Eduardo Toro
Juro que no miento cuando juro
que es muy cierto que no miento
cuando juro que es verdad
lo que les cuento.
E.T.G.
En la antigüedad se creía que más allá, muy lejos del mundo conocido había otras tierras y mares fabulosos habitados por monstruos y animales fantásticos, como el basilisco, el grifo, el ave fénix, sirenas y dragones. Frente a la inmensidad de un mar tenebroso e inescrutable, con sus miedos y fantasías pensando en un mundo impreciso y lejano, la desbocada imaginación del hombre comenzó a tejer leyendas alucinantes que relacionaban con todo lo que imaginaban, veían o escuchaban. Desde allá nos llegó la macondiana manera de convertir en mito todo lo cierto y aprendimos a ocultar hábilmente la verdad tras la mentira.
El patrimonio oral e inmaterial de la gallística colombiana está plagado de mitos y leyendas y es permanentemente enriquecido por nuevas historias inventadas, las cuales hacen de este deporte fiesta un pozo de inspiración inagotable para el arte en sus diferentes expresiones como la fotografía, la pintura, el cine, la televisión y la literatura.
Hay dentro del mundo de los gallos una leyenda que me apasiona por ser una de las más dúctiles y manejables por los procesos imaginativos y el encantamiento oral, pues desde mil novecientos ochenta y dos, año en el cual se gestó, hasta estos días de julio del año dos mil diez, la he escuchado en más de treinta versiones, todas alucinantes porque todas conservan esa magia macondiana que nos caracteriza. Me ocuparé pues de la versión original.
Cuando los famosos gallos Medianoche del criadero Palmaseca, de propiedad del doctor Andrés Arroyo Cajiao, Aparecieron en los mejores coliseos de Colombia y se empezó a conocer su agresividad, codicia e invencible temperamento, se dijo de ellos que se trataba de un cruce especial entre una gallina hindú, totalmente negra hasta las patas, con un gallinazo que pacientemente fue avezado en el criadero. Su fiereza les venía de casta, pero la clave de su rabia y bravura les venía de la alimentación que como a buenos carroñeros se les suministraba con especial esmero; sólo comían carne muerta y descompuesta razón por la cual nunca aprendieron a seleccionar un solo grano de maíz para su buche. La desbordada fantasía de los crédulos les hacía ver en estos invencibles ejemplares, de color negro agallinado, todas las feas características de un chulo carroñero.
También se dice sin ningún rubor, y sin gran esfuerzo imaginativo, que los Medianoche descienden directamente del Basilisco. Cuentan que un día llegó hasta el criadero Palmaseca un gallo indostánico para servir como padrón. Era un ejemplar negro agallinado y como rara característica lucía por cresta dos cachos que le daban diabólico aspecto. El forastero a pesar de los especiales cuidados con que fue tratado, no fue capaz de atender los requiebros de las hermosas gallinas, llegándose a la conclusión de que este ejemplar ya estaba demasiado viejo para estos menesteres, pero siguió ocupando un lugar muy especial dentro del criadero, desempeñándose como ave ornamental, protegido por su rara belleza…. Y, un día, un diabólico día puso un huevo pequeño y redondo.
En el siglo XIII dejó de ser un misterio el origen del Basilisco, cundo se descubrió que los gallos, en su última edad, ponen un huevo pequeño y redondo de color amarillento que incubado en día canicular, en un establo, por bestia venenosa o sapo, favorece el nacimiento del Basilisco, mítico ser nacido para matar con el aliento o la mirada y solo puede ser vencido por la escurridiza comadreja.
Entonces, dice la leyenda, la raza de los invencibles Medianoche viene en línea directa del Basilisco, nacido del pequeño huevo puesto por el viejo gallo indostánico de dos cachos, el cual fue cruzado con las gallinas hindúes negras hasta las patas.
Mientras este despropósito se contaba cada vez con creciente fascinación, estos ejemplares de color negro agallinado se paseaban invencibles ejerciendo su mortífero poder por los mejores reñideros de Colombia. Su poderío se extendió hasta Venezuela, Ecuador y Perú.
Una vez un incrédulo guajiro de nombre Kiko Valdeblánquez, hizo conjurar de una princesa Wayuu, experta en brujerías y encantamientos de la magia negra, a seis de sus mejores gallos para enfrentarlos a los temibles Medianoche, en un desafío extraordinario en la ciudad de Barranquilla, al cual asistieron los mejores galleros del país y muchos invitados de los países vecinos, pues nadie quería perder este gran espectáculo. Los gallos de Kiko parecen que se fueron todos para el cielo de las aves, pues ya habían sido previamente rezados por la princesa Wayuu. Kiko, avergonzado y con la dignidad del gallero pisoteada saco de reñidero a cada uno de sus gallos muertos y colgando de las patas mientras exclamaba: ¡miércoles! Ahora sí creo todo lo que se dicen de esos endemoniados pajarracos.
Hay una única verdad en el trasfondo de las leyendas narradas. Recreémonos entonces en el mundo de la realidad cobijada con el mismo ingrediente del macondiano realismo mágico. Este es el universo real del famoso gallo Medianoche, que fue trueno, huracán y relámpago, compendio del gallo bien encastado atento en combate, codicioso y de buena “púa” en las patas.
Su primear dueño fue el gran señor de los gallos y fuera de los gallos el Doctor Olimpo Oliver de la ciudad de Sincé, quien recibió en obsequio de Don Nicolás del Castillo, un ilustre cartagenero por entonces embajador de Colombia en España, una parejita joven, hembra y macho, hijos de un gallo obsequiado a Don Nicolás por el Alcalde de Sevilla España. Olimpo con esta pareja como base y a través de varios cruces llegó finalmente al ejemplar Medianoche.
Medianoche, tuerto desde los corrales macheros, de color negro tornasolado y plumaje agallinado, no debía su nombre precisamente a estas características, sino a una cábala de buena suerte que acompañó al amo de este bravo emplumado durante sus dieciséis combates resueltos en su favor en menos de cuatro minutos. Contaba Olimpo, su dueño, que hacia la media noche cuando ya habían pelado por lo menos ocho de sus ejemplares, era la hora de atacar, si iba perdiendo apostaba el valor de las pérdidas y más al gallo Medianoche y si iba ganando apostaba todo lo ganado y más para multiplicar ganancias.
Su última pelea fue en Santiago de Cali, durante la temporada de gallos de diciembre en el Coliseo Gallístico Pico de Oro, dentro del marco de la feria de 1.982. Ese día Olimpo, con la euforia de haber ganado seis de las siete peleas acordadas, con el gallo Medianoche empiojado y listo para el combate en el cual se jugaba el todo por el todo, rodó accidentalmente por la gradas del reñidero, con tan mala suerte que sufrió la fractura de su mano derecha. Andrés Arroyo, acompañó a Olimpo hasta la clínica y lo puso en manos de los mejores especialistas, quienes tomaron radiografías y determinaron que al día siguiente debería ser intervenido quirúrgicamente. Andrés, no volvió a la gallera y se retiró a su casa. A las tres de la mañana sonó el teléfono y se escuchó la voz emocionada de Olimpo – Hola, Andrés, no te asustes, soy Olimpo, me escapé de la clínica y acaba de pelear mi gallo Medianoche. Fue esta su pelea más rápida, quiero que vengas a recibirlo, he resuelto obsequiártelo, no puede quedar en mejores manos- Este inigualable gallo era, rápido en riña, ligero de cuerpo y cabeza y, sobre todo, certero con la espuela y su emparejada era mortal.
Este fenómeno de gallo recibió indulto y pasó a corrales en los galpones de Palmaseca, en donde fue aparejado con las mejores gallinas hindúes de Joaco Lora de Montería, las españolas puras adquiridas por Rubén Cuartas en Sevilla en el famoso criadero de Juanito y las descendientes de los famosos delgaditos traídos por aquel famoso torero tremendista Antonio José Galán y su picador Atienza. Fue el gallo más ganador, el mejor reproductor y el iniciador de la famosa línea de los Medianoche, gallinos de color negro tornasolado.
Hoy, casi treinta años después, el criadero Palmaseca, a pesar de que el gallo fino colombiano ha evolucionado hacia la raza caribeña, mantiene la línea Medianoche como base para la refresca de sangre con padrones importados de los mejores criaderos de Puerto Rico y República Dominicana, y es así como está vigente la bravura y casta de los famosos Medianoche.
Es palabra de gallero y la palabra del gallero es sagrada.
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