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lunes, 7 de octubre de 2024

La conquista

 



 

                                                            Alexandra Correa

 

Hace quinientos treinta y dos años llegaron los españoles a América. Invadieron e irrumpieron,  tomaron por la fuerza nuestras tierras, borraron de nuestra mente el raciocinio y formas de pensar. Impusieron su Dios porque era mejor que el nuestro  y nos obligaron a aprender su idioma. Le vendieron la idea al mundo que éramos salvajes porque tratábamos de defendernos de sus atrocidades. Amputaciones de manos, violaciones, aperreamientos -con grandes perros hambrientos- torturas, matanzas. De esta manera fuimos obligados a tomar su cultura y creencias, perdiendo nuestra identidad. Entonces ¿quién fue en realidad el salvaje? Con su llegada  trajeron consigo enfermedades y epidemias, para las cuales no estábamos preparados, dejando a su paso muerte y desolación. Durante generaciones nos contaron una historia, la de un ser supremo conquistando a América, un hecho difícil de ensombrecer, ignorando las formas que se utilizaron para invadir, conquistar y asentarse.

 

España se ha apropiado de la historia con fines ideológicos, ocultando los elementos más terribles que toda invasión y conquista conlleva; sentimientos de inferioridad y sometimiento perpetuo hasta el día de hoy.

 Los aportes hechos por las culturas mayas, azteca e inca, en el campo de la astronomía, los ciclos de la luna, los movimientos del sol y el calendario han sido poco resaltados. Recuerdo cuando mi hermana vivía en Alemania y trajo su prometido a Colombia para casarse. Lo tratábamos como a un Dios. Nos esmerábamos por atenderlo, le hacíamos sentir bien, mostrándole lo mejor de nuestro territorio.

 Siento que tenemos una tendencia a ser demasiado gentiles excediéndonos en atenciones con los extranjeros. Si no me cree deténgase a observar el esmero en sitios turísticos con relación a un paisano. En pleno siglo XXI es tal el desconocimiento de nuestra cultura ante los ojos del mundo, que muchos países nórdicos no saben que existimos y otros creen que aún somos un cúmulo de indígenas vistiendo taparrabos. Nos han encasillado de violentos y me da lástima aceptarlo pero creo que es cierto. La historia se repite una y otra vez, de generación en generación. Estamos acostumbrados a vivir en medio de la selva, solucionando nuestras inconformidades con paros violentos, tomas guerrilleras, destrozando monumentos públicos y en general solucionando a punta de golpes. Es el reflejo de la conquista, similar a un padre maltratador dando mal ejemplo a su hijo, que una vez crece se convierte en lo  que aprendió. Generalizando fuimos adiestrados para no pensar y mucho menos cuestionarnos.

 Vemos, hacemos y actuamos de la misma manera que hace siglos.  

 Hace quince días recorrimos Sicilia y parte de España con mi familia. Visitamos ciudades antiguas como Siracusa mencionada en la Biblia en el libro de los Hechos de los Apóstoles, 28:12,  Pablo discípulo de Jesús se alojó allí. Observé la influencia de los griegos en sus monumentos y ciudades. Pensadores que llegaron con su filosofía y ciencias a distintos puntos de Italia. Con el paso del tiempo llegaron los romanos, modificando de nuevo  los templos sagrados, prohibiendo la adoración a Dioses mitológicos. Sucesivamente invasiones y guerras, dejaron una huella en cada uno de las ciudades que visité. Cada lugar huele a historia. Casas, templos y esculturas; derruidas por el paso de más de dos mil años, más allá de las paredes, sus interiores reflejan la conservación, esmero y orgullo del tesoro que poseen. Estéticamente todo pareciera feo y viejo, aunque  una vez conoces la historia y te introduces en ella, la perspectiva cambia. Concluí que la expansión de la cultura griega y la posterior toma por parte del imperio romano influyó en el progreso y formas de pensar de las grandes civilizaciones.

 En Madrid, el trayecto del aeropuerto al hotel fuimos conducidos por una variedad de túneles  que a su vez desembocan en múltiples salidas. Fue como transitar una ciudad bajo tierra y me preguntaba ¿Cuánto dinero tuvieron que invertir para estos magníficos proyectos? ¿Tanto progreso se debió al oro que se trajeron de América? O tal vez ¿fue su forma de pensar autónoma y no impuesta por colonizadores que pudieron salir adelante con extensas carreteras y autopistas?

 España está invadida de latinos. Los rasgos de la población en su mayoría de origen indígena, como si los papeles se hubieran invertido, Latinoamérica invadiendo Europa, debido a la violencia, inconformismo, a las faltas de oportunidad, pobreza y desilusión; resultados de gobiernos que han provocado el desplazamiento. Restaurantes, hoteles, taxis, buses, metros, construcciones en todas partes  hay un inmigrante suramericano, desempeñando labores extenuantes y rudas, actividades de aseo, construcción y recolección de sembrados en el campo, entre otras, porque al europeo no le gusta hacer el trabajo sucio. Gran parte de la población  ha eliminado su acento del país origen, queriendo hacer parte de la sociedad.  

 ¿Entonces son superiores o qué los hace diferentes? Definitivamente somos iguales, ellos también defecan, bostezan, tienen mal aliento. No son Dioses, como nos tienen acostumbrados a verlos. Siento que a ellos los ha impulsado un deseo colectivo por una mejor Europa. La influencia de pensadores, el intercambio de culturas, los idiomas, la pintura, la música, y el interés por el aprendizaje los ha hecho diferentes. Además acatan normas, tienen respeto por la autoridad, viven su vida sin importar el qué dirán, son autónomos, visten, piensan como se les da la gana. No están pendientes de la apariencia, la figura, el peinado, los senos y mucho menos las arrugas, no le queman tanto tiempo a banalidades, la vida de los demás les es indiferente. Han despertado a la consciencia.

 

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