Clemencia Inés Gómez
En la criatura de Frankenstein, novela escrita por la británica Mary Shelley en 1818, se refleja el pensamiento de la filósofa, ensayista y poeta española María Zambrano, en lo que ella llamó “razón poética”. Podemos leerlo no como un monstruo, ni como un experimento científico fallido, sino como un hijo de la ambición humana, herido en su origen, símbolo del desamparo humano.
La filósofa nos enseñó que el ser humano es frágil, nace abierto a los otros, a lo divino, expuesto, atravesado por fisuras. La criatura, no fue fruto del amor sino del abandono a partir del nacimiento. La herida que lleva no es sólo física, sino ontológica, es hecha de trozos, carece de vínculos afectivos, no tiene raíz.   
La herida en Zambrano es el lugar donde se asoma lo eterno. No es solo dolor, es también claridad naciente.
María Zambrano precisó que el silencio fecundo y la soledad, son umbrales donde surge la revelación. La criatura solitaria condenada al desamparo de la vida, a la intemperie, el dolor se vuelve revelación.  La filósofa en sus escritos, exalta la constante preocupación por el afecto en la constitución del ser humano. Donde no queda nada, late aún el fuego interior que no desaparece, es “verdad naciente”.     
Frankenstein se ve a sí mismo no como un relato de terror, sino como “un poema filosófico del desamparo “. Lo monstruoso es espejo de fragmentos rotos, criaturas heridas, que buscan luz en la grieta, sin afecto la vida se vuelve desarraigo. Representación de los desamparados, de quienes existen sin el afecto de otros, la caricia, el abrazo, que los sostenga. Por eso, no se trata de un ser amenazante sino revelador. En sus fisuras refleja nuestras propias heridas, en su soledad habita la necesidad de ser amados, en la voz se abre nuestra voz frágil y a la vez luminosa. 
CONCLUSIONES: 
La criatura de Frankenstein sigue viva en nosotros, no sólo como ser, sino como símbolo que representa niños rechazados, seres abandonados, animales desprotegidos, vidas que no han sentido el calor del abrazo, la caricia, la palabra de aliento, María Zambrano llama “herida fundante”, convertida en lugar de revelación. El verdadero monstruo es la indiferencia humana ante la herida. En la grieta arde lo que aún nos hace humanos.   
POEMA: Criatura herida  
Cuerpo de grietas/ umbral abierto a lo eterno
Dolor en su voz/ eco de un origen sin nombre   
Soledad / altar secreto 
El ardor de lo humano.

 
 
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