Eduardo Toro G
La tarde es limpia y pura,
Parece un manantial
De flores y de aromas;
Está poblada de trinos y de cantos
Y nos atisba con sus ojos azules.
Allá lejos, allá en el horizonte,
Se levanta la niebla como tules.
Este es nuestro momento.
Desnúdate y tiéndete a la vera del río.
La hierba está mojada
Aun por el rocío,
Te ofrezco mi brazo como almohada.
Serénate y no tiembles
Que voy a galopar por tus laderas
Quiero subir hasta la cima
Sagrada de tus senos
Para besarlos con locura,
Estrujarlos y exprimirlos
Y beber el néctar que en ellos atesoras.
Quiero comerme de un bocado
Las fresas de tu boca
Para que tus gemidos aturdan mis oídos.
Me quiero desbocar por tus caderas.
Quiero abrirte a mordiscos
Las entrañas.
Entrégate total.
Sé absolutamente mía
Y sabiamente ofréceme
El rico licor que guardas.
Aplaca con tu aliento
El frenesí que siento
Hasta en el más pequeño músculo
De mí agitado cuerpo.
Mi piel, pegada de tu piel.
Mi piel, mi sudorosa piel,
Fundida con tu piel,
Respira por tu piel.
Te invito a
navegar
Por el mar de la lujuria,
Sin norte y sin rosa de los vientos.
Y para que este navegar nos dure
Una eternidad, desnuda entre mis brazos,
Mar adentro, dejemos de remar.
Es primavera. Desnúdate otra vez.
La hierba es lecho blando
Y aun está cubierta de rocío.
No temas que mis brazos y mi pecho
Te servirán de almohada.
Por Dios, no digas nada
Y entrégate total.
Quiero vivir contigo
El regocijo del deseo carnal,
Sintamos por dentro y a la vez
Ese viento huracanado,
Imposible de atajar.
Es primavera.
Desnuda y exhausta
Tendida sobre el prado,
Pareces una imagen vencida
En lirios florecida.