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martes, 16 de junio de 2015

Matar un ruiseñor

José David Tenorio

Es una versión siglo XX de la Cabaña del Tío Tom y sigue el modelo literario de Mark Twain. Cuando la novela se escribió, pese a los avances que se habían logrado, aún era muy fuerte la discriminación racial en perjuicio de los negros. Apenas empezaban los movimientos antisegregacionistas de gran resonancia en los años 60, por lo que sin tener el impacto que causó La Cabaña del Tío Tom, casi podría decirse de Harper Lee lo que dijo Lincoln cuando conoció a Harriet Beecher Stowe "De manera que es usted la pequeña mujer, que escribió el libro que provocó esta gran guerra".

La trama es una serie de diálogos y pequeñas aventuras de dos pequeños hermanos, con infinidad de detalles y descripciones de lo que va sucediendo en un remoto y aislado pueblito del sur de los E.E.U.U. Pero resulta inconcebible  el lenguaje inmensamente erudito y profundo de una niña de solo ocho años, quien, entre otras cosas, utiliza expresiones propias del derecho. Su padre es un auténtico y firme paladín defensor de la correcta aplicación de la ley y, sobre todo, de los inviolables derechos humanos. Un creyente en la verdad por encima de cualquier consideración  inclusive de llegar al extremo de correr el riesgo de afectar a su propio hijo con razones muy profundas pero que podrían no coincidir con las de los llamados a juzgarlo.

En varios pasajes de la novela se plantea que matar un ruiseñor  es un crimen comparable con la pena que injustamente  se causa a los pobres y desposeídos, con la discriminación, los prejuicios y el abandono.  “Los ruiseñores no  se dedican a otra cosa que a cantar para alegrarnos… Por eso es pecado matar un ruiseñor”. 

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