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martes, 30 de mayo de 2023

Buenas noches olvido

 Eduardo Toro Gutiérrez

Galilea Balseiro, por los días finales del último verano, pasaba largas horas enredando hilos y repitiendo con palabras mudas los colores que poco a poco se fueron embolatando en su memoria.

Sus habilidades para los bordados en punto de cruz se disipaban en una maraña de imprecisiones; los dibujos y las cartas de colores reposaban   indefinidos o navegaban extraviados en el mar de confusiones del recuerdo; aún había una luz y, a veces, era consciente de lo que estaba pasando. Sabía que olvidar o confundir el nombre de las cosas significa emprender otra vez el largo camino que transitó al lado de la señora Virtudes,  su madre, quien llegó a olvidarse hasta de su propio nombre. Galilea empezaba a recorrer el mismo sendero largo y penoso  de los desórdenes de la mente que  llevaron a su madre  hasta el  imperio del  olvido total.

miércoles, 24 de mayo de 2023

“Cayó el zorzal y se rompió la lira”

 Eduardo Toro

Era una tarde de l.959 y una placa de bronce, entre muchas otras, puestas en un sitio emblemático del aeropuerto Olaya Herrera de Medellín, llamó mi atención por su belleza y su profundo mensaje. Ilustra la placa que Carlos Gardel ocupa un lugar especial en el corazón milonguero de los paisas y en el espíritu tanguero del mundo; muestra un pequeño pájaro que cae muerto sobre las cuerdas rotas de una bandola y un letrero en bronce que reza “Cayó el Zorzal y se rompió la lira”, firmado por la inolvidable cantante  de tangos y actriz de cine  Libertad Lamarque.

No sé si  el monumento hecho de placas firmadas por artistas, pintores, compositores, cantantes, escritores existe todavía, o el tiempo y las ampliaciones urgidas por el progreso lo desplazaron a otro lugar o el corazón milonguero de los paisas lo dejó plantado en su sitio original para bien de la historia. Una o varias placas citan con certeza: A Carlos Gardel, 1.890- Medellín 1935.  Medellín 1935 que era una verdad que llenaba de orgullo y dolor a los paisas, porque los ponía “mano a mano”  con la historia sin final del fenómeno del tango.

La más difícil pandemia

 Carmen Rosa Ortiz

 


Venía de otra tierra y por eso no creí

Llegó con un silencio de otra dimensión

un silencio relajante

que me hizo sentir liviana

un silencio que hería

un leve ruido que antes no soportaba

que aún así me hizo sentir humana

viva, así estaba en medio de la soledad

solo el aire, la luz, el calor

y un pequeño pájaro que se sintió libre

Los otros temerosos de mi soledad me envolvieron

y cual burbuja volé entre montañas, bosques y llanuras

hasta llegar al mar

donde anida un raro tronco que ya conocía

desde allí solo el mar y las nubes

sentí que el calor nos atrapaba

La compañía era una rueda que nos alegraba

 y nos hacía mover el cuerpo, la palabra y la imaginación

 luego se fue disolviendo en un círculo de rutinas

 que aplastaba el día, la noche, la noche y el día…

Y aquí de nuevo nos acompañó el invisible

no sabemos cómo llegó, pero nos cogió las manos

y en la rueda de la familia giró

como si conociera los bailes

traídos del África profunda

que se conjuran contra los males

y se llaman espíritu.

Venezuela : oscilaciones dialécticas

Jesús Rico Velasco 

 


El domingo 3 de septiembre de 1995 llegamos Patricia y yo a Caracas en un vuelo procedente de Bogotá para participar en la segunda fase del programa de entrenamiento en salud ocupacional. En el aeropuerto nos recogió un representante de la Universidad de Carabobo como contrapartida del programa del Instituto de Salud ocupacional sueco.  El sitio de reunión era el Cerro Hotel Maracay a dos horas de Caracas. Una conversación amena mientras viajamos por una autopista de doble calzada hacia el hotel. Grata sorpresa al ver a nuestro amigo Kaj Elgstrand, director de educación y entrenamiento del instituto de salud ocupacional Sueco y uno de sus asistentes en la puerta del hotel.

 Participamos de una cena de bienvenida con unas bonitas palabras de nuestro anfitriones suecos y venezolanos en una terraza que ofrecía una mirada hacia una  piscina semiolímpica. El reencuentro hizo que trajéramos a la memoria recuerdos de nuestro viaje aterrador a Gotemburgo con Diego, Odilia, y Patricia, pero también  los  momentos de  noches vagabundas en la ciudad vieja de Estocolmo. Había pasado un año de esfuerzos investigativos para sustentar nuestras propuestas y escuchar de nuestros amigos  los desarrollos logrados en los parques industriales que visitaríamos en la ciudad de Valencia a escasos 45 minutos de la ciudad Maracay.

lunes, 15 de mayo de 2023

La angustiosa tarea de escribir una novela sin remedio

     Carmen Rosa Ortiz 


Sin Remedio, la novela de Antonio Caballero, más que una ficción es una muestra de la realidad social, política y cultural, que el autor muestra a través del difícil accionar de Ignacio Escobar, el protagonista y los demás personajes. Es una crítica con mucho humor, no solo a todas las clases sociales de la sociedad bogotana, sino a la forma de ser bogotana, en lo que se refiere a la familia, el poder, la izquierda, el amor y la poesía. Un libro que nos obliga a reflexionar.

Cuando la novela se refiere a la poesía, presenta a Ignacio y a un grupo de poetas que entre tragos, discuten sobre las características que debe tener el poema: la fuerza, “tanta que” debe ser telúrico, que sea “nuestro”, que se defienda solo, que sea un pleonasmo, que no sea un pleonasmo, que  tenga rima, pero también muestre lo que no puede ser; no muy reiterativo, no decir cualquier cosa, ya que todo está demasiado dicho, pero Graciela que supuestamente no sabía nada de poesía dijo:  “…una poesía es como cuando uno no sabe que decir, y lo dice” (pág.39) pero el autor le da un golpe fuerte a la discusión y rompe los esquemas de la poesía, cuando Edén Mora Marín presenta su último poema que es un anuncio publicitario, eso nos hace considerar que para la poesía cualquier cosa vale: “Un anuncio se puede volver un poema”. (pág. 42).

¿Vacaciones de semana santa?

 Eran las tres de la mañana.

–Recojamos las cosas. Nos vamos– les dije.

–Esa gente no nos va a dejar salir– dijo Martha, temblando.

–¡Pues saltamos por el balcón!

Eran las vacaciones de semana santa. Mis vecinas, dos hermanas hijas del segundo matrimonio de su padre, y yo, planeábamos dónde las pasaríamos. Las tres teníamos novios absorbentes y posesivos. Nos iríamos de paseo, sin novios y sin familia.

Carmen Elisa Piedrahita

Canción de la soledad y el silencio

 

En un principio todo era soledad y silencio.

Y las tinieblas cubrían la superficie del abismo.

Entonces Dios, creó el cielo y la tierra…

 

Soledad y silencio en las entrañas de la patria,

Soledad y silencio del cóndor andino en el escudo,

Silencio tricolor de la bandera en soledad de vuelos tremolantes,

Silencio y soledad en los caminos sembrados de trampas asesinas,

Soledad y silencio en la mirada de los niños mutilados.

 

Silencio y soledad en los campos fumigados,

Soledad y silencio en el corazón del campesino desplazado,

Soledad en el grito de silencio que implora por los secuestrados,

Soledad de paz que apenas cabe en un pequeño espacio de silencio,

Soledad y silencio de bandera sobre el ataúd del soldado que cayó a mansalva.

 


Silencio de roca de los gobernantes en la soledad de sus despachos,

Silencio y soledad en  las promesas no cumplidas,

Silencio de esperanza en la soledad de las promesas repetidas,

Soledad de paz de la paloma en el silencio de un vuelo sin destino,

Soledad en las aulas y silencio en la palabra del maestro.

 

Silencio y soledad en el fogón de los hogares,

Silencio en la espiga convertida en soledad de pan sobre la mesa,

Silencio y soledad en el murmullo de las hojas movidas por el viento,

Soledad en los templos y silencio en el bronce de sus torres,

Soledad en las playas recostadas al silencio de las olas.

 

Soledad en la fragancia de la rosa y silencio en el jardín de las begonias,

Soledad de alondra entre el silencio de alambres de su canto,

Soledad  en la mano del que pide y silencio en los labios del que da,

Soledad de miel en las pailas y silencio de guarapo en los molinos,

Soledad en la tristeza de una lágrima y silencio en el sollozo que la impulsa.

 

Eduardo Toro 

 

 

 

 

 

 

Suecia emblemática

 


Jesús Rico Velasco

 El Hotel Kristinaberg en la municipalidad de Solna en la ciudad de Estocolmo fue el centro de actividades para los profesionales  invitados a participar en el programa internacional sobre salud y seguridad del “National Institute for Working lLife”, a celebrarse entre el 5 de septiembre y el 6 de octubre de 1994 . El hotel  era un espacio  extendido, construido en un solo piso placentero a la vista, con atención cálida y amigable, que invitaba al recién llegado a sentarse en una terraza al aire libre  y compartir  un buen café. Una bienvenida   con frases de amistad  en diversos idiomas por dos hermosas suecas  en  una recepción  que a pesar de ser pequeña era amplia por  el cariño con que reciben  al visitante.

 Saben de entrada que perteneces a la familia del Instituto  y que estas allí en una lista en donde se encuentran los datos que deben aparecer para tu identificación. Una pocos preguntas, unos formatos para llenar, y te llevan en persona para mostrarte la habitación que ocuparas en las próximas cuatro semanas. Una sueca bonita me invitó a seguirla para mostrar las habitaciones. Dijo: « Este este es su cuatro # 15 . Es una habitación unipersonal con un baño,  ducha y un  escritorio   frente a la ventana  para leer, escribir y trabajar. Cualquier cosa que necesite estamos para servirle en el teléfono de la recepción. Las llamadas internacionales se pueden hacer directamente del cuarto  y al final de la pasantía se aumentaran  a la cuenta como huésped del Instituto.»

El hijo del trueno

 Eduardo Toro







 

 

 

                                                                                  

 El río Cauca corría desbordado, arrasando a su paso toda clase de cultivos.  Ruperto Manzano, el negro Ruper, tuerto y cojo, protegido en su rancho, aunque con el agua hasta las rodillas, fuma lentamente el último tabaco que le queda, mientras observa cómo desaparecen los cultivos de su chagra. La única esperanza de vida es el canto de cuatro gallos de pelea, que protegía en las partes más altas del caney.

 Una tarde Ruper observó que, en medio de la tempestad, el río traía flotando sobre sus lomos un islote de raíces y ramas, y encima una pequeña ave con el plumaje empapado y a punto de morir. Baquiano en las artes del rejo, enlazó el montón de raíces y salvó a la pequeña ave, un pollo de pelea de aproximadamente tres meses de edad y de los que más lo apasionaban por su disposición para la lucha. La proveniencia era desconocida y especuló, adjudicándole un supuesto linaje, el de los famosos corrales de la Hacienda San Marino. Tenía en la membrana del ala derecha una placa provisional señalada con el número 26.734, sin el nombre del galpón.

miércoles, 10 de mayo de 2023

Lealtad

 

Adriana Yepes

Rápido, rápido nos vamos para Calima. ¿ Empacaron los juguetes, las almohadas y las cobijas de huellas? preguntó Libertad. Si mamá, todo, todo. Carlos, estamos listas, podemos salir.

El fin de semana fue plácido, el día despejado, las niñas jugaban en la piscina, se acercaban a comer, el recorrido por el lago, la montada a caballo, en las noches  el frio les permitía jugar al “arrunchis”, hasta que se quedaban dormidas.  La mayor parte del tiempo Carlos observaba las niñas, su mirada lejana parecía de despedida con la familia, se quejaba del  dolor de espalda,  cada vez más fuerte y prolongado, las excusas eran frecuentes para explicar su ausencia y el cansancio permanente.

La semana volvía a empezar y con ella el corre-corre de siempre. Carlos a su trabajo, las niñas al colegio, las tareas, las loncheras, mientras Libertad se ocupaba de la casa, la ropa y los alimentos de todos, hasta del dolor de Carlos, en las noches le colocaba paños tibios, le hacía “sobos” con la esperanza de que algún día el dolor abandonara la espalda de su marido y Libertad lo volviera a ver como era.

martes, 9 de mayo de 2023

La niña en la metrópoli

 


                         Diez y siete años tenía cuando terminé el bachillerato. Dentro de mis planes estaba estudiar periodismo, pero como muchas generaciones tuvimos que complacer a los padres. Nunca me lo expresaron pero pienso que era lo que esperaban de mí. Me presenté a la Universidad Javeriana para estudiar Ingeniería Civil, no logré pasar. Decepcionada  sin hacer absolutamente nada por la vida, decidí no mover ni un dedo. Mi hermana envío documentos a una universidad en Bogotá, no hice ni el más mínimo esfuerzo por llenar siquiera un formulario. Cual sería mi sorpresa cuando me aviso que había quedado en dicha carrera.
Alexandra Correa

¡Fuera de mi propiedad, bastardos!

Carmen Elisa Piedrahita


¡Fuera de mi propiedad, bastardos! ¡La próxima los voy a picar a todos! Gritaba la mujer mientras agitaba en su mano derecha un machete. Se metió a la casa y luego salió con un hacha, con la que empezó a golpear un árbol de mango, exuberante y cargado de fruta. Alguna ya empezaba a podrirse en el piso.

Llamó a gritos a uno de sus peones. ¡Córtelo!

Patrona, es un árbol hermoso, que da sombra y buen fruto. Son sólo unos niños traviesos, y no olvide que son sus nietos.

¡Esos malditos! ¿Creen que pueden robarme mis mangos? ¡Córtelo!

Volví

 

Adriana Yepes                                                       

                                                  

Era un cuatro de junio de 2002 en Cali. Habíamos quedado de subir al apartamento de mi hermana a saludar a mi mamá quien no solo había venido de Medellín, sino que estaba de celebración por su cumpleaños número setenta y uno, le llevaríamos  chocolates y flores, me sentí Caperucita Roja visitando a la abuelita.

Tan pronto llegué  por las escaleras al cuarto piso, sentí el lobo feroz adherido a mi cuello, como si me estuviera exprimiendo hasta el último centímetro de aire, una sensación indescriptible de muerte inminente, provocó el vómito al entrar. En  voz baja  le dije a mi hermana: me estoy infartando. “Dejá de joder  ¿cuál infarto, a tu edad?. Carajo, tenés 38 años”. Le insistí que llamara un médico. Bajamos  de nuevo los cuatro pisos con mucho cuidado como si presintiera que los minutos estaban contados.

Oscuros torbellinos


Jesús Rico Velasco

 

Nidia era linda y de buen cuerpo otorgado por la naturaleza. Rondaba los 25 años, de pelo largo,  trigueña, ojos negros,  piel caramelo, y una cola que para nosotros, los  mirones de la piscina, “sacaba la cara por ella”. Seguíamos sus pasos  y  movimientos en bikini como un niño cuando ve una golosina. Estaba casada con Diego un ejecutivo joven de 35 años, Gerente general de la Central de Carga.  Un hombre apuesto de buen talante y sonriente. Su vestimenta  era elegante de las tiendas de Zaz. Le gustaba jugar al tenis en compañía de Francisco en las canchas de la parcelación.

Nidia manejaba en compañía de Martha hacia la avenida sexta cuando se percató  de la ausencia de su celular.  Decidió volver  a su casa para recogerlo. encendida. ado ue la esperara. para ludarme Eran las cuatro  de la tarde. Contaban con tiempo suficiente para regresar y tomarse un Tom Collins. Al llegar a la casa  se sorprendió  al ver el carro de Diego en el garaje. Le dijo a Martha que la esperara. Caminó tranquila   hacia la entrada  principal y abrió la puerta. Le causó curiosidad escuchar una música suave de la alcoba. Pensó que podría haber  dejado la televisión  encendida. Abrió la puerta y encuentra a Diego desnudo  con Francisco  haciendo el amor «cochino, malnacido» vocifero, su cuerpo se sacudió. Confundida dio la vuelta y se subió al auto.

La cura

 

                                                                                               


  Gustavo Urrego 

 

¿A vos no te parece que Cali  tiene clima de mujer? Son impredecibles. A veces salgo temprano en la mañana en medio de un aguacero, con chaqueta y sombrilla, y al mediodía el sol te aplasta, insoportable. Pero a las cuatro y media de la tarde, después de un calor tenaz y cuando menos te lo esperas, baja una brisa de los farallones y es un alivio estar en la calle. La brisa despeina a los hombres y levanta la falda a las mujeres. Esta es una ciudad rumbera, de golpe de salsa, y vos sabés que a mí la buena melodía me hace olvidar de todo. Espera me tomo un sorbo y te explico para qué te llamé: esto a palo seco no me sale.

miércoles, 3 de mayo de 2023

Nos fuimos

 

TRES SOLEDADES

Elisa Olivera, sesentona, bella y alimentada por vivencias lejanas,  guarda intactas en su memoria  historias  que  trae al presente con  imágenes dolorosas y escenas apocalípticas de los aciagos  días del golpe militar, que en su lejano país dio al traste con la seguridad y estabilidad económica de un sin número de familias, entre ellas la suya que, ante el riesgo de una inminente y peligrosa persecución, tomó la decisión de traspasar fronteras;  buscó los vientos cálidos del norte y felizmente ancló en el verdor de un valle sobre el cual se levanta una ciudad  celosamente vigilada por el Cerro de las Cruces.

 Bajo este pedazo de cielo, sobre un retazo de esperanza abanicado por palmeras, encontró en la calidez de su gente un genuino argumento para amar otros océanos, otra bandera, sin olvidar jamás la estrella blanca que se quedó en la punta del sur y en lo ancho de su corazón.  Piensa que un día va a morir, desea regresar a su lejano país para  finalmente descansar en paz al lado de sus muertos. Los hijos tomaron el rumbo que les señaló el destino y otros, también cercanos a sus afectos, se cansaron de vivir y se fueron de la vida pero no de su corazón y sus recuerdos.

 Eduardo Toro