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miércoles, 5 de julio de 2023

Orlando Fals Borda: el rostro de la sociología en Colombia

 Jesús Rico Velasco

 Costeño barranquillero. elegante con zapatos de cuero fino, vestido de paño corte inglés, corbata a la moda, sonriente y alegre siempre aparecía con un saludo agradable para sus amigos. 

Conocí a Eduardo Fals Borda en noviembre de 1961, durante una entrevista de admisión para  estudiantes de sociología en la Universidad Nacional de Colombia. Formaba parte del grupo examinador  con el padre Camilo Torres, Andrew Pearse, profesor de la UNESCO, y Carlos Escalante, antropólogo.

 


Más allá de los acercamientos  realizados  en la Secretaria de Salud Publica del Valle, como educador sanitario, yo no sabía nada de la sociología.  El componente fundamental de mi trabajo  era organizar las juntas comunales,  protagonistas del actuar político y social en el terreno rural.  El  desconocimiento sobre el desarrollo comunitario y la  incapacidad para preparar informes sobre las comunidades rurales en el Valle del Cauca en el área de la salud pública, eran evidentes.

Rosita Camargo, secretaria del departamento, a quien le caí en gracia, me comentó unos días después    que la versión  sobre la acción comunal fue del agrado del grupo evaluador, especialmente  del padre Camilo y Fals Borda. Sin embargo, no fui aceptado de inmediato. Dos semanas después  dos  candidatos aceptados cambiaron de programa,  y mi nombre apareció en la lista. ¡Por un pelo me salvé!,  había entrado al departamento de sociología.

 Saludaba al Dr. Fals todos los días. Llegaba al edificio de Sociología en su camioneta roja,  la parqueaba al frente. El edifico era muy pequeño,  todos nos encontrábamos en angostos corredores, en la parte de atrás en un patio abierto con césped y algunas oficinas de investigadores.  Pasábamos el tiempo de los “recreos”  frente  al edificio en un amplio lote al lado de la cafetería central tirados en el  pasto. Nos entreteníamos en unas tertulias de gran coraje, grata conversación, construyendo el amor con las primíparas y degustando las empanadas que vendía junto al cerco de la calle  29 que conduce   al aeropuerto.

 Era la tercera promoción de estudiantes pero no representábamos mucho en la Universidad. Nuestro conocimiento sobre la sociología como rama del conocimiento era muy limitado.  En las visitas a Cali  al preguntarme por mis estudios,  improvisaba  en tono teatral  sobre la sociología como una ciencia social  encargada del estudio de las transformaciones   de lo que ocurría en la sociedad. En este punto aparecía siempre el chiste:  ”!Ah! Entonces, la sociología  es una ciencia con la cual o sin la cual, todo queda tal cual”. Para completar el panorama  en los avisos de empleo en los periódicos  aparecía: “Se necesita sociólogo con bicicleta”.

 Me caractericé como un estudiante muy dedicado y trabajador con el rebusque para aguantar los gastos de la vida en Bogotá. Me hice fuerte  durante el primer semestre ante la vergüenza del examen de admisión en donde ingresé  de último. Leía mucho libros en la biblioteca del Departamento, y   los que me caían gratis en las manos.  Fui un poco medio lambón  con el gran jefe, Fals Borda,  en especial por el gusto y facilidad para conversar sobre la abundante bibliografía que leía y  afloraba sobre las ciencias sociales. Todo salió sin planearlo, alejado de cualquier pretensión, la disciplina, motivación interior y el apoyo de una mano bendecida me  llevaron por el camino de la ciencia en  ese momento.  Al terminar el primer semestre fui el mejor estudiante entre más de 30 e en junio de ese año de 1962.

 El Dr. Fals en medio del camino a su oficina, al encontrarse conmigo, se dejó caer con una calurosa felicitación,  con entusiasmo me informó   sobre una beca mensual,  para la  época era de 70 pesos mensuales,  matricula gratis y una posible candidatura a una residencia estudiantil en el edificio Uriel Gutiérrez  dependiendo de la disponibilidad. Su amabilidad sorprendía, y alagaba a las candidatas a sociólogas,   se les salían las babas por él. No era un hombre coqueto, pero si “sonrisal”, cautivaba con una especie de: no se qué no se dónde. Tenía duende.  Siempre andaba  mirando papelitos que sacaba de sus bolsillos con mensajes escritos para acordarse de algunas cosas, daba risa verlo.   Recuerdo   su asistencia  a las reuniones del Consejo Directivo de la Universidad como Decano. Le preguntaba en broma:

 « Dr. Fals,  ¿qué se le perdió  en los bolsillos del saco?»  De manera inocente respondía: « los papelitos con los apuntes de la reunión para que no se me  olviden.»

 En varias ocasiones al encontrarnos   me regalaba un saludo  cordial, detenía   la camioneta a un lado de la calle y conversábamos de cualquier cosa.  En    algunos momentos, su corazón generoso, me regaló  dinero  para comprar el almuerzo o cena en la cafetería central. Las necesidades económicas de los estudiantes en la Universidad nacional de la época  eran muchas,  cualquier ayuda era muy bien  recibida y compartida.  

 Ese primer semestre trabajé con tozudez, aprendí a compartir  con el más necesitado  y encontrar la manera de obtener  beneficios con mucho tacto   para no ofender   el orgullo de nadie. Pararse a un lado de la cola de pago  de la cafetería con mucho respeto, escudriñar caras conocidas  apelar a la cercanía de la amistad y solicitar una moneda que junto con otras completaban un almuerzo o una comida. En otras ocasiones,  pedir con un guiño de ojo al  encargado de la registradora, James Cándelo estudiante de química, vallecaucano y gran amigo,   que discretamente te dejara pasar sin pagar   frente a la caja. 

 De huelga en huelga se iban pasando los semestres dejando espacios para el trabajo del rebusque y para la lectura juiciosa de los tratados sociológicos disponibles. De un solo viaje me leí el libro sobre Saucío “ Campesinos de los Andes”  tesis de Orlando en la Universidad de Minnesota. Obtuvo el grado de Ph. D. en la Universidad de la Florida en 1955.  Empecé a tejer la colcha de retazos en la formación académica. Lo llamaba “Orlando”, le producía risa  y no se fruncía, la verdad este costeño era ancho  como la seda. La mayoría de los estudiantes lo tuteaban, al igual que al padre Camilo. En uno de sus viajes a Europa le pedí a Orlando que me trajera unas catañuelas para  Elsita, mi novia de universidad,   ella   tocaba y bailaba la “ J “. La verdad le dije por joder. Al regreso de su viaje en un encuentro en el corredor se me acercó y me dijo:

 «Tal vez no lo vas a creer… pero te traje las castañuelas para Elsita. Me costaron 20 dólares… las más finas. »

 Nunca pensé que se iba acordar de mi encargo en su viaje por España. Le di las gracias de verdad pa´ Dios. Le  aseguré que un día yo se las pagaría. Nunca sucedió ese día, ni tampoco en los años que nos vimos me las cobró. Algunas de las monografías sociológicas  Rosita, su secretaria,  las apuntaba para cobro posterior a cargo de la decanatura.  Una manera extraordinaria  para transmitir el conocimiento eran sus célebres “separatas” que encerraban en forma precisa el componente de una discusión o temática para presentar en conferencias.  Durante una de las largas huelgas universitarias, me invitó  a los llanos orientales en la región del rio Meta, con dormida en hamacas, comida campesina, pesca en el río y lampareada de conejos en la noche. En el transcurrir de las tranquilas sombras llaneras discutíamos sobre el manejo de los componentes de la estructura  social colombiana uno  de sus temas favoritos. Decía,

 « Hay varias maneras  de acercarse al análisis de una   estructura social.»

 Mientras acomodaba su cuerpo en la hamaca, buscaba los pensamientos con sus ojos como si le llegaran con el viento y continuaba, 

 « Una forma es considerar la estructura como un  cuerpo  vivo compuesto de elementos en interdependencia funcional, tal vez un poco mejor en una relación dialéctica. Cada componente se relaciona y responde en la acción de alguna manera. Al interior de los componentes están los elementos que la constituyen en interacción, se afectan mutuamente, se transforman y van cambiando moviéndose en alguna dirección. Cada relación es construida por un ser social como fruto de su propia experiencia en el fondo de la cual están sus elementos aprendidos en la cultura. No hay nada suelto. El ser social  inevitable crea y realiza interacciones que cambian al que la recibe y del cual también experimenta cambios.»

 Sacudiendo su cuerpo, sus manos y tornando ampliamente sus ojos continuaba diciendo,  « es como un campo eléctrico en donde la energía experimenta movimiento, en la sociedad es la “interacción” que puede traducirse en acción participativa para producir un cambio. No importa si es funcional, estructural, socialista o comunista, es un organismo que cambia.»

 Esta  carreta sociológica  a Orlando le daba vueltas en su mente,   gastaba horas enteras sentado en el suelo o la hamaca escribiendo y reescribiendo  hasta terminar la separata.  Una manera sapiencial de acercase a los fenómenos sociales en un orden que dejara ver el movimiento y mostrara los cambios  ocurridos en el pensar reflexivo. Era un escritor perverso,  le daba vuelta a las palabras, les buscaba significados e interpretaciones hasta lograr una proposición correcta a su manera. Era el rostro del sociólogo más importante en el país.

 En su mente de sociólogo formado en USA la sociología era una ciencia positiva, objetiva basada en la evidencia  en donde la observación era pura, intocable, un  dato estricto. Con el tiempo su pensamiento fue cambiando para colocarse al borde del abismo político donde todo es diferente y se acomoda a las necesidades de la gente. Su posición como pensador político, lo motivó a reflexionar en un socialismo a la colombiana en donde hay que moverse y realizar “la praxis política” inmediata. Después del asesinato   de Camilo, muerte que le dolió en lo más íntimo de su sensibilidad humana,  Orlando empezó a moverse hacia la Interacción Acción Participativa como mecanismo de cambio social.

 Hay que devolverse un poquito. El padre Camilo Torres reconocido por su vestido de cura joven, caminando por lo predios de la Universidad “subversiva”, asistía en la parroquia de la Universidad hasta llegar a ser su párroco en algún momento. Se juntó con el Dr. Orlando Fals Borda recién desempacado de USA,    empezando a darse a conocer como sociólogo, y el Dr. Eduardo Umaña Luna encantador abogado, despelucado, gran orador y conversador, siempre rodeado de estudiantes que lo escuchaban, y la adorable María Cristina Salazar, socióloga de la Universidad Católica de Washington,  cuestionada en la Universidad Javeriana de donde la echaron para irse a trabajar a la Nacional y  justo en la facultad de sociología. Conformaron  el grupo de gestores  de la sociología como institución en Colombia. Otra fundadora  maravillosa  Virginia Gutiérrez de Pineda,  hoy aparece en los billetes de 5.000 pesos, antropóloga proveniente del Socorro Santander.  Expresión auténtica de las raíces de un pueblo con orígenes revolucionarios y al mismo tiempo poéticos esposa del gran antropólogo Roberto Pineda Giraldo . Otro fundador, Carlos Escalante,  antropólogo costeño,  no tan fino como el decano de la época, bueno para dirigir los programas de metodología en las áreas rurales de Cota (Municipio)  llevaba estudiantes los fines de semana,  los dejaba en el terreno a la mano de Dios, sin comida, sin saber qué hacer, con quién conversar, a dónde llegar o para dónde irse. Una manera peculiar de enseñar  a meterse  y ser miembro de la comunidad. El profesor Tomas Ducay, un español expatriado, conversador intelectual profundo,  se paseaba por la ciencias sociales en las clases de introducción a la sociología, suelto y amigable. Y  el menos conocido por nosotros pero muy reconocido en las áreas del derecho, la filosofía, y las ciencias sociales  el Dr. Darío Botero Uribe profesor emérito y maestro de la Universidad Nacional. Un cuadro pintado por el destino de los mejores rostros de las ciencias sociales en Colombia en todos sus tiempos.

 Orlando Fals Borda fue el centro de la creación de la facultad  de Sociología, su administrador, y junto con su grupo de trabajo los  creadores para Colombia y ejemplo  para Latinoamérica.  Su orientación inicial en el área de la sociología rural lo animó a trabajar con T. Lynn Smith  estuvo con nosotros mostrando el cambio social en las comunidades de campesinos. Otro profesor fuerte Everett Rogers en su acercamiento de adopción de las innovaciones entre los campesinos,  David Cartano con sus trabajos en los llanos orientales, y otros con una preocupación central de la realización de una   reforma agraria. “El hombre y la tierra en Boyacá” fue uno de los trabajos fundamentales de Orlando para el cambio en Colombia. Décadas de transformaciones esperadas nunca avanzaron más allá de las oficinas  del CAM. El gerente del INCORA era el Dr. Enrique Peñaloza papá del que fue alcalde de Bogotá. Puras puntadas sin dedal. Este libro me lo regaló varias veces  la última en el año 2006 en su oficina del Polo Democrático cuando  trabajaba  con  el candidato presidencial Carlos Gaviria Días, contendor de Uribe.

 Orlando sostenía que la tenencia de la tierra es el elemento esencial para el logro de una reforma agraria en Colombia. La posesión de la tierra desde la época colonial es un  componente  que ha marcado  los movimientos históricos. Los terratenientes basaron  su poder semifeudal en la  tierra  amarrada a la corona, al caciquismo, y siempre entroncada como elemento esencial en la política y el manejo del poder.  En departamentos  como  el Valle del Cauca  hoy en día menos del 5 % de la población  es dueña de más del 80% de la tierra. Siendo peor en otras partes, como el Cauca y Nariño, en donde el minifundio es el  sistema  para sobrevivir dejando en el fondo el rescoldo  para que se prendan movimientos de reivindicación social.

 “Hay que educar a los adultos mayores”, nos decía recién llegados a la Universidad Nacional. Nos embarcó a varios estudiantes en un programa de alfabetización los fines de semana.  Tratamos de impulsar un programa en el que creíamos. Pero resultó un fracaso absoluto. Los   participantes  carecían de entusiasmo y sus pocos    intereses eran para realizar propagandas de partidos políticos: escribir pancartas, leer los editoriales del Tiempo y del Siglo, sin respuestas concretas, ni deseos fervientes de aprender a leer para mejorar las ideas y construir pensamientos  de cambio genuinos. El programa  fue  desvaneciéndose    lentamente en la práctica y en el mismo  pensamiento de Fals Borda.

 En cuatro años había culminado los cursos de la licenciatura en Sociología con gran entusiasmo,  y ganado una beca de posgrado en el exterior. Con el apoyo del Dr. Havens e aceptaron en Wisconsin como alumno regular en el programa de Sociología rural. Un viernes de Enero de 1967  llegaba temprano al aeropuerto de la universidad de Wisconsin. Alguien me  recogió y llevó al sitio de residentes casados  de  la Universidad. Al ingresar me encontré con una muchedumbre colombiana. El primero en saludar fue a   Humberto Rojas, esposo de Rosita,  vivían allí hacia  más de un año. Me  condujeron hacia la cocina y allí estaba… ¡nada menos que Orlando!  hablaba muy de cerca con  María Cristina Salazar, representante para mi de la liviandad , del encanto y la dulzura femenina  en ese instante supe que era su compañera de viaje.  Verla   al lado de mi maestro, mi tutor,  próximos a la caricia cercana,  hacía que mi ser extasiado  contemplara con ternura este par de enamorados. La espiral del amor se enreda en todas partes.  Estaban también, Rodrigo Parra Sandoval   y un amigo suyo  puertorriqueño.  Ahora pienso que también estaban Carlos Castillo y su hermosa mujer Cecilia Muñoz, psicóloga y   Álvaro Camacho y su esposa Nora Segura. Un extraordinario encuentro con un selecto grupo de la primera generación de sociólogos  graduados y becados por diferentes fundaciones americanas,  como la Ford, la Rockefeller y la Fullbright.

En cuestión de meses las cosas habían cambiado. Ahora María Cristiana y Orlando  estaban recién casados y de visita en la Universidad en donde dictarían varias conferencias sobre la realidad colombiana:  la violencia en Colombia, los movimientos políticos  iniciados por el padre Camilo Torres, asesinado recientemente en las montañas colombianas y  los procesos revolucionarios y la importancia del cambio social.

Orlando y María Cristina  vivieron   grandes satisfacciones y pruebas angustiosas. Avanzaron en las ideas de la IAP (Investigación Acción Participativa) con fuertes transformaciones internas en  sus concepciones ideológicas  para irse moviendo del pensamiento estricto académico al acercamiento de la transformación social y la necesidad de cambio en la sociedad colombiana . Fueron líderes de la “descolonización” sociológica y el avance en la política de Orlando como uno de los  ideólogos   y fundador de movimientos políticos como el Polo Democrático, representante en la asamblea nacional constituyente , y gran visionario de las Regionalización  en el país,  amarrada a los cambios necesarios  en la tenencia de la tierra como elemento indispensable para el logro de una reforma agraria. Fueron elaborando los principios sociológicos de lo que podría ser un  “socialismo” a la colombiana que ahora 15 años después está  surgiendo con la aparición   de un   dirigente de las minorías  llegando al poder  en las elecciones para presidente en el 2022. Maria Cristina por un mal momento relacionado con la desaparición de armas del ejercito en un  cuartel del norte de Bogotá fue apresada y le tocó pagar cárcel por un período considerable. Las armas  fueron descubiertas en una de sus residencias alquilada en Usaquén en las proximidades de la institución militar.

En el año 2006  recibí una llamada de un colega sociólogo, “el pollo” Gilberto Aristizabal, muy amigo del Dr. Fals Borda y María Cristina,   me  contó preocupado las dificultades de salud  de ambos. Mencionó que en una visita que les hizo    preguntaron por mi. Un sentimiento muy intenso inundó mi ser, recibía un mensaje de la vida, era una oportunidad para demostrar  gratitud  a esa persona que fue mi mentor cuando me iniciaba en el área de la sociología.

Decidí viajar a Bogotá y quedarme un par de días para visitar al Dr. Fals Borda.  Muy temprano en la mañana del martes  salí del hotel en un taxi con rumbo inicial  al campus de la Universidad Nacional. Mi corazón palpitaba de alegría en la medida en que avanzaba caminando lentamente, observaba con atención los cambios que habían ocurrido en los espacios.  Edificaciones nuevas por todos lados,  notaba la reducción alarmante de los jardines verdes y áreas recreativas al aire libre.  Caminé  hacia la antigua entrada de la calle 26 que lleva hacia el aeropuerto internacional El dorado. Antes de llegar a la entrada miré con felicidad el antiguo edificio de la facultad de sociología,  ahora con la reforma universitaria pertenecía a la Facultad de Ciencias Sociales.

Pregunté por la oficina del Dr. Fals Borda y una secretaria sonriente me contestó: «El Dr. Fals Borda no trabaja hace muchos años en la Universidad. Tiene su oficina en la sede del Polo Democrático en Teusaquillo sobre la avenida Caracas.» Estaba perdido, había pasado toda una historia por debajo de nuestras existencias. No sabía nada de lo sucedido en su vida personal, laboral ni familiar.   Me dirigí a las oficinas del Polo   y pregunté por el sociólogo Orlando Fals. El vigilante del edificio  me miraba y no entendía nada, también estaba perdido en el mundo en donde me estaba metiendo.

 Frente a su amplia oficina reconoció mi existencia. Reducido en un escritorio inmenso surgió la figura de mi maestro,  trató de levantarse con mucha dificultad con la ayuda de un par de muletas que reposaban a su lado sobre el lado izquierdo,  trató de agarrarlas  para poder abrazarme. Me acerqué  con alegría y dolor mezclados, trató  de usar una de las muletas  pero sus fuerzas flaquearon.  Nos quedamos abrazados en el aire sobre su silla sin poder hablar. Llorábamos de vernos, de sentir nuestros cuerpos envejecidos, del tiempo pasado, de los dolores, de la imposibilidad de saber quiénes somos y para dónde vamos, lloramos y se llenó de lágrimas todo el espacio de las inmensas oficinas del Polo . La paz regresó a nuestras mentes suficiente  para escuchar a Orlando presagiando la  proximidad de la muerte  de María Cristiana, la estaba matando un cáncer.  Su muerte efectivamente   ocurrió dos meses después en julio del 2006.

 Los recuerdos nos hacían sentir profundamente conmovidos  hasta recuperar una relativa calma.   Insistió en regalarme de nuevo el libro: El  Hombre y la tierra en Boyacá, firmado por él  para la posteridad. Ahora es el único recuerdo tangible que tengo para mostrar  la presencia de este hombre notable que vivió en Colombia y con el paso de algún tiempo  será olvidado como está pasando  con  la historia del gran   sacerdote católico  Camilo Torres Restrepo. Nos acordamos de él y nos unió la tristeza de su muerte hacia varias décadas, con la desaparición forzada  de su cadáver por el  maltrato del General Valencia. Los minutos fueron pasando,  el acoso de los guardas  anunciando otros  que también querían hablar con Orlando. Última oportunidad para estrecharnos en un  abrazo  de despedida. Orlando murió dos años después.

 Puso mucho énfasis en el manejo de una verdadera reforma agraria con cuatro componentes básicos: la tenencia de la tierra, el manejo del capital, las relaciones de trabajo , y la organización social. Orlando escribió: “Debe subrayarse la opinión de que una verdadera reforma agraria no se reduce al problema de la tenencia o al uso “económico” de la tierra, como ha habido la tendencia a considerar en Colombia y en otros países latinoamericanos. Hay que ir más allá de la ley 200 de 1936- pues no se necesita de una sola ley sino de varias- para incluir el aspecto global….” Una reforma agraria integral debe conservar unos componentes en interdependencia funcional que incluyan: servicios públicos y comodidades como agua, luz y carreteras, adopción del sistema astronómico para determinar propiedades, facilitación del sistema legal de la herencia y sucesiones,  regulación de la trasmisión de la propiedad para evitar la fragmentación y el minifundio, consolidación de fincas pequeñas, reducción de latifundios por medio de compulsiones tales como impuesto progresivo sobre la tierra inexplotada,  reglamentación de contratos de aparcería y arrendamiento, tecnificación y racionalización de la agricultura y la ganadería por medio de programas de extensión, mejoramiento de utensilios y herramientas, introducción de semillas precoces, resistentes y de alto rendimiento, diversificación e intensificación de la producción agrícola y animal, fomento de uso mas económico de la tierra, prohibir  el despilfarro de los recursos naturales, regulación de mercados  y el mercadeo y regulación de precios para que las ganancias lleguen más al productor que a los intermediarios, facilidades de trasporte, facilitación del crédito para el pequeño agricultor quitándole el aspecto fríamente bancario, apertura de nuevas regiones, corrientes migratorias colonizadoras,  refuerzo de las veredas y municipios dándoles mas autonomía y recursos fiscales para gobernarse a si mismos, educación, justicia y seguridad rural. (Conducta y política como reflejo de la agrario, Cap. XI: El hombre y la tierra en Boyacá. Bases sociológicas e históricas para una Reforma Agraria, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Tunja 2006)

Enseñanzas de su socialismo , de la descolonización de la sociología y de un futuro político que no podrá conocer. La extensa obra de Orlando como científico, sociólogo, político, es inmensa, significativa para los dirigentes del país, es marcadora  de un  futuro incierto, de un presagio de cambio social necesario. Preguntarnos: ¿Para dónde vamos? ¿Descolonización de la Sociología? ¿Qué camino tomamos? ¿El socialismo ahora? ¿El Narco Estado?. Vamos hacia la construcción de una sociedad diferente que resulta de la trasfiguración de la noche a la mañana de los resultados de unos votos que ponen a la sociedad patas arriba. Todo lo que estaba arriba ahora tiende a bajar.  Lo que estaba abajo ahora tiende a subir es una ley del Kibalion  que se cumple en el camino largo. ¿Quien iba a creer que de un día para otro se empezara a bailar salsa en el gran salón del “Palacio de Nariño”? Que las clases populares se levantaron un día temprano salieron a las calles, fueron a las urnas, votaron y los señores feudales,  los emergentes de las clases medias  que estaban durmiendo, se quedaron  en  sus castillos, casas de campo, y sitios de recreo  y no se dieron cuenta y fueron  echados a la calle por sus sirvientes  para continuar en el negocio de la política pero de una manera inversa.     Tomamos el camino de las izquierdas populistas  que están felices y tienen toda la razón porque lo mejor que tiene Colombia es el poder  político  y todos lo saben , si no pregunten : ¿usted no sabe quien soy yo?

 Colombia es un país comprador de productos industrializados producidos en otros países principalmente de los Estados Unidos (más de un  80%) y de algunos Europeos y Asiáticos, principalmente  de China. Colombia es por lo general un gran exportador de materias primas muy ligadas a productos  agrícolas como el café, ganado,  maderas, petróleo, carbón y otros próximos a la minería legal e ilegal como el oro, plata, y similares.

 Al final está amarrada  a  un sistema capitalista que lo gobierna todo. La balanza es desigual por donde se  mire. Es un sistema semidemocrático manejado por el capital altamente concentrado en las manos de unos ricos capitalistas que se nutren sin consideración de la población. Al final de cuentas  más de la mitad de la población son pobres. Un hermoso país de 50 millones de habitantes con todos las posibilidades de ser uno de los países más ricos y prósperos que existen sobre la cosmonave tierra.

 Negar la existencia de una “crisis” en la estructura del capitalismo moderno es una tontería.  El capitalismo  como filosofía ha estado siempre en crisis. Sus componentes son muy claros para definir el capitalismo como una función de la concentración de la riqueza, la existencia de una fuerza laboral formal. La economía moderna capitalista es una construcción orgánica formal  que se manifiesta en el aumento en  la producción de bienes y servicios, ampliación sostenida en la participación del empleo  pero con un proceso de “disminución de los salarios”  a la larga, y por supuesto en las ganancias siempre positivas  del capital: -“de centavo en centavo se hacen los grandes capitales”-  decía mi papá. “En la “contabilidad del rico nunca debe haber saldo en rojo, siempre debe haber plata en  caja”.

 La estructura del trabajo no tiene que ser constante de tipo formal. Los teóricos de la economía clásica construyen su mundo amarrados a la idea de que todo ser humano tiene que entrar en cualquier momento de su vida  en relaciones de trabajo estructurales  con formatos legales de contraprestación y  recibir un salario.

 Lo peor para el capitalismo es la informalidad colombiana frente al trabajo. Desde que existe la madre patria la informalidad es la manera de vivir del colombiano promedio, del que tiene una tienda en la esquina, del que trabaja la tierra y de allí sale el pan coger, del que baja al socavón en las minas y extrae de la tierra su sustento, del artesano que con grandes esfuerzos produce extraordinarias obras de arte que otros venden en el mercado y le ganan el doble, el rebuscador que vive de cualquier cosa, del recogedor de basuras, del  avivato, el extorsionista, estafador, el adivinador y apostador, y el que vive por supuesto del rebusque. Más del 47% de la fuerza laboral colombiana es “informal”. Es algo difícil para los economistas entender este comportamiento. No todo se rige por las leyes que nos mostró Samuelson en nuestras clases de economía.

 En medio de la violencia más cruel e incontrolable por la existencia de unas riquezas inmensas  se lucha en la vida diaria por controlar un mercado inmenso internacional de unos elementos que son la materia prima para producir la coca, la marihuana, la amapola y todos sus derivados. En la clandestinidad este gran comercio se maneja  oculto con la presencia de todo tipo de manos que mueven cualquier cosa para lograr que el negocio continúe aparentemente inmodificable.

 Escondidos se encuentran los príncipes del gobierno, la política, los mercaderes baratos en las zonas urbanas de la sociedades, los campesinos pobres de las fincas paradas y alejadas próximas a las regiones selváticas, los indígenas de los diferentes resguardos perfectamente ocultos en sus raíces aborígenes, los guerrilleros manejados por los diferentes sistemas que controlan el poder, las pandillas de atracadores, extorsionistas, que se pelean los barrios , todas  para producir el mejor alcaloide al mundo, la menor marihuana que existe, las  amapolas, y diferentes derivados que se manejan en la producción , transporte, distribución y comercio local e internacional.

 Todos meten las manos, todos se untan pero nadie responde , no quieren saber que está pasando, se hacen que no ven, que la guerra se está llevando a media Colombia pero la riqueza de las drogas enceguece no solo a los  ricos sino también a los pobres. ¿Qué se puede hacer?

 El socialismo del siglo XXI también está en crisis como resultado del quebrantamiento de los sistemas de pensar. Las sociedades socialistas que en principio se orientaban por los postulados marxistas  basadas en el axioma de que en cualquier  momento de su vida los seres humanos tienen necesidad de entrar en relaciones materiales de producción independientes de su propia voluntad que definen sus fuerzas materiales de producción. Karl Marx escribía,

 « La suma total de estas relaciones de producción constituye la estructura  económica   de una sociedad, su fundamento real, en la que se apoyan  las superestructuras  jurídicas y políticas a las que corresponden  determinadas formas  de conciencia social. »

 Grandes pensadores  definieron principios filosóficos de construcción de una sociedad marcada por el pensar socialista centrados en la propiedad colectiva, la eliminación de la propiedad privada y la participación  como fundamento  de una conciencia social que no existe en el  plano de la realidad. Eliminación de las ganancias del capital y la búsqueda del logro del bienestar colectivo con la participación social. El pensamiento en la letra es de una construcción que raya en la perfección pero no funciona en la práctica. El capitalismo es la estrategia universal para el majeo  de los interés de estado y de las personas en cualquier parte en  donde se viva. Es a través de los intereses que se mueve el universo actualmente. Hay una mezcla de ricos y pobres metiendo la cuchara al dinero para poder vivir.

 El espíritu capitalista como lo dibujó Max Weber surge de la superestructura ideológica condicionado por la ética protestante que condujo en la creación de las condiciones sociales  psicológicas para la construcción del capitalismo. Todo quedó untado de lo bueno que era el capital y su manejo en los intereses en la vida de la gente. El resultado es nefasto, si se miran los regímenes establecidos en el sistema socialista se encuentran  los resultados claros de sociedades empobrecidas, o negadas de su participación social, del manejo de su propiedad y arrinconados  en sistemas autoritarios privados de su libertad. Para la muestra  varios botones: Rusia, China, Corea del Norte, Venezuela , Nicaragua, Bolivia, ahora la Argentina, seguirá Perú y otros entre los pobres como la riqueza de la República Democrática del Congo en el continente africano.

 De todas maneras  el manejo de la ciencia y  la tecnología en los dos sistemas, capitalista y socialista, está derrumbando las ideologías y se está comenzando a dibujar un nuevo esquema si se quiere  político construido con los adelantos impresionantes de lo que estamos viendo en la aplicación de la  ciencia,  la tecnológica y la inteligencia artificial. De pronto el mundo se va a mover en esa dirección para poder existir en la cosmonave tierra.

 

 

 

 

 

 

 

 

1 comentario:

  1. Excelso articulo y muy sociologico eso si respetable su definicion politica pues acata la diferencia y debe valorar loz modelos de formacion economico social sin necesidad de compromiso.
    Nelson Guzman Vadna

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