Yolanda de Tenorio
Por entre las breñas, encaramado en los árboles la miraba con ojos de perro chiquito mientras me agarraba con mis manos de mico recién nacido.
Me camuflaba, me recogía, me volvía un zurullo para verla. Ella se acostaba desnuda al borde de la piscina con sus teticas, dos copas blancas boca abajo sobre su carne morena, para que se pusieran canelas como el resto de su cuerpo. Se ponía un pañito en los ojos y abría sus piernas para que el sol la calentara por dentro. Desde los breñales la miraba y me asombraba su mata de pelo. Acostada en el suelo parecía una estatua y yo caminaba con mis ojos su cuerpo.
Yaki tenía 36 años.
Con cuanta ternura me miraba cuando pasaba por su casa con mi morral al hombro rumbo a la escuela. Me atraía a ella, yo me abrazaba a sus piernas y aspiraba el olor de su sexo, a la altura de mi olfato. Me olía a mujer fuerte, a mujer que sabía hacer el amor. Eso lo sé ahora.Un día vi que se había esponjado. Su barriga me impedía llegar al nido donde ponía mi nariz.
Parado frente a ella la veía amamantar a Nando. Mientras él tragaba leche que se escurría por sus comisuras, ponía una mano sobre su otra teta grande que quedaba al aire con su botón entre rosa y violeta descubierto ante mis ojos. Me extasiaba mirando y mis labios se movían y succionaban aire.
La vida me arrastró. Crecí llevando en mi mente las copas blancas que imaginaba llenas de vino y que se llenaron de leche para Nando. Recordaba el desparpajo con que abría sus piernas, su risa que subía y la sacudía, la cabellera negra que colgaba sobre sus hombros, pero sobre todo el olor de su sexo metido en mis sentidos cuando me amarraba a ella.
Volví después de 25 años.
Podría camuflarme entre las breñas, subirme a los árboles y sujetarme, mirarla subrepticiamente con ojos de perro ansioso, hacerle el amor, verla sacudida por un orgasmo como lo soñé tantas veces, mirarla arrebatarse mientras su larga cabellera es sacudida, como un río crecido, pero Yaki a sus 61 años es abuela, Nando es un jayanazo de 25, padre de Raúl, y yo con mis 33 septiembres, todavía no encuentro una mujer que me huela a Yaki.
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