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martes, 27 de febrero de 2024

Conversando con Dios, Satanás y el Ego: una trilogía existencial

 


Jesús Rico Velasco

 Al único que se le ha ocurrido crear un “universo” es a Dios. En un principio todo estaba tranquilo no había nada ni nadie sobre la tierra, «todo era soledad y caos, y las tinieblas cubrían el abismo, y el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas». Pronto apareció el espacio, la luz, el firmamento, las aguas, los días, la vegetación, los animales y muchos otros entes. Tuvo la tremenda idea de crear al hombre Adán y su mujer Eva, y una vez creados los puso a vivir en el paraíso terrenal. Allí vivían felices, eran inmortales hasta que llegó el pecado definido por Dios como «infracción de la ley» y los puso en contravía con la ley del amor, fundamento del gobierno divino.  Fueron echados del paraíso y debieron comenzar de nuevo como habitantes terrenales que tenían que vestirse, trabajar para comer, construir sus viviendas, tener hijos y aprender a criarlos.

 Los egos salieron a flote convirtiendo la vida en un infierno, las riquezas surcaron la tierra, aparecieron la codicia, la avaricia, la lujuria, la envidia, la ira, la prostitución, la violencia en todas sus formas y manifestaciones. Dios en su sabiduría deseo acabar con lo que había construido y terminar por completo  los seres  de su creación por que todo se había corrompido, violencia, egolatría, querían superar al creador. En un tiempo desconocido después  del Génesis generó el diluvio universal y acabó con todo.

 En el paraíso  las cosas estaban   tranquilas hasta  cuando apareció una serpiente que se tiró el entorno y sembró el pecado. Esa serpiente era Lucifer un ángel del cielo el más honrado y exaltado por Dios que se reveló contra el creador y se vino a la tierra con una gran cantidad de seguidores.

Recuerdo que cuando estaba chiquito le tenía mucho miedo al diablo. Un monstruo rojo con unos enormes cachos, ojos ensangrentados, una nariz espantosa, una barba  puntiaguda, uñas largas como garras, con alas de murciélago descomunal y con una cola terminada en punta y un tridente para recoger sus victimas.  Figura imaginada   que estaba  en todas partes y aparecía en el pensamiento  en cada momento para ayudar a   decidir si  el actuar era bueno o era malo. Satanás era una constante en la vida de unos niños  cuyos pecados se centraban en los infantas mentiras, en los sentimientos de tristeza,  rencores, y desafíos con los hermanos que le dañaban la paz al alma  en esas edades. Decía,

 « Mi nombre de pila es Lucifer pero me dicen Satanás, el diablo, Belcebú, y muchos otros nombres y  apodos que me colocan en  los pueblos y culturas de la tierra ».

 Ese “cura” que te sacaba la piedra sobre quien escupías todos tus dolores, lo maldecías y quisiera desaparecer de tu   mente. En el salón de clase el hermano Ricaurte encolerizado, rojo, y con voz aterradora se  acercó al pupitre, me agarró los pelos de la patilla y con fuerza me levantó del puesto y  dijo,

 « Hijueputica te vas de mi clase y quedarás en el corredor  toda la mañana de pie frente a la columna ».  

 En el fondo no sabía ¿por qué me castigaba ?, ¿  qué producía  la ira en el cura?  A pesar de mi inocencia de niño sentía  un medio disfrute en todo lo que sucedía. Ahora con los años comprendo la presencia de Satanás a mi lado animando  mi comportamiento de hijueputica en la clase.   Dios en estas cosas no se mete,  el ego comienza a florecer desde las edades más tempranas   y si la tierra es fértil dará sus mejores frutos.

  Los frecuentes castigos por mi mal comportamiento renuente a corregir hacía que pasara muchas horas en soledad recorriendo  los campos del seminario  aprendiendo con dolor la necesidad de la existencia del otro. Observar el vuelo de los pájaros, la rapidez de un conejo escapar entre las matas y las legumbres, sentir el ruido suave del viento entre las ramas de los árboles,  y  ladrido de los  perros en la lejana portería, alentaban mi espíritu adolorido.   Los continuos señalamientos del hermano  encargado de la disciplina en el seminario  con su dedo inquisidor diciéndome:

 «Usted es la manzana podrida que puede dañar a las demás. Prepare su maleta, mañana temprano se va de aquí. A las 7:00 am sale la chiva para llevarlo a Cali   y dejarlo en la plaza de San Nicolás ».

 De frente a mi realidad de niño con un padre recién muerto, una madre casi ausente y hermanos que luchaban por salir adelante comencé  a construir una coraza de verraquera  como protección ante la vida dura que vislumbraba.   Con el tiempo aprendí que el inmenso ego que crece dentro de cada uno sale a relucir en momentos inesperados.   Muchos años después en Toronto al final de una presentación  de la disertación para el doctorado   le comenté a  mi esposa,   llevábamos  seis años de matrimonio realizando  juntos los estudios de doctorado:

 «¡Qué bueno sería si pudiéramos irnos  a vivir a Cali!  El mejor vividero del mundo ».

 Ella me contestó con  tono de irritación, «¡No lo haría nunca!  Cali  no me gusta como ciudad. Ni Dios lo quiera. Para mí, mejor el sitio para vivir es Bogotá ».

 Satanás  alegre me miraba y estaba de acuerdo conmigo. Mi EGO de Ph.D. no  cabía en el cuerpo. Por algo tan absurdo, ese fin de semana, decidimos separarnos, yo regresaría a Cali y ella se quedaría en   Ohio donde vivíamos. El orgullo y la soberbia de dos seres humanos que se prometieron amor eterno ante la bendición de Dios, hacían que  la vida en pareja  bonita y amable  se transformara en un ambiente desagradable y miserable.   Mi amigo Satanás disfruto la presencia de estos  desacuerdos y me animó con soplos de palabras de aliento en la oreja y palmaditas aprobatorias en la espalda  para aceptar hasta con alegría de ser libre de nuevo con esta  decisión. Dios no se metió en el asunto, El ya había hecho su parte al unirnos, no era su intención ponerse en contra ni  a favor. En la aplicación de la justicia humana me gané una sentencia de “Gross neglect of dutty” o abandono de hogar del juez que manejó el caso.

 

 El orgullo y la soberbia enceguecen los límites del horizonte,   actúan como   tapones en los oídos y vendas en los ojos, para no dejar que algo de humildad salga de las profundidades de los corazones y darle una segunda oportunidad al amor.  Todo una década de  afecto, cariño bendecido y asistido por nuestras buenas relaciones con  Dios se fueron en una tormenta de desagravios. Mi amigo Satanás disfruto del banquete por muchos años,  en momentos de quietud la conciencia genera un poquito de ruido para  recordarme que tuve una esposa sacramentada en algún lugar del mundo.

 

La sexualidad amarrada al respeto que siempre he tenido por las mujeres me acompañó en los momentos más extraordinarios que he vivido. Empezando por el primer día en que me separé de mi esposa.  En  horas de la noche tres toques en la puerta del apartamento dieron aviso de la visita de una de nuestras compañeras de clases. Solidaria  venía  a consolarme. Juro que no lo provoqué, terminamos en un  bar tomando  cocteles y después  haciendo el amor en el sofá de su apartamento. La presencia de Satanás alienta la ocurrencia de  estos momentos  y el disfrute del mar de placer dichoso.

 

 Las caricias tibias y sensuales  en la piel deseosa de afecto,  palabras atentas en un oído ansioso por escuchar el susurro amoroso,  y los cuerpos anhelantes de sentirse vivos y deseados  llenan  los corazones  de la alegría de  existir. La gratitud por el amor dado y recibido mejora y aumenta el grado de estrechez de las relaciones entre las personas que se quieren. Las aventuras ocurren sin pensarlo, sin buscarlas, se dan como en el cuento: “no me lo vas a creer”. Lejos de cualquier idea he mantenido el amor  de pareja como un acto respetuoso. No se piensa  en las consecuencias de las caricias cercanas y la  conquista cuando el vencido es uno. Satanás disfruta y ayuda para que las aventuras amorosas sin mayores preámbulos ocurran. . El diablo te susurra al oído:

  « Tranquilo viejo que a las mujeres les pica la horqueta y a los hombres les crece la carpa. No hay nada de malo en el sexo. La castidad es un veneno inventado por Dios para controlar tu Ego. Hay que recordar como decían los griegos: La mujer del Cesar no solamente tiene que ser casta sino aparentar que  es. Espero que me entiendas ».  

 Vivir la década de trasformación social en la USA de 1965 a 1975  el  top less se acomodó  en las orillas del rio que atravesaba el campus universitario,   hombres y mujeres jóvenes  asoleaban y rozaban sus cuerpos sin pudor,  el “free sex” se abrió paso  todo el mundo  se dejó contagiar.  Los vientos del erotismo que soplaban    se alimentaban en los deseos deliciosos de Satanás.

 La píldora anticonceptiva y los condones estaban en los bolsillos de la juventud como canicas en bolsillos infantiles. La marihuana  pululaba, los  incitadores líquidos del delirio entraban por las bocas y gargantas de unos bebedores insaciables que gozaban la vida. La ola del desbarajuste juvenil se extendió por el continente y cubrió los cielos de Europa en donde aglomeraciones de jóvenes recorrían las calles de Londres, Paris, Berlín, Venecia y Roma.   La vieja Atenas recordó  tiempos de bárbaras naciones con  los excesos de grandes libre-pensadores como Aristóteles, Platón, Sófocles y muchos otros que les gustaba mezclarle al amor el sexo volteado.

 Satanás se divertía y extasiaba   avivando  los deseos de la carne a los placeres y relaciones abiertas entre  hombres y  mujeres. Dios permite que las personas manejen su libre albedrío y mira con “amor de padre” los comportamientos,  sin meterse en el trabajo que le dejó  al tentador alentar   los egos de las personas en el mundo terrenal. El ego deprime, vuelve al hombre vanidoso, egoísta, incrédulo, envidioso, codicioso, iracundo, y perezoso.  

 La lujuria es un pecado capital,    Satanás lo sabe y se hace el pendejo. Nunca te va a insinuar que hay que ser casto    hasta el matrimonio,  mantener las relaciones sexuales en función de la fuerza moral que determinan las culturas,  los ritos de pasajes definidos como valores sociales. En la tierra el ego es más grande que Dios y Satanás lo sabe, facilita las situaciones que lo incrementan,  anima y acompaña en todas las picardías lujuriosas que alegran la vida. En las culturas machistas la infidelidad aplica sólo para  las mujeres, los hombres infieles son alentados y no corren ningún riesgo. En épocas  antiguas los maridos tenían permitido  poner candados a las esposas  para asegurarse de que serían  fieles .

 En la modernidad y con los avances de la física cuántica, el desarrollo del   pensar reflexivo y de la inteligencia artificial  se precisa que todos los elementos en el universo estén correlacionados, no hay nada suelto:  el aleteo de una mariposa coqueta en la ciudad de Cali se siente en las calles de Calcuta como un inesperado gemido. Los vientos satánicos soplan por todas partes con la ayuda del internet  y demás interconexiones corrompidas para  mover el índice de confianza social, empresarial, y del estado corrupto. El ego se mueve en todas partes “usted no sabe quién soy yo” desde que sale a la calle, todos quieren ser congresistas, alcaldes y gobernadores. Ganarse el dinero fácil en el país del COMAPAM (“cocaína, marihuana y amapola). Los políticos verdaderos formados en las academias del mundo  no quieren trabajar por su país, y los principiantes evitan el esfuerzo de la formación sólida y el sacrificio de la política limpia de la democracia ateniense.

 En algún momento de la existencia  se debe entrar en relaciones de producción, mejor dicho  hay que trabajar   como dice el  merengue:  el trabajo lo puso Dios como castigo.  El enfrentamiento  entre el dinero necesario para vivir, el sacrificio y esfuerzo para ganarlo es una constante disyuntiva. No hay nada de malo en el dinero como mercancía, lo malo es el uso del vil metal. Hay una relación física con el dinero que  se gana y la manera espiritual como  se mira. Se  usa para satisfacer el ego o relacionarse con los demás. Se pueden   “comprar”  cosas, personas, y hasta empezar a ganarse el cielo. La avaricia te hace cosquillas cuando se empieza a acumular el capital, “de centavo en centavo se hacen los grandes capitales” era un decir cuando comenzaba la vida. El que ahorra siempre tiene saldo en negro en los libros de la contabilidad. Cuando el rojo es permanente hay desequilibrio, generando angustia y desesperación,  esto es lo que le encanta al Diablo.

 No hay cosa más verraca que la ingratitud alimentada por esa sensación tan espantosa que es la envidia. Al diablo le fascina aumentar la ingratitud haciendo que  las personas no aprecien el bien  que reciben. Los envidiosos miran con ojo de tuerto el carro que acaba de comprar el vecino, la casa poderosa en las playas de Cartagena, el viaje a Europa, la camisa de marca , la mujer del otro . Son pocos los que miran las necesidades de otros y hacen algo por ayudar. Eso no le gusta mucho a Lucifer que hace que la persona se de la vuelta  percatarse de que se   puede ayudar a los demás.

 Satanás  aleja la templanza y alimenta la pereza pecados capitales  de la tradición eclesiástica. La ventaja es que Satanás  no es el único que puede manejar el bien y el mal sobre la tierra. En la doctrina religiosa Dios puso para cada habitante de su universo en la tierra un ángel guardián para cuidarlo y acompañarlo;   no toma decisiones para   conservar  el libre albedrío otorgado por Dios. Cada  ser humano es responsable de lo que haga sobre la tierra, todo queda escrito en el libro de la vida,  cada uno deberá responde por sus actos, lo que haga en favor o en contra de sí mismo o de los demás   se registra en la contabilidad del cielo.

 Las bendiciones de Dios señalan la presencia  de personajes que marcaron senderos. Personajes enviados por Dios a la tierra, ángeles de carne y hueso que ayudan sin darte cuenta, mientras Satanás te respira en la nuca y te sopla en las orejas para que no olvides tu soberbia  y reforzar tu ego.  La mayoría de las manifestaciones de orgullo reflejan la arrogancia haciendo un nido de espinas en el corazón.  Dios gobierna en el cielo y deja a Satanás en plena libertad en la tierra para ayudarte a manejar tu Ego. Las tres dimensiones son existenciales y están disponibles al alcance de tu mano: tú decides si trabajas con Dios, te dejas influir por el diablo, o construyes libremente tu felicidad.

 

2 comentarios:

  1. Sencillamente fenomenal. Me encantó.

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  2. Muy educativo sobretodo ilustra de una manera jocosa la realidad que vivimos todos los seres humanos y más en un mudo tan hedonista como el que tenemos al orden del día. Elegir la libertad y poder tener dominio de si mismo son los retos a los que nos enfrentamos y satanás siempre estará allí colocándonos ilusiones que nos hagan evadir el avance hacia esos logros. Muy buen escrito. Felicitaciones.

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