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martes, 25 de abril de 2023

Volver a empezar


 Jesús Rico Velasco

  Su padre murió cuando  caminaba sobre sus 17 años. El abandono de sus estudios con formación militar en Bogotá y su regreso a Cali se aceleró con la noticia. Ser el primogénito lo obligaba a tomar las riendas  de la casa de una familia conformada por  seis  hermanos varones y una mujer.  Una mamá con una personalidad distintiva aguerrida y un poco alborotada. A temprana edad se convertía en el heredero y administrador de una gran fortuna. Un patrimonio construido por un prestigioso padre ganadero y agricultor propietario de cuatro haciendas: San Joaquín y San Marcos  en  Puerto Tejada. El Hormiguero en las afueras de Cali, y la Esmeralda, en el municipio de la Cumbre. Además de varias  propiedades en el barrio San Antonio.

  Pertenecía a una barra de amigos, el “club  lápiz”. Lo llamaban Carreto por su baja estatura, siempre el mas chiquito entre todos sus amigos.  Se reunían con frecuencia en la esquina de la calle quinta con carrera decima  a compartir la vida y hablar de sus conquistas amorosas, y los grandes  negocios en compañía  de unos tragos de aguardiente. La casa paterna era inmensa:  tres alcobas, sala comedor, una amplia cocina. Un solar con árboles típicos de la región  y una  piscina lugar predilecto y cómplice para la juerga de tanto muchacho. Contaba con una vivienda adicional para la servidumbre encargada de los oficios domésticos y la alimentación.

 Sus hermanos con el tiempo fueron encontrando sus propios caminos.  Bernardo   decidió organizar su vida en el exterior y se fue a  vivir a los   Estados Unidos en donde terminó sus estudios secundarios y se graduó como ingeniero en la universidad de Washington. Forjó una brillante carrera como ingeniero de la NASA en el desarrollo de satélites para la comunicación espacial para los países latinoamericanos con dedicación especial en la construcción del “Cóndor” para Colombia. Se casó con un americana y tuvo varios hijos.  Con el tiempo se divorció y  se volvió a casar en edad avanzada  con una colombiana prestigiosa como queriendo regresar a sus raíces. Terminó sus últimos años de jubilación  en la Florida  antes de morir  en el año 2015.  

 Roberto el hermano  menor estudió Ingeniería Civil en la Universidad Santo Tomás que comenzaba a abrir sus puertas  en la ciudad de Bogotá. Como   buen ingeniero abrió sus oficinas en Cali y tuvo mucho éxito .   De manera inteligente manejó con éxito la hacienda de San Carlos , mientras Carreto  con sus pocos estudios se hacía cargo de las otras tres haciendas para garantizar la satisfacción de las necesidades de sus hermanos y su madre.

 La liviandad del peso familiar se notaba.   El progreso  de Bernardo en los Estado Unidos era reconfortante. Con Roberto las relaciones separatistas afloraron con el manejo de las fincas y la participación esperada en la producción de dividendos que nunca llegaron. Asi las cosas, Roberto cogió camino y se aposentó en San Carlos con un poco de presión de sus hermanos que también iban creciendo aumentando la demanda sobre su hermano el administrador por derecho de progenitura .

 La vida siguió su rumbo y Amparo continuó con la crianza de sus siete hijos. Una viuda de 40 años   linda y alegre. Le gustaba la música y cantaba muy bien. En ocasiones ayudaba en las misas solemnes  celebradas en la  Catedral de Cali. Las tonalidades de su voz exquisita  le daban a la ceremonia religiosa la profundidad y belleza  propia de la santidad.   La misa de los domingos  embellecida por su voz y la del  coro que la asistía era un espectáculo de ángeles en la tierra en alabanzas a Dios.  

 Durante las reuniones familiares deleitaba a los asistentes interpretando canciones de Gardel.  Las melodías de los tangos en su voz portentosa y delicada   nos hacían llorar. Temas como Volver, Caminito, Por una cabeza, la Cumparsita, Mi Buenos Aires Querido, los cantaba a la perfección. Otros de música colombiana como Pueblito Viejo de José Morales, y los Guaduales y Espumas de Jorge Villamil . Nos paseaba con su talento vocal por los más hermosos  bambucos, pasodobles, y canciones de esas que tocan el espíritu. Una mujer encantadora de  pocas amigas para evitar el chismorreo.  Después de la muerte de su primer marido cargando todavía su viudez se casó con un joven  médico que conquistó de arrastre, quedó embarazada y a pesar de su edad  tuvo un hijo  a quien llamó como el papá.

 En alguna ocasión  mientras caminaba cerca de la catedral la encontré sobre la calzada en la carrera 5 del otro lado de la calle. Emocionado  al verla y en voz alta le dije: « ¡Hola tía,  no la había vuelto a ver!.» 

« ¡Claro, sobrino!, como siempre dicen que yo me la  paso putiando en la calle.»

 Sentí una vergüenza de esas que dejan la cara roja  acalorada  por la respuesta de mi tía de una acera a la otra que sonaba espectacular. La gente alrededor se reía. El padre Rodas acostumbrado a pararse en la esquina de  la Catedral le tenía pavor cuando la veía venir por la calle y pagaba escondite a mil. Pero esta vez no logró escabullirse,  Amparo que era muy jodida alzó la voz para que los transeúntes también la escucharan:

 «Si, padre,  como siempre dicen que no me han visto,  porque ando por todas partes  putiando.»

  Sin detenerme a pensar mucho sencillamente desaparecí de la escena. Mi tía era temible. En alguna ocasión en que fue al salón de belleza se encontró con un grupo de señoras y alcanzó a escuchar que comentaban algo sobre ella. Con la desfachatez que la caracterizaba y a voz en cuello les dijo: «Pues yo, por lo menos soy loca de la cabeza» Al tiempo que señalaba su propia cabeza con su dedo índice y dibujaba en el aire pequeños círculos. Y continuó diciendo: «Qué tal ustedes que son locas de acá». Mientras señalaba su entrepierna con el mismo dedo índice y hacía los mismos pequeños círculos en el aire. En medio del silencio de asombro de todos dio media vuelta y así como entró se fue. 

 Carreto era un trabajador incansable, testarudo  y propositivo. Cuando se le metía algo en la cabeza lo trabajaba hasta triunfar o  darse cuenta de que estaba equivocado para volver a empezar. Su primer negocio siguiendo los pasos de su padre fue  una ganadería de vacas criollas con ayuda de  un gran toro cebú  que daba  hermosas  crías pringadas.   La finca tenía una producción lechera razonable  que  vendía en la localidad.

 Carreto estaba enamorado se mantenía alejado de este mundo y tenía en su cabeza  la hermosa figura de su novia. Ella viajaba en tren con relativa frecuencia porque tenía familiares en Buenaventura. Al pasar por la finca el tren  disminuía su trac a trac  bordeaba una colina que    arrancaba desde el potrero  de la Esmeralda dando la    vuelta con suavidad  hasta despedirse en la lejanía cuando pasaba por los cafetales en  dirección a La Cumbre y luego la ciudad de Cali.

 Con la idea de incrementar los ingresos se le ocurrió  construir un gallinero enseguida del ordeñadero.  Una enramada de unos 50 metros cuadrados con gallinas sueltas en el día que   salían al potrero a escarbar. Los huevos  los ponían en unos nidales construidos en madera para unas 10 gallinas al tiempo. El   alimento se producía en la huerta que fácilmente cubría unas dos hectáreas  enmalladas. El negocio resultó muy bueno.  Viajaba cada ocho días a la ciudad de Cali para  vender los huevos de unas 200 gallinas. Con los negocios marchando bien decidió contraer matrimonio y vivir en la finca la Esmeralda con su linda y joven mujer.

 La Esmeralda era una finca de 90 hectáreas con    un  cafetal arábigo que  cubría 21 hectáreas con  una producción suficiente para pagar a los trabajadores en las temporadas de cosecha,  las limpiezas y cuidos necesarios temporales. Un bosque de unas 10 plazas con  árboles resguardaban  el agua suficiente para la casa, el procesamiento del café, y dar de beber a los animales.  El resto de la tierra dejaba ver unas lindas ensenadas para pastar el ganado con potreros de un verde brillante y exuberantes que la describían y  dibujaban   y le  daban su nombre: La Esmeralda.

 Al poco tiempo   su  mujer  quedó embarazada   y tuvieron  que irse a vivir a la ciudad de Cali. Así comenzó a manejar, entre ir y venir, las haciendas San Joaquín, el Hormiguero y La esmeralda. Con su primera mujer tuvo cinco hijos: cuatro mujeres y un varón. Trabajó muchos años criando sus hijos y sosteniendo su familia que casi siempre  sumaban más de diez personas. Sus hijos crecieron rápido en medio de las dificultades de la vida y los enredos personales de sus padres.  La vida dio muchas vueltas.  En medio de los amores, las alegrías y los disgustos, su mujer y sus hijos terminaron viviendo en los Estados Unidos.

  Carreto no  descuido   las faldas que tanto le gustaba levantar. En poco tiempo en medio de sus aventuras  encontró con quien pasar los años.  La llamaban la Mona, una mujer fuerte luchadora con quien tuvo dos hijos: Verónica y Tomás. Una relación que duró el tiempo suficiente para verlos  crecer. 

 Después de haber  incursionado en varios   negocios fallidos  más por pálpito que por conocimiento  decidió  vender la finca la Esmeralda y concentró sus esfuerzos en las tierras del Hormiguero a las orillas del río cauca.  Construyó una hermosa casa con una piscina fascinante y un salón de estar propio para las reuniones de amigos que tanto disfrutaba. Aumentó su apodo con el  reconocimiento de estar dotado por la naturaleza con   un enorme  falo de toro cebú pringado. Sus amigos solían decirle “ratón pequeño, cola larga”. Orgulloso de sus atributos de macho le gustaba lucir un vestido de baño corto y apretado con intenciones maliciosas de centrar  las miradas en su entrepierna que abultada dejaba notar un falo descomunal para su corta estatura. 

 Nada mejor que empezar por construir una empresa recolectora  de arena con una excavadora  de buenos kilotex. Un negocio ganador al principio pero que   después de unos años  una crecida en un invierno pavoroso  arrasó con sus máquinas y sus esfuerzos río abajo.  Cambió de tercio para trabajar directamente las 100 hectáreas de su finca sembrando  caña de azúcar para vender  en un mercado  competido por los productores de azúcar de la región.  El negocio fue muy bueno al principio. Construyó un molino para procesar la caña y producir panela.  Luego combinó la producción de panela con la idea  de usar  los sobrantes para  alimentar grandes camadas de cerdos. Hasta llegar a montar un  completo sistema  de producción de caña, procesamiento de panela y  tener más de tres mil marranos en la misma finca.

 La vida fue cambiando y también las figuras que trazan los mercados de los productos con la leyes de la oferta y la demanda. Los precios de la panela subía algunas veces  incrementando de manera ilusoria las ganancias de los productores, pero un tiempo después cambiaban  de nuevo y la  ilusión se  disolvía. Un manejo difícil de comprender para alguien sin preparación ni buen olfato en los negocios.

 Nueva vuelta de la vida  y ahora el turno era para una Ferretería.  Inspirado en un tío  con una prestigiosa ferretería  llamada el “Martillo”  copio la idea y monto su negocio en la calle quinta pasando la Plaza de Toros. Con su amigo el flaco Collazos  como ayudante de ventas, pasaron  felices  varios  años subiendo y bajando los precios a su antojo. Con la ferretería entró en el negocio de producción de ladrillos aprovechando las tierras del Hormiguero. La vida hizo que coincidiera  con la construcción de una casa en un lote de mi propiedad en un condominio del norte de Cali.  Nuestra relación de primos se estrechó un poco por las frecuentes visitas que realizaba para las compras del material que necesitaba.

  El manejo de los trabajadores, la contabilidad, los pagos, los créditos y los bancos se hizo más complejo. Sufría mucho estas circunstancias pero gozaba también de los desafíos de la vida. Un día de pago uno de los trabajadores  no estuvo de acuerdo con la remuneración   recibida  por sus días laborados.  Entre madrazos y putiadas  le hizo el reclamo a Carreto tirándole en la cara los billetes. Los puños y  patadas volaron en el aire  en medio de un enfrentamiento peligroso. El trabajador aprovechando su superioridad física se abalanzó sobre él, lo tomó por el cuello hasta el punto en que no tuvo más remedio  que sacar el revolver del bolsillo y disparar.  La bala entró por la boca para terminar   incrustada en la mitad del cráneo.   Asustado con su cuerpo y el piso cubierto de sangre, solicitó ayuda de una ambulancia para llevar al trabajador al hospital.  Se supo que de puro milagro  la bala  no  había causado daños irreparables  y el paciente se  recuperaría.  Carreto por primera vez  estuvo durante dos semanas en la cárcel de Villanueva tiempo suficiente de aprendizaje con malhechores en  la “universidad de la vida”. Esto lo hizo famoso entre sus conocidos con el cuento  de que mantenía desinfectadas las balas de su revólver.

 A estas alturas del cuento, había vendido la finca de La Esmeralda y San Joaquín y su hermano menor se había quedado con San Carlos. Sólo le quedaba el Hormiguero con un decadente negocio de caña de azúcar. Pero la vida da muchas  vueltas.  Un traqueto de la zona se enteró de sus dificultades económicas y un día le ofreció una gran suma de dinero en efectivo por ella.  Con una  edad  avanzada por encima de los 65 años desilusionado y presionado por el precio pagado por sus desatinos empresariales la vendió.

  Un  buen día en una de sus visitas al banco,  una de sus costumbres favoritas para el manejo  de sus cuentas con sobregiros,  sus enredos de cheques posfechados, devueltos,  y chimbos, conoció a Cecilia.  Una linda secretaria  de unos 25 años de piel bien blanca, risueña,  alegre y buena conversadora.  Le echó el ojo y con su lengua recorrida en el amor la conquistó. Empezó a invitarla  los fines de semana  a la rumba  y como él mismo contaba  cayó en sus garras y miau.

 Siguió soñando con sus negocios ahora incursionando  en la compra de cartón a recicladores para luego venderlo a empresas productoras de papel en un  negocio difícil que  con Cecilia realizaron durante varios meses. El trato con un nivel tan primario de producción y el tipo de personas que lo realizaban desgastaba el espíritu y energía de ambos. Luego, decidió entrar en la producción de plásticos con algunas ideas que alguien le metió en la cabeza para ganar dinero. Cecilia ya vivía con él en el apartamento junto con Verónica y Tomás hijos de la unión con la Mona.    Estos últimos  años de su vida con Cecilia fueron los mejores. Ella era cálida   maternal de buen trato amplia y cariñosas  con él y sus hijos.  El gran amor que le daba,  y sus cuidados  lo hacían sentir feliz.

 Fue una época muy linda en que compartimos como primos en reuniones   los fines de semana   en la finca campestre que tenía a las afueras  de Cali.  Nos acercaban los recuerdos de juventud, un  gran cariño y  sentimiento de hermandad  que nos había unido por tantos años. Compartíamos las horas entre conversaciones , sus dichos coloquiales únicos que tanto nos hacían reír. Era una caja de música. Cuando recordaba alguna mujer mala en su vida solía decir que era más peligrosa que un alacrán con alas. Llevaba su guitarra vieja y destemplada para amenizar las tardes con sus pequeñas manos la charrasqueaba cantando boleros y música colombiana acompañados de unos buenos tragos de whisky. “Begin The Beguine” siempre fue su canción favorita para empezar a saborear el pasado y vivir sus recuerdos.

 Su hija Verónica una mujer menudita, linda, de piel  trigueña, ojos negros,  y altas capacidades para aprender y desenvolverse socialmente.  Después de terminar sus años escolares de secundaria y aprender  a hablar  inglés de manera fluida   tomó la decisión de irse  a vivir a Londres.  La vida le fue señalando el camino. Su inteligencia prodigiosa y calidez humana hicieron que en media década  terminara una licenciatura  en ciencias económicas con especialización en “bancos” en la universidad de Cambridge. Trabajó en un banco y allí  conoció a un joven ciudadano inglés con quien  contrajo matrimonio y tuvo un hijo. Fue lo último que supe de ella. 

 Tomás creció con muchas dificultades y se fue a vivir con   su mama con la ayuda cada vez más escasa de su progenitor. Estudió y terminó su bachillerato con dificultades emocionales que reflejaban un pasado triste y marcaban un futuro incierto . Los  momentos económicos duros  de su papá se evidenciaron  en la incapacidad de pago   de sus estudios  universitarios. Sin embrago la solidaridad en  los días difíciles   motivó a  varios amigos y familiares a mandarse la mano al drill para contribuir en su educación.

 Ya se encontraba en los setenta años y contaba con el mismo vigor  de siempre  y testarudez por los negocios. De sus haciendas,  sus mujeres, sus hijos en USA, y su hija en Inglaterra, le quedaban sólo sus recuerdos. A Carreto le quedaba un último suspiro económico.  Un lote que tenía  en la Florida como resultado de la venta de sus haciendas y enredos con mala gente que a larga siempre lo tumbaron.  

 En medio de sus locuras atraído por la idea de recorrer el mar, cambió un apartamento en el edifico de las Ceibas por un Yate inmenso. Contrató una   tracto mula para transportarlo hasta el puerto de Buenaventura y lo llamó “Blue Moon” que   disfrutó en su imaginación,   lo llevó al puerto y lo dejó en el club náutico. Nunca pudo navegar por los costos en su mantenimiento, la preparación de los motores y la asistencia de marineros para salir al mar.   Se quedó para siempre atracado  en el club de Buenaventura.

 Al final,  la  vida  se fue poniendo dura y lo llamé a la cordura  para que  hiciera un buen manejo de sus últimos 200 millones de pesos con la venta del lote que tenía en USA. Viajó a la  Florida y  vendió el lote por 80 mil dólares y regresó feliz. Lo primero que se le ocurrió fue viajar con  Cecilia a Panamá quien sabe quién  le había presentado un gran negocio con el procesamiento  de plásticos. Visitaron las Islas San Blas para  entrevistarse con otro inversionista del negocio.  Pasaron una corta estadía en las playas disfrutando del dinero de su fantasía financiera. Al regresar a Cali compraron una máquina  para fabricar algunos modelos de productos de exportación acordados con su socio. Llenos de esperanza y dedicados al negocio con un entusiasmo impresionante fabricaron cientos de alcancías de plástico para Halloween, artículos para la celebración de San Valentín y  triciclos de plásticos hermosos.  Productos que serían muy apetecidos en el mercado  internacional y auguraban  muy buenas ganancias económicas.  

 Este par de enamorados llevados por  su imaginación llenaron un par de contenedores y  los enviaron a su compañero de negocios  en Panamá. Más de la mitad de las ganancias de la venta  del lote de la Florida voló por los aires en los contenedores llenos de juguetes de plástico. La felicidad  al final se esfumó  la mercancía desapareció al igual que el socio. No recibieron ni un  solo peso en medio de las dificultades económicas  y las angustias que ya empezaba a hacer estragos en la salud de Carreto.

 Sin más remedio que aceptar lo ocurrido comenzó a vender  lo que le quedaba. Las armas:  una escopeta de dos cañones automática, un rifle de tiro largo, una mini pistola de siete tiros, y un revólver treinta ocho largo. Al final vendió la camioneta que prácticamente ya debía pues no  pagaba los impuestos.  Y lo  más  insólito convenció a Cecilia  de vender el apartamento que ella había adquirido en los tiempos de sus años juveniles.  Lo vendió para poder hacer frente  a la vida que le  pasaba las cuentas de cobro acumuladas por sus bajones y sus subidas,  sus amores y desamores,  sus victorias  y sus tragedias, pero sin perder la sonrisa siempre alegre hasta el último día que lo vi.  Pasamos juntos una tarde,  tomando  trago, a pesar del dolor de su cabeza cuando el cáncer pausado se lo estaba comiendo.

  Falleció el 13 mayo de 2017 de un cáncer  en el cerebro detectado tardíamente que le   determinó una muerte segura en un período corto de dos meses. Sus amigos y familiares más próximos  hasta antes de su muerte  compartieron sus gastos y los arreglos de su funeral. La fortuna que heredó había desaparecido entre sus manos, tener dinero entre los dedos le hacía cosquillas para gastarlo. Vivió su vida  con felicidad, radiante y  sacando adelante todos sus proyectos   durante  72 años. (Q.E.P.D. amigo del alma).

 

 

 

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