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miércoles, 5 de abril de 2023

Sin remedio

 


 Sin Remedio es una novela que podemos leer desde varios frentes:  el comportamiento de la clase alta bogotana en los años setenta; la   relación madre e hijo, contextualizada en un ambiente social de dinero y poder; el surgimiento de los grupos guerrilleros en Colombia y la forma como muchos jóvenes de clase alta ingresaron a sus filas; aunque el gran tema que atraviesa la novela es la poesía. El protagonista Ignacio Escobar, se define como poeta, y el autor lo contrasta con otros poetas. Con el personaje protagonista padecemos su drama existencial de la mano de la imperiosa necesidad de escribir poesía. Seguir el diario vivir de Ignacio Escobar es estremecedor y puede generar en los lectores cierta desazón.  A pesar del drama y la complejidad de los temas, Antonio Caballero nos seduce con el dominio de la prosa poética y la visión crítica de su entorno que refuerza con humor e ironía de manera magistral.

Luz María Gómez

Un tema fundamental para detenerse, además del poético, es la compleja relación que se percibe entre Ignacio y su madre Leonor. La difícil relación incide sin duda, en la forma de asumir su vida y en la compleja pulsión de escribir. Los diálogos permiten deducir carencia afectiva y dependencia enfermiza. Dependencia que se acentúa con la muerte del padre a temprana edad y se acrecienta   con la imagen negativa que le llegó de parte de los tíos y de su entorno social; el drama familiar se agudiza   con la pérdida también temprana, de su hermano menor y la culpa que carga por ello y para ahondar más la tragedia, la madre trae con frecuencia, el recuerdo del hijo fallecido y enaltecido.   A ella no le inquieta la falta de autonomía de Ignacio y cada que se presenta la ocasión, lo subvalora. Le enrostra en presencia de otros, su inutilidad, su inacción.

 Antonio Caballero muestra la difícil relación entre padres e hijos, en un contexto de clase alta.  En encuentros sociales, los adultos desatienden a los menores, les estorban; nos imaginamos esta infancia para Ignacio. Vemos con claridad la escena, en una de las visitas que Ignacio le hace a su madre.  Se encuentra allí con parientes y sus hijos pequeños. En la reunión, ante la demanda de atención de los niños a sus padres, la abuela Leonor ordena retirarlos y enviarlos al jardín. Los niños salen con disgusto.   Retornan poco después, con gritos y llantos. Los recibe la gran indiferencia de casi todos los adultos. Sólo una niña se revela a salir y la madre respeta su deseo. Ignacio la llama la niña pálida. Ella todo lo ve, todo lo juzga. Le llama la atención Ignacio y sigue sus actos, sus miradas, sus inquietudes.   Ignacio también la observa. Se perfila como una niña que igual a Ignacio, cuestiona el entorno. Podemos imaginar un mejor futuro para ella, al contar con una madre que respeta y entiende su rechazo de acatar la orden de la abuela.

Antonio Caballero presenta el tema político centrado en el surgimiento de las guerrillas en el país, en los años 60. Se siente la influencia de China y de Rusia con Mao Tse Tung y Trotski como líderes. Encuentro aquí un cuestionamiento similar al que vimos en “Volver la vista atrás” de Juan G Vásquez. Muchos aprendices de revolucionarios desean aplicar al pie de la letra las experiencias de los países ajenos, a nuestra realidad colombiana.  Viven los líderes como dioses. A lo anterior se suma que los jóvenes, “amigos” de Ignacio, estudiados y provenientes de familias solventes, no tienen una conciencia política. Están en “la revolución” o les simpatiza como es el caso de Ignacio, por un rechazo y hastío hacia su propia clase. Ignacio simpatiza con la revolución. No se compromete como militante porque la pasividad lo domina y porque en medio de su crítico estado emocional, tiene la lucidez para captar el comportamiento fanático y dogmático de “sus amigos”. Los jóvenes cercanos a Ignacio están dominados por la droga como él y vislumbran un confuso norte.

Antonio Caballero, detalla el comportamiento hipócrita de la alta sociedad bogotana.  La familia de Ignacio diariamente visita a la madre y abuela, no por afecto; lo hacen para recibir deliciosos alimentos, bebidas y postres; los hombres como el cardiólogo Ernestico Espinoza, Monseñor Boterito Jaramillo y el poeta Ricardito Patiño, son constantes visitantes, asiduos bebedores de licores finos. Monseñor Boterito aparece en una escena homosexual, que su postura tradicional condena; Foción, otro hermano de Leonor, el día de su secuestro por el grupo guerrillero, salía de un motel con  Pascale, la francesita y le había dicho a su esposa que iba para misa, después de votar; la falsedad de la mano del poder, la encontramos representada en el Coronel Aureliano Buendía y en sus acompañantes de farra, entre ellos un senador; el trágico final de Ignacio tiene mucho que ver con el desquite del Coronel, por no haberle entregado a Ángela(la cuñada de Federico el pintor comprometido), como objeto de placer.

La relación de Ignacio con las mujeres es cómoda, dependiente y sin ningún compromiso.  Pierde a Fina, la mujer con la que convivió más tiempo, por su negativa de tener un hijo con ella. Las otras mujeres que se le acercan, están en su nivel de vivir sólo el momento: sexo y drogas. Ignacio tiene una fijación con una parte del cuerpo femenino. Observa a las mujeres y la desnuda imaginariamente y se fija siempre en los senos. Me atrevo a decir que representa la relación de apego con la madre: el momento de la alimentación, protección materna y placer. Ignacio no ha podido separarse de su madre, no ha nacido. No es un ser autónomo. Es significativo el comienzo de la novela.  Recuerda al poeta Rimbaud, el mismo día de su cumpleaños y dice: “A los treinta y un años Rimbaud estaba muerto. Desde la madrugada de sus treinta y un años, Escobar contempló la revelación, …” Más adelante Ignacio, le recita a Fina, uno de sus versos que repetirá en diferentes momentos: “Desde antes de nacer (parece que fue ayer) estoy muerto.” Podemos decir que Ignacio Escobar es un ser muerto en vida. Se lo dicen muchas veces, los amigos más cercanos. 

El tema poético atraviesa la novela. Ignacio Escobar en medio de su vida sin rumbo, intenta ser poeta y en toda la trama, sentimos su afán por lograrlo. Lo alcanza casi al final, en el capítulo XI.  Antonio Caballero detalla con el protagonista Ignacio, el tortuoso y desgarrador camino de escribir.  Escobar invierte en la creación poética “Cuaderno de hacer cuentas”, muchos días y noches. El lápiz que usa para escribir simboliza la dificultad, cuando recurre con frecuencia a las paredes, para sacarle punta. Ignacio se relaciona con varios poetas. A partir de los diálogos, podemos inferir las diferentes formas de asumir la poesía. Los otros poetas son: Ricardito Patiño, el poeta urbano Ignacio Alvarado y el pederasta Edén Morán Marín. Ricardito e Ignacio sostienen una importante discusión, acerca del objeto de la poesía. Ricardito dice que la poesía es de circunstancias y que las circunstancias pagan. Para Ignacio Escobar, la poesía es gratuita, pero como todo en su vida, no la asume en serio.  Para “Sus amigos”, debe tener un fin político y social y Escobar por considerarse poeta, se deja arrastrar por ellos y decide escribir por encargo, un poema comprometido. Otra discusión importante sobre la poesía, la tiene Escobar con Edén Morán. Edén lee como poema, un anuncio publicitario. Escobar cuestiona el hecho. Edén dice que es poema por el hecho de leerlo como tal. Caballero con la respuesta de Edén, pone de nuevo su tono de humor y crítica. En una entrevista a la que me referiré más adelante, Antonio Caballero cita una frase de un poeta, en la que define qué es arte: “Arte es todo lo que el artista  quiere que sea”. Las posturas anteriores, llevan a muchos lectores a preguntarse también, sobre cuál es el objeto de la poesía.  Es la discusión fundamental, que se mueve a lo largo de la novela.

Entre los dramas que vive Ignacio Escobar, está el de haber perdido su poema. Queda ilegible al quedar bañado en la sangre del poeta Edén. Ese día, que era de elecciones y Escobar no lo sabía, salió para confrontar su texto con la realidad. Paradójicamente, no estaba al tanto del hecho trascendental. Se sorprende al encontrar el ambiente en las calles. Se encuentra con familiares y amigos y a sus preguntas, les responde siempre con sus versos. Luego se encuentra con el profesor de literatura comprometida, Diego León Mantilla. Dialogan sobre el quehacer revolucionario de los amigos. Cuando Ignacio le responde todo el tiempo a Diego León, con los versos que se sabe de memoria y el profesor encuentra coherentes sus respuestas, los lectores no dejamos de sorprendernos de nuevo, con el  ingenio y fino humor de Caballero.   

 En una entrevista realizada por el periodista Bernardo Hoyos a Antonio Caballero, sobre su novela Sin Remedio, que reposa en la Casa Silva, Bernardo Hoyos, llama a Caballero poeta y él le responde que el poeta no es él, si no   un personaje de novela, llamado Ignacio Escobar. Antonio Caballero expresa que “La novela es un envoltorio de un poema. Es un pretexto para publicar un poema. La novela es un resumen del poema o al revés.”  Dice que quiso darle un importante lugar a la poesía y que, si la hubiera presentado sola, sin inscribirla en un drama, en una novela, no la hubieran leído y dice algo bien importante: su editor le recomendó suprimir el poema. Caballero  se enteró luego de que muchos lectores, al llegar al extenso poema, se lo saltaron porque lo que más les interesaba era saber cómo iba a terminar Ignacio. Antonio Caballero dice que hizo algo similar a lo realizado por San Juan de la Cruz, en su obra “Cántico espiritual”. Fingió ser teólogo para presentar dentro de la obra, un gran poema. Manifiesta también, que algo similar hizo Cervantes con su gran novela. En ella incluyó valiosos poemas. Concluye Caballero, que a él le tocó ser novelista, para publicar un poema.

 La obra termina con escenas de gran contenido simbólico y poético: la corrida de toros y   la hormiga tratando de recuperar la hoja en el charco de sangre del cuerpo de Ignacio, despidiéndose de la vida. Empiezo con la imagen de la hormiga: “Tenía la cara enterrada en el cascajo y distinguía con claridad los detalles de cada piedrecita, hecha de aristas relucientes y puntos negros y blancos. Una hormiga avanzaba por el terreno abrupto arrastrando una hojita verde. Veía con precisión las nervaduras de la hojita. Un lento reguero brillante alcanzó a la hormiga, lamió el borde de su carga, estremeciéndola. La hormiga corrió hasta lo seco, se detuvo. Se restregó enérgicamente las patas unas con otras, limpiándolas perfectamente. La hoja había quedado casi por completo atrapada en el pequeño charco reluciente que empezaba a cuajar, vertical como una pequeña vela, verde brillante, más clara y opaca por el lado áspero del revés. La hormiga se acercó con cautela, buscando terreno firme en donde hacer palanca con las patas, tiró nuevamente de la hoja, conmoviéndola, desprendiéndola al fin del súbito pantano, escalando las piedras, descendiendo, arrastrando y empujando la hojita verde que palpitaba a ras de tierra como una cosa viva, avanzando, alejándose. Un soldado se acuclilló a su lado, le ladeó la cabeza. – A este lo enfriamos, mi coronel.”

 La muerte trágica de Ignacio queda atenuada con la hermosa imagen. La hormiga prueba la sangre en la hoja impregnada de ella. Se estremece al probarla y la misma hoja verde recuperada, se conmueve y expresa vida. Contrasta la sensibilidad de la vida animal y vegetal, con la insensibilidad y agresión de los humanos que acaban de eliminar a Ignacio.

 La violencia representada en la corrida de toros anticipa el final trágico de Ignacio. Lo anticipa también, la constante agresión que recibe de la vecina, la señora Niño. Agresión que se intensifica, cuando Ignacio se dispone a salir a la calle con su poema por fin logrado.  La vecina baja por las gradas y lo persigue con un cuchillo y le grita: ¡Cobarde! ¡comunista!  Ignacio narra el hecho y expresa la similitud de la escena con una corrida de toros.  Ignacio termina embestido como le pasó al toro en la corrida.

Ignacio Escobar es un ser desubicado, sin pertenencia a una familia, a un grupo, un ser sin ideales; lo domina la inacción, no siente la fuerza por hacer algo, escasamente poemas. El gran drama se genera por no saber cómo hallar otro camino. Ante los demás (incluida su madre y su familia) es un inútil, un muerto en vida. Es paradójico que sea él, en medio de todos los que lo rodean, el único que tenga la mirada crítica. Es el que gana los debates intelectuales; el que descresta a las mujeres con su facilidad de palabra. Antonio Caballero nos presenta con el personaje de Ignacio Escobar, a un ser que abunda en nuestra sociedad. Lo observamos con diferentes matices. Al detallarnos su entorno social y la forma cómo fue educado, nos permite reflexionar en las causas que pueden incidir en la formación de seres con estos comportamientos.

 

Luz María Gómez Ospina

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