Vistas de página en total

domingo, 26 de febrero de 2012

María, una lectura desde los subalternos

          Yolanda Delgado de Tenorio


María  es  una  novela  rica en códigos ocultos  que nos remiten a imaginarios  y convenciones epocales de más o menos fácil localización aunque no sea siempre obvia su representación en el texto.  Aquí radica una de las claves para entender porque cada generación de críticos vuelve varias veces a la novela".
Carmiña Navia Velasco


                 Al  buscar  la fuerza de la mujer en  la obra  María  de Jorge  Isaacs, Isaacs, pretendo que al otro  lado del texto haya  alguien   que comparta  - o no -  mis  argumentos. Trato de no caer en un terreno árido, para que mi lector pueda hacer un alto, tomar distancia y sopesar mis palabras. Al fin y al cabo,  como dijo  Jorge Luis Borges: “…no importa de qué lado esté la razón, el caso es que podamos dialogar”.  Espero que usted  y  yo  miremos desde  la misma orilla,  aunque  quizás  veamos  cosas diferentes.

               Al  focalizar la mirada en las mujeres  de María,  me pregunto si  era ella una  muchacha anodina, carente de  iniciativa, de fuerza, que  iba  etérea  por los  corredores como un  fantasma,   ocupado en arrojar  pétalos de  rosas   en   el baño de  su amado y que se conformaba con  cruzar tímidas miradas  de  Efraín. Pero además ¿cuál era el papel de las  mujeres en la casa de la  Sierra?

              Quisiera  comparar a  María  y  a las  mujeres   que acompañaban a  Efraín,   con las   del siglo  XXI,  a partir de un sub-texto  donde está lo no dicho entonces, el inconsciente,  las  palabras, las risas,  las miradas  y los escenarios cotidianos. ¿Cuál  era ese mundo, cuáles sus libertades, cuáles sus  esperanzas?  Buscar respuestas, porque si algo habla a gritos es el silencio. 

             Originaria del mundo patriarcal que por suerte me correspondió vivir,  he leído no sé cuántas veces la obra de Jorge Isaacs. Y por tanto conozco el ámbito de El Paraíso, su luz y sombra, los miedos desencadenados por el ave agorera,  el andar  etéreo  de María  por los corredores, su fragilidad, sus miradas de soslayo a Efraín, los manojos de rosas en el agua arrojados al baño, el tierno Mayo, su mundo de soledad y tristeza que desencadenaron su muerte. Y a Salomé tan  desfachatada, tan  confianzuda, tan atrevida, que merecería  todo el olvido  en que  la sumió  Tiburcio, por  coqueta y  audaz.
               
Hoy a la luz  de  otros  espacios,  leo  María desde otra perspectiva. Tengo otros ojos y otras sensibilidades para percibir a  María y a todas las otras mujeres  de la obra. Ubiquémonos  en el momento social y cultural de la  novela. 1837,  nacimiento de  Jorge  Isaacs,  y  1867,  fecha de publicación de la novela.
               
MARIA
        Uno de los hechos más trascendentales en la vida de los hombres y las mujeres es el momento de escoger compañero o compañera. Por  aquella  época  entre los padres arreglaban el matrimonio de sus hijas  e hijos. El padre  de  Efraín  enterado de su amor por  María le pregunta.
-      Tú  amas a María, y hace muchos días que lo sé, como es  natural. María  es así, mi  hija y  yo no tendría nada que  observar si tu edad y posición  nos permitieran pensar en un matrimonio.

Y en una charla de Efraín con Emigio:
-    Me caso aunque me lleve la  trampa.
-   ¿Con una mujer del pueblo?  ¿Sin consentimiento de tu padre?
-   …Vi dos o tres veces a la señorita María y a tu    hermana, ya de visita en casa, ya aquí. Hace un mes que me habló mi padre del placer que le daría yo tomando por esposa a una de las dos.”
          
La familia ejercía presión para que María aceptará a Carlos pretendiente al que había visto una o dos veces en su vida  pero    ella   se  rebelaba:
        -  Tú papá me ha encargado te diga que el señor M. Ha pedido tu   mano   para su hijo Carlos.
         -   Yo,  exclamó asombrada...
         -  ¿Qué debo decirle María?
         -   ¿El le ha mandado a usted que me lo diga ?
         -   Sí hija.
         -   Pero usted, ¿Por qué me lo dice?
         -   ¿Y qué querías que yo hiciera?
         -  Ah! Decirle que no….., que yo no puedo….que no….
          -  Todos lo saben, ¿no es verdad? Todos han querido que usted me lo  diga...
        Levantando luego pálido el rostro y rociado por una lluvia de lágrimas:
         -  Bueno – dijo -  ya usted cumplió: Todo lo sé ya.
         - Pero, María – le interrumpió dulcemente mi madre - ¿es, pues,   tanta desgracia que Carlos quiera ser tu esposo?
         -   Yo le ruego… yo no quiero; yo no necesito saber mas; ¿con que han   dejado que usted me lo proponga?...! Todos lo han consentido! Pues yo digo – agregó - con voz enérgica, a pesar de sus sollozos -  que antes de consentir en ello moriré.

          Vemos una María rebelde, incluso de altanería, si  tenemos  en cuenta  su  lugar  en la  casa. Y todos, quizás solo haga referencia a Efraín.               En  otro momento de la novela vuelve  Efraín sobre el tema:
        -  ¿Has hablado con mi madre hoy, tocante a cierta propuesta de    Carlos?
         -  Sí  - respondió, prolongando, sin mirarme, el arreglo de la cajita -              
            ¿Qué te ha dicho?
           -  Muchas cosas.
           -  ¿Cuáles?
           -   Esas que usted aprobó que ella me dijera.
           -   ¿Yo? ¿Y por qué me trata de usted hoy?
           -   Lo  ve, es porque algunas veces me olvido.
           -   Di las cosas de que te habló mi madre
           -   …tampoco se pueden decir esas.
           -   Ya me las dirás en otra ocasión, ¿no es verdad?
           -    Si, hoy  no.
         
Y en ese “sí, hoy no” dicho con resolución y  rudeza  le  manifiesta    a  Efraín cuánto la ha mortificado el hecho de que él haya celebrado alianza con  su familia.  Los encuentra a todos confabulados contra ella y está  furiosa. Y  mientras  él se complace en   mortificarla  ella  lo recrimina duramente:
- Yo   me   complacía    en   la  dificultad   que   ella  encontraba  para 
preguntarme  si   había  hablado  de  nuestro  amor a Carlos, y le    respondí: Es la primera vez que no te entiendo.
-    ¡ Avemaría ¡ ¿ Cómo no has de entender?  Que si le has hablado de   
lo  que…bueno; nada me digas – y se puso a hacer torrecillas con las fichas del   tablero en que   jugábamos.
           -   Si no me miras - le dije -, no te confieso lo que he dicho a Carlos.
           -  Ya, pues… A ver, di – respondióme    - tratando  de hacer lo que
               yo le   exigía.
          -    Se lo he contado todo.
          -    ¡Ay, no! ¿Todo?
          -    ¿Hice mal?
 -    Sí, así debía ser…pero entonces, ¿ por qué no se lo contaste antes
      que viniera?
          -    Mi padre se opuso a ello.
          -     Sí;  pero él no hubiera venido.   Y eso no hubiera sido mejor?
           -     Sin duda, pero yo no debía hacerlo, y hoy él está satisfecho de mí.
          -     Pero  ¿por qué no se lo contaste antes que viniera?
          María altiva cuestiona a Efraín.
-          ¿Por qué no  se lo  contaste antes de que viniera?  Así él no  
-          hubiera venido, le concluye.
Para Efraín fue más importante que su padre quedara contento con su actuación.
María es receptiva, toma la iniciativa. Es la que  al encontrar a Efraín cansado, distante, busca el momento propicio  y le pregunta:
            -    ¿Te ha hecho daño el viaje?
            -     No María…
               “Iba a decirle algo más, pero el acento confidencial de su voz, la luz nueva   para  mí, que sorprendí en sus ojos, me impidieron hacer otra cosa que  mirarla, hasta que notando que se avergonzaba de la involuntaria fijeza de  mis miradas, y encontrándome examinado por una de mi padre…  meditando en mi cuarto, creí adivinar la causa del sufrimiento de María.                Recordé la manera como yo había salido del salón, después de mi llegada,  y
cómo la impresión que me hizo la voz confidencial de ella fue motivo de    que le contestara con todo el desacierto producido por una emoción   reprimida”.

            María asume un tono confidencial,  tiene  una mirada nueva, coqueta, se insinúa, descubre un nuevo sentimiento, pero Efraín huye al saberse observado por su padre. Sin embargo cuando   el padre de Efraín sorprende a María con una pregunta sobre unas flores que lleva prendidas al pelo, ella no vacila en responderle con acento firme:
     
         -  Efraín  botó unas al huerto y nos pareció que siendo tan raras, era   lástima  que se perdiesen.
             En el tono de María hacia su padre encontramos una voz desafiante. Ella no teme ser descubierta. “Efraín las botó  y yo las alcé y me las puse en el pelo” son sus palabras. A sus  15 años María es intuitiva. Sabe que  algo le sucede  a  Efraín y él   no puede engañarla:
        -    Tienes - me decía – algo que te molesta y no puedo adivinar.
-    Pero ¿qué puede ser? ¿No me has visto contento? ¿No he estado
     como esperabas  que estuviera al volver a tu lado?
        -    No. Has hecho esfuerzos para mostrarte así, y, sin embargo, yo he  descubierto que fingías.
              
             Ella  no puede decidir  abiertamente, pero tiene la suficiente  sagacidad para orientar a Efraín en lo que debe de hacer. Incluso encontramos   una  María  manipuladora:
          -    Esa pérdida, ¿no es, pues muy grande?
          -   ¿Y  por qué insiste en hablar de ella?
           -    ¿No  lo adivinas?  Solamente  yo he pensado así, y esto me
      convence de que  no   debo  confiarte   mi   pensamiento.  Prefiero    
      que  estés   contento    por  haberme visto alegre hoy después  de   
      lo que contaste anoche…oye, pues, yo  no  he  podido  prescindir  
      de estar    contenta hoy, porque luego que  nos separamos  anoche   
      pensé  que  de   esa  pérdida  sufrida  por papá  puede 
      resultar...¿Qué pensaría él de mí si supiera esto?
               
                 María intuye  que  lo que trama no es correcto, por eso se  pregunta: “ ¿Qué pensaría él de mi si supiera esto?”.
                 Efraín  le dice:
           -     Explícate, y yo te diré lo que pensaría.
            -      Si  esa  suma  que se ha perdido es tanto – se resolvió  a  decirme
                 entonces, peinando  al  mismo  tiempo  con  el  mango del fuete
                 las  crines del caballo -, papá   necesitará  más  de   ti..… El 
                 consentirá   en  que  le  ayudes,  desde ahora…”.
            
Ella lo suficientemente  recursiva quiere por todos los medios retener a Efraín, cautelosa pero lanzada, le muestra  cómo pueden sacar partido de la situación, haciendo que el padre desista de enviarlo a Europa, relevándolo él  en los  negocios. Y revestida con la esencia innata de la mujer de  cualquier  siglo, desde  Eva  hasta  hoy, le dice:
             -    ¿Vas a decirle eso hoy a papá?
             -    Sí.
             -    No se lo digas hoy.
             -    ¿Por qué?
             -    Porque no.
             -    ¿Cuándo quieres que se lo diga?       
             -      Si  pasados  estos  ocho  días  no  te  habla nada de viajes, busca
                   la  ocasión para decírselo. ¿Y sabes  cuál  será  la  mejor? Un  día 
                  después  que hayáis trabajado   mucho   juntos;   se  le  conoce 
                  entonces  a  él  que  está   muy agradecido  por lo que ayudas.”

               Y finalmente le refuerza:
             -   …pero  hazlo todo como te lo digo, así puede ser que nos salga
                  bien.

          Y como cualquier mujer enamorada  maneja  unos códigos  solo   perceptibles  a los ojos de quien ama: “acababa de decirme con los ojos “No te vayas”;   deja   rodar sus manos  hasta encontrarse por debajo del pañolón  con las de  su amado  y  tiene la osadía de  apoyarse con fuerza  contra él para  subir  gradas  y con voz lenta “de vibraciones acalladas” decirle:  “no volvamos a estar  tristes…” Llena de coquetería, pregunta con fingida ingenuidad: “¿y los ojos no dicen esas  cosas sin que uno quiera? …su  mano  derecha  estaba jugando   sobre un brazo  de la butaca y era así como solía decirme que podía tomarla”. Dulce y sin vacilaciones  le dice “que me ames siempre así…y su mano se enlazó  estrechamente con la mía”… y   autoritaria y posesiva  también  se atreve a fijarle   horarios:…”mientras mi padre montaba  ella me dijo de modo  que ningún otro la oyera:“Ni un minuto después de las cinco”.

              María dista mucho de ser como  ha dicho Eduardo Camacho
Guizado:”La heroína, si, que por una parte, realiza el ideal romántico femenino, y por  otra parte, tratada con una vaguedad que la dignifica y que permite a la vez la identificación con los sentimientos más comunes”.             Ella no es etérea, “…su fragancia  había llegado a ser algo del espíritu de María que vagaba a mi alrededor en las horas de estudio, que se mecía en las cortinas de mi lecho durante la noche”.
              María  no es ese espíritu  desencarnado que  vaga  lejana  a lo  real.   Efraín  la tuvo delante de  sus  ojos y no la vio,  no tuvo   el coraje de acompañarla   desafiando,  siquiera un poco, la  autoridad paterna.              María vive, vibra, lucha con tenacidad, orienta y guía, protesta, se rebela, es de carne y hueso, pero la vence   el momento cultural, lo establecido socialmente,  el  patriarcado que con  mano de hierro  dominaba a  Efraín.            María luchó, hizo lo que los parámetros cerrados de una sociedad le permitieron, pero para la grandeza de las letras románticas, murió cultivando un rosal y esperando a un hombre pobre de espíritu,  pusilánime, incapaz de violar las normas establecidas.

                  La obra  recoge  otra   mujer  maravillosa   en su rusticidad, con un temperamento desinhibido que tiene que ocultar  permanentemente a  los  ojos de sus  padres  y  llorar  a  escondidas sus penas,  pero se las ingenia  para buscar ayuda ¿en quién?   Nada menos que en el  hijo del dueño de  La  Sierra: Efraín.                                      

SALOME
                  Hacia 1910,  43 años después de haber sido publicada María,  continuaba considerada una obra depositaria del más autentico y depurado romanticismo de su tiempo, fue señalada como voluptuosa, sensual y contraria a la castidad  por el  Jesuita  Ladrón  de  Guevara, quien  escribió:  “Algunas descripciones de mujeres aunque no son deshonestas, tampoco mueven a la castidad y pueden inquietar (…) lo que no puede pasar es que el pasaje de la ida  de aquel con Salomé, joven harto de aquellas soledades del río, con lo demás, que allí se cuenta. La sensualidad y peligro aquí nos parece claro, sobrando para los jóvenes lo inquietante y perturbador”.
                A pesar de todo el jesuita hizo una buena lectura de  la sensual  Salomé. Me parece  que en 1.910 es perfectamente válida la visión  de Ladrón de Guevara, máxime si tenemos en cuenta su condición de sacerdote, que ve en Salomé a la Eva que va condenar a Adán.
             Mirar  a  la Salomé  que se levantaba  a los  ojos de  Efraín es fantástico: una muchacha mestiza  de carácter fuerte, capaz de ponerse el mundo de ruana,  que no vacila  en utilizarlo para sus fines y hasta para mostrarse celosa, enamorada y seductora y coquetearle abiertamente.                La primera vez que vemos a Salomé es cuando  Efraín llega a  la puerta de la cocina  y le dice:
        -  ¿Qué me tienes tú?
A lo que ella  responde:
        -   Jalea y esto que le estoy haciendo - me respondió sin dejar de  moler.
Y  a  Efraín  se  le llenan los ojos de  esa mujer:
        - Esto decía sin mirarme de lleno, y entre alegre y vergonzosa, pero dejándome ver  al  sonreír  su   boca,  de   medio lado,   aquellos   dientes   de   blancura inverosímil,  compañeros  inseparables   de  húmedos y amorosos labios;  sus mejillas mostraban aquel sonrosado que en las mestizas de cierta tez escapa, por su belleza, a toda comparación.  Al ir y venir de los desnudos y mórbidos brazos  sobre  la piedra  en que  apoyaba  la  cintura, mostraba  ésta  toda  su flexibilidad, le temblaba la  suelta cabellera sobre los hombros y se templaban los pliegues de su   camisa blanca y bordada”.

            Podemos ver  a  Salome en  su  innata coquetería atrayendo a  Efraín con el  leguaje del cuerpo, de los gestos: “sacudiendo la cabeza hacia atrás para volver  a  la espalda  los cabellos, se puso a lavarse las manos….“como  que le gusta  ver  moler” y ella  molió para que  él viera  sus brazos desnudos y mórbidos, su flexible cintura, la cabellera que temblaba sobre sus hombros   y el movimiento de sus   senos debajo  de la camisa blanca. “Colocada de tal manera  que de afuera no pudieran verla” le  dice a Efraín que  necesita que  le haga un favor. 
           
            La  mamá de  Salomé   le dice a Efraín que vaya a bañarse  al río “ orita mismo se va con Salomé”  mientras está el almuerzo. Ella está confabulada  con  su marido para dejar que  Salomé  lo acompañe   y  pueda hablarle. “Y la  Salomé me hizo al descuido  una muequita expresiva de modo que   con labios  y  ojos me significó  “ahora sí”.
-      ... salí  de la  cocina,  y paseándome por la sala mientras  se  preparaba  lo necesario  para  ir  al  baño,  pensaba  que sobrada  razón tenía  mi compadre de celar a su hija, pues a cualquiera menos malicioso que él podía ocurrírsele  que la cara  de Salomé  con  sus lunares, y  aquel  talle  y andar, y aquel  seno  parecían            cosa  mas que cierta contada…la belleza de  los pies de Salomé que la falda de poncho   azul  dejaba  visibles  hasta   arriba de  los  tobillos,  resaltaba  sobre  el  sendero negro y la hojarasca seca”. 

Y se van para el río, con Fermín, hermanito de  Salome:
           -    ¡Qué hacemos con Fermín que es un cuentero?
            -    Tú verás.
            -    … yo lo engaño….
        Y lo mandó a  espantar las vacas que estaban en el bebedero de arriba: “corre mi vida”  y  Fermín  se perdió monte adentro.
          Llena de pesar le cuenta sobre su novio,  Tiburcio,  que no ha vuelto a verla porque  está  celoso, ve en  su casa con frecuencia a  Justiniano  y al encontrarlo en  un  cerco le dice:
              -   Y ahora - añadió empezando a subir  el cerco - voltéese  para allá, y no me  vea saltar,  o saltemos juntos.
              -    Escrupulosa   andas, antes no lo eras tanto. 
       
            Y siguen  su charla hasta cuando   llena  de desparpajo  le  dice:
              -    Si yo fuera blanca, pero bien blanca; rica, pero bien rica….sí que
                 le  quería a usted, ¿ no?
             -   ¿Te parece así? ¿Y qué hacíamos con Tiburcio? -pregunta Efraín - que en la casa de la sierra   no levanta los  ojos para mirar a María por miedo del papá, pero  acá en las soledades del río, tentado por  Salome, todo es distinto.
              -    ¿Con Tiburcio?  Por  amigo  de  tenderle  el  ala a todas, le pondríamos de  mayordomo y  le tendríamos aquí – dijo, cerrando la mano.
              -    No me convendría el plan.
              -     ¿Por qué? ¿ No le gustaría que yo lo quisiera?
          En pie ya, se quedó viéndome y sonreía maliciosa, mientras se pasaba las manos húmedas por los cabellos.

                Vislumbramos aquí  una bella imagen de la muchacha, llena de  coquetería, conquistando a Efraín. ¿No le gustará que yo lo quisiera? Le pregunta, y levanta su brazo  y  quedan elevados    su senos, mientras ella  sonríe  seductora alisando  su  cabello.  Tanta es la desfachatez que  el ingenuo Efraín   la  tilda de “maliciosa”.
               Pero ella no se detiene   ahí:
              -   ¿Me creerá que yo he soñado que era cierto todo eso que le venía   diciendo?
           -    ¿Que Tiburcio no te quería ya?
           -    ¡Mal haya!  ¡Que yo era blanca…. Cuando desperté me entró una pesadumbre tan grande, que al otro día era domingo y, en la parroquia, no pensé sino en el sueño mientras duró la misa.
            
            Podemos sentir  la  tristeza de  Salomé  cuando  le  confiesa a Efraín que en  plena misa   y durante  toda la semana  caviló en  eso: en que  si ella   fuera  blanca,  pero bien  blanca, rica pero bien  rica, él si  que se enamoraría de ella.
             Juan Ángel el niño negro que sirve a Efraín le ha contado que en la casa de la hacienda le echan rosas al agua de Efraín y ella no vacila en irse más arriba del río para echar en el agua lo que encuentra:   
           - En  pago  de  esto  le  estuve  echando del lado de arriba mientras se bañaba, guabitas,  flores de carbonero y venturosas. ¿No las vio?
             -     Sí; pero creí que alguna partida de monos estaría por allá arriba.
            -    Lo desentendido que es usté;  y que ansina me doy una caída   por  subirme  al   guabo.
           -   ¿Y eres tan boba que crees no caí en la cuenta de que eras tú quien echaba río abajo  las flores?
            -  Como Juan Ángel me ha contado que en la hacienda le echan rosas a la  pila cuando   va a bañarse, yo eché  en el agua lo mejor que en el monte había.

     Salomé sabe que ella no le es indiferente a Efraín.
          -     Pues di a ver. ¿No estás persuadida de que te serviré con mil    amores?
           -     Si  le  dijera   que  no,  sería  una  mentirosa;  porque  desde  que  tomó  tanto empeño  para   que  ese  señor  inglés  viniera  a  verme  cuando  me  dio  el  tabardillo   y   muchísimo  interés porque yo me alentara, me convencí de que sí me tenía cariño. 
             -    ¿Qué  hiciera yo para saber cómo es  usté cuando se pone bravo.   Es antojo  que   tengo.
          -    ¿Y si después no podías contentarme?
          -    ¡¡Ayayay!! No habré visto que se le pone el corazón como un yuyo si me ve llorando.  
   
          Salomé, hermosa, fuerte, se rebela, lucha, consigue  lo que quiere. Hace que Efraín hable con Tiburcio, se las arregla para que su hermano se vaya y le deje el campo despejado, le coquetea a Efraín abiertamente y le exige  que llegue hasta su casa para despedirse, pues de lo contrario “saldrá arrastrándose al camino   para verlo”. 
          Anda descalza, vuela por el río, lava la ropa, busca a su novio, pero tiene ataduras   muy  fuertes. El sistema patriarcal, la presión ejercida por su padre la frenan. El ha   amenazado con mandarla  al convento. Su condición la aleja de Efraín aunque los dos saben que se atraen  como   imanes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario