Vistas de página en total

miércoles, 8 de junio de 2022

Hoyo en uno

  Jorge Enrique Villegas 

         

Hoy es sábado. Llueve desde la madrugada de manera intermitente y la temperatura está baja. Salí temprano a trotar en el parque cerca de donde vivo. Me animé al pensar que encontraría pocos autos y pocas personas. Puede parecer egoísta pero el momento sería más amable. No fue así: me cogió un chubasco que me lavó. Regresé al apartamento donde vivo, un tercer piso. El edificio está climatizado y es confortable. Se halla separado de otro bastante viejo por una calle, creo que es de comienzos del siglo pasado. Desde la ventana de la sala puedo ver a la vecina del frente que ocupa el piso al nivel  del mío. Ella me gusta. Ha de estar entre los 30 y los 35. Tiene bonita y proporcionada figura. Cada vez que la veo, hago de voyerista: corro un poco el velo  la observo y me hago ilusiones. Vive sola aunque la he visto unas cuantas veces retozando con su amante. Hemos coincidido en el transporte y me agrada su risa y el tono de la voz. Una mañana me atreví a saludarla. Se llama Lucy…

           —Uff, qué frío—expresó  Toño al llegar con Lucy donde ella vive. Un viejo edificio que tiembla cada vez que usan el ascensor o chirrean las gradas de madera cuando la electricidad falla y hay que usarlas.

—Este edificio es viejo y es un peligro—le expresó la primera vez que la acompañó al apartamento. Desde aquella ocasión le propuso que se fuera a vivir con él. Recordó las tantas veces que rechazó la propuesta  repitiendo la misma respuesta que le intrigaba:

“Te quiero y no quiero perderte.”

—¿Cuándo me dirás que si?—le susurró.

—¿Que si qué?

—Que vivirás conmigo.

—No insistas Toño. No deseo discutir ahora. ¿Subimos? Te invito a algo caliente.

—Lo siento cariño. Tengo compromisos. ¿Nos vemos en la noche?

—Está bien.

Lucy trepó por las escaleras.

—¡Qué frío, carajo! Me tomaré un té. Fue a la cocina a encender la tetera cuando escuchó voces fuertes, insultos y golpes que llegaban de la calle. ¡Toño!—gritó—. Corrió hacia la ventana del balcón, la cabeza afuera y se estiró buscándolo.

 

          —Qué frío—expresó el conserje mientras frotaba las manos y las acercaba a la boca para soplar dentro de ellas.

—El café está caliente. Tómalo despacio—dijo su esposa.

—Seguirá lloviendo—mencionó mientras miraba hacia el horizonte por la ventana del comedor—. Voy a subir al techo. Hay un daño y el agua está pasando a las habitaciones del apartamento del cuarto piso.

—¿Por qué no esperas a que cese la lluvia?—le sugirió ella.

—Los daños no dan espera.

—Pon cuidado y sujeta bien el arnés. El tejado ha de estar liso—le recomendó.

—El asunto es que este edificio es viejo, se lo están comiendo las termitas y no sé qué esperan los dueños para invertir y repararlo.

—Tacaños que son…Me siento rara—afirmó ella.

—¿Y, eso?—manifestó mirándola mientras terminaba la bebida.

—Un no sé qué, como un cosquilleo, un presentimiento.

—Te pasa por ver películas de terror en las noches.

—Es en serio— aseguró.

           …Lucy, Lucy. Me quité la ropa, me duché con agua templada y me coloqué una sudadera. Puse un trasto con agua a hervir. Iba a preparar café. Una vez hecho, me serví un pocillo y me senté frente a la ventana. Mientras lo degustaba llegó Lucy, miró donde yo estaba e hizo una expresión de saludo con una de sus manos. Le respondí levantando el vaso y brindé por ella. Se volvió a sus quehaceres y pocos segundos después, escuché voces fuertes, agrias, palabras soeces, que venían de la calle. Vi a Lucy sacar la cabeza por  la ventana y un fardo de gran volumen—fue lo que me pareció—la golpeó en la parte de atrás de la cabeza. El golpe la sacó del todo y la mandó a la vía. Corrí a mi ventana y no pude ver mucho: dos vehículos estacionados me impedían la vista. Llamé a emergencia y baje para ayudar a Lucy. Lo que vi me sobrecogió: cuatro cuerpos tirados en el suelo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 HOYO EN UNO

Cuento

Jorge Enrique Villegas M.

 

 

           Hoy es sábado. Llueve desde la madrugada de manera intermitente y la temperatura está baja. Salí temprano a trotar en el parque cerca de donde vivo. Me animé al pensar que encontraría pocos autos y pocas personas. Puede parecer egoísta pero el momento sería más amable. No fue así: me cogió un chubasco que me lavó. Regresé al apartamento donde vivo, un tercer piso. El edificio está climatizado y es confortable. Se halla separado de otro bastante viejo por una calle, creo que es de comienzos del siglo pasado. Desde la ventana de la sala puedo ver a la vecina del frente que ocupa el piso al nivel  del mío. Ella me gusta. Ha de estar entre los 30 y los 35. Tiene bonita y proporcionada figura. Cada vez que la veo, hago de voyerista: corro un poco el velo  la observo y me hago ilusiones. Vive sola aunque la he visto unas cuantas veces retozando con su amante. Hemos coincidido en el transporte y me agrada su risa y el tono de la voz. Una mañana me atreví a saludarla. Se llama Lucy…

 

          —Uff, qué frío—expresó  Toño al llegar con Lucy donde ella vive. Un viejo edificio que tiembla cada vez que usan el ascensor o chirrian las gradas de madera cuando la electricidad falla y hay que usarlas.

—Este edificio es viejo y es un peligro—le expresó la primera vez que la acompañó al apartamento. Desde aquella ocasión le propuso que se fuera a vivir con él. Recordó las tantas veces que rechazó la propuesta  repitiendo la misma respuesta que le intrigaba:

“Te quiero y no quiero perderte.”

—¿Cuándo me dirás que si?—le susurró.

—¿Que si qué?

—Que vivirás conmigo.

—No insistas Toño. No deseo discutir ahora. ¿Subimos? Te invito a algo caliente.

—Lo siento cariño. Tengo compromisos. ¿Nos vemos en la noche?

—Está bien.

Lucy trepó por las escaleras.

—¡Qué frío, carajo! Me tomaré un té. Fue a la cocina a encender la tetera cuando escuchó voces fuertes, insultos y golpes que llegaban de la calle. ¡Toño!—gritó—. Corrió hacia la ventana del balcón, la cabeza afuera y se estiró buscándolo.

 

          —Qué frío—expresó el conserje mientras frotaba las manos y las acercaba a la boca para soplar dentro de ellas.

—El café está caliente. Tómalo despacio—dijo su esposa.

—Seguirá lloviendo—mencionó mientras miraba hacia el horizonte por la ventana del comedor—. Voy a subir al techo. Hay un daño y el agua está pasando a las habitaciones del apartamento del cuarto piso.

—¿Por qué no esperas a que cese la lluvia?—le sugirió ella.

—Los daños no dan espera.

—Pon cuidado y sujeta bien el arnés. El tejado ha de estar liso—le recomendó.

—El asunto es que este edificio es viejo, se lo están comiendo las termitas y no sé qué esperan los dueños para invertir y repararlo.

—Tacaños que son…Me siento rara—afirmó ella.

—¿Y, eso?—manifestó mirándola mientras terminaba la bebida.

—Un no sé qué, como un cosquilleo, un presentimiento.

—Te pasa por ver películas de terror en las noches.

—Es en serio— aseguró.

 

          …Lucy, Lucy. Me quité la ropa, me duché con agua templada y me coloqué una sudadera. Puse un trasto con agua a hervir. Iba a preparar café. Una vez hecho, me serví un pocillo y me senté frente a la ventana. Mientras lo degustaba llegó Lucy, miró donde yo estaba e hizo una expresión de saludo con una de sus manos. Le respondí levantando el vaso y brindé por ella. Se volvió a sus quehaceres y pocos segundos después, escuché voces fuertes, agrias, palabras soeces, que venían de la calle. Vi a Lucy sacar la cabeza por  la ventana y un fardo de gran volumen—fue lo que me pareció—la golpeó en la parte de atrás de la cabeza. El golpe la sacó del todo y la mandó a la vía. Corrí a mi ventana y no pude ver mucho: dos vehículos estacionados me impedían la vista. Llamé a emergencia y baje para ayudar a Lucy. Lo que vi me sobrecogió: cuatro cuerpos tirados en el suelo.

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario