"No habrá nunca una segunda oportunidad par dar una buena primera impresión".
Lo que a primera vista me impactó acerca de mis
compañeros de viaje, y sin el mayor
esfuerzo de mi parte, fue que el recinto estaba poblado por más hombres mayores
que mujeres. Se contradecía así la lógica pregonada por muchos que suelen
afirmar como, en la vida ordinaria,
ellas nos superan siete veces en numero a cada uno... ‘Cuestión de apreciación,
maestro’, diría el héroe de la milicia.
Lo que sí parecía igualarlas a
todas, a todos, era el toque que adiciona la ‘nieve de los años’, esa pátina
imposible de ocultar a pesar de honrosas excepciones, y la complicidad de
ciertos afeites y esotéricos colorantes. Sobresalían dos, máxime tres cabelleras
inmensamente negras o en incolora
disonancia con las edades presentidas. Otras en cambio, aparecían presas del pánico que se padece a
esta edad por saberse clasificadas como vetusteces de otra época y de distintos
escenarios. Todo ésto, denunciaba las diferencias que en el grupo consagran la
regla, como ocurre frecuentemente con las inevitables excepciones.
De la mayoría de todas las
bellas damas podría afirmarse, sin temor a equívoco alguno que, a pesar de la
variopinta calidad de las antiparras que a su edad las orlan, fueron en su tiempo cortejadas como las más
bellas divas cosechadas en este Valle del Señor. Y a fe que sí lo eran. Es
alentador ver ahora, en su otoñal pulcritud, cómo aún quedan rasgos en ellas que
se resisten a desaparecer. Felices nosotros por tener el privilegio de
admirarlas sin el pago de peaje alguno.
¿Y de ellos?... Casi bestiales
en los rasgos expresos que nos depara la edad a cada imagen personal.
Bestiales, no porque lo sean en
comparación con habitantes de zoos reales, sino por los contrastes en el cuento
de ‘la bella y…’. Sin embargo, muchos rasgos de ellos develan aún brotes
expresos de lo que otrora fue su
idoneidad y su talante. ¿Que se debiera decir más bien talento?...
Inteligentes, sí, en lo que
ahora se nos ha dado por denominar Inteligencia, que ya no es una y única como
otrora se afirmara, sino múltiples, y que ha dejado de ser pertenencia de unos
pocos congraciados, para ser cualidad de todos los que en el mundo hemos tenido
la fortuna de subsistir, con o sin gracia.
Pero, y valga aquí una
digresión, queda alguien más por reseñar, y que impacta a primera vista, por su
experiencia sí y por aquello de que más sabe el diablo por viejo… que aquí por
lo leído. Es quien funge como Coordinador de esta feliz iniciativa y no cual
camellero de nuestra exigua caravana. Animador sí e inquisidor también, y
mecenas de tan improvisada academia -no peripatética en el sentido platónico
del término– pero que debe y deberá hacer un titánico esfuerzo para que los
sueños de estos sus acompañantes de edad provecta sí seamos aceptados,
admirados y aplaudidos por quienes nos leerán o padecerán en las letras de
molde prometidas por la entidad patrocinadora de este grupo.
Él, ‘en su finita sabiduría’ es
el que elige, dilucida y decide qué de lo creado o recreado por los miembros de
tan extraña cofradía, ha de llegar a servir como contribución al crecimiento y
desarrollo de cada quien con su cada tono y su habitual talante.
¿Y, finalmente, qué será de los resultados del ‘estar juntos
para…’?
Se podría hacer cualquier
cantidad de especulaciones y cábalas. Cábalas difíciles si las hay… Peor aún, se
podría afirmar a priori, pero no sin morir en el intento, lo que se piensa que habrá de resultar
de tan temerario ensayo…
Sólo aquella gallarda esperanza
de hacer algo útil por el solaz espiritual de quienes aquí participamos, podrá,
pienso yo, llegar a ser la real recompensa para los y las aún perseverantes de
este tan hermoso experimento.
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