Ensayo mínimo
José Iván Pérez
El
conjunto de nueve cuentos contenidos en el libro ‘Pecado’, de la escritora
colombiana Laura Restrepo parece tener un hilo conductor, a modo de leitmotiv,
cuya base de inspiración tiene que ver
con ‘El jardín de las delicias’; tríptico
pictórico de Jheronimus van Aken, o simplemente Joen (en España El Bosco),
centrado en sus exacerbadas alusiones a tres temas en específico: Paraíso, Tierra, Infierno, cada uno escrito
con mayúscula y expresado en los más vívidos colores de su paleta de artista flamenco
del renacentismo.
La
autora del texto puesto a nuestro análisis, feraz novelista y profusamente
laureada acá y acullá, espera que la obra sea catalogada como novela. (Al menos
así lo ha manifestado en entrevistas que ha respondido en su país y fuera de él).
Lo de la definición del género literario, crea la duda de si fue determinación
de la autora o imposición del editor, quien en la contraportada de la edición
de bolsillo de la obra se atreve a rotularla como: “La perturbadora y ambigua idea de pecado se encarna en todos ellos”,
refiriéndose a los cuentos que conforman la obra.
Cuando
en la tertulia literaria ‘Palabras
Mayores’ hicimos una aproximación al análisis de la obra, se escucharon
voces que, en medio de escarceos de crítica literaria o de reseña, buscaban
desentrañar el sentido encontrado por cada uno de los contertulios, y los
sentimientos que hubieran despertado en ellos. La consigna establecida para el
ejercicio era que, cada interviniente en la tertulia, escogiera dos textos para
pronunciarse acerca del que más y el que menos le hubiese gustado, y la razón
de dicha apetencia.
Así
se hizo. Pero en el arriesgado ejercicio de acudir a la heurística para
desentrañar el sentido, hasta hubo intentos de aproximación a un análisis del
más silvestre cuño psicoanalítico, y se rozaron los límites de la más
arriesgada exégesis ‘teológico – bíblica’.
Cuando
el análisis buscó hacerse profundo, aparecieron elementos de la teología moral
católica para señalar -como centro de cada uno de los cuentos- la referencia al
‘PECADO’, que en este caso no era analizar el título del libro, sino la descripción de un mal en particular,
descrito en las entrañas de cada texto, y que tocaba con la moral y las buenas costumbres
de los seres humanos.
Con
esta óptica, se pretendió dar suficiente ilustración al meollo de cada texto y
a la forma magistral como, desde la literatura, la autora trataba cada ejemplo
de la encarnación del mal.
Cuando
se quiso aplicar un método más riguroso al análisis del contenido señalado como
descripción de un pecado diferente, surgió un inquietante interrogante: ¿y qué entendemos por pecado? ¡Y ahí fue
Troya!
Se
inició la remontada hasta el Antiguo Testamento como parte de la Biblia, sin
distingos de si la edición era católica, protestante o de cualquiera de las
pelambres de textos bíblicos apócrifos… Y llegamos al libro del Génesis, donde
parece haber surgido, por primera vez, el término ‘pecado’… Y se aludió a la ira de Dios por de desobediencia de sus recién creadas criaturas…
Y surgieron las alusiones e interpretaciones al texto… Y se pretendió
-catecismo en mente- dar definición de qué era pecado y qué no lo era… ¡Y hasta
hubo intentos de pronunciamientos < ex cathedra >!... ¡Y se afirmó – sin el
menor reato de culpa- que, según la Biblia, Yahveh había condenado a Adán y a
Eva “por su pecado”!... Claro que eso
no es lo que dice el texto bíblico.
Pues
no, claro que no es lo que dice el texto bíblico. El término ‘pecado’, aunque se emplea en el Génesis
como manual pedagógico de la época de su escritura, no se refiere a lo hecho por Adán y por Eva. Se
refiere sí, expresamente a lo hecho por Caín, cuya conducta y acciones
todos conocemos –no sé si porque cada uno de nosotros ha sido alguna vez un
poco ‘caínico’ o porque sabemos qué fue lo que hizo ese primer envidioso de la
raza humana- y que procuramos evitar en nuestro comportamiento cotidiano.
Pero
la realidad real, si se permite la iteración, es otra cosa, según el mismo texto
bíblico. Sólo hasta el encuentro personal de Yahveh con Caín (Gen. 4, 6-7), venimos
a conocer la palabra ‘pecado’ en la Biblia. El cuento lo
dice muy claro: “Yahveh dijo a Caín:<
¿Por qué andas irritado y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto que si
obras bien podrás alzarlo? Mas si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te
codicia, y a quien tienes que dominar> (la cita es de la versión de la
Biblia de Jerusalén).
Como
el más sabio consejo de los que solía dar la buena de mi abuela era: ‘define y no discutirás’, se ha tratado aquí de hacer claridad a
propósito de la deliberación del grupo, y no de postular, de nuevo ,
lo que debe ser el abordaje del término, a propósito de esta obra de Laura
Restrepo, cuyo análisis era la propuesta de la tertulia.
La
invitación, entonces, es a que lo más conscientemente posible nos aboquemos a
desaprender los mitos, leyendas y dogmas que hemos venido construyendo o arrastrando
como doctrina de una ‘religión’ fabricada por nosotros casi hasta la idolatría
(¡uy, que pecado!).
Y,
también, como parte de esa
concienciación, superemos con serenidad, los falsamente denominados ‘méritos’, con
los que creíamos estar empedrando el camino para alcanzar eso que llamamos : ¡s a l v a c i ó n!, privilegio de los que consciente o
inconscientemente militamos en las huestes heredadas de abuelos y familias
creyentes en donde aprendimos que, esta era la única manera segura, de alcanzar
la vida eterna, aunque aquí conviviéramos soportando infiernos o produciéndolos;
y, que a pesar de ello, nos siguiéramos considerando exentos de todo PECADO.
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