Rosa Nieto
Aquella tarde de febrero cuando leí por
primera vez a la poeta norteamericana Emily Dickinson mi vida no volvió a ser
igual. ¿Dónde estaba la magia para que, palabras susurradas a mi oído de manera
tan sencilla continuaran resonando en mi mente como aleteo lejano de un ave? Palabras que albergaban dentro de ellas otras
palabras…continué leyendo, no podía parar, me sentí atrapada. Quería devorarla.
Me detuve largamente ante la lectura de cada
poema, recurrí al diccionario, desmenucé cada palabra. Encontré sus profundas
inquietudes sobre el misterio de la vida; el éxtasis de la muerte, algo que siempre
la inquietó al haber perdido seres queridos desde muy joven; la inmortalidad, el
amor, el dolor y la felicidad. Sus palabras encarnan la experiencia femenina de
una realidad que trasciende la vida de una mujer reducida a una habitación que
escribe y lee a mediados del siglo XIX.
Sus poemas me hicieron reflexionar y necesité
tiempo para analizarlos. En especial, los siguientes tocaron hondamente mi
corazón:
“Contempla esta pequeña Ruina –
que impulsa todo lo que vive –
tan vulgar como desconocido,
su nombre es Amor –
su ausencia es Aflicción - su posesión, Herida –
En ningún sitio – salvo en el Paraíso
se encontrará un Equivalente”.
Desencanto ante la imposibilidad de ver
realizado un amor romántico. Coloca la palabra AMOR en una posición terrenal
devastada. No tenerlo la lleva a sentir pesar y tenerlo le produce el dolor de
una herida. Por lo tanto, es inalcanzable. AMOR que sólo en el jardín del edén podrá
encontrar, pues en este mundo es un elemento desconocido. Muestra a una mujer perpetuamente enamorada
del amor.
“Ven despacio -Edén!
labios no acostumbrados a Ti
Tímidos – sorben tus Jazmines-
Como la desfallecida Abeja-
que, al llegar tarde a su flor,
zumba en torno a la estancia de ella-
Cuenta sus propios néctares-
Entra- y se pierde en Bálsamos.”
El poema tiene un trasfondo erótico. Una vez
mas Emily utiliza la palabra religiosa “Edén”, que es igual a “Paraíso”, para
transmitir un significado profano. Al mencionar la estancia le confiere una
connotación femenina con lo cual crea una imagen sensual. Medita sobre si el
mejor deseo es el consumado o el no consumado. Aquí al consumarse el deseo hay
una pérdida.
“Los ríos mínimos
dóciles a algún mar
Mi Caspio -Tu”
Puesto que hasta los ríos pequeños tienen un
señor, yo me disuelvo en ti, mar grande.
El mar Caspio es el mayor mar interior del
mundo, situado en la región caucásica del Asia Central.
“Es tan poca cosa el llorar
cosa tan breve el suspirar
sin embargo, por cosas tan pequeñas
morimos hombres y mujeres”
La vida humana no escapa de los límites del
sentimiento.
En no pocos otros poemas muestra los signos
divinos que hay ocultos en la naturaleza. Su mirada se acerca a todo lo que la
rodea: el viento, las estaciones, las aves migratorias, los insectos y las
hojas.
Las experiencias que retrata son
profundamente sentidas, es decir, que al leerla sentí que lo que decía había
pasado por el filtro de su propia sensibilidad y reflexión. La mayoría de sus
poemas carecen de título, contienen líneas cortas, sintéticas, audaces y mágicas,
con gran intensidad sonora. Escoge minuciosamente cada palabra con tal precisión
que da un golpe certero en la imaginación del lector. Utiliza puntuación poco
convencional, al igual que el excéntrico uso de los guiones, mayúsculas y
comillas que tienen el efecto de que no la leamos de corrido, sino que nos detengamos
y reflexionemos cada palabra.
Es por todo lo anterior, que se hace tan
difícil traducirla a otros idiomas pues se pierden matices. Sus críticos
afirman que su poesía es un producto completamente original y, por lo tanto,
imposible de imitar.
Envuelta en el sortilegio de estos mágicos
momentos, me animo a escribir mis
primeros poemas.
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