Carlos A. Suárez H.
¿Nunca pensaste que pudiera suceder, Edgar A?
Jueputa!, me morí…me morí, me van a enterrar. Nooo, pero estoy vivo. ¡Peor, me van a enterrar vivo! Esto se mueve, lento, acompasado y yo aquí en completa oscuridad, inmóvil, atrapado. Grito y no me oyen, están cometiendo un gran error. Se detienen. ¡Hola, estoy vivo!…No me escuchan, gritaré más duro: HOLAAAA, AQUÍ ESTOY… ESTOY VIVOOOO. NO ME VAYAN A ENTERRAAAAR!
- Esta fue mi primera reacción, doctor: primitiva, instintiva, todo se agolpaba como caballo desbocado. Sentía que la cabeza se me iba a reventar, un bloque de hielo que pesaba una tonelada me oprimía la pensadera. Me corría un sudor frío y un incontenible temblor crecía a cada momento por todo mi cuerpo que me producía angustia. No sabía qué había pasado, solo lograba atinar que había llegado a la oficina directamente del bar después de una noche de tragos, amigos, chicas alegres y, ahora qué hacía yo ahí? ¿Cuánto tiempo aguantaría antes de morir asfixiado?
- Qué diván tan duro tiene usted doctor, pero continúo: arranca de nuevo el cortejo, lento, acompasado, alcanzo a escuchar a la distancia el ruido de la ciudad, asordinado por este mi último estuche, tan estrecho que no me puedo ni mover; todo está oscuro, pudieron hacerlo más cómodo pero, bueno, con qué propósito si los muertos no sienten; yo no estoy muerto y me van a enterrar vivo. ¿Soy víctima de la catalepsia? No, no es así: podía mover mis dedos, pero no rascarme la nariz que me picaba como mil demonios, porque tenía atrapados los brazos y piernas en ese estrecho envoltorio, podía hablar pero no me oían. ¿Cuánto tiempo iba a estar allí? Y los médicos? ¿Para qué carajos sirven los médicos si no son capaces de diferenciar entre un muerto y un borracho cataléptico? Tanto estudio para nada, ineptos matasanos y lo caro que cobran, mientras tanto yo ahí como una sardina enlatada rumbo a mi última morada, ese bamboleo me tenía mareado. Vomité, buahgg! Se detienen de nuevo. Algo cae encima de mi estuche, me zarandean…oigan, aquí estoy ¡viiiiivooo! Cierran la puerta del carro mortuorio, arrancan de nuevo, es la tercera vez que sucede lo mismo; ahora el carro se mueve más rápido de lo normal para un cortejo fúnebre. Claro, ya van en la carretera rumbo al camposanto, tal vez cuando me vayan a enterrar escuchen mis gritos, me callaré mientras tanto porque, qué tal que de tanto clamar inútilmente quede afónico y no pueda gritar a todo pulmón para que me saquen de aquí y vuelva a la vida… esto ya huele maluco. ¡Ufff! Y se detuvieron; abren la puerta del carro; arrastran mi estuche, ¡eey! no me dejen caer tan duro que me hacen daño, grité a todo pulmón para que me oyeran: ¡¡¡ESTOY VIVO, ESTOY VIVO, SÁQUENME DE AQUÍ, NO ME VAYAN A ENTERRAR VIVOOOOO!!!
Es cuando oigo la voz de mi esposa, doctor:
- Saquen a ese borracho de ahí, qué vergüenza con ustedes señores, si vieran en qué lamentable condición lo han traído otras veces, pero esta sí es la que no tapó el gato. Mírenlo ahí petrificado, con los ojos desorbitados, parece un loco, pero lo único que es, con seguridad, es eso: un borracho. Edgar, Edgar, como Lázaro: levántate y anda.
- Señora, dijeron los hombres, fue la única forma de sacarlo de la oficina sin que Don Alberto se diera cuenta, ya lo tiene pillado y la próxima vez que se quede dormido en la oficina por la rasca, no se la perdona, lo despide y ahí si, como decían los latinos: mortus est qui non resolla et vivus autem qui patalea. Así que no tuvimos más remedio que enchusparlo en este tubo de papel ozalid para traerlo sano y salvo a la casa. Buenos días, señora.
-Y eso es todo doctor. Desde entonces no duermo porque me da miedo que la próxima vez me entierren vivo.
Carlos Alberto: Este cuento es buenísimo!
ResponderEliminarQué susto me hiciste pasar! Caí en tu blog por una búsqueda de "mortus est..." y mi primer pensamiento fue "como diablos supo que me llamo Edgar A?" y "será que de verdad me voy a morir el martes?" Solo mas adelantico vine a tranquilizarme y creer, con los dedos cruzados, que es otro Edgar A y que está vivo el tomatrago este. Pero, por si acaso, de aquí al martes no me tomo un trago ni por el putas!
ResponderEliminarEdgar A
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