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martes, 25 de abril de 2023

¿De qué hablamos cuando hablamos de gatos?

 Eduardo Toro

Desde los primeros días la llamamos Lluvia y, al llamado, acude mimosa al rincón de los abrazos. Es blanca y sedosa como las nubes más altas y tiene la vivaz mirada azul de las hortensias. Se ocupa en mantenerse inmaculada, pero reserva los mejores momentos para recibir halagos y mimos. Vive como en un palacio y se comporta como la gata de compañía de aquellas reinas de países antiguos y lejanos; duerme y ronronea sobre cojines de plumas, siempre bajo la protección de nosotros sus amos, o mejor, sus incondicionales vasallos.


Volver a empezar


 Jesús Rico Velasco

  Su padre murió cuando  caminaba sobre sus 17 años. El abandono de sus estudios con formación militar en Bogotá y su regreso a Cali se aceleró con la noticia. Ser el primogénito lo obligaba a tomar las riendas  de la casa de una familia conformada por  seis  hermanos varones y una mujer.  Una mamá con una personalidad distintiva aguerrida y un poco alborotada. A temprana edad se convertía en el heredero y administrador de una gran fortuna. Un patrimonio construido por un prestigioso padre ganadero y agricultor propietario de cuatro haciendas: San Joaquín y San Marcos  en  Puerto Tejada. El Hormiguero en las afueras de Cali, y la Esmeralda, en el municipio de la Cumbre. Además de varias  propiedades en el barrio San Antonio.

Cuando muere el amor

 


Vuelvo a recordar cuando mi amor

galopaba envuelto en llamas por el llano

cuando corría veloz como un salvaje

y derrochaba los aromas del boscaje.

 

También recuerdo cuando mi amor

descontrolado, alucinado y tierno,

se tragaba a cántaros la miel

de una flor de labios encarnados.

 


Entonces era bueno querer con amor loco,

con desmedido desenfreno,

perdida la voluntad y los sentidos,

irresponsable el corazón y sus latidos.

 


Después llega el desamor, tarde o temprano,

se deshoja la flor, mueren los árboles,

se arruinan las colmenas y los nidos

y en la memoria reina la mariposa del olvido.

 


Recostado al añoso tronco del recuerdo,

mi espíritu   de pájaro viajero,

triste se posa a cantar   en la enramada:

¡Cuando muere el amor, no queda nada!


Eduardo Toro

martes, 18 de abril de 2023

Profesor visitante en Tulane

 Jesús Rico Velasco

 


Una antigua casa ubicada frente al cementerio de Carrollton en Adams Street con vista a cientos de lápidas blancas organizadas en perfectas filas, como recordatorio del paso fugaz sobre la tierra fue el lugar que el destino caprichoso me brindó como residencia.   Alquilé   uno de los cuatro aparta estudios de la casa.   A tres cuadras quedaba  la estación para   tomar el tranvía    y viajar  al centro de la ciudad de Nueva Orleans . El  espacio era  amplio  con  una cocineta y al lado   un baño con tina. Había comprado una mesa de comedor  con cuatro asientos  en el Salvation Army. En el fondo había un  espacio  para una cama doble con una  puerta de salida .   En la parte trasera existía un lugar para la lavadora y la secadora bajo  un techo cubierto y separada de las casas vecinas por una malla de alambre. Una ventana lateral  no  debía abrirse  para evitar  los robos. Detalle que olvidé  durante una mañana  de  otoño. El aire fresco y encantador  hizo que desclavara la ventana de la cocina y la dejara abierta. Ya avanzada la mañana decidí ir al centro de la ciudad, sin mayores precauciones, al fin y al cabo estaba en Estados Unidos. Pero al regresar me encontré con la policía y la sorpresa de que muchachos del barrio habían entrado por la  ventana.

 Uno de los  policías  pregunto  mis datos de identificación.  Al escucharme decir que  era colombiano  sus ojos se posaron sobre mi con una mirada inquisidora y dijo: «Es muy probable que los muchachos se hayan enterado  de que usted es Colombiano y se metieron al apartamento buscando algo.  Y como no había nada, decidieron drogarse en  el baño. Encontramos un caucho de amarre tirado en el suelo. Sólo revolvieron  sus pertenencias y las tiraron al suelo.»

 Con mi orgullo herido y frenando los impulsos del torrente corriendo por mis venas, le dije: « ¿Insinúa que  tengo algo que ver con la presencia de drogas?. Yo soy profesor visitante  de Tulane University en la Escuela de Salud publica. Si necesita  mas información con mucho gusto se la envío a la oficina de la policía.»

Tu ausencia

 Alexandra Correa

Ella tenía la imagen grabada en su memoria. Tal cual como lo encontró aquella mañana dormido en un sueño profundo, del cual nunca despertó.

 


La mujer lo organizaba todos los días. Lo peinaba, vestía, le dejaba la comida servida. Acomodaba su cabeza con una almohada cuando no podía maniobrarla. Variadas conversaciones   le brindaba cada tarde. El cuerpo frío e inerte, sin respuesta alguna. Añoraba con todo su corazón, una señal, un movimiento, un parpadeo. Nada, absolutamente nada pasaba. Recordaba los treinta años juntos, no podía superar estar sola.

Primavera

 Eduardo Toro G


La tarde es limpia y pura,

Parece un manantial

De flores y de aromas;

Está poblada de trinos y de cantos

Y nos atisba con sus ojos azules.

Allá lejos, allá en el horizonte,

Se levanta la niebla como tules.

 

Este es nuestro momento.

Desnúdate y tiéndete a la vera del río.

La hierba está mojada

Aun por el rocío,

Te ofrezco mi brazo como almohada.

 

Serénate y no tiembles

Que voy a galopar por tus laderas

Quiero subir hasta la cima

Sagrada de tus senos

Para besarlos con locura,

Estrujarlos y exprimirlos

Y beber el néctar que en ellos atesoras.

 

Quiero comerme de un bocado

Las fresas de tu boca

Para que tus gemidos aturdan mis oídos.

Me quiero desbocar por tus caderas.

Quiero abrirte a mordiscos

Las entrañas.

  

Entrégate total.

Sé absolutamente mía

Y sabiamente ofréceme

El rico licor que guardas.

Aplaca con tu aliento

El frenesí que siento

Hasta en el más pequeño músculo

De mí agitado cuerpo.

 

Mi piel, pegada de tu piel.

Mi piel, mi sudorosa piel,

Fundida con tu piel,

Respira por tu piel.

 

Te invito  a navegar

Por el mar de la lujuria,

Sin norte y sin  rosa de los vientos.

Y para que este navegar nos dure

Una eternidad, desnuda entre mis brazos,

Mar adentro, dejemos de remar.

 

Es primavera. Desnúdate otra vez.

La hierba es lecho blando

Y aun está cubierta de rocío.

No temas que mis brazos y mi pecho

Te servirán de almohada.

Por Dios, no digas nada

Y entrégate total.

Quiero vivir contigo

El regocijo del deseo carnal,

Sintamos por dentro y a la vez

Ese viento huracanado,

Imposible de atajar.

 

Es primavera.

Desnuda y exhausta

Tendida sobre el prado,

Pareces una imagen vencida

En lirios florecida.

 

miércoles, 12 de abril de 2023

Sin remedio[1]: caleidoscopio para ver que las cosas son iguales a las cosas

 

María Lucía Muñoz Giraldo

 Leer la novela Sin remedio es una experiencia visual multicolor con fuertes sensaciones en las que a la manera de un caleidoscopio, un narrador omnisciente conduce con diversos ritmos al lector por múltiples imágenes y formas, intensidades, atmósferas y estados de ánimo. La novela construida con una prosa descriptiva da vida a Ignacio Escobar, personaje principal, cuyo punto de vista subjetivo de su mundo burgués, abre y cierra un foco que acerca y distancia detalles mientras transita por diversos entornos de una época histórica, política, cultural y social, son las décadas setenta ochenta, del siglo veinte en Colombia.


miércoles, 5 de abril de 2023

Sin remedio

 


 Sin Remedio es una novela que podemos leer desde varios frentes:  el comportamiento de la clase alta bogotana en los años setenta; la   relación madre e hijo, contextualizada en un ambiente social de dinero y poder; el surgimiento de los grupos guerrilleros en Colombia y la forma como muchos jóvenes de clase alta ingresaron a sus filas; aunque el gran tema que atraviesa la novela es la poesía. El protagonista Ignacio Escobar, se define como poeta, y el autor lo contrasta con otros poetas. Con el personaje protagonista padecemos su drama existencial de la mano de la imperiosa necesidad de escribir poesía. Seguir el diario vivir de Ignacio Escobar es estremecedor y puede generar en los lectores cierta desazón.  A pesar del drama y la complejidad de los temas, Antonio Caballero nos seduce con el dominio de la prosa poética y la visión crítica de su entorno que refuerza con humor e ironía de manera magistral.

Luz María Gómez

Olvidame bandoneón

 

OLVIDAME BANDONEÓN

 

“El duende de tu son, che, bandoneón

Se apiada del dolor de los demás;

Y al estrujar tu fuelle dormilón

Se arrima al corazón que sufre más.”

 Che Bandoneón de Homero Manzi, 1950

 


En el fragor de sórdida barriada

Lluvia de alcohol, y un son lejano

Que estruja el corazón

Escucho bandoneón

Tu milonguero acento

Desde un lóbrego rincón.

 

Yo no sé, che bandoneón,

Qué aturde más, si los espectros  

Que rondan por tus fuelles                                       

O los fúnebres compases

Que baila el arrabal.

 

Vení, vení decime a mí,

Aquí, aquí bajito,

Que no nos oiga nadie,

¿Será posible que se acerque

Tú pena a mi dolor?

¿Y se enamoren como locos

Y hagan el amor  

Bajo la moribunda luz

De un cómplice farol?

 

Cubrí mi dolor con tu percal

Y abrazáme a tu pena,

Retazo de Malena.

Solo la luna, desde su palco real,

Podrá mirar, vestida de arrabal,

Que hacemos el amor como chiflados

En clara posición de offside.

 

Vení, vení y arropáme

Con el reproche amargo

Que escapa de tu fuelle.

No implorés más con tu llanto.

Vení, sentáte aquí, aquí a mi lado

Pongámonos en forma

Y apurémonos un guaro

¿No ves que la luna está de ronda?

Olvidá tu canción y no rezongués más

¡Che bandoneón!   

 

Eduardo Toro