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lunes, 27 de febrero de 2012

paul badura skoda

Eliseo Cuadrado

                         El gran pianista se presentaba a las siete de la  noche en el Teatro Municipal. El plato fuerte era el concierto número cinco de Beethoven, “El Emperador”. Eran  las diez de la mañana cuando le mostré al portero mi tarjeta de “Amigo de la Orquesta Sinfónica”. Tan pronto entré escuché el final del segundo movimiento de la famosa sinfonía. Sixta Paz de Aljure, la Gerente de la Orquesta, sentada en el Palco de Honor escuchaba el ensayo. El teatro vacío. Tan pronto me vio me llamó por señas.
-Hola, qué tal. ¿Cómo te va? – le pregunto-.
-Te cuento que no muy bien.
-¿Y eso?
- Estoy alucinada con el Maestro. Creí poderlo acompañar, pero se me han presentado des mil cosas de última hora. ¿Podrías hacerte cargo de él?
  -Déjame hago una llamada y te cuento.
Era Septiembre de 1993 y los teléfonos celulares no habían llegado al país. Bajé a Recepción, hice una llamada y volví emocionado al palco.
-Sí puedo.
-Ahí te lo dejo pues.- Y desapareció -.
El recorrido hasta la entrada lateral izquierda del proscenio lo hice con tanto profesionalismo que no traqueó una sola tabla. Tuve que pisar siempre cerca de la pared, como alguien que lleva un revolver en la mano. La imagen de Linconl fue un mal pensamiento que me provocó una sonrisa estúpida. La última puerta estaba cerrada y a pesar de mis precauciones las bisagras me delataron. El maestro se dio vuelta, sin dejar de ensayar, y me llamó. Me acerqué sin sonreír. Me hizo señas que arrimara una silla.
-Pázame  la página cuando te indique.  Pronunciando la ese con el sonido de la zeta, como le habían enseñado en España.
           ¡El gran austriaco me habló en español de la Península!  Mis esfínteres estaban controlados, pero me traicionó el tono de aceite de oliva virgen de mi rostro.
            -¿Haz pazado páginas antes?
            - No, nunca 
            - Es fázil. Cuando te mire, tomas la página por el ángulo de arriba y la pazaz cuando te haga zeña con la cabeza.
             Un momento sublime que va a escapar del registro de la humanidad pensé.
              Pasé la primera página con la serenidad del torero a punto de tomar la alternativa ante un miura con plaza llena. “Que el miedo no se note” aconseja Cesar Rincón. Después de la segunda página todo fue un paseo.
            -¿Qué instrumento tocaz?
            -Ninguno, pero bailo muy bien boleros.
            -¡Aja! ¡Entonces tocaz muy bien a las muchachas!
¡Rechórcholis! Ahora falta una grabadora. ¡Badura Skoda me está mamando gallo! Reímos sincrónicamente.
            -¿Qué hora es?
            -Las doce meridiano.
            -Hora de almorzar. Yo invito. La comida del Hotel Obelizco es muy buena, pero antez  conzigamos el periódico local. Quiero saber qué dizen de mí.
El periódico se limitaba a mencionar el programa del concierto y destacaba el nombre del solista en mayúsculas centradas en mitad de la página.
            - Aquí tenemos una foto suya cuando se presentó en 1951.  Se me había olvidado decirle.
            -Subamosz, quiero verla.
            - Yo tengo también  una foto suya tocando “El trío Archiduque” en treinta y tres revoluciones. Y no está rayado.
            - Te lo dedicaré cuando me lo muestrez.
            - Está tocando en el Yamaha. El Steinway está allí.
            -Eztá un poco desafinado. Esta tarde viene el afinador.
            -Maestro ¿Porqué no afinan ustedes los pianos?
         -Porque perdemos el oído. Dicen loz que zaben. - Y se rió con carcajadas de gitano -. 
            -Mañana seguro que harán los comentarios en la prensa.
          Le dio unos golpecitos a la tapa de la guantera de mi escarabajo.
          -Yo también tuve un wolkswagen cupé. Son carros para toda la vida. Loz primeroz modeloz eran descapotables para que cupieran losz grandotez alemanes.
            Tuvimos tiempo de ir a mi casa y bajar el “long play” en el que  escribió: ”Para el simpático Eliseo Cuadrado en recuerdo amistoso, cuarenta y dos años después.” Fuimos de nuevo al teatro para que ensayara los                                                                                                            pasajes más difíciles. Mientras, seguía pasándole páginas sin señales de parkinsonismo. 
            Había nacido en Viena el 6 de Octubre de 1927, es decir, yo era ocho meses menor que él. Hoy Enero de dos mil once, diez y ocho años después, escribí su nombre en Google y encontré setenta pantallas y doce entradas por página que hacían alusión a su nombre. En una de ellas estaba la dirección de su página web. Entré. Es toda una obra de arte. En la parte superior están colgadas una serie de primeros planos y en el centro una foto artística de sus dos manos acariciando ondulantes el aire.
            Había presidido el Primer Concurso Internacional de piano, “Paul Badura Skoda” en compañía de la Princesa Irene de Grecia, en Cataluña en octubre de 2009. Hace diez y ocho años lo están esperando en Londres, Buenos Aires, Estocolmo, Moscú y Boston. Continúa siendo el mejor pianista vivo del mundo.
            -Me has estado escuchando durante zeis horas. Te ganazte el derecho a no venir al concierto ezta noche. 
No sabía cómo decírselo. Nos estrechamos las manos cuando se bajó de mi escarabajo. Hay algo que  nunca le dije y temo que ya no tenga tiempo de decirle: que fui al teatro porque esa mañana descubrí accidentalmente su dedicatoria olvidada en la cubierta del vinilo y quería saber de quién se trataba. Había olvidado su figura por completo. Cuando entré a Internet, por un momento, temí que estuviera muerto.

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