José David Tenorio
Inicialmente
mi tesis de grado fue rechazada (hecho insólito ya que el autor era un Colegial
escogido por méritos académicos). Jamás soñé que eso me pudiera pasar. Sucede
que por dármelas de café con leche, engreído o lo que fuera, se me ocurrió
escoger como Presidente de Tesis a Antonio Álvarez Restrepo, destacado jurista
y profesor universitario, varias veces ministro, amigo de Ospina Pérez y de
Laureano, jefe conservador que en varias oportunidades fue profesor del
Rosario, pero no mío. Ni siquiera lo había saludado alguna vez y menos
conocido. De manera que yo fui poco menos que un aparecido que él recibió por
proceder del Rosario y no en consideración a mi persona y siendo persona tan
ocupada como estaba, debió recibirme la tesis un poco a regañadientes.
Al poco tiempo
Monseñor Rodríguez Plata me llamó, bastante preocupado y contrariado conmigo
para informarme que mi tesis había sido rechazada. No me mostró la carta pero
me dijo que básicamente decía que yo me había limitado a reunir una gran
cantidad de citas tomadas de varios autores sin que estuvieran armonizadas y en
definitiva no estaba planteando una tesis. Lo más elemental y elegante de parte
de él ha debido ser llamarme y decirme lo que opinaba e inclusive haberme
aconsejado y si yo no le ponía cuidado o no daba pie con bola, pues entonces si
rechazar la tesis. Yo no fui a hablar con él para pedirle alguna explicación,
pero le respondí a Monseñor (bastante
indignado) que yo si estaba haciendo un planteamiento de fondo y presentando
una tesis original, que me permitieran someterla al rigor de otro examinador.
Por ser yo un Colegial y por la forma como hablé, me aceptaron que buscara otro
examinador. En esta ocasión escogí a Álvaro Copete Lizarralde, profesor de
Derecho Constitucional de todas las universidades bogotanas; jurista de tiempo
completo, estudioso del derecho como el que más y que sí había sido mi profesor
y me tenía gran aprecio. Por supuesto que le conté lo que había sucedido y él,
buena persona como era, no descalificó al otro, pero revisó bien mi tesis, la
alabó y la aceptó. Unos años después el profesor Lizarralde, con ancestros
caleños, habiendo estudiado a fondo el hinduismo se volvió monje de esas
creencias, vistiéndose con la túnica azafrán y rapándose la cabeza para
dedicarse de lleno a la misma.
Con el tiempo
me he puesto a pensar qué sucedió con Álvarez y encuentro que el primer error
fue haberlo escogido sin conocerlo y en un momento en que se encontraba inmerso
en la actividad política y profesional. Realmente no debía disponer de mucho
tiempo. Y que no leyó la tesis completa; debe haberla empezado a ojear y
brincar de una parte a otra y al encontrar tantas citas y no hallar el sentido
de mi tesis (que realmente es muy breve, podría escribirse en dos páginas), lo
llevó a eso. O peor (espero que no haya sido por eso) siendo un ilustre
representante de la godarría y de la venerable orden del bramadero, no podía
permitir que asociaran su nombre a una propuesta de expropiación (si no se
lograba la negociación directa) de tierras cultivadas y su colectivización (pero no a la manera
comunista, ya que proponía, reconocía y respetaba la propiedad privada). Pero
todo esto ya es puramente especulativo y también podría ser que pura y
simplemente, y actuando de manera sincera, a él no le hubiera gustado mi tesis.
Con el tiempo tuve la satisfacción de
enterarme que uno de los documentos que se tuvieron en cuenta en la comisión
redactora de la ley de reforma agraria, fue la ponencia que presenté en la SAC.
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