Eduardo Toro
Dígame, Pedro, ¿Quién se comió las albóndigas?
Yo, no sé mamá, yo que voy a saber de albóndigas y no
me mire como acusándome, porque lo único que puedo decir de carne fueron dos
bolitas que me dieron al almuerzo- Mejor pregúntele a Oscar que el si estaba
quejándose de lo poquitico que le dieron de almuerzo. Creo que quedó con
hambre.
Cuales albóndigas, mamá, ¿esa miseria que nos dieron de almuerzo? Yo me comí ese par de píldoras y confieso que quedé con ganas de tragarme una tonelada. El que debe saber del tema es Eduardo que armó viaje para donde la abuela, alegando que en esta casa lo iban a dejar morir de hambre.
Dígame, Eduardo, ¿Quién se comió las Albóndigas?
No mamá, a esas cositas no se les puede llamar así.
Albóndigas las que hacen en casa de mi abuela, de una de esas salen veinte de
las de aquí y le quitan a uno el hambre y hasta las ganas de robar albóndigas.
A los que vi rondando con mucha malicia por la cocina fue a Pedro y a Oscar y
con la mala compañía del perro y el gato, lo más sospechoso es que los estaba
vigilando Etelvina. Pregúnteles a ellos.
Dígame, Etelvina. ¿Quién se comió las albóndigas?
Mi señora, por Dios, ¿se comieron las albóndigas? Si
eso es verdad fue ahorita que salí a la tienda a traer los pandequesos para el
algo de los muchachos: aquí los dejé cuidando, ahora me parece raro que cuando
llegué encontré a los tres durmiendo plácidamente en compañía de perro y gato, tal
vez por eso fue que ninguno quiso tomar el algo.
Díganme ya, por favor, ¿quién se comió las albóndigas?
Los acusados quedaron paralizados del susto, cuando la
mamá interrogó por ultima vez, acompañada de su inseparable pretina- Pedro
-dijo- a mí que me esculquen, señalando con el índice al perro. Oscar. bajó la
cabeza y diciendo: tanta vergüenza por dos píldoras de carne y señalaba al gato
con el pie. Eduardo, evocó la generosidad de las albóndigas de la abuela y
señalaba con el mentón a su hermano Pedro- Etelvina, armada de valor confesó:
yo no traje pandequeso para el algo y, señalando a uno por uno con su dedo
acusador -dijo- estaban chiquitas pero sabrosas, escasamente alcanzaron para el
perro y el gato.
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