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miércoles, 29 de diciembre de 2010

De cómo llego el negro Carabalí al cielo

           Yolanda de Tenorio

                 En un tiempo insondable un ángel fue hasta donde yacía el Creador y le dijo:
             - Oye Dios, mucho te quiero y te respeto, pero mírame, floto como una burbuja. No tengo sombra que me amarre, y tú sabes mejor que yo, sabes que todo tiene sombra.
                 A lo que Dios respondió:
             -  A mi no se me olvidó darte sombra. La tuviste desagradecido, en una de tus escapadas a la tierra la perdiste. ¿Recuerdas? Regresaste sin ella y dijiste que en las tinieblas de la noche la habías perdido, de manera que  ahora no me  vengas con reclamos. Si quieres  te doy permiso  para  que  vayas a  la tierra a buscarla.
               El ángel agradeció a  Dios. Brincó y dio contra el techo del cielo, rebotó,  rompió el suelo celeste y como una pluma al viento flotó. Fue de oriente a  occidente, recorrió todos los continentes y cayó  en África, donde necesariamente tenía que encontrarse con algún negro. Por lo que dijo:
             -  Eres mi sombra, que vaga sola, sin mí, en esta tierra.
Y entonces la amarró a sus pies.
             Ahora Carabalí se arrastra por los corredores del cielo. Y Lizet asexuada, descubre  entre sus piernitas, rosadas y rollizas,  una cosa que no sabe qué es.
 Carabalí ha querido  hablar con Dios, pero cuando Dios la ve venir, se pierde, corredores del cielo adentro.

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