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martes, 12 de enero de 2010

SIGUE PASANDO
Percibo  el rumor de la ciudad adormeciéndose, la casa está en silencio y escucho la voz  que con maña y con las pausas necesarias me dicta las palabras que materializan  mis memorias.
Es maravilloso evocar vivencias; esas que han dejado señales en la memoria y cicatrices en el alma; evocaciones removidas por sensaciones  que reviven instantes pintados de todos los colores; son memorias cubiertas por el  blanco cuando brotan de las fragancias del alma; despiden destellos amarillos de cuando fuimos brillantes y nos llenamos de la  luz  del descubrimiento y  del asombro; vibran candentes cuando acuden envueltos en color carmesí los recuerdos rebosantes de deseo y de pasión; muy sutil aparece el color rosa vistiendo el romance, el amor; hermosas son las marcas de los momentos estables y profundos,  teñidas por  los colores  del cielo y del mar y  en la paleta no podía faltar  el color negro por los tiempos oscuros, cuando con el corazón en un puño, atravesábamos borrascas, vivíamos el riesgo, la contradicción,  cuando creíamos que se nos arrancaba el alma y sentíamos morir sin estar en gracia.

De pronto hubo un estallido e inmediatamente se cortó el fluido eléctrico, mi voz se fue y el corazón saltó  por lo imprevisto; me disponía a retirarme pero  volvió, solo fue un parpadeo. Nuevamente espero para ver que sigue pasando. El estrépito y su única victima que supongo es un transformador de energía, me recordó un amanecer del año 93; por esa época habitábamos en un edificio pegado a la montaña,  donde se escuchaba el cantar de los pájaros, la música del viento entre las ramas y el murmullo de los árboles mecidos por la brisa, la misma, que hacia tiritar los cristales de las ventanas. Era un mundo aparte; allí vivíamos relativamente tranquilos disfrutando de nuestros logros profesionales y ayudando a crecer a nuestra hija; gozábamos de un amor maduro, mezcla deliciosa de profundos sentimientos, salpicado con  pasión, lleno con  ternura, generosidad y nobleza.

Con horror recuerdo una marca de esos años, teñida del color del luto,  señal de duelo por el dolor de puñaladas  en el corazón del pueblo; en esos años  el monstruo que quiso reinar a sangre y fuego  arrasaba, asesinaba, se apoderaba de todo. Para agravar la situación y forzados por un fenómeno natural nos llegó el turno de vivir en tinieblas, estábamos en el año del “apagón” y el racionamiento se apareció para oscurecer mas el  panorama del terrorismo.
En aquella época nos levantábamos de madrugada y adelantábamos  la salida para  acompañar a la niña hasta la universidad para la clase de seis; estábamos  con el apuro de la salida y nos alumbrábamos con la luz de unas  velas: el padre en el baño, la niña en su cuarto vistiéndose y yo en la cocina empacaba las loncheras, para regresar al finalizar nuestras jornadas.
Estábamos en esas cuando fuimos sacudidos por un bombazo; temblaron los muros, sonaron los vidrios, sentimos la onda pasar por nuestros cuerpos y ni modo de mirar para ver que pasaba, afuera estaba totalmente oscuro; corrimos para abrazarnos, estábamos asustados, afortunadamente juntos y no precisamente en ese lugar por el que podíamos estar pasando, si el hecho hubiera sucedido unos minutos mas tarde; nos dimos ánimos para continuar, oramos dando gracias a Dios.

De ese año espeluznante  también llegan otros recuerdos; era la época de acompañar una hija adolescente para llevar una vida acorde con su edad, en medio de muchas restricciones.
Una tarde,  me pasaron  una llamada telefónica no anunciada, la que para mí tenía nombre propio: familia. Al otro lado de la línea estaba mi hija; se escuchaba agitada, hablando mas rápido de lo normal. Escuché con atención:
-mami -me dijo con el tono mas dulce y cautivador que tenía muy ensayado y con el que sabía lograba muchas cosas;
 -Me voy a quedar un ratito en un concierto  aquí en la universidad, yo voy temprano, antes de que se vaya la luz; eso quería decir antes de las 8 de la noche.
-Cuídate, -alcancé a decir; ella atropelladamente siguio:
 -mami, necesito un gran favor;- sus palabras materializaban las instrucciones de cómo debía proceder para proteger a una compañera de clase;
-pon atención, me dijo
 -Girlesa para no tener problemas con la mamá, le va a decir  que está con nosotros y que se queda   a dormir en mi casa-; recordé inmediatamente  a esta chica porque había estado en nuestra casa una o dos veces estudiando, tenía un aspecto y unos modales que dejaban mucho que desear, los mismos que había hecho notar a mi hija como no convenientes para mantener una amistad; sin respirar, ni dejarme agregar o preguntar algo continuó,
-si la mamá llega a llamar, le dices que está con nosotros y  si llamara  mas tarde tu contestas y por favor le vas a decir  que estamos dormidas porque   vamos a madrugar para estudiar; que ella la llama por la mañanita; gracias mami, te amo…….. Por favor no me digas que no,  por favor…

PALABRAS MAYORES – MEDELLÍN. Ma.Eugenia Villa

Agosto 2009

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