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viernes, 27 de junio de 2014

La prenda



Alvaro Mejía López
  

Mientras la señora Zhang Xuni descendía las escaleras que llevan a la primera planta de su casa, una empleada había orientado a la visitante al salón de recibo.
–Soy Xiaomei,  señora Zhang Xuni. Gracias por recibirme.
Se trataba de una mujer joven y hermosa, con blanco traje de pedrerías ceñido hasta la media pierna. Bajo el brazo portaba una pequeña cartera y combinaba el conjunto de su porte con la reiterada repetición de una caricia coqueta al anillo de brillantes que lucía en su mano derecha. La dueña de casa sonrió con amabilidad y la invitó a sentarse. Al tiempo,  con un chasquido de dedos pidió a la empleada que se acercara.
– ¿Té o café?
La visitante prefirió café, y, sin muchos adornos, comenzó por contar a la señora Zhang Xuni quién era y cuál el motivo de su visita.


–Soy china pero estudié en Kuala Lumpur. Soy políglota. Además del malayo aprendí otros dialectos. Estudié traducción simultánea en la Universidad de Malasia y en Beijing me especialicé en economía asiática. Su esposo, a quien conocí en la Universidad Imperial de Pekín, fue uno de mis profesores más apreciados.
La señora Xuni la escuchaba con especial atención. Recordó entre tanto que la había visto en el coctel de la Cámara de Comercio de Kuala Lumpur, dos años atrás en las Torres Petronas. Su marido había sido conferencista principal de algún evento y la traducción al malayo había sido hecha por ella.
–Hace un mes coincidí con su esposo en un vuelo de Beijing a Kuala Lumpur. En esa ocasión nos correspondieron sillas contiguas. 
La señora Zhang Xuni escuchaba en silencio y acentuaba su atención. Su marido frisaba los cincuenta y era, sin duda, un hombre serio, como también parecía seria la muchacha. En lo dicho, al menos, la joven cuidaba sus palabras evitando generar dudas sobre sus comportamientos y los del profesor. La forma respetuosa como Xiaomei había aludido a su interacción con el académico solo daba para pensar en dos personas que coincidían  por motivos de trabajo. 
–Los organizadores del certamen dispusieron un automóvil para el profesor, quien, cuando salíamos del aeropuerto, se ofreció gentilmente para llevarme hasta mi hotel. Por cierto que fue el mismo donde él se hospedaría.  Y no solo acepté su ofrecimiento sino que agradecí también la invitación que me hizo para cenar juntos esa noche.
Con tranquila serenidad la joven le contó también que, una vez terminado el evento, los organismos gremiales de Malasia le pidieron prolongar su permanencia en Kuala Lumpur para asesorar la publicación de las memorias del certamen. Esa fue la razón por la que no regresó a Beijing en el mismo  vuelo con el profesor, aunque sí le acompañó para la despedida en el aeropuerto.
– ¿Cuál es su vuelo profesor? - quiso saber ella mientras tomaban un café.
– El MH370 de Malasya Airlines.
Y enseguida él le preguntó.
-¿Nos veremos en Beijing?
- Creo que sí –respondió ella.
-“Creo que sí” no es suficiente… Quiero verte otra vez.
 Entonces se sacó la argolla y se la entregó.
–Me la devuelves cuando nos veamos en Beijing.
La señora Zhang Xuni se quedó mirándola fijamente, sin saber qué pensar.
Xiaomei corrió el cierre de su cartera y, con el índice y el pulgar de la mano derecha, extrajo una argolla matrimonial algo usada, pero dorada todavía,  y con incrustaciones de diamantes.

–Es suya señora…hace veinte días él me la entregó en Kuala Lumpur…pero siempre ha sido suya.

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