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martes, 24 de octubre de 2023

El laberinto del Bienestar Universitario

 Jesús Rico Velasco

 


Una llamada telefónica puede cambiar el curso de los acontecimientos en el camino de la vida de una persona. Y fue el rector de la Universidad del Valle  quien llamó a invitarme a ser parte del grupo directivo  con el  cargo de Decano de Bienestar Universitario. Un año después en agosto de 1988 estábamos, los miembros del consejo académico,  inaugurando la Vicerrectoría de Bienestar universitario. Fueron necesarias varias reformas universitarias, más  conectados con los procesos administrativos con variaciones estructurales sobre el sistema educativo . Los componentes  fueron definidos  en el Plan de Desarrollo propuesto por el rector y  aprobados   por todos los miembros del Consejo Académico. 

El modelo organizacional  se presentó en el plan de Desarrollo.   Se  comparaba  con un carruaje  de cuatro ruedas  girando en una misma dirección.   Un módulo  importante era  la vicerrectoría académica encargada del desarrollo y direccionamiento del futuro de la universidad como   centro del conocimiento,  la ciencia, la tecnología, la cultura y el arte. La vicerrectoría administrativa  con una unidad de presupuesto, manejo  cuentas, fondos  para pagos, y seguros.

La vicerrectoría de investigaciones fue el eje que sustentó  la importancia de la ampliación del conocimiento científico y desarrollo tecnológico,  necesario para  posicionar el nombre de la universidad. Y la vicerrectoría de bienestar que congregaba  varios servicios independientes  manejados con objetivos separados de la administración central.  

 Con Olga Lucia y los niños vivíamos  en el conjunto residencial Zoilita en el barrio Prados del Norte en un apartamento confortable de tres alcobas, un salón con balcón hacia la calle, una bonita sala comedor, cocina ampliada y alcoba del  servicio y  dos garajes en línea. Los niños, casi adolescentes, asistían  al Liceo Francés en la Flora en transporte escolar. Olga Lucía  trabajaba en el centro de salud del Refugio  como enfermera directora después de terminar una maestría en salud materno infantil en la universidad con logros  meritorios.   Por  mi parte, dedicaba  una o dos horas  como docente de Demografía, metodología de la investigación, y evaluación de servicios  de salud  en los posgrados en el Departamento de Medicina Social.  Con la nueva dirección de la Vicerrectoría de Bienestar  solicité  una reducción de la carga académica para poder concentrar  mi atención en la organización de la nueva dependencia.

 Uno de los objetivos de la Vicerrectoría era   la organización del servicio médico universitario para profesores, empleados y  trabajadores de la Universidad con base  en las ideas  de  “salud familiar” con orígenes en la Facultad de Medicina con un Departamento de especialización con apoyo financiero de la  Fundación Kellogg, Rockefeller, Oficina Panamericana de la salud y la Universidad de Tulane.

 Se nombraron los primeros médicos familiares en un servicio formalizado   en una casa alquilada  en el barrio Santa Isabel.  Varias resoluciones fueron necesarias  para  reubicar los servicios  médicos del edificio de la Beneficencia del Valle con una auxiliar de enfermería como coordinadora de la consulta médica.  Era el primer intento de organizar un servicio que tuviera como centro la atención  a las personas y los miembros de la familia.    Basado en un  contenido dinámico de la atención primaria  con componentes definidos en la conferencia mundial sobre atención primaria en Alma Ata. El rechazo  por parte del  sindicato de trabajadores  fue enorme, se oponían  a ser atendidos en un programa de medicina familiar.

 Una mañana   al llegar  a la oficina de la vicerrectoría   encontré al lado de la puerta  de entrada, un ataúd de madera  pintado de color negro  con varias calaveras dibujadas en sus costados en señal de protesta de algunos miembros  del sindicato. El mensaje fue impactante.  Consciente de que el proceso de creación debía continuar, organicé algunas reuniones con grupos pequeños de interés   para presentar los argumentos,  poco a poco  fueron haciendo el camino más transitable. Se avanzó en la idea de desarrollar  un sistema propio  de laboratorio clínico  pero fracasó ante el desarrollo rápido de los servicios  clínicos especializados.

 La formulación y manejo de los medicamentos se  organizo a través de droguerías que confiaban en la administración universitaria. Sin embargo, las dificultades principales se presentaron frente a la moral de personas que manipularon a su favor la comercialización de medicamentos.  Identificar los procesos fraudulentos se hacía complicado pero en la atención individual se logró  controlar con perspicacia  el sistema de compra y manejo de la prescripción.

 La nueva vicerrectoría de bienestar universitario era un  laberinto de actividades complejas  encaminadas a que los actores  universitarios  crearan un sentimiento  de pertenencia.  Otro servicio era la cafetería central universitaria, con mi  equipo de trabajo nos esforzábamos para garantizar una infraestructura apropiada en la consecución,  conservación y adecuada presentación de los alimentos.  Se manejaba un programa computarizado  para calcular las cantidades , variedades y composición  de alimentos diarios . Sumado a la parte nutricional: contenidos proteínicos, carbohidratos, grasas, vegetales y algunas frutas.

 Pero nuestros esfuerzos se debilitaban  por la participación de personas  inescrupulosas  en los procesos de producción. Por ejemplo, se compraba “carne de primera” pero su calidad sólo se veía reflejaba en  las facturas, pero no, al servirla en la mesa. Los estudiantes  se quejaban de la  dureza y baja calidad  de la carne. Varias veces se vieron  “bandejas al aire” en señal de protesta por la falta de calidad de los alimentos. Sin embargo, el servicio era considerado  aceptable  para la mayoría de la población estudiantil y usuarios.

 Como  mi vivienda  quedaba en el norte de la ciudad y la universidad en el sur, las distancias a recorrer eran considerables.  Decidí convertirme  en uno de los usuarios habituales de la Cafetería. Organicé  un espacio con una mesa y cuatro asientos para  los directivos que quisieran usarla. Me atendían con especial atención: mesero para servir, mantel blanco y servilleta de tela.  Un diferencial que apreciaba,   una atención bonita  para  los directivos.

Las actividades deportivas y de goce tenían una organización institucionalizada. En el manejo de  una piscina semiolímpica  para  la práctica de Waterpolo con cuatro metros de profundidad,  trampolines con  la altura especial para el salto de competencia y  una obra de arquitectura  y de ingeniería para la celebración nacional de los juegos deportivos universitarios .  De nuevo debía enfrentar ese  mal de la “corrupción ” que tanto mal ocasiona como los continuos faltantes en las cantidades de los químicos para la piscina. Los alquileres de las canchas deportivas administrados de manera  inadecuada, se notaban los desfases en la contabilidad. Como vicerrector tuve la fortuna de asistir a los juegos  celebrados  en la ciudad de Pereira  y Armenia en el  año 1988 o en 1989 a la premiación  en la cual  Univalle fue protagonista.

 Había un desgaste permanente en todas las actividades que se realizaban.   Solía visitar algunos fines de semana las instalaciones deportivas, la cafetería y los servicios de atención  en salud pero nunca fueron suficientes los esfuerzos.   Las residencias  universitarias, otro servicio de bienestar,  tuvieron que ser cerradas por dificultades en su manejo,  y uso inadecuado de las instalaciones por parte de los mismo estudiantes.

 Los servicios odontológicos  existentes  eran básicos y decadentes. Con ayuda de la facultad de odontología se hizo una inversión considerable  en la adaptación de tres cubículos completos para mejorar  la atención primaria odontológica y dar respuesta inmediata a la atención de urgencias.

 La prestación de servicios psicológicos se reforzó con dos profesionales de tiempo completo.  La confianza en el profesionalismo era la base para suministrar servicios  psicológicos  de alta calidad  para una juventud proveniente   de clases populares con fuertes deseos de progreso y éxito. Recuerdo a uno de nuestros psicólogos  porque implementó en la consulta    nuevas terapias   basadas en principios “freudianos” no comprobados   para reducir el estrés y mejorar el comportamiento. Pasado un tiempo de realizar  estas prácticas, dos  estudiantes pidieron una cita urgente para hablar conmigo sobre algunas dificultades que habían tenido en la consulta .   En nuestra reunión una de ellas comentó:

 «Tal vez  sea difícil de creer, pero el psicólogo   nos propone  organizar reuniones en pequeños grupos de dos o tres estudiantes. Luego, nos pide  desnudarnos la parte de arriba del cuerpo y que entre nosotras nos acariciemos suavemente. Como no estuvimos de acuerdo, se estaba encolerizando, y  salimos asustadas »

 Inmediatamente llamé al rector para discutir lo que estaba pasando. El  mismo día visité al profesional. En pocos minutos se quebró mentalmente, comenzó a llorar y contar  su tragedia personal, familiar,  el uso de drogas y alcoholismo.   Era increíble pero, el psicólogo que pretendía ayudar a los estudiantes estaba peor que cualquiera. Recibió una suspensión inmediata, se le otorgó una licencia laboral  y apoyo  terapéutico para su problema personal.   

 El antiguo edificio de las residencias universitarias en el segundo piso se acondicionó para ubicar los servicios médicos   estudiantiles.  Se dotó  con una  unidad de enfermería, vacunación, inyectología, atención de urgencias, orientación sobre anticonceptivos y planificación familiar. Con dos consultorios médicos para dar respuesta a la atención por demanda y programas especiales orientados por las facultades de medicina, trabajo social, y fisioterapia. Recuerdo un caso muy especial,  el de Yolanda, una estudiante que vino a mi oficina.

 «¿En qué la puedo ayudar?» - Le dije de manera desprevenida.

«Míreme bien doctor, soy estudiante de  Química.  Voy a terminar la licenciatura, ¿cree usted que con la cumbamba  que tengo  pueda conseguir algún empleo?» Comentó señalando su rostro. En ese momento mi mirada se centró en su cumbamba.  La verdad, era muy prolongada, un rasgo muy notorio.

 « Si, comprendo, pero ¿cómo puedo ayudarte?” Respondí con cierta incomodidad.»

 «Me gustaría saber ¿cuáles son las probabilidades que tengo de  que la universidad me autorice una cirugía estética?»

 Me quedé pensativo un momento, sin perder de vista   mi posición directiva,  le dije:

 « Las cirugías estéticas  no las cubre el Seguro Médico ».

 «Pero, usted es el Vicerrector de Bienestar Universitario y podría hacer algo». Añadió sin titubear.

 Sus palabras fueron precisas, no tuve necesidad de pensarlo mucho .  Era una mujer que pedía mi ayuda.  Corriendo los riesgos del caso, le autoricé una orden de cirugía plástica no estética para reconstrucción. Me agradeció y salió. No volví a saber de ella.  Después de un tiempo, estando en mi oficina la secretaria me llamó,  me dijo que una señorita graduada en Química de la universidad quería hablar conmigo. Mi sorpresa fue enorme. Allí estaba Yolanda recuperándose de la cirugía.

 «Doctor, es una estampa de la virgen de Guadalupe para que cuando la mire se acuerde de mi. ». Me dijo extendiendo su brazo para entregármela.

  «Trabajo como asistente de la dirección técnica en el laboratorio de Merck Sharp and Dome . Me quieren mucho y además estoy ayudando a mi familia».

 Al salir Yolanda, me quedé observando la estampita. Me había pasado por la galleta  todas las normas establecidas para la atención de estos casos clínicos.  Comprendí que también para eso sirve el poder, para torcerle un poquito el pescuezo a la ética y    ayudar a los demás.

 Algo faltaba en todo este proceso de ajustes para facilitar la vida de los estudiantes, profesores y empleados de la universidad. La  visita del padre Cadavid de la diócesis de Cali fue la respuesta,  la luz para alumbrar algunos senderos sombríos del laberinto de bienestar universitario.

 « Padre, bienvenido a la Universidad. Es un placer conocerlo. ¿En qué le puedo ayudar?» Le dije de manera sincera, pues tengo una conexión especial con los curas.

 «Tal vez de entrada no comprenda bien  las intenciones de la solicitud que le voy a presentar.  Desde hace unas semanas he conversado con algunos jóvenes hombres y mujeres,  y concuerdan con el propósito de  incorporar en el Bienestar, un componente   relacionado  con la presencia  de la doctrina de Cristo en la vida universitaria la fe y la moral y algunas manifestaciones del culto.»

   «La verdad no se han considerado aspectos religiosos, por la libertad que debe existir en las manifestaciones  religiosas de los estudiantes y demás personas en la Universidad .» Le respondí con cierta pena.

 «Es importante aclarar  que este propósito es personal. Solamente pido  un espacio en donde pueda trabajar y servir a los estudiantes  sin compromisos.»

 Su noble propósito me convenció.  El padre Cadavid había trabajado con grupos de estudiantes.  Quería un espacio para realizar conversaciones, reuniones pequeñas para comenzar, sin avisos de nada, ni presentaciones formales. Salimos juntos de la oficina y fuimos al edificio en donde estaban los servicios  de salud, y de consejería psicológica.  Se me vino a la mente un espacio  del segundo piso. En la entrada había una pequeña oficina cerrada sin uso, con un servicio sanitario individual, perfecto para lo que el  padre Cadavid proponía.  El rector estuvo de acuerdo.

 El tiempo fue corriendo y no volví a saber de las actividades del Padre. Trabajaba en silencio su propuesta de ayuda religiosa. Su presencia y aceptación por parte de la comunidad universitaria fue creciendo. Las actividades religiosas se manifestaron en un culto abierto con celebraciones de misas en diferentes lugares de la universidad: conferencias, conversatorios y  servicios individuales propios del comportamiento religioso.  Con el tiempo logró que le adjudicaran un espacio muy importante en el primer piso de la Administración Central en donde  organizó una hermosa capilla.  Nunca supe cómo lo logró y creo que aún hoy   la capilla funciona.  

 Pero seguía faltando algo, a Álvaro, el administrador,  y a los asistentes en la vicerrectoría se les ocurrió  crear los viernes culturales  con música y presentaciones de Combos musicales, de vez en cuando alguna orquesta de paso por la ciudad, en un espacio conocido como “El aeropuerto” por detrás de la  Cafetería Central. Recibía este nombre por ser el lugar predilecto para los “viajes”   de algunos estudiantes   por el consumo de marihuana y bazuco. Situación difícil de manejar pero era un buen intento de recuperar  y alegrar este espacio y las tardes de algunos estudiantes  con pocas oportunidades para pasar un rato contentos con sus amigos. 

 Un arduo trabajo en la organización de la vicerrectoría  durante tres años contribuyó a la idea de las  cuatro dependencias  centrales apoyando el plan de desarrollo   alentado por el rector Rizo.  Presenté la renuncia al cargo de vicerrector a partir del primero de enero de 1990. La escuela de salud publica de la Universidad de Tulane me  había invitado para trabajar como profesor investigador en la Escuela de Salud Publica de la Universidad de Zaire, oportunidad que no podía rechazar.  Solicité a la universidad una comisión de estudios no remunerada por tiempo indefinido autorizada por el rector con el apoyo del departamento de Medicina Social.

 

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