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domingo, 25 de septiembre de 2022

Un amor en el segundo piso

 


                                                                 Jesús Rico Velasco

 El Dr. Stevenson, director  de planeación del Instituto de Crédito Territorial, quien había sido mi profesor en el curso Superior de Vivienda en CINVA, me invitó a trabajar como sociólogo en Bogotá como parte de un equipo de planificación,  con mis compañeros  Antonio Munevar, arquitecto   de la Universidad Nacional, y Jorge Rey, economista de la Universidad Tadeo Lozano.  La situación habitacional y poblacional en Colombia en esos momentos era difícil y bastante compleja. El número de habitantes se había duplicado en dos décadas pasando de  12.6 millones a 22.6 en 1970. La concentración de la población se acentuaba en tres ciudades de atracción principal: Bogotá, Medellín y Cali. El número de personas por familia era muy alto:  más de seis hijos por  mujer en   edad fértil, con un descenso de la mortalidad especialmente infantil. La presión sobre la tierra urbana ocasionaba procesos de invasión  con barrios que surgían de la noche a la mañana como el Policarpa Salavarrieta en Bogotá, Uniendo Vivienda Popular en Cali y barrios informales  en Medellín. Un proceso de tugurización acelerado en la mayoría de las ciudades.

El trabajo inicial fue responder rápidamente a una serie de dificultades de deslizamientos en Pereira y Manizales en donde se necesitó una  caracterización de las familias. Al igual que avanzar en la organización comunitaria en un barrio de vivienda de interés social en Valledupar. Se disponía de poco tiempo para trabajar en equipo y dar soluciones a los problemas sociales en las grandes ciudades, acelerados por el fenómeno de la violencia política enraizada en las zonas rurales, acompañada de una fuerte repulsión del campesinado y una atracción urbana robustecida.

La vivienda es más que un techo

 Jesús Rico Velasco

 


          El miércoles 30 de noviembre de 1966 los becarios del Primer Curso Superior de Vivienda nos reunimos en el salón principal del CINVA para realizar el acto de clausura. Habíamos  acordado que  en nombre de todos realizaría   un discurso de despedida que perpetuara nuestra permanencia en esta casa de estudio. Recordé la llegada y la de mis compañeros al CINVA durante la primera semana de enero cuando nos recibió el Dr. Roberto Pineda Giraldo, reconocido  antropólogo, con formación en Etnología y ciencias sociales en la Escuela Normal Superior de Colombia y estudios de posgrado en antropología  en la Universidad de California, USA. Con investigaciones sobre la población indígena que le dieron gran reconocimiento: “Las Criaturas de Caragabi: indios chocoes, emberaes, catios, chamies, y noanamaes”,  publicado por la Editorial Universidad de Antioquia en  1999. Casado con la antropóloga Virginia Gutiérrez, profesora en la Facultad de Sociología, encargada de dictar la excelente catedra sobre “La familia en Colombia”. Una orgullosa socorrana, quién motivó a varios estudiantes a participar como becarios en el Primer Curso Superior de Vivienda. 

viernes, 16 de septiembre de 2022

Con pretensiones de árbol

 


Eduardo Toro 

 

Alguna vez quise ser barco

un barco enorme

un barco con las luces encendidas

anclado a mis sueños de madera

que navegase sin norte hasta alcanzar la playa 

o zozobrase perdido en los límites del tiempo.

 

También un día quise ser ave

un aguerrido pájaro de infatigable aliento

que alcanzara dimensión de estrella

y desde el cielo en vuelo sostenido

poder observar entre las nubes

la inocultable pequeñez del mundo.

 

Alguna vez tuve pretensión de abuelo

de abuelo viejo medio sordo y ciego

con un racimo de nietos colgados a su cuello  

de los que se pasan las tardes y las noches

buscando olvidos en el carriel de cuero

e inventan cuentos de su propia vida

-

Un abuelo con presente de mulas y caminos

 alpargatas muleras y yesquero

con pasado de fondas y gritos de arriería

con descansos de luna sobre enjalmas

y faenas de sol por los caminos

con heridas sangrantes de herraduras.

 

Un día me vestí de árbol y pude gritar

¡Soy un árbol enorme y milenario!

escucho entre mis ramas temblorosas

el canto de pájaros y me lleno de arrullos

estoy cubierto de líquenes y musgos

y  guardo arcilla para mullir los nidos

 

En mi vetusto tronco

 se está arrugando el tiempo

por mis hojas resbalan cristalinas

y lentas las horas de la tarde

Como gotas de olvido.

 

Que barco y pájaro

se refugien al calor de mi follaje

y el abuelo se quede eternamente

sujetando a mi tronco su estatura.

Soy un árbol

soy un árbol enorme

soy un roble

a punto de caer.

  

.

 

 

 

miércoles, 14 de septiembre de 2022

¿Un minuto?

 

Carlos Mira

— ¿Qué puede pasar en un minuto? Nada. No creo que los tiempos de nadie tengan que pasar por un reloj avaro que va soltando los segundos como le viene en gana, como si le pagaran mal para cumplir su labor ¿cierto?

— ¿Cómo así que nada puede pasar en un minuto? Todo. O no has leído lo del telescopio ese, el James no sé qué, que está tomando fotos del Big Bang Y según lo que he leído en las tiras de Marvel, buenas ¿no?, el Big Bang se demoró menos de un minuto porque fue una gran, gran explosión atómica.

— No, no, ¡estás mal! Lo que el telescopio ese está haciendo es tomar fotos de una luz que pasó hace billones de años y para que ganés algo de cultura, la tierra tiene una edad de sólo 4543 millones de años. O sea que ve cosas que los hijos de nuestros hijos ya han visto.

¿Dónde están los niños?


                                                     Carlos Mira

Hace horas que no los veo. ¿Dónde están?

Todo el grupo del paseo comenzó a moverse para saber qué había pasado. La casa de campo era pequeña, una construcción en madera y prefabricados, hecha por la Fundación del Volcán, con trabajadores que habían vivido en carne propia el desastre del Ruiz. Siempre pensó que sus relatos, llenos de la desesperanza del momento y la tribulación por los desaparecidos, no generaban una buena vibración y que los dolores antiguos fácilmente podrían torcer el deseo maravilloso de que, nacidos los niños, podían tener dónde cambiar del clima húmedo y horriblemente caliente de la ciudad, por el de la cabañita en medio de la montaña, con los cantos matinales de los pájaros y la brisa del bosque para calmar sus angustias. Por eso pensó que confirmaba, sin razón, sus peores presentimientos.

martes, 6 de septiembre de 2022

La escalera lleva a todas partes

 Carlos Mira

Miré hacia arriba y vi la luz. Hacia el frente sólo vi los peldaños, luego miré hacia abajo, y vi la oscuridad. Siempre desde pequeño tuve la angustia de perderme y caí en la cuenta de que desde donde estaba podía ir a cualquier parte. Entonces las pesadillas de niño volvieron a aparecer, ¿qué tal que ya hubiera llegado sin saberlo a las puertas del laberinto o peor, que ya estuviera en él? Del que no se puede salir, el que construyeron para que las fieras mitológicas que todavía no existen, mezclas de dragón y minotauro, quedaran por siempre encerradas y pudiéramos entonces sobrevivir.


Viaje sin destino

   
         Vi llegar el bus en el puerto, cerca de la ciudad. El buque que lo trajo traía otros treinta para la línea más antigua, la Papagayo. Cuando estaba chiquito montaba en sus buses equipados para diésel, de un olor feo característico. Se envejecían y los pasajeros respirábamos el humo del exosto que ingresaba y  el polvo denso de las calles intransitables. La temperatura era la de una ciudad tropical a mediodía, cuando salía  del colegio, un viaje insoportable con la humedad pegada a mi camisa y el desasosiego pegado al alma.

Carlos Mira

Estuve presente en su desembarco, eran buses Mercedes, azules, amplios ¡con aire acondicionado! Qué maravilla, qué envidia sentía por esos jóvenes que los habrían de utilizar. Pensaba que sentados cómodamente podrían ensayar a enamorar las niñas más bellas. La ciudad había construido rutas especiales para que la movilización fuese más rápida, con estaciones con puertas de cristal transparente. Era como estar en Europa, hasta habría bautizo público con curas, bandas y alcaldes. Con los amigos pensábamos ¡estamos progresando! Fue antecitos de que llegara la peste. Y se disfrutó de ellos por un año hasta cuando el gobierno aumentó los impuestos, incluyendo los productos de la canasta familiar. ¡Y explotó la ciudad!