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jueves, 30 de diciembre de 2010

Un negociador de carácter

José David Tenorio
                     (Año de 1.967. Corregimiento de Villa Gorgona, municipio de Candelaria, 
                                            Valle del Cauca. Hacienda “Guayabo Negro”).

¡Buenos días don Hernando!. Me da mucho gusto  conocerlo, al fin.
Muchas gracias. Siga.
Permítame felicitarlo  por el cultivo de maíz. Va  a tener una cosecha abundante.
Eso espero.
También veo que tiene una hermosa ganadería. Todas son de la raza Holstein. Pero no veo toro reproductor.
Utilizamos inseminación artificial con pajillas traídas del Canadá.
Pues las terneras que esta levantando tienen un gran fenotipo.
Pero usted vino fue a comprar cerdos. Vamos a los corrales para seleccionarlos.

Llegaron a los corrales y el visitante quedó fascinado viendo esos ejemplares tan espectaculares y tan bien tenidos. Apenas se iniciaba en Colombia la modernización de la porcicultura con la importación de la ultima generación de razas de carnes magras, casi sin tocino, lomos anchos, costillares profundos  y jamones que no se conocían por aquí.
Don Hernando había importado los pies de cría de los mejores criaderos de Estados Unidos y del Canadá de la raza Landrace. Unos cerdos de color blanco (o “monos” como dirían los campesinos) con todas las características anteriores y que al ser alargados caminaban contoneándose y casi ondulando. Si además se les tenía en las condiciones adecuadas y se les proporcionaba agua fresca y limpia y comida balanceada, eran verdaderas fábricas de carne por los altos factores de conversión. En éste sentido solo superados por los pollos de engorde.

El visitante había llegado del Tolima en donde acababa de terminar unas instalaciones para organizar una gran piara, en un negocio de integración vertical. Es decir, con planta de sacrificio propia y empacadora de carne. De manera que se fijó en mucho detalles de lo que observaba para tener en cuenta cuando regresara a sus predios.

Don Hernando observo que los cerdos y los corrales se mantienen muy limpios, cosa notable dado que se trata de  cerdos “monos”.
Pues porque hemos tenido en cuenta que, contrariamente al decir de la gente, los cerdos no son cochinos. Más bien  les gusta el aseo. Lo que hay que saber es organizarles comederos apropiados y suficientes para que obtengan el alimento sin derramarlo;  un sitio dentro de los chiqueros donde puedan orinar y defecar  y un lugar en donde se pueden refrescar cuando tienen calor. Recordemos que los cerdos no tienen glándulas sudoríparas para disipar el calor.
Tampoco el mal olor es intenso y, cosa maravillosa, hay pocas moscas.
Pese al cuidado que se pone siempre se genera algo de suciedad, de manera que una o dos veces al día se lavan los chiqueros con agua a alta presión y de paso se riega a los cerdos. Les encanta.
Las camadas se ven muy parejas y las cerdas en muy buenas carnes aunque no gordas. ¿Usted qué me aconseja para tener algo similar a lo suyo?
Primero seleccione muy bien las hembras que va a dejar para cría. Fíjese que procedan de hembras prolíficas. Observe que no tengan tetas invertidas; que las que tenga sean parejas y no menos de diez. Segundo, déjele pasar los primeros calores y no las monte antes de que hayan cumplido por lo menos ocho meses y alcanzado un peso no inferior a 80 kilos, entre otras cosas para que no vayan a ser derrengadas cuando el macho las monte. Tercero, no deje que las hembras de cría que espera sean preñadas, se engorden mucho porque corre el riesgo de no lograr ese resultado. Cuarto, como a usted le interesa más que producir pies de cría puros, como los que tengo yo, aproveche el vigor híbrido, haga que las hembras sean montadas por dos (algunos sugieren que hasta tres) machos puros de diferentes razas. Quinto, descolmille los lechoncitos para evitar que se hieran entre ellos o que lastimen la teta de las madres, con el riesgo de una mastitis. Y sexto, por supuesto, tenga un buen programa de vacunación. Ahora empiece a seleccionar los que desea comprar. Las hembritas que están en estos corrales  y los machitos que vemos aquí no los vendo, porque son los ejemplares de reemplazo.
-Me gusta mucho este machito. Véndamelo.
-No señor, le dije que esos no son para la venta.
-Ponga un precio.
-No señor, nada. Escoja de los demás.
-Bueno, pero si resuelve otra cosa, ya sabe que me interesa.

Después de un rato separaron treinta ejemplares.
Don Hernando   sus precios son muy altos. Mire que le estoy comprando cantidad. Hágame una rebaja.
-Si le interesan, esos son los precios.
-Don Hernando mire que para que no vayan a sufrir en el transporte he fletado un avión que está esperando en el aeropuerto. He incurrido en muchos gastos. Seguro que volveré a comprarle. Hágame la rebaja.
No señor. Son 32 millones de pesos. Si le interesa, páguelos.
Está bien don Hernando. Voy a girar el cheque contra la plaza de Ibagué. ¿No tiene problema en eso, verdad?
No hay inconveniente, gírelo.
Aquí tiene, don Hernando.
Un momento, no incluyó dentro del cheque el valor del canje.
Don Hernando no me irá a pedir esa pequeña suma en un negocio de la cuantía que hemos celebrado.
-Pues no le vendo. Bajen los cerdos del camión.
-¿Cómo así? Perdone la confianza don Hernando, ya mismo le doy el valor de lo que cuesta el canje.
-No  señor. Le dije que no le vendo.
-Por favor don Hernando ¿Cómo me va a hacer eso?
-No le vendo. Y no hay más que hablar.


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