Marino Agudelo
La mucama
Encuentra
huellas de la noche.
Huellas de
llanto.
Huellas de
silencio.
Huellas de
amor y desamor.
Encuentra
que la cama es ancha como el mar.
Aspira la
mezcla de perfumes y sudores atrapados
que alientan
sus recuerdos…
Encuentra un
hilo de cabello ensortijado
sobre la
almohada blanca.
(La cobija se ha deslizado como una espuma
sobre el suelo brillante).
Encuentra
la almohada de él y se sumerge en ella.
Con un largo
suspiro la oprime entre sus senos.
y da tres
pasos de un vals ya muy lejano.
Suavemente
se deja caer sobre la cama,
y mira más allá del cielo.
Todas las
tardes, antes de llegar a su casa,
Esto no es un juego
¡Escucha!
Esto no es un juego.
No se
trata de barajar el naipe ni mover las fichas.
Es algo
más serio. Tiene que ver con la magia,
con la
chispa que produce el fuego y puede destruirte.
Si no
dices la palabra justa, la puerta no se abre.
Seguirás
en la oscuridad, sin remedio
Y aunque
sientas la fiera rugir, estarás lejos de sus astas.
¿Para qué
has venido? ¡Ve! ¡Acomódate en tu rincón de tinieblas!
¡No temas!
¡Nada te pasará!
Pero si
quieres que pase algo, ¡sal de tu rincón
y ve a
buscarle! ¡Intérnate en su misteriosa caverna y desafíale!
Te
escupirá la cara, pondrá espinas en tus sienes
Y te hará
pensar en dar el salto al vacío.
Tampoco sabrás
decirle lo que buscas,
porque
aunque le tengas de frente y creas haberle dominado,
una
sensación amarga te invadirá de nuevo.
Y entonces
comprenderás que, para ti, aún la puerta permanecerá cerrada.
¿De qué estamos hechos?
Un trozo
de plomo en el sitio justo
O el filo
de un cuchillo en la arteria esquiva
y en el próximo minuto no estaré.
Dejaré
tirados papel y lápiz sin terminar la frase y me habré ido.
Como un
reloj sin cuerda, vacío de temores y deseos.
Quedará una
masa que empieza a descomponerse,
un saco de carne y huesos en medio de la
sangre, que ya es lodo.
Sin
recuerdos, sin miedo a que la tierra o el fuego me consuman.
¿Qué es
esto que soy? No lo entiendo, (¡mejor así!)
Polvo
estelar, dicen unos que somos.
El sueño
de un dios, dijo el ciego cuando ya sus tigres y sus espejos
eran sólo
sombras en el laberinto de su memoria.
Un trozo
de eternidad, concluyo, para alivianar mi angustia.
Vuelve, hermano Federico
Ochenta
años, Federico,
hace que
estáis bajo tierra
pero en tu
casa te buscan
y noche y día
te nombran.
También
nosotros buscamos
la luz de
tu calavera
para que
alumbre en las tardes
nuestra
perdida inocencia.
Un potro
perdido eres
por las
praderas siniestras
España hoy
te recuerda
como a su
hijo en la guerra.
Vuelve
Federico y muestra
ese
orificio de plomo
que vertió
tu sangre sacra
sobre
cálices de oro.
Muéstranos
tu pecho abierto
que
hurgaremos en la arteria
para
buscar el secreto
de tu
alegría y tu pena.
Vuelve
Federico hermano
Para que
enseñes al mundo
de los
poetas sin nombre
cómo se canta
a la luna.
Aquellos
gitanos lloran
Como ayer.
Nada ha cambiado.
La guardia
civil persigue
sus sueños
y su linaje.
Ya nadie
canta sus penas
que cada
vez son más hondas
sus
cuchillos en el cinto
guardan su
honor mancillado.
(Un jinete
derrotado
con su
armadura de plata
pregunta
por Federico,
gran
escudero de España).
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