Eduardo Toro
Desde los primeros días la llamamos Lluvia y, al llamado,
acude mimosa al rincón de los abrazos. Es blanca y sedosa como las nubes más
altas y tiene la vivaz mirada azul de las hortensias. Se ocupa en mantenerse inmaculada,
pero reserva los mejores momentos para recibir halagos y mimos. Vive como en un
palacio y se comporta como la gata de compañía de aquellas reinas de países
antiguos y lejanos; duerme y ronronea sobre cojines de plumas, siempre bajo la
protección de nosotros sus amos, o mejor, sus incondicionales vasallos.
Lluvia tiene una especial manera de lucir esplendorosa y con
clase; a veces juega, pero sin descomponer su figura de bailarina rusa; se pasa
el tiempo ocupada en su misión de ser bella, eternamente bella; cuando se pone
perezosa se estira con elegante lentitud, arquea los lomos, levanta la cola y
con su punta forma un signo de interrogación, creemos que pregunta ¿entonces quién
es la más bella del universo?
Un día resolvimos que, para tanta majestuosidad, el nombre de
Lluvia era poco representativo, muy pequeño e insignificante. Después de muchas
discusiones surgió la idea de llamarla Lluvia Marina de las Altas Nieves. Desde
entonces este es su nombre oficial para vacunas y ocasionales visitas al médico
veterinario, para nosotros sigue siendo solo nuestra muy querida y simplemente Lluvia.
Con tan encopetado nombre, Lluvia se vistió de armiño desde
la cabeza hasta la punta de la cola; sus finos modales no cambiaron, pero sí
notamos que su demanda de caricias y mimos eran más frecuentes; se sentía bella,
poderosa y necesitada de sus humildes vasallos. Todo quedó resumido cuando
alguien cantó esta verdad: “mi gato es mejor persona que yo”
Lluvia Marina de las Altas Nieves llegó a nosotros a hacernos
compañía para alegrar nuestras vidas un día de mayo del año pasado, así lo
recuerdo todavía: salimos al llamado del timbre, llovía copiosamente, era el
celador de la cuadra, lo hicimos pasar al garaje y estirando su mano con un
envoltorio muy pequeño nos dijo: es un gatito, lo recogí de un charco y se
estaba ahogando. Era Lluvia y venía con la lluvia, era una cosita rosadita que
apenas se movía, lo envolvimos en trapos calentados en el micro, le dimos leche
tibia con un gotero; lo llevamos al veterinario y nos dijo lo que ya sabíamos:
está muy mal tiene hipotermia, está lleno de parásitos y es una hembra y agregó
con pesadumbre: si se salva la vacunamos.
Para terminar mi relato vuelvo al comienzo de la historia para responder que, cuando hablamos de gatos, necesariamente hablamos de amor, de ternura y de Lluvia Marina de las Altas Nieves.
No hay comentarios:
Publicar un comentario