«Aquel de ustedes
que esté libre de pecado,
que tire la primera
piedra» (Juan 8: 7).
Amparo Quintero D
Laura Restrepo
narra en nueve cuentos la complejidad del ser humano. Los compila bajo el
título “Pecado” (Editorial
Penguin Random House. Bogotá, 2017. 294 págs.) para mostrar algunas
de las grandes y profundas contradicciones de nuestro yo más íntimo. El
concepto “pecado” nos remite, a quienes hemos sido formados bajo los preceptos religiosos,
a sentimientos asociados con culpa y castigo. Sin embargo, la lectura generó en
mí un sentimiento de compasión por algunos personajes. Queda por fuera la
lástima dando paso a una exigencia humanista de “ponerse en los zapatos del
otro”, contextualizando y reconociéndonos como sujetos potenciales de pecado,
en mayor o menor medida. La cotidianidad nos brinda muchos ejemplos: infidelidades,
amores secretos, complicidad de madres permisivas, deslealtad de una persona
que incumple sus compromisos y deja que los asuma el amigo codeudor o la
prepotencia de quienes desde lo alto de la columna del ego tratan con desprecio
a las demás personas.
Otros
personajes me causaron gran rechazo independientemente de las razones
comprensibles pero no justificables para su actuar. En el presente, basta escuchar y leer noticias de la vida
política del país para ver la cantidad de evidencias de corrupción, crimen y
calumnia que involucran a nuestros dirigentes de “buenas familias” y formados
en universidades de prestigio. Con cinismo niegan sus actuaciones, aún con
pruebas en su contra, siendo protagonistas de una crisis de valores que
caracterizan una sociedad enferma.
“La
complejidad del ser humano” es una categoría con la cual me atrevo a señalar el
enredo de anzuelos que es la siquis de cada uno de nosotros. Lo descubrí pronto
como maestra. Relato dos anécdotas que fueron campanazos para volverme escéptica
frente al comportamiento de niños de cinco en conducta: un niño, muy juicioso y
brillante académicamente, clavó la punta de un compás en la espalda de un
compañero y una niña, la más brillante y dulce, así como alegre y solidaria
durante varios años de escolaridad, era la autora de los letreros obscenos en
los sanitarios. Este tipo de comportamiento me llevó a tratar de comprender a
los niños y a tener en cuenta las explicaciones de los más loquitos así como
las de los juiciosos, generando mucha confianza en unos y otros
para contarme sus angustias. La aceptación de esta complejidad es la que me permite sonreír cuando una mujer despechada
acusa a otra de “quitarle el novio” o en momento de separación “clamar por los
años perdidos junto a su compañero”.
El
pasaporte de Pecado es el tríptico de El Bosco, El jardín de las delicias, mundo onírico y de estupor que anuda la obra.
Cielo, tierra e infierno se nos presentan en los cuentos, construidos con
maestría que evidencian profundo conocimiento del ser humano y desde una
perspectiva ajena a los juicios y condenas.
En
“Pecado” vi gráficamente la complejidad: en “Las Susanas en su paraíso”, Nenito, con su cuerpo viril, atlético,
primitivo y hermoso, se deja pescar con el anzuelo de la libido de Diana, quien viaja a un mundo sin
retorno de placer y erotismo, olvidando las buenas costumbre morales, a sus
hijos y esposo. Goza desenfrenada sin medir las consecuencias. Dos mundos
condenados a estar separados de juntan en un instante de placer, dos cuerpos y
mentes se unen rompiendo barreras milenarias. Cielo e infierno se tocan sólo
para constatar una vez más que lo imposible es posible, aunque fugazmente.
“La
promesa” nos presenta de nuevo el eterno dilema de Edipo-Electra traído a la
conciencia por Freud y recreado
trágicamente por Sófocles. Ana, presa
de la neurosis por no comprender el complejo y menos resolverlo, cae en brazos
de su padre, extraño para ella pero ansiado con ferocidad desde su primera
infancia. El padre ausente, que no ha
visto crecer a su hija y por lo tanto no
ha interiorizado su paternidad, ve en Ana
el objeto de su deseo de macho. No media entre ellos la ternura. Ambos se
presienten, se buscan, se encuentran y también, de alguna manera, se salvan al
comprender que tienen que alejarse, no solo físicamente sino emocionalmente. No
es la libido la que acerca a Ana a su
padre, es un sentimiento mucho más profundo, más arraigado en la psiquis, por
lo tanto más doloroso. El anzuelo de la anhelada protección la lleva a
confundirla con la sexualidad.
“Lindo
y malo ese muñeco” es un golpe de realidad sin anestesia. Directo, descarnado y
brutal Laura nos presenta un ángel
caído que sin preparación alguna es sometido a un destino cruel al tener que
sostener a su familia debido a la ausencia del padre. Duro y frío, sin asomo de
sensibilidad, siente que su madre lo aprueba hasta el día aquel, en que ella,
presa del pánico y con una fuerza más allá de lo normal, entra al lugar más
peligroso del barrio a rescatar a su hijo menor, temerosa de que siga los pasos
de Ángel quien ve otra cara de su madre. No es la sumisa que callada y
diligentemente lo llena de atenciones. Es una acorazada luchando por salvar a
un hijo. El desconcierto de Ángel permite una luz de conciencia.
Este
cuento citado llevó a preguntarme una
vez más, por qué nuestra realidad socio-económica y política que es similar a
la de otros países, es propicia para pescar este tipo de mentes juveniles que
escogen el camino de la delincuencia para resolver los retos de la
subsistencia. En otras culturas, la situación socio-económica no es suficiente
razón para delinquir.
Paradójicamente
el único amor eterno es el que no logra concretarse en convivencia dando paso a
la idealización. La literatura muestra con frecuencia los casos al estilo de Romeo y Julieta o los “amores
contrariados” como gustaba nombrarlos García
Márquez. En Pecado pasa en el “Olor
a rosas invisibles”. Luicé sigue
enamorado de Eloísa. No ha podido y
no ha querido olvidarla después de 30 años. Una especie de adulterio platónico
ha estado presente en la vida conyugal y Luicé no duda en lanzarse a una
aventura de reencuentro a sabiendas que no podrá durar.
En el
matrimonio de Luicé siempre han
existido tres. Ese amor secreto es posiblemente la fórmula para la armonía en
su hogar, y tal vez, en muchos hogares que viven la misma situación. A los
seres humanos, motivados por el ego, nos gusta jugar con el peligro, pensar que
“el prado del vecino es más verde”, “pescar en río revuelto” con el anzuelo de
la inconformidad debido a un sentimiento de insatisfacción constante.
“Pelo
de elefante”, un cuento que refiere la experiencia de un sicario, se me
presentó desde sus primeros párrafos tan brutal y descarnado que no fui capaz
de continuar con la lectura. Esta reacción es común en muchas personas que
volvemos a nuestra zona de confort cuando la realidad sobrepasa nuestro nivel
de sensibilidad para tolerar el horror, así sea en líneas o en cine.
“El
Siríaco” me llevó por caminos de humor por lo extravagante de la narración. Pude
vislumbrar la soberbia de nosotros los seres humanos cuando nos encaramamos en
las columnas del ego para mirar desde arriba al resto de los mortales. ¿No es
el caso del médico que desde su columna mira con cierta suficiencia a quienes
tímidos entran a su consultorio? ¿Igual no pasa con los periodistas que
enjuician y juzgan al resto de los mortales? Igual pasa con intelectuales que
miran por encima del hombro a las demás personas por saberse poseedores de una
de las fórmulas para interpretar el mundo. Alrededor de ellos siempre habrá
gente que los alude, los reverencie, les coma cuento.
La
explicación descarnada que da Emma de
forma tan natural para responder a la periodista sobre por qué descuartizó a su
amante en “Amor sin pies ni cabeza” nos toma por sorpresa y nos confronta para
compadecer o condenar. Frente a nosotros está la víctima descuartizada y
también, una chica desesperada y angustiada tratando de salvarse. Este cuento
es magistralmente trágico, expuesto con una naturalidad que nos permite ver en Laura Restrepo una excelente escritora
hurgándonos el alma, haciéndonos cómplice del pecado cuando reconocemos la
debilidad y complejidad de nosotros, los seres humanos.
La
lectura de Pecado nos abre interrogantes, nos cuestiona y nos lleva a
reflexionar sobre los duros procesos y retos que afrontamos día a día los seres
humanos.
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