Jorge Enrique Villegas
—Este edificio es viejo y es un
peligro—le expresó la primera vez que la acompañó al apartamento. Desde aquella
ocasión le propuso que se fuera a vivir con él. Recordó las tantas veces que
rechazó la propuesta repitiendo la misma
respuesta que le intrigaba:
“Te quiero y no quiero perderte.”
—¿Cuándo me dirás que si?—le
susurró.
—¿Que si qué?
—Que vivirás conmigo.
—No insistas Toño. No deseo
discutir ahora. ¿Subimos? Te invito a algo caliente.
—Lo siento cariño. Tengo
compromisos. ¿Nos vemos en la noche?
—Está bien.
Lucy trepó por las escaleras.
—¡Qué frío, carajo! Me tomaré un
té. Fue a la cocina a encender la tetera cuando escuchó voces fuertes, insultos
y golpes que llegaban de la calle. ¡Toño!—gritó—. Corrió hacia la ventana del
balcón, la cabeza afuera y se estiró buscándolo.
—Qué frío—expresó el conserje
mientras frotaba las manos y las acercaba a la boca para soplar dentro de
ellas.
—El café está caliente. Tómalo
despacio—dijo su esposa.
—Seguirá lloviendo—mencionó
mientras miraba hacia el horizonte por la ventana del comedor—. Voy a subir al
techo. Hay un daño y el agua está pasando a las habitaciones del apartamento
del cuarto piso.
—¿Por qué no esperas a que cese
la lluvia?—le sugirió ella.
—Los daños no dan espera.
—Pon cuidado y sujeta bien el
arnés. El tejado ha de estar liso—le recomendó.
—El asunto es que este edificio
es viejo, se lo están comiendo las termitas y no sé qué esperan los dueños para
invertir y repararlo.
—Tacaños que son…Me siento rara—afirmó
ella.
—¿Y, eso?—manifestó mirándola
mientras terminaba la bebida.
—Un no sé qué, como un
cosquilleo, un presentimiento.
—Te pasa por ver películas de
terror en las noches.
—Es en serio— aseguró.
HOYO EN UNO
Cuento
Jorge Enrique Villegas M.
Hoy es sábado. Llueve desde la madrugada de manera intermitente y la
temperatura está baja. Salí temprano a trotar en el parque cerca de donde vivo.
Me animé al pensar que encontraría pocos autos y pocas personas. Puede parecer
egoísta pero el momento sería más amable. No fue así: me cogió un chubasco que
me lavó. Regresé al apartamento donde vivo, un tercer piso. El edificio está
climatizado y es confortable. Se halla separado de otro bastante viejo por una
calle, creo que es de comienzos del siglo pasado. Desde la ventana de la sala
puedo ver a la vecina del frente que ocupa el piso al nivel del mío. Ella me gusta. Ha de estar entre los
30 y los 35. Tiene bonita y proporcionada figura. Cada vez que la veo, hago de
voyerista: corro un poco el velo la
observo y me hago ilusiones. Vive sola aunque la he visto unas cuantas veces
retozando con su amante. Hemos coincidido en el transporte y me agrada su risa
y el tono de la voz. Una mañana me atreví a saludarla. Se llama Lucy…
—Uff, qué frío—expresó Toño al llegar con Lucy donde ella vive. Un
viejo edificio que tiembla cada vez que usan el ascensor o chirrian las gradas
de madera cuando la electricidad falla y hay que usarlas.
—Este edificio es viejo y es un
peligro—le expresó la primera vez que la acompañó al apartamento. Desde aquella
ocasión le propuso que se fuera a vivir con él. Recordó las tantas veces que
rechazó la propuesta repitiendo la misma
respuesta que le intrigaba:
“Te quiero y no quiero perderte.”
—¿Cuándo me dirás que si?—le
susurró.
—¿Que si qué?
—Que vivirás conmigo.
—No insistas Toño. No deseo
discutir ahora. ¿Subimos? Te invito a algo caliente.
—Lo siento cariño. Tengo
compromisos. ¿Nos vemos en la noche?
—Está bien.
Lucy trepó por las escaleras.
—¡Qué frío, carajo! Me tomaré un
té. Fue a la cocina a encender la tetera cuando escuchó voces fuertes, insultos
y golpes que llegaban de la calle. ¡Toño!—gritó—. Corrió hacia la ventana del
balcón, la cabeza afuera y se estiró buscándolo.
—Qué frío—expresó el conserje
mientras frotaba las manos y las acercaba a la boca para soplar dentro de
ellas.
—El café está caliente. Tómalo
despacio—dijo su esposa.
—Seguirá lloviendo—mencionó
mientras miraba hacia el horizonte por la ventana del comedor—. Voy a subir al
techo. Hay un daño y el agua está pasando a las habitaciones del apartamento
del cuarto piso.
—¿Por qué no esperas a que cese
la lluvia?—le sugirió ella.
—Los daños no dan espera.
—Pon cuidado y sujeta bien el
arnés. El tejado ha de estar liso—le recomendó.
—El asunto es que este edificio
es viejo, se lo están comiendo las termitas y no sé qué esperan los dueños para
invertir y repararlo.
—Tacaños que son…Me siento rara—afirmó
ella.
—¿Y, eso?—manifestó mirándola
mientras terminaba la bebida.
—Un no sé qué, como un
cosquilleo, un presentimiento.
—Te pasa por ver películas de
terror en las noches.
—Es en serio— aseguró.
…Lucy, Lucy. Me quité la ropa, me
duché con agua templada y me coloqué una sudadera. Puse un trasto con agua a
hervir. Iba a preparar café. Una vez hecho, me serví un pocillo y me senté
frente a la ventana. Mientras lo degustaba llegó Lucy, miró donde yo estaba e
hizo una expresión de saludo con una de sus manos. Le respondí levantando el
vaso y brindé por ella. Se volvió a sus quehaceres y pocos segundos después,
escuché voces fuertes, agrias, palabras soeces, que venían de la calle. Vi a
Lucy sacar la cabeza por la ventana y un
fardo de gran volumen—fue lo que me pareció—la golpeó en la parte de atrás de
la cabeza. El golpe la sacó del todo y la mandó a la vía. Corrí a mi ventana y
no pude ver mucho: dos vehículos estacionados me impedían la vista. Llamé a
emergencia y baje para ayudar a Lucy. Lo que vi me sobrecogió: cuatro cuerpos
tirados en el suelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario