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viernes, 28 de septiembre de 2018

Cuatro poemas



Marino Agudelo


La mucama


Encuentra huellas de la noche.
Huellas de llanto.
Huellas de silencio.
Huellas de amor y desamor.
Encuentra que la cama es ancha como el mar.
Aspira la mezcla de perfumes y sudores atrapados
que alientan sus recuerdos…
Encuentra un hilo de cabello ensortijado
sobre la almohada blanca.
 (La cobija se ha deslizado como una espuma sobre el suelo brillante).
Encuentra la almohada de él y se sumerge en ella.
Con un largo suspiro la oprime entre sus senos.
y da tres pasos de un vals ya muy lejano.
Suavemente se deja caer sobre la cama,
 y mira más allá del cielo.
Todas las tardes, antes de llegar a su casa,
ella, silenciosa, se detiene frente al mar…





Esto no es un juego

¡Escucha! Esto no es un juego.
No se trata de barajar el naipe ni mover las fichas.
Es algo más serio. Tiene que ver con la magia,
con la chispa que produce el fuego y puede destruirte.
Si no dices la palabra justa, la puerta no se abre.
Seguirás en la oscuridad, sin remedio
Y aunque sientas la fiera rugir, estarás lejos de sus astas.
¿Para qué has venido? ¡Ve! ¡Acomódate en tu rincón de tinieblas!
¡No temas! ¡Nada te pasará!
Pero si quieres que pase algo, ¡sal de tu rincón
y ve a buscarle! ¡Intérnate en su misteriosa caverna y desafíale!
Te escupirá la cara, pondrá espinas en tus sienes
Y te hará pensar en dar el salto al vacío.
Tampoco sabrás decirle lo que buscas,
porque aunque le tengas de frente y creas haberle dominado,
una sensación amarga te invadirá de nuevo.
Y entonces comprenderás que, para ti, aún la puerta permanecerá cerrada.






¿De qué estamos hechos?

Un trozo de plomo en el sitio justo
O el filo de un cuchillo en la arteria esquiva
 y en el próximo minuto no estaré.
Dejaré tirados papel y lápiz sin terminar la frase y me habré ido.
Como un reloj sin cuerda, vacío de temores y deseos.
Quedará una masa que empieza a descomponerse,
 un saco de carne y huesos en medio de la sangre, que ya es lodo.
Sin recuerdos, sin miedo a que la tierra o el fuego me consuman.
¿Qué es esto que soy? No lo entiendo, (¡mejor así!)
Polvo estelar, dicen unos que somos.
El sueño de un dios, dijo el ciego cuando ya sus tigres y sus espejos
eran sólo sombras en el laberinto de su memoria.
Un trozo de eternidad, concluyo, para alivianar mi angustia.






Vuelve, hermano Federico

Ochenta años, Federico,
hace que estáis bajo tierra
pero en tu casa te buscan
y noche y día te nombran.

También nosotros buscamos
la luz de tu calavera
para que alumbre en las tardes
nuestra perdida inocencia.

Un potro perdido eres
por las praderas siniestras
España hoy te recuerda
como a su hijo en la guerra.

Vuelve Federico y muestra
ese orificio de plomo
que vertió tu sangre sacra
sobre cálices de oro.

Muéstranos tu pecho abierto
que hurgaremos en la arteria
para buscar el secreto
de tu alegría y tu pena.

Vuelve Federico hermano
Para que enseñes al mundo
de los poetas sin nombre
cómo se canta a la luna.

Aquellos gitanos lloran
Como ayer. Nada ha cambiado.
La guardia civil persigue
sus sueños y su linaje.

Ya nadie canta sus penas
que cada vez son más hondas
sus cuchillos en el cinto
guardan su honor mancillado.

(Un jinete derrotado
con su armadura de plata
pregunta por Federico,
gran escudero de España).

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