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domingo, 26 de febrero de 2012

Heredarás el viento


Nubia Amparo Ramírez
                                                                                
    
La película tiene un “epígrafe” que procede de un versículo del libro de los Proverbios: “El que perturba su casa sólo heredará el viento, y el insensato será esclavo del sabio de corazón”. Es un film dirigida por Stanley Kramer, llevado al cine en blanco y negro que se estrenó en  1960.
 Protagonizan Spencer Tracy, (Henry Drumond, abogado de la defensa), Fredric March (Matthew Harrison Brady, abogado de la acusación), Gene Kelly (E.K. Hombeck, periodista), Dick York (Bertram Cates, profesor) y Claude Akins (predicador). El film está basado  en un hecho histórico, del cual el espectador podría entresacar algunos mensajes: el peligro de los fanatismos, el de la barrera casi imperceptible que existe entre las libertades individuales, las ideas y las leyes de los pueblos.
Se funda la historia en el antagonismo dramático de dos polos opuestos, el darwinismo y el creacionismo, que enfrentan en un estrado judicial, al abogado defensor, agnóstico, relativista y liberal  y al abogado acusador, líder ultraconservador, fundamentalista y especialista en Biblia,  quienes defienden cada uno sus ideas, en un juicio que tuvo una enorme trascendencia social. La defensa fue financiada por un periódico que envió para el cubrimiento a un sarcástico periodista.    El profesor Cates es acusado de transgredir las leyes del estado, al enseñar la teoría de la evolución de Charles Darwin, en una clase de ciencias naturales de una escuela secundaria, contradiciendo el principio de enseñar solamente el creacionismo.
El juicio tiene lugar en un intenso verano, dura doce días y el abogado defensor llama a declarar al propio abogado acusador, como testigo, quien al ser interrogado admite que la Biblia solo puede interpretarse en forma literal. El juicio, que es el centro de la película, es de una vigorosa intensidad dramática, que ayuda a comprender la esencia de un debate histórico. Es un film sociopolítico y religioso, que después de cincuenta años de su estreno, no ha perdido vigencia,  especialmente en los Estados Unidos. El juicio está salpicado por el romance entre el profesor acusado y la hija del predicador, lo que lleva a que ella y su padre se entrelacen en una cruda controversia.
 Capítulo especial merecen los diálogos, plenos de ironía resabiada, sarcasmo, malicia, buen humor, posiciones ideológicas, certezas y dudas matizadas, toda la gama posible de desacuerdos que propicia un debate, originado en el campo escolar, entre la fe y la ciencia. La una y la otra son parte de la propuesta educativa. El conocimiento nos acerca al conocimiento de Dios y su obra, y la fe nos lleva a creer en la ciencia. Cualquiera propuesta educativa o artística que intente excluir a la una o la otra, sufrirá - tarde o temprano - las angustias del intelecto y del espíritu.

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