María es una novela rica en códigos ocultos que nos remiten a imaginarios y convenciones epocales de más o menos fácil localización aunque no sea siempre obvia su representación en el texto. Aquí radica una de las claves para entender porque cada generación de críticos vuelve varias veces a la novela".
Carmiña Navia Velasco
Al buscar la fuerza de la mujer en la obra María de Jorge Isaacs, Isaacs, pretendo que al otro lado del texto haya alguien que comparta - o no - mis argumentos. Trato de no caer en un terreno árido, para que mi lector pueda hacer un alto, tomar distancia y sopesar mis palabras. Al fin y al cabo, como dijo Jorge Luis Borges: “…no importa de qué lado esté la razón, el caso es que podamos dialogar”. Espero que usted y yo miremos desde la misma orilla, aunque quizás veamos cosas diferentes.
Al focalizar la mirada en las mujeres de María, me pregunto si era ella una muchacha anodina, carente de iniciativa, de fuerza, que iba etérea por los corredores como un fantasma, ocupado en arrojar pétalos de rosas en el baño de su amado y que se conformaba con cruzar tímidas miradas de Efraín. Pero además ¿cuál era el papel de las mujeres en la casa de la Sierra?
Quisiera comparar a María y a las mujeres que acompañaban a Efraín, con las del siglo XXI, a partir de un sub-texto donde está lo no dicho entonces, el inconsciente, las palabras, las risas, las miradas y los escenarios cotidianos. ¿Cuál era ese mundo, cuáles sus libertades, cuáles sus esperanzas? Buscar respuestas, porque si algo habla a gritos es el silencio.
Originaria del mundo patriarcal que por suerte me correspondió vivir, he leído no sé cuántas veces la obra de Jorge Isaacs. Y por tanto conozco el ámbito de El Paraíso, su luz y sombra, los miedos desencadenados por el ave agorera, el andar etéreo de María por los corredores, su fragilidad, sus miradas de soslayo a Efraín, los manojos de rosas en el agua arrojados al baño, el tierno Mayo, su mundo de soledad y tristeza que desencadenaron su muerte. Y a Salomé tan desfachatada, tan confianzuda, tan atrevida, que merecería todo el olvido en que la sumió Tiburcio, por coqueta y audaz.
Hoy a la luz de otros espacios, leo María desde otra perspectiva. Tengo otros ojos y otras sensibilidades para percibir a María y a todas las otras mujeres de la obra. Ubiquémonos en el momento social y cultural de la novela. 1837, nacimiento de Jorge Isaacs, y 1867, fecha de publicación de la novela.
MARIA
Uno de los hechos más trascendentales en la vida de los hombres y las mujeres es el momento de escoger compañero o compañera. Por aquella época entre los padres arreglaban el matrimonio de sus hijas e hijos. El padre de Efraín enterado de su amor por María le pregunta.
- Tú amas a María, y hace muchos días que lo sé, como es natural. María es así, mi hija y yo no tendría nada que observar si tu edad y posición nos permitieran pensar en un matrimonio.
Y en una charla de Efraín con Emigio:
- Me caso aunque me lleve la trampa.
- ¿Con una mujer del pueblo? ¿Sin consentimiento de tu padre?
- …Vi dos o tres veces a la señorita María y a tu hermana, ya de visita en casa, ya aquí. Hace un mes que me habló mi padre del placer que le daría yo tomando por esposa a una de las dos.”
La familia ejercía presión para que María aceptará a Carlos pretendiente al que había visto una o dos veces en su vida pero ella se rebelaba:
- Tú papá me ha encargado te diga que el señor M. Ha pedido tu mano para su hijo Carlos.
- Yo, exclamó asombrada...
- ¿Qué debo decirle María?
- ¿El le ha mandado a usted que me lo diga ?
- Sí hija.
- Pero usted, ¿Por qué me lo dice?
- ¿Y qué querías que yo hiciera?
- Ah! Decirle que no….., que yo no puedo….que no….
- Todos lo saben, ¿no es verdad? Todos han querido que usted me lo diga...
Levantando luego pálido el rostro y rociado por una lluvia de lágrimas:
- Bueno – dijo - ya usted cumplió: Todo lo sé ya.
- Pero, María – le interrumpió dulcemente mi madre - ¿es, pues, tanta desgracia que Carlos quiera ser tu esposo?
- Yo le ruego… yo no quiero; yo no necesito saber mas; ¿con que han dejado que usted me lo proponga?...! Todos lo han consentido! Pues yo digo – agregó - con voz enérgica, a pesar de sus sollozos - que antes de consentir en ello moriré.
Vemos una María rebelde, incluso de altanería, si tenemos en cuenta su lugar en la casa. Y todos, quizás solo haga referencia a Efraín. En otro momento de la novela vuelve Efraín sobre el tema:
- ¿Has hablado con mi madre hoy, tocante a cierta propuesta de Carlos?
- Sí - respondió, prolongando, sin mirarme, el arreglo de la cajita -
¿Qué te ha dicho?
- Muchas cosas.
- ¿Cuáles?
- Esas que usted aprobó que ella me dijera.
- ¿Yo? ¿Y por qué me trata de usted hoy?
- Lo ve, es porque algunas veces me olvido.
- Di las cosas de que te habló mi madre
- …tampoco se pueden decir esas.
- Ya me las dirás en otra ocasión, ¿no es verdad?
- Si, hoy no.
Y en ese “sí, hoy no” dicho con resolución y rudeza le manifiesta a Efraín cuánto la ha mortificado el hecho de que él haya celebrado alianza con su familia. Los encuentra a todos confabulados contra ella y está furiosa. Y mientras él se complace en mortificarla ella lo recrimina duramente:
- Yo me complacía en la dificultad que ella encontraba para
preguntarme si había hablado de nuestro amor a Carlos, y le respondí: Es la primera vez que no te entiendo.
- ¡ Avemaría ¡ ¿ Cómo no has de entender? Que si le has hablado de
lo que…bueno; nada me digas – y se puso a hacer torrecillas con las fichas del tablero en que jugábamos.
- Si no me miras - le dije -, no te confieso lo que he dicho a Carlos.
- Ya, pues… A ver, di – respondióme - tratando de hacer lo que
yo le exigía.
- Se lo he contado todo.
- ¡Ay, no! ¿Todo?
- ¿Hice mal?
- Sí, así debía ser…pero entonces, ¿ por qué no se lo contaste antes
que viniera?
- Mi padre se opuso a ello.
- Sí; pero él no hubiera venido. Y eso no hubiera sido mejor?
- Sin duda, pero yo no debía hacerlo, y hoy él está satisfecho de mí.
- Pero ¿por qué no se lo contaste antes que viniera?
María altiva cuestiona a Efraín.
- ¿Por qué no se lo contaste antes de que viniera? Así él no
- hubiera venido, le concluye.
Para Efraín fue más importante que su padre quedara contento con su actuación.
María es receptiva, toma la iniciativa. Es la que al encontrar a Efraín cansado, distante, busca el momento propicio y le pregunta:
- ¿Te ha hecho daño el viaje?
- No María…
“Iba a decirle algo más, pero el acento confidencial de su voz, la luz nueva para mí, que sorprendí en sus ojos, me impidieron hacer otra cosa que mirarla, hasta que notando que se avergonzaba de la involuntaria fijeza de mis miradas, y encontrándome examinado por una de mi padre… meditando en mi cuarto, creí adivinar la causa del sufrimiento de María. Recordé la manera como yo había salido del salón, después de mi llegada, y
cómo la impresión que me hizo la voz confidencial de ella fue motivo de que le contestara con todo el desacierto producido por una emoción reprimida”.
María asume un tono confidencial, tiene una mirada nueva, coqueta, se insinúa, descubre un nuevo sentimiento, pero Efraín huye al saberse observado por su padre. Sin embargo cuando el padre de Efraín sorprende a María con una pregunta sobre unas flores que lleva prendidas al pelo, ella no vacila en responderle con acento firme:
- Efraín botó unas al huerto y nos pareció que siendo tan raras, era lástima que se perdiesen.
En el tono de María hacia su padre encontramos una voz desafiante. Ella no teme ser descubierta. “Efraín las botó y yo las alcé y me las puse en el pelo” son sus palabras. A sus 15 años María es intuitiva. Sabe que algo le sucede a Efraín y él no puede engañarla:
- Tienes - me decía – algo que te molesta y no puedo adivinar.
- Pero ¿qué puede ser? ¿No me has visto contento? ¿No he estado
como esperabas que estuviera al volver a tu lado?
- No. Has hecho esfuerzos para mostrarte así, y, sin embargo, yo he descubierto que fingías.
Ella no puede decidir abiertamente, pero tiene la suficiente sagacidad para orientar a Efraín en lo que debe de hacer. Incluso encontramos una María manipuladora:
- Esa pérdida, ¿no es, pues muy grande?
- ¿Y por qué insiste en hablar de ella?
- ¿No lo adivinas? Solamente yo he pensado así, y esto me
convence de que no debo confiarte mi pensamiento. Prefiero
que estés contento por haberme visto alegre hoy después de
lo que contaste anoche…oye, pues, yo no he podido prescindir
de estar contenta hoy, porque luego que nos separamos anoche
pensé que de esa pérdida sufrida por papá puede
resultar...¿Qué pensaría él de mí si supiera esto?
María intuye que lo que trama no es correcto, por eso se pregunta: “ ¿Qué pensaría él de mi si supiera esto?”.
Efraín le dice:
- Explícate, y yo te diré lo que pensaría.
- Si esa suma que se ha perdido es tanto – se resolvió a decirme
entonces, peinando al mismo tiempo con el mango del fuete
las crines del caballo -, papá necesitará más de ti..… El
consentirá en que le ayudes, desde ahora…”.
Ella lo suficientemente recursiva quiere por todos los medios retener a Efraín, cautelosa pero lanzada, le muestra cómo pueden sacar partido de la situación, haciendo que el padre desista de enviarlo a Europa, relevándolo él en los negocios. Y revestida con la esencia innata de la mujer de cualquier siglo, desde Eva hasta hoy, le dice:
- ¿Vas a decirle eso hoy a papá?
- Sí.
- No se lo digas hoy.
- ¿Por qué?
- Porque no.
- ¿Cuándo quieres que se lo diga?
- Si pasados estos ocho días no te habla nada de viajes, busca
la ocasión para decírselo. ¿Y sabes cuál será la mejor? Un día
después que hayáis trabajado mucho juntos; se le conoce
entonces a él que está muy agradecido por lo que ayudas.”
Y finalmente le refuerza:
- …pero hazlo todo como te lo digo, así puede ser que nos salga
bien.
Y como cualquier mujer enamorada maneja unos códigos solo perceptibles a los ojos de quien ama: “acababa de decirme con los ojos “No te vayas”; deja rodar sus manos hasta encontrarse por debajo del pañolón con las de su amado y tiene la osadía de apoyarse con fuerza contra él para subir gradas y con voz lenta “de vibraciones acalladas” decirle: “no volvamos a estar tristes…” Llena de coquetería, pregunta con fingida ingenuidad: “¿y los ojos no dicen esas cosas sin que uno quiera? …su mano derecha estaba jugando sobre un brazo de la butaca y era así como solía decirme que podía tomarla”. Dulce y sin vacilaciones le dice “que me ames siempre así…y su mano se enlazó estrechamente con la mía”… y autoritaria y posesiva también se atreve a fijarle horarios:…”mientras mi padre montaba ella me dijo de modo que ningún otro la oyera:“Ni un minuto después de las cinco”.
María dista mucho de ser como ha dicho Eduardo Camacho
Guizado:”La heroína, si, que por una parte, realiza el ideal romántico femenino, y por otra parte, tratada con una vaguedad que la dignifica y que permite a la vez la identificación con los sentimientos más comunes”. Ella no es etérea, “…su fragancia había llegado a ser algo del espíritu de María que vagaba a mi alrededor en las horas de estudio, que se mecía en las cortinas de mi lecho durante la noche”.
María no es ese espíritu desencarnado que vaga lejana a lo real. Efraín la tuvo delante de sus ojos y no la vio, no tuvo el coraje de acompañarla desafiando, siquiera un poco, la autoridad paterna. María vive, vibra, lucha con tenacidad, orienta y guía, protesta, se rebela, es de carne y hueso, pero la vence el momento cultural, lo establecido socialmente, el patriarcado que con mano de hierro dominaba a Efraín. María luchó, hizo lo que los parámetros cerrados de una sociedad le permitieron, pero para la grandeza de las letras románticas, murió cultivando un rosal y esperando a un hombre pobre de espíritu, pusilánime, incapaz de violar las normas establecidas.
La obra recoge otra mujer maravillosa en su rusticidad, con un temperamento desinhibido que tiene que ocultar permanentemente a los ojos de sus padres y llorar a escondidas sus penas, pero se las ingenia para buscar ayuda ¿en quién? Nada menos que en el hijo del dueño de La Sierra: Efraín.
SALOME
Hacia 1910, 43 años después de haber sido publicada María, continuaba considerada una obra depositaria del más autentico y depurado romanticismo de su tiempo, fue señalada como voluptuosa, sensual y contraria a la castidad por el Jesuita Ladrón de Guevara, quien escribió: “Algunas descripciones de mujeres aunque no son deshonestas, tampoco mueven a la castidad y pueden inquietar (…) lo que no puede pasar es que el pasaje de la ida de aquel con Salomé, joven harto de aquellas soledades del río, con lo demás, que allí se cuenta. La sensualidad y peligro aquí nos parece claro, sobrando para los jóvenes lo inquietante y perturbador”.
A pesar de todo el jesuita hizo una buena lectura de la sensual Salomé. Me parece que en 1.910 es perfectamente válida la visión de Ladrón de Guevara, máxime si tenemos en cuenta su condición de sacerdote, que ve en Salomé a la Eva que va condenar a Adán.
Mirar a la Salomé que se levantaba a los ojos de Efraín es fantástico: una muchacha mestiza de carácter fuerte, capaz de ponerse el mundo de ruana, que no vacila en utilizarlo para sus fines y hasta para mostrarse celosa, enamorada y seductora y coquetearle abiertamente. La primera vez que vemos a Salomé es cuando Efraín llega a la puerta de la cocina y le dice:
- ¿Qué me tienes tú?
A lo que ella responde:
- Jalea y esto que le estoy haciendo - me respondió sin dejar de moler.
Y a Efraín se le llenan los ojos de esa mujer:
- Esto decía sin mirarme de lleno, y entre alegre y vergonzosa, pero dejándome ver al sonreír su boca, de medio lado, aquellos dientes de blancura inverosímil, compañeros inseparables de húmedos y amorosos labios; sus mejillas mostraban aquel sonrosado que en las mestizas de cierta tez escapa, por su belleza, a toda comparación. Al ir y venir de los desnudos y mórbidos brazos sobre la piedra en que apoyaba la cintura, mostraba ésta toda su flexibilidad, le temblaba la suelta cabellera sobre los hombros y se templaban los pliegues de su camisa blanca y bordada”.
Podemos ver a Salome en su innata coquetería atrayendo a Efraín con el leguaje del cuerpo, de los gestos: “sacudiendo la cabeza hacia atrás para volver a la espalda los cabellos, se puso a lavarse las manos….“como que le gusta ver moler” y ella molió para que él viera sus brazos desnudos y mórbidos, su flexible cintura, la cabellera que temblaba sobre sus hombros y el movimiento de sus senos debajo de la camisa blanca. “Colocada de tal manera que de afuera no pudieran verla” le dice a Efraín que necesita que le haga un favor.
La mamá de Salomé le dice a Efraín que vaya a bañarse al río “ orita mismo se va con Salomé” mientras está el almuerzo. Ella está confabulada con su marido para dejar que Salomé lo acompañe y pueda hablarle. “Y la Salomé me hizo al descuido una muequita expresiva de modo que con labios y ojos me significó “ahora sí”.
- ... salí de la cocina, y paseándome por la sala mientras se preparaba lo necesario para ir al baño, pensaba que sobrada razón tenía mi compadre de celar a su hija, pues a cualquiera menos malicioso que él podía ocurrírsele que la cara de Salomé con sus lunares, y aquel talle y andar, y aquel seno parecían cosa mas que cierta contada…la belleza de los pies de Salomé que la falda de poncho azul dejaba visibles hasta arriba de los tobillos, resaltaba sobre el sendero negro y la hojarasca seca”.
Y se van para el río, con Fermín, hermanito de Salome:
- ¡Qué hacemos con Fermín que es un cuentero?
- Tú verás.
- … yo lo engaño….
Y lo mandó a espantar las vacas que estaban en el bebedero de arriba: “corre mi vida” y Fermín se perdió monte adentro.
Llena de pesar le cuenta sobre su novio, Tiburcio, que no ha vuelto a verla porque está celoso, ve en su casa con frecuencia a Justiniano y al encontrarlo en un cerco le dice:
- Y ahora - añadió empezando a subir el cerco - voltéese para allá, y no me vea saltar, o saltemos juntos.
- Escrupulosa andas, antes no lo eras tanto.
Y siguen su charla hasta cuando llena de desparpajo le dice:
- Si yo fuera blanca, pero bien blanca; rica, pero bien rica….sí que
le quería a usted, ¿ no?
- ¿Te parece así? ¿Y qué hacíamos con Tiburcio? -pregunta Efraín - que en la casa de la sierra no levanta los ojos para mirar a María por miedo del papá, pero acá en las soledades del río, tentado por Salome, todo es distinto.
- ¿Con Tiburcio? Por amigo de tenderle el ala a todas, le pondríamos de mayordomo y le tendríamos aquí – dijo, cerrando la mano.
- No me convendría el plan.
- ¿Por qué? ¿ No le gustaría que yo lo quisiera?
En pie ya, se quedó viéndome y sonreía maliciosa, mientras se pasaba las manos húmedas por los cabellos.
Vislumbramos aquí una bella imagen de la muchacha, llena de coquetería, conquistando a Efraín. ¿No le gustará que yo lo quisiera? Le pregunta, y levanta su brazo y quedan elevados su senos, mientras ella sonríe seductora alisando su cabello. Tanta es la desfachatez que el ingenuo Efraín la tilda de “maliciosa”.
Pero ella no se detiene ahí:
- ¿Me creerá que yo he soñado que era cierto todo eso que le venía diciendo?
- ¿Que Tiburcio no te quería ya?
- ¡Mal haya! ¡Que yo era blanca…. Cuando desperté me entró una pesadumbre tan grande, que al otro día era domingo y, en la parroquia, no pensé sino en el sueño mientras duró la misa.
Podemos sentir la tristeza de Salomé cuando le confiesa a Efraín que en plena misa y durante toda la semana caviló en eso: en que si ella fuera blanca, pero bien blanca, rica pero bien rica, él si que se enamoraría de ella.
Juan Ángel el niño negro que sirve a Efraín le ha contado que en la casa de la hacienda le echan rosas al agua de Efraín y ella no vacila en irse más arriba del río para echar en el agua lo que encuentra:
- En pago de esto le estuve echando del lado de arriba mientras se bañaba, guabitas, flores de carbonero y venturosas. ¿No las vio?
- Sí; pero creí que alguna partida de monos estaría por allá arriba.
- Lo desentendido que es usté; y que ansina me doy una caída por subirme al guabo.
- ¿Y eres tan boba que crees no caí en la cuenta de que eras tú quien echaba río abajo las flores?
- Como Juan Ángel me ha contado que en la hacienda le echan rosas a la pila cuando va a bañarse, yo eché en el agua lo mejor que en el monte había.
Salomé sabe que ella no le es indiferente a Efraín.
- Pues di a ver. ¿No estás persuadida de que te serviré con mil amores?
- Si le dijera que no, sería una mentirosa; porque desde que tomó tanto empeño para que ese señor inglés viniera a verme cuando me dio el tabardillo y muchísimo interés porque yo me alentara, me convencí de que sí me tenía cariño.
- ¿Qué hiciera yo para saber cómo es usté cuando se pone bravo. Es antojo que tengo.
- ¿Y si después no podías contentarme?
- ¡¡Ayayay!! No habré visto que se le pone el corazón como un yuyo si me ve llorando.
Salomé, hermosa, fuerte, se rebela, lucha, consigue lo que quiere. Hace que Efraín hable con Tiburcio, se las arregla para que su hermano se vaya y le deje el campo despejado, le coquetea a Efraín abiertamente y le exige que llegue hasta su casa para despedirse, pues de lo contrario “saldrá arrastrándose al camino para verlo”.
Anda descalza, vuela por el río, lava la ropa, busca a su novio, pero tiene ataduras muy fuertes. El sistema patriarcal, la presión ejercida por su padre la frenan. El ha amenazado con mandarla al convento. Su condición la aleja de Efraín aunque los dos saben que se atraen como imanes.
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