Eliseo Cuadrado
La novela
Es increíble que el deshidratado autor de “El escritor y sus fantasmas”, en el que inventa un género literario con perfil matemático, sea también capaz de metamorfosearse para plasmar en su novela, las profundas pasiones de gente sin títulos universitarios, capaz de matar por amor. Quienes han leído el Túnel, arriesgan la tesis de que el relato tiene estructura autobiográfica, lo que explicaría la verosimilitud de las situaciones. Característica en la que coinciden quienes la admiran y la detestan. Es una obra de ciento cincuenta y tres páginas que se deja leer de una sentada. Da la impresión que fuera un solo episodio hipnotizante, que atrapa al lector desde el principio hasta el previsible final. La sensación entonces, es que se puede volver a respirar. Es un texto aséptico, convencional, que nunca maltrata al idioma y que para fortuna de todos no necesita de la ayuda de diccionarios. Creo que nadie se ha arrepentido de penetrar en la mente del protagonista. Quien lee el libro, en su papel de narratario, se siente respetado por el autor. Muchos se olvidan que el éxito de una edición, también depende de cuántos libros se vendan.
La película
Es una versión fidedigna de la novela. El director hizo un gran esfuerzo para contar en imágenes el relato escrito, lo que casi nunca se logra. Razón por la cual se aconseja ver primero la película y después leer la novela breve o el cuento largo. La anterior es una regla para todas las historias vertidas al cine. Hay escenas del film, como las del desangelado erotismo, que bien sirven para despabilar a quienes cabecean protegidos por la penumbra de las salas de proyección. El momento culminante se presenta cuando Castell le increpa a María su falta de escrúpulo, al atreverse a engañar a su marido ciego. El final es patético, aunque en buena parte contribuyó a consagrar a Ernesto Sábato, como un autor de dimensiones universales, que soñaba vivir cien años. Le faltaron cuatro meses.
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