Eliseo Cuadrado
Abrió el bolso e inmediatamente se iluminó dejando ver todo su contenido. Además de sus objetos personales, en el fondo encontró el ocho de trébol que había descompletado el juego de naipes. El par de llaves de su maleta imitación Vuiton, el labial de grasa para el invierno, el corta uñas convexo para los pies, la cédula de ciudadanía original, la perla de estanque que le faltaba a uno de sus aretes y algunas monedas para los gamines que hacen malabares mientras cambia el semáforo.
Todas lo calificaron como el invento más importante y sencillo desde que alguien se echó una mochila al hombro: La escarcela iluminada. Cuando la cremallera termina su recorrido se encienden varias fuentes luminosas manipulables desde afuera. Lo que faltaba.
Esta mochila a pesar de lo evolucionada, también tiene la tendencia a quedarse abandonada en cualquier parte. Es el verdadero punto débil de ambos sexos. Incluso coinciden en el sitio preferido para perderla: el espaldar de una silla ó el asiento de al lado.
Tarde o temprano se dan cuenta que pesa demasiado y entonces la abren para aligerarla pero después de extraer la mitad del contenido, pesa igual.
Tiene la ventaja de ser el lugar donde no se escucha el celular, tampoco sienten cuando las abren y el especialista tiene tiempo suficiente para escoger.
Siempre hace falta una de color negro. No importa que sea Versace de Sanandresito, pues posee la magia de combinar con todos los colores de una falda largo chanel, un bluyin roto en las rodillas, ó un desmondongado.
El ser humano ha desarrollado una gran puntería con este adminículo.
En aquél tiempo; la piedra lanzada por David con la primera escarcela inventada por el hombre en forma de honda; hubiera decapitado a Goliat y David no hubiera tenido que cortarle la cabeza con su propia espada.
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