Hugo Zapata
Jesús- 15 años - estudiante en la capital se encontraba disfrutando de las vacaciones de Julio con sus amigos de farra y compañeros inseparables. Acostumbraban de cuando en vez a serenatear a las muchachas simpáticas del pueblo. Las más remilgadas, desde luego, no eran objeto de sus miramientos y favores, sin malicia ni pretensiones, para que no fuera motivo de escándalo en medio de una sociedad melindrosa y encopetada, de costumbres arcaicas, llena de misterios moralistas. Las canciones entonadas eran aglomerados de voces discordantes que herían los oídos de los pobres vecinos. Las muchachas entre risas y cuchicheos se deleitaban con esas voces adoloridas más que melodiosas, pero en el fondo daban gracias por la destemplada sonoridad escondida de las melodías que trepaban sus balcones.
A la mañana siguiente [que guayabo y que bochorno] nadie se acordaba, ni siquiera la policía paraba bolas. Por las tardes, antes de que el sol se durmiera, se reunían en la manga de don Baudilio, a jugar un picadito de futbol. A un costado había una sequia que servía para brebaje del ganado. Al fondo una graciosa casa de bareque con amplios corredores adornados con begonias, hortensias y clavellinas en tarros de galletas o bacinillas toteadas, colgadas de de las vigas del techo. El balón era de cuero cosido y suavizado con sebo de res. No habían patas quebradas pero si chichones. Se creían super jugadores en condiciones de retar a los pueblos vecinos. En uno de esos arranques de superioridad deportiva se montaron en el bus de escalera, todos los amigos del alma, y entre risas y chistes viajaron hasta el otro pueblo para cumplir con el encuentro programado.
Al final del primer tiempo íbamos perdiendo 2-1. ¿Tarzán qué pasa? Madrazos era lo único que se oía. ¿Quién está armado? Yo, yo. ¿Qué tiene? Peinilla, revolver y palo. Usted se me pone detrás de la portería. Ballesteros pasa a la delantera, yo paso a ayudar a la defensa, al padre Barrientos que se lleva la bola entre la sotana. Primer chute que hago, el portero no lo ataja. ¡¡¡goooool!!!
Final glorioso, 5 a 3. Después guaro, pitos y bullicio. El pueblo nos esperaba como a sus campeones. Gritaban en las calles, la gente se desbordó, llegaron los muchachos, ganaron ra, ra, ra. Jesús y sus amigos celebraban al son del guaro, cerveza y música. Todos en la cantina celebraban.
Uno de los que había participado en el partido que nos dio el triunfo se apartó, fue a pedir que le pusieran otra música. Jesús y sus amigos empezaron a sospechar algo, para salir de dudas se levantó y fue hasta el orinal. Al entrar su amigo del alma se le abalanzó, y aunque le hizo el quite, lo alcanzó a herir levemente en un brazo. Sus amigos se levantaron, corrieron, se le enfrentan, vino el forcejeo hasta que lograron derribarlo, pero aún así y dejando el cuchillo, se levantó como pudo y tomó las de Villadiego.
Jesús fue conducido al hospital en donde una vez lo curaron llegó la policía a detenerlo por revoltoso, por consumo de licores y por el porte ilegal de armas.
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