espontáneo mensaje verbal, gestual o por escrito agrada al otorgante del beneficio y contribuye a estrechar los lazos de amistad.
La prudencia. Está relacionada con el tacto o tino con que nos referimos a otros y nos relacionamos con ellos. Debemos respetar sus fueros, sus derechos, sus opiniones. No nos está permitido ridiculizar sus actuaciones u omisiones, y si es del caso, mejor es callar para no ofenderlos. No debemos confundir la prudencia con la pusilanimidad, ni con el actuar timorato.
La seguridad está basada en el conocimiento que tenemos de nosotros mismos y en la capacidad que hemos adquirido de controlar lo primario de nuestros instintos. La seguridad no es arrogancia, no es imprudencia, no es despotismo; es más bien templanza, firmeza, confianza, libertad y fe.


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