Luz María Gómez
Un tema fundamental para detenerse, además del poético, es la
compleja relación que se percibe entre Ignacio y su madre Leonor. La difícil
relación incide sin duda, en la forma de asumir su vida y en la compleja
pulsión de escribir. Los diálogos permiten deducir carencia afectiva y
dependencia enfermiza. Dependencia que se acentúa con la muerte del padre a
temprana edad y se acrecienta con la imagen negativa que le llegó de parte
de los tíos y de su entorno social; el drama familiar se agudiza con la
pérdida también temprana, de su hermano menor y la culpa que carga por ello y
para ahondar más la tragedia, la madre trae con frecuencia, el recuerdo del
hijo fallecido y enaltecido. A ella no le inquieta la falta de autonomía de
Ignacio y cada que se presenta la ocasión, lo subvalora. Le enrostra en
presencia de otros, su inutilidad, su inacción.
Antonio Caballero
muestra la difícil relación entre padres e hijos, en un contexto de clase alta.
En encuentros sociales, los adultos
desatienden a los menores, les estorban; nos imaginamos esta infancia para
Ignacio. Vemos con claridad la escena, en una de las visitas que Ignacio le
hace a su madre. Se encuentra allí con parientes
y sus hijos pequeños. En la reunión, ante la demanda de atención de los niños a
sus padres, la abuela Leonor ordena retirarlos y enviarlos al jardín. Los niños
salen con disgusto. Retornan poco
después, con gritos y llantos. Los recibe la gran indiferencia de casi todos
los adultos. Sólo una niña se revela a salir y la madre respeta su deseo. Ignacio
la llama la niña pálida. Ella todo lo ve, todo lo juzga. Le llama la
atención Ignacio y sigue sus actos, sus miradas, sus inquietudes. Ignacio también la observa. Se perfila como
una niña que igual a Ignacio, cuestiona el entorno. Podemos imaginar un mejor
futuro para ella, al contar con una madre que respeta y entiende su rechazo de
acatar la orden de la abuela.
Antonio Caballero presenta el tema político centrado en el
surgimiento de las guerrillas en el país, en los años 60. Se siente
la influencia de China y de Rusia con Mao Tse Tung y Trotski como líderes. Encuentro
aquí un cuestionamiento similar al que vimos en “Volver la vista atrás” de Juan
G Vásquez. Muchos aprendices de revolucionarios desean aplicar al pie de la
letra las experiencias de los países ajenos, a nuestra realidad
colombiana. Viven los líderes como dioses.
A lo anterior se suma que los jóvenes, “amigos” de Ignacio, estudiados y
provenientes de familias solventes, no tienen una conciencia política. Están en
“la revolución” o les simpatiza como es el caso de Ignacio, por un rechazo y
hastío hacia su propia clase. Ignacio simpatiza con la revolución. No se
compromete como militante porque la pasividad lo domina y porque en medio de su
crítico estado emocional, tiene la lucidez para captar el comportamiento
fanático y dogmático de “sus amigos”. Los jóvenes cercanos a Ignacio están
dominados por la droga como él y vislumbran un confuso norte.
Antonio Caballero, detalla el comportamiento hipócrita de la
alta sociedad bogotana. La familia de Ignacio
diariamente visita a la madre y abuela, no por afecto; lo hacen para recibir
deliciosos alimentos, bebidas y postres; los hombres como el cardiólogo
Ernestico Espinoza, Monseñor Boterito Jaramillo y el poeta Ricardito Patiño,
son constantes visitantes, asiduos bebedores de licores finos. Monseñor
Boterito aparece en una escena homosexual, que su postura tradicional condena; Foción,
otro hermano de Leonor, el día de su secuestro por el grupo guerrillero, salía
de un motel con Pascale, la francesita y
le había dicho a su esposa que iba para misa, después de votar; la falsedad de
la mano del poder, la encontramos representada en el Coronel Aureliano Buendía
y en sus acompañantes de farra, entre ellos un senador; el trágico final de Ignacio
tiene mucho que ver con el desquite del Coronel, por no haberle entregado a Ángela(la
cuñada de Federico el pintor comprometido), como objeto de placer.
La relación de Ignacio con las mujeres es cómoda, dependiente
y sin ningún compromiso. Pierde a Fina,
la mujer con la que convivió más tiempo, por su negativa de tener un hijo con
ella. Las otras mujeres que se le acercan, están en su nivel de vivir sólo el
momento: sexo y drogas. Ignacio tiene una fijación con una parte del cuerpo
femenino. Observa a las mujeres y la desnuda imaginariamente y se fija siempre en
los senos. Me atrevo a decir que representa la relación de apego con la madre:
el momento de la alimentación, protección materna y placer. Ignacio no ha
podido separarse de su madre, no ha nacido. No es un ser autónomo. Es
significativo el comienzo de la novela. Recuerda
al poeta Rimbaud, el mismo día de su cumpleaños y dice: “A los treinta y un
años Rimbaud estaba muerto. Desde la madrugada de sus treinta y un años,
Escobar contempló la revelación, …” Más adelante Ignacio, le recita a Fina,
uno de sus versos que repetirá en diferentes momentos: “Desde antes de nacer
(parece que fue ayer) estoy muerto.” Podemos decir que Ignacio Escobar es
un ser muerto en vida. Se lo dicen muchas veces, los amigos más cercanos.
El tema poético atraviesa la novela. Ignacio Escobar en medio
de su vida sin rumbo, intenta ser poeta y en toda la trama, sentimos su afán
por lograrlo. Lo alcanza casi al final, en el capítulo XI. Antonio Caballero detalla con el protagonista
Ignacio, el tortuoso y desgarrador camino de escribir. Escobar invierte en la creación poética
“Cuaderno de hacer cuentas”, muchos días y noches. El lápiz que usa para escribir
simboliza la dificultad, cuando recurre con frecuencia a las paredes, para
sacarle punta. Ignacio se relaciona con varios poetas. A partir de los diálogos,
podemos inferir las diferentes formas de asumir la poesía. Los otros poetas
son: Ricardito Patiño, el poeta urbano Ignacio Alvarado y el pederasta Edén
Morán Marín. Ricardito e Ignacio sostienen una importante discusión, acerca del
objeto de la poesía. Ricardito dice que la poesía es de circunstancias y que
las circunstancias pagan. Para Ignacio Escobar, la poesía es gratuita, pero
como todo en su vida, no la asume en serio.
Para “Sus amigos”, debe tener un fin político y social y Escobar por
considerarse poeta, se deja arrastrar por ellos y decide escribir por encargo,
un poema comprometido. Otra discusión importante sobre la poesía, la tiene Escobar
con Edén Morán. Edén lee como poema, un anuncio publicitario. Escobar cuestiona
el hecho. Edén dice que es poema por el hecho de leerlo como tal. Caballero con
la respuesta de Edén, pone de nuevo su tono de humor y crítica. En una
entrevista a la que me referiré más adelante, Antonio Caballero cita una frase de
un poeta, en la que define qué es arte: “Arte es todo lo que el artista quiere que sea”. Las posturas anteriores,
llevan a muchos lectores a preguntarse también, sobre cuál es el objeto de la
poesía. Es la discusión fundamental, que
se mueve a lo largo de la novela.
Entre los dramas que vive Ignacio Escobar, está el de haber
perdido su poema. Queda ilegible al quedar bañado en la sangre del poeta Edén. Ese
día, que era de elecciones y Escobar no lo sabía, salió para confrontar su texto
con la realidad. Paradójicamente, no estaba al tanto del hecho trascendental. Se
sorprende al encontrar el ambiente en las calles. Se encuentra con familiares y
amigos y a sus preguntas, les responde siempre con sus versos. Luego se
encuentra con el profesor de literatura comprometida, Diego León Mantilla.
Dialogan sobre el quehacer revolucionario de los amigos. Cuando Ignacio le
responde todo el tiempo a Diego León, con los versos que se sabe de memoria y
el profesor encuentra coherentes sus respuestas, los lectores no dejamos de
sorprendernos de nuevo, con el ingenio y
fino humor de Caballero.
En una entrevista
realizada por el periodista Bernardo Hoyos a Antonio Caballero, sobre su novela
Sin Remedio, que reposa en la Casa Silva, Bernardo Hoyos, llama a Caballero
poeta y él le responde que el poeta no es él, si no un personaje de novela, llamado Ignacio
Escobar. Antonio Caballero expresa que “La novela es un envoltorio de un
poema. Es un pretexto para publicar un poema. La novela es un resumen del poema
o al revés.” Dice que quiso darle un
importante lugar a la poesía y que, si la hubiera presentado sola, sin
inscribirla en un drama, en una novela, no la hubieran leído y dice algo bien
importante: su editor le recomendó suprimir el poema. Caballero se enteró luego de que muchos lectores, al
llegar al extenso poema, se lo saltaron porque lo que más les interesaba era
saber cómo iba a terminar Ignacio. Antonio Caballero dice que hizo algo similar
a lo realizado por San Juan de la Cruz, en su obra “Cántico espiritual”. Fingió
ser teólogo para presentar dentro de la obra, un gran poema. Manifiesta también,
que algo similar hizo Cervantes con su gran novela. En ella incluyó valiosos
poemas. Concluye Caballero, que a él le tocó ser novelista, para publicar un
poema.
La obra termina con escenas
de gran contenido simbólico y poético: la corrida de toros y la
hormiga tratando de recuperar la hoja en el charco de sangre del cuerpo de
Ignacio, despidiéndose de la vida. Empiezo con la imagen de la hormiga: “Tenía
la cara enterrada en el cascajo y distinguía con claridad los detalles de cada
piedrecita, hecha de aristas relucientes y puntos negros y blancos. Una hormiga
avanzaba por el terreno abrupto arrastrando una hojita verde. Veía con
precisión las nervaduras de la hojita. Un lento reguero brillante alcanzó a la
hormiga, lamió el borde de su carga, estremeciéndola. La hormiga corrió hasta
lo seco, se detuvo. Se restregó enérgicamente las patas unas con otras,
limpiándolas perfectamente. La hoja había quedado casi por completo atrapada en
el pequeño charco reluciente que empezaba a cuajar, vertical como una pequeña
vela, verde brillante, más clara y opaca por el lado áspero del revés. La
hormiga se acercó con cautela, buscando terreno firme en donde hacer palanca
con las patas, tiró nuevamente de la hoja, conmoviéndola, desprendiéndola al
fin del súbito pantano, escalando las piedras, descendiendo, arrastrando y
empujando la hojita verde que palpitaba a ras de tierra como una cosa viva,
avanzando, alejándose. Un soldado se acuclilló a su lado, le ladeó la cabeza. –
A este lo enfriamos, mi coronel.”
La muerte trágica de Ignacio queda
atenuada con la hermosa imagen. La hormiga prueba la sangre en la hoja impregnada
de ella. Se estremece al probarla y la misma hoja verde recuperada, se conmueve
y expresa vida. Contrasta la sensibilidad de la vida animal y vegetal, con la
insensibilidad y agresión de los humanos que acaban de eliminar a Ignacio.
La violencia representada en la
corrida de toros anticipa el final trágico de Ignacio. Lo anticipa también, la
constante agresión que recibe de la vecina, la señora Niño. Agresión que se intensifica,
cuando Ignacio se dispone a salir a la calle con su poema por fin logrado. La vecina baja por las gradas y lo persigue
con un cuchillo y le grita: ¡Cobarde! ¡comunista! Ignacio narra el hecho y expresa la similitud
de la escena con una corrida de toros. Ignacio termina embestido como le pasó al toro
en la corrida.
Ignacio Escobar es un ser desubicado, sin pertenencia a una
familia, a un grupo, un ser sin ideales; lo domina la inacción, no siente la
fuerza por hacer algo, escasamente poemas. El gran drama se genera por no saber
cómo hallar otro camino. Ante los demás (incluida su madre y su familia) es un
inútil, un muerto en vida. Es paradójico que sea él, en medio de todos los que
lo rodean, el único que tenga la mirada crítica. Es el que gana los debates intelectuales;
el que descresta a las mujeres con su facilidad de palabra. Antonio Caballero
nos presenta con el personaje de Ignacio Escobar, a un ser que abunda en
nuestra sociedad. Lo observamos con diferentes matices. Al detallarnos su
entorno social y la forma cómo fue educado, nos permite reflexionar en las
causas que pueden incidir en la formación de seres con estos comportamientos.
Luz María Gómez Ospina
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