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lunes, 27 de agosto de 2012

Desafìos para la educación en la modernidad


J. Iván  Pérez  R.
  

“¿Dónde está la vida que hemos perdido en  vivir? ¿Dónde la sabiduría que  hemos perdido en conocimientos?    ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?                                                                                                                Veinte siglos de historia humana nos alejan de Dios y nos aproximan al polvo” 
T.S. Eliot

                                         Contextualización

Muchas veces, de muchas maneras y con diferentes enfoques, se ha reflexionado acerca de la Educación alrededor del planeta y en épocas diferentes. Extensos y variopintos son dichos enfoques y las reflexiones, acertadas o no, que al respecto se realizan cotidianamente. Innumerables, también, las definiciones que se han intentado y que son del dominio universal, tanto sobre ‘Educación’ para referirse a un enfoque general, como a ‘La Educación’  para referirse a algo más particular.  Ahora es William Ospina, excelente ser humano, magnífico escritor, laureado novelista, ensayista y poeta de talla internacional, a quien desvelan desde siempre las temáticas que, en diversos sentidos atormentan a la humanidad, en especial los relacionados con el candente tema de  la Educación,  que nos convoca a reflexionar –y en mi caso- a intentar develar algunas tesis encriptadas en los ensayos que el autor nos propone en  su más reciente obra.

Testimonio fehaciente de sus  desvelos sobre el tema, son los ensayos compilados y publicados anteriormente como “La Escuela de la Noche”; o los voluminosos artículos y ponencias alrededor del mismo tema que trascienden los limites nacionales y siembran de inquietudes los ámbitos de la reflexión a nivel internacional; o- para ratificar su pasión por el tema – su última obra “La Lámpara Maravillosa” (Editorial Mondadori, 2012), compilación de cinco ensayos en los que plantea enjundiosas reflexiones y desazonantes desafíos a diversos sistemas de educación, vigentes  en  todas la civilizaciones del  planeta. 
Podría aseverarse que el más estricto encuadre de los ensayos considerados aquí, está centrado, como sus mismas palabras lo enuncian, en una realidad considerada por el autor como ‘desechable’, tesis que subraya con una verdad de apuño: “vivimos -afirma él- una época que a toda prisa cambia costumbres por modas, conocimiento por información y saberes por rumores, a tal punto que las cosas ya no existen para ser sabidas sino para ser consumidas”.
Con su estilo magistral por lo excelente y magisterial por lo pedagógico, Ospina plantea en los  Ensayos sobre la Educación, y Un elogio de la Lectura “el arte de bucear en un ‘océano de memoria acumulada’…y cómo, “al alcance de los dedos y de los ojos hay en los últimos tiempos un deposito universal de conocimiento, y para cualquier dato accesible; sin embargo tal vez nunca es tan voluble nuestra información. Ello demuestra que no basta la información: se requiere un sistema de valores y un orden de criterios para que ese ilustre deposito de memoria universal sea algo más que una sentina de desperdicios”.
Pero se plantea, también, interrogantes acerca de los sistemas educativos que vale la pena analizar a la luz de una responsabilidad que nos cabe como usuarios o actores  de ellos. “Cada cierto tiempo – afirma  Ospina -la humanidad tiende a poner en tela de juicio su sistema educativo. Se dice que si las cosas salen mal es porque la educación no esta funcionando. Pero más angustioso resultaría admitir la posibilidad de que si las cosas salen mal es porque la educación está funcionando”…  “A veces, mirando la trama del presente, la pobreza en que persiste media humanidad, la violencia que amenaza a la otra media, la corrupción, la degradación del medio ambiente, tenemos la tendencia a pensar que la educción ha fracasado”.
Valga anexar, como contexto también para el ensayo que nos ocupa, los títulos de los ensayos que componen la obra  y que llevan como carta de presentación y título general de la publicación asignado por la editorial,  el nombre del ultimo de ellos “La Lámpara Maravillosa”. Los otros son:
·         Preguntas para una nueva Educación
·         Carta al Maestro desconocido
·         Lo que puede el lenguaje
·         El cuerpo y la creación artística

Primer Ensayo: ‘Preguntas para una nueva Educación’
El texto con el que se abre el libro: ‘Preguntas para una nueva Educación’, será la materia prima de nuestras reflexiones críticas en el presente ensayo. Lo que significa que será una aproximación a la obra que, aquí y ahora, se circunscribirá sólo al primer texto consignado en el libro y que versa sobre los interrogantes que el autor plantea a propósito del tema.
El ensayo es aprovechado exhaustivamente por el autor para discurrir con suficiencia y erudición crítica por las ‘Paradojas de la Modernidad’’, como son: la problemática nacida de la “inmensurable influencia de los medios que crean  y destruyen modelos de conducta; y los valores que nos son impuestos en un época que a toda prisa cambia costumbres por modas, conocimiento por información y saberes por rumores”.
Y, al ocuparse de la Educación, reflexiona el autor sobre la tendencia generalizada de descargar el peso de la educación en el llamado sistema escolar, sin tener en cuenta la importancia que tienen en él la familia, los medios de comunicación y  los dirigentes sociales. Deberíamos utilizar los sondeos  de opinión, piensa, como se hace en otros dominios, para averiguar de qué manera y en qué medida influyen, para bien o para mal, la constancia de los medios y  la conducta de los líderes en el comportamiento de los ciudadanos. A propósito de tal influencia, reflexiona citando a Gibbon en La Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano que cuenta como: “cuando en Roma existía el poder absoluto, en tiempo de los emperadores, dado que en cada ser humano prima siempre un carácter, con cada emperador subía al trono una pasión, que por lo general era un vicio: con Tiberio subió la perfidia; con Calígula la crueldad; con Claudio la pusilanimidad; con Nerón el narcisismo criminal; con Galba la avaricia; con Otón la vanidad; y así se sucedían en el trono los vicios, hasta que llegó Vitelio y con él se extendió sobre Roma la enfermedad de la gula. Pero un día llegó al trono Nerva, y con él se impuso la moderación. Lo sucedió Trajano y con él ascendió la justicia. Lo sucedió Adriano y con él reinó la tolerancia; llegó Antonino Pío y con él la bondad; y finalmente con Marco Aurelio gobernó la sabiduría, de modo que así como se habían sucedido los vicios, durante un siglo se sucedieron las virtudes en el trono de Roma. Tal era en aquellos tiempos, al parecer, el poder del ejemplo y el peso pedagógico de la política sobre la sociedad”.
Ospina se aprovecha de la anterior bella cita, para señalar cómo en nuestro tiempo “el poder del ejemplo lo tienen los medios de comunicación. Son ellos los que crean y destruyen modelos de conducta; pero lo que rige su interés no es la admiración por la virtud ni el respeto por el conocimiento. Es el deslumbramiento ante la astucia, la fascinación ante la extravagancia, el sometimiento ante los modelos de la fama o la opulencia”. He aquí todo un crítico cuestionamiento a la labor del maestro y un motivo para replantear la actitud que debe acompaña las habilidades para enseñar.
Quiero sintetizar algunas de las tesis del autor sobre el tema, con apoyo en los textos explicativos que nos proporciona.
·         Acerca del Sistema Educativo. Sostiene tesis que ha  expuesto en  trabajos anteriores, incluyendo las de la Escuela y sus objetivos; la del sentido del saber y del aprender; la de la razón de ser de la asistencia o no a la misma; y la del carácter competitivo de algunos métodos educativos. Incluye, además, algunas reflexiones en cuanto a la formación integral  del ser humano, la lógica de educar hoy, las pedagogías excluyentes, las claves de aprendizajes o desaprendizajes oportunos y necesarios, y una temática que cuestiona enfáticamente, la educación como está concebida hoy; toca, además, temas como la felicidad o al menos la satisfacción que se debe reflejar en el ejercicio de la profesión elegida y la creencia de que el conocimiento no es algo que se crea sino que se recibe.

A propósito de lo decisivos  años que pasamos en la escuela, señala el autor, que al llegar a ella  han ocurrido cosas de suma trascendencia en la vida y la formación de cada uno, y al egresar tendremos toda la vida para seguir formándonos. Sospecha que no deberíamos ir a la escuela “tanto a recibir conocimientos, cuanto a aprender a compartir la vida con otros, a conseguir buenos amigos y buenos hábitos sociales…¡Qué irónica utopía! ¿No sería preferible que se les enseñara a entenderse con los demás? Pero él mismo reflexiona, a renglón seguido, cómo para aliarse con una especia inquietud: “Tantas veces en la vida necesitamos de los otros, que pienso que también debería concederse algún valor a la capacidad de aliarse con los demás”.

Ospina se duele en su reflexión, que la  educación transmitida por  nuestro  sistema educativo “es demasiado competitiva, hecha para reforzar la idea de individuo que forjó y ha fortalecido la modernidad…Todo nuestro modelo de civilización - afirma - reposa sobre la idea de que ‘el hombre es la medida de todas las cosas’ de que somos la especie superior de la naturaleza y que nuestro triunfo consistió precisamente en la exaltación del individuo como objetivo último de la civilización”… Y se duele, además, porque con mas frecuencia de lo esperado, “la educación no está hecha para que colaboremos con los otros, sino para que siempre compitamos con ellos, y nadie ignora que hay en el modelo educativo una suerte de lógica del derby, a la que sólo le interesa quien llegó primero, quien lo hizo mejor, y casi nos obliga a sentir orgullo de haber dejada atrás a los demás”.
Es entonces cuando surge la pregunta: ¿Será el único objetivo de la Educación forjar ‘individuos competentes superiores? ¿No debería algún enfoque de la misma ocuparse del énfasis de la convivencia y la solidaridad antes que de la rivalidad y la competencia? Con el actual paradigma de  formar gente para que sea competente, o sea, para la excelencia, se introduce un criterio de rivalidad, como el más importante en el proceso de formación, piensa el autor. Y sintetiza su pensamiento aludiendo a la metáfora genética que explica la lógica darwiniana  y que - en su sentir - se ha apoderado del mundo. “Se supone que así como ese diminuto espermatozoide que fuimos se abrió camino entre un millón para ser el único que lograra fecundar aquel óvulo, debemos avanzar por la vida siendo siempre el privilegiado ganador de todas las carreras. Y hasta la palabra carrera, para aludir a las disciplinas escolares, perece postular esa competencia incesante”. Y, a renglón seguido, reflexiona sobre ‘los grandes paradigmas’ que, en su sentir, “al cabo de cincuenta años no serán como para nosotros el consumo, la opulencia, la novedad, la moda, el derroche, sino la creación, el afecto, la conservación, las tradiciones, la austeridad, Y a lo mejor ello no corresponderá ni siquiera a un modelo filosófico o ético sino a unas limitaciones materiales. A lo mejor lo que los volverá austeros no será la moral sino la estrechez. A lo mejor lo que los volverá prudentes en su relación con la tecnología no será la previsión sino la evidencia de que también hay en ella un poder destructor. A lo mejor lo que hará que aprendan a mirar con reverencia los tesoros naturales no será la reflexión sino el miedo, la inminencia del desastre, o  lo que es aún más grave, el recuerdo del desastre”.
Resumo, a continuación, algunas de sus tesis concomitantes con la nueva educación:
·         Para Ospina nada es más omnipresente quela información’. Ella nos es proporcionada noche y día en altas y sofisticadas dosis, tanto como de conocimientos. “Ver televisión es asistir a una especie de aula luminosa donde se nos transmite toda suerte de hechos y datos; se nos enseña, se nos divierte y se nos adiestra”. Nada es más omnipresente, según él que la Información, pero ella misma y los medios…‘tejen cada día sobre el mundo algo que tendríamos que llamar “la telaraña de lo infausto”… todo, cualquier cosa se ha convertido en un dato que se tiene y se abandona, que se consume y se deja”.
·         Otra de sus tesis acerca del periodismo, señala que está hecho para que casi  siempre nos informe sobre lo malo que ocurre. Porque el cubrimiento periodístico, cree Ospina, “suele tender sobre el planeta la red fosforescente de las desdichas y lo que menos se cuenta es lo que sale bien…Nada tendrá tanta publicidad como el crimen, tanta difusión como lo accidental, nada será más imperceptible que lo normal… y es posible que ninguna época de la historia haya vivido como ésta por la acumulación de evidencias atroces sobre la condición humana”. El periodismo no nos ha vuelto informados sino noveleros: “la propia dinámica de su labor  ha hecho que las cosas sólo nos interesen por su novedad: si no ocurrieron ayer sino anteayer ya no tienen  la misma importancia”.
Y uno de los responsables de la infausta  telaraña  es el periodismo espectáculo que  nos  transforma, de seres informados  en noveleros, y  ‘que suele extender sobre el planeta la red fosforescente de las desdichas, y lo que menos se cuenta es lo que sale bien… Es posible que ninguna época de la historia haya vivido tan asfixiada como ésta por la acumulación de evidencias atroces sobre la condición humana’.

·         A la anterior  tesis anexa otra acerca de la industria editorial, cuyo propósito principal no es, según él, pedagógico sino comercial, de tal forma que los bienes comercializados sean bienes culturales, “su lógica es la lógica del consumo, les interesan por igual los malos libros que los buenos, y no siempre hay un criterio educativo en su trabajo”.  Su inevitable conclusión es que las cosas demasiado gobernadas por el lucro no pueden educarnos porque están dispuestas a ofrecernos incluso cosas que atentan contra nuestra inteligencia, si de ellas depende la efectividad del negocio.

A modo de Colofón
Para Ospina como para Oscar Wilde, nuestro tiempo es paradójico y apasionante y de él puede decirse lo que se decía de ciertos doctores: “Lo saben todo pero es lo único que saben”. Y, según Ospina, “ésto nos lleva a  la pregunta de lo que es verdaderamente saber”.
, es premisa con la que inicio ordinariamente mis cursos de “una metodología para la investigación científica” y nos pone en camino de cerrar este ensayo con el que he intentado develar el sentido de las tesis de William Ospina acerca de los desafíos inmediatos de la Educación. Queda, además una invitación a que cumplamos el  deber que nos cabe en los procesos de mejoramiento continuo de nuestro sistema educativo.
No resisto la tentación de dejar flotando en nuestros entorno los últimos interrogantes que cierran el ensayo del autor sobre el tema: “Cómo superar una época en que la educación corre el riesgo de ser un negocio, se pregunta, donde la excelencia de la educación está concebida para perpetuar la desigualdad, donde la formación tiene un fin puramente laboral y además no lo cumple, donde los que estudian no necesariamente terminan siendo los más capaces de sobrevivir?¿Cómo convertir la educación en un camino hacia la plenitud de los individuos y de las comunidades?”
Y para responder los interrogantes que pudieran surgir, apresura él mismo  afirmaciones que compartimos en toda su extensión: …“Para responder a todo lo anterior hay que hablar del modelo de desarrollo, que suele ser el que define el modelo educativo”; y señala la manera como los modelos educativos de nuestro hemisferio occidental se basan en la productividad, la rentabilidad y la transformación del mundo,  que ni siquiera alcanzan para darnos empleo, en tanto representan un tipo de rentabilidad absolutamente inadecuada para eliminar la miseria, y agrega “una transformación del mundo que nos hace vivir en la sordidez, más lejos de la naturaleza que en los infiernos de la Edad Media”.
Nos quedaría un recordatorio final, cuyo contexto ya lo había insinuado Manfred Max Neef en alguno de los postulados de su ‘Economía Descalza’: Nosotros podemos dictar las pautas de nuestro presente, pero son las generaciones que vienen las que se encargarán del futuro, y tienen todo el derecho de dudar de la excelencia del modelo que hemos creado o perpetuado, y pueden tomar otro tipo de decisiones con respecto al mundo que quieren legarle a sus hijos”.










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