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martes, 27 de febrero de 2024

Hablando con mi otro yo

 Déjame hacerte una pregunta. ¿Crees que aún vivo de las apariencias y del que dirán? Pues no. ¿Por qué abres los ojos de esa manera? ¿Te molesta la luz? Espera bajo la persiana y te cuento ¿Así está bien? ¿Que por qué te lo quiero contar? Pues para que no cometas los mismos errores.

                    Alexandra Correa

Recuerdo que siendo pequeña tocaba ponerme la ropa que iban dejando mis hermanas mayores.  A medida que fuimos creciendo, una de ellas consiguió un novio rico que le daba gusto, le compraba ropa y zapatos. Su dormitorio lo dejaba con llave todos los días, después de muchos intentos yo lograba abrir la chapa con un cuchillo. ¡Sí, de verdad, no te rías, es en serio!  En plena adolescencia tenía salidas los sábados con amigos y no me imaginaba siempre con la misma ropa un poco pasada de moda. Le sacaba desde los zapatos hasta sus interiores. ¿Qué si mi hermana me descubría? No para nada. Yo era muy cautelosa y además ella no permanecía en casa los fines de semana. Bueno, no te me asombres, todos pasamos por una situación similar cuando queremos aparentar ¿No te parece?

 


Fíjate, me faltaba un par de años para terminar bachillerato, mi papá me pagaba el transporte del colegio y por ahorrar me regresaba en bus urbano, dizque para comprarme algo de ropa.  Y es que no sé si te acuerdas, por estar haciendo esa pilatuna me pasaron dos sucesos feos. Una fue cuando un hombre en bicicleta me tocó las nalgas ¿te conté, cierto? Si, si, casi sales a contarle a mamá. Otro cuando venía llegando a casa una noche, sentí que alguien me seguía de cerca, giré la cabeza, era un tipo alto y moreno. Timbré en la primera casa que encontré, ni te imaginás, el corazón me latía desbocado.

 Una amiga me quiso llevar a casa después del colegio, aún faltaban aproximadamente veinte cuadras. Mi amiga preguntaba dónde era mi casa y yo le respondía, no te preocupes es a dos cuadras ¿Qué más podía hacer? Vivía de las apariencias

 ¿Te tengo cansada? ¿Qué por qué digo esto? Pues porque veo que te espabilas y miras para otro lado. Bueno, si no te aburro sigamos recapitulando mi historia patria. Sí, ya sé que me vas a recalcar acerca de mi vida en Bogotá. Yo pobre no era, pero mi familia nunca vivió de apariencias y con mi falta de seguridad a lo poco que tenía no le daba valor. En la universidad estudiaba con amigas adineradas y no sé si te acuerdes la vez que una de ellas me llevó en su carro a comer a Andrés carne de res. ¡Uy!  era como estar en la élite hace treinta años, lo que me consignaba mi mamá para el mes lo gasté en un almuerzo aquella tarde. Al siguiente día me toco llamar a mi hermano y pedirle auxilio porque estaba sin cinco. ¿Te da risa? A veces me pareces que te haces la incrédula, es que ambas lo vivimos, vos como siempre en las nubes nunca recordás nada. ¿Te aburro con mis historias? Ah bueno, me alegro, porque recordar es vivir.  Vos como siempre llena de nobleza conmigo.

 ¿Querés que te cuente de cuando estuve casada? Por esa época también hubo penurias, con decirte que los únicos que me llamaban eran los bancos, me desvelaba sentada al filo de la cama.

 Mi esposo y yo nos pusimos a construir una casa y teníamos un vecino llamado Diego. Sí, sí era aquel donde nos reuníamos a tomar los viernes, tenía una casa campestre en un condominio en Dapa. ¡Cómo me fascinaba esa casa! Mi esposo y yo llevábamos ladrillos que sobraban en las obras para construir la nuestra. ¿Te duele la barriga de tanto reírte? Sí me imagino, pues siéntate bien y te echo el cuento. Ellos dos hicieron una especialización, el día de su graduación cuando terminó el evento nos invitaron a su casa a una comida. A la salida el carro no prendió, era de esperar, nos desplazábamos en ese pichirilo viejo. Hicimos maromas, inyectamos gasolina al carburador y al final prendió. Logramos llevarlo a una estación de servicio, te imaginarás mi marido y yo con trajes de luces fue como para alquilar balcón. Yo envidiaba la fortuna de esa familia. Lo que veía era que nunca pasaban necesidades, vivían super y se amaban.

 Las deudas empezaron a crecer de una manera desmesurada por la construcción de nuestra casa. Abandonamos el proyecto, nos mudamos a pagar arriendo a un cucurucho de apartamento y reducimos al máximo nuestros gastos. ¿Y esa lágrima que se asoma en tus ojos? Ya sé lo que se te viene a la memoria. Justo la niña se nos enfermó cuando habíamos cancelado la medicina prepagada y la eps casi nos la deja morir. Es que vos siempre la has amado como si fuera hija tuya.

 ¿Quieres saber cuándo cambio mi vida? Me gusta cómo asientes con tu cabeza, aunque presiento que a veces te disgusta que te hable de esos recuerdos. Bueno, vos sabés que uno pasa por caminos pedregosos que nos hacen caer, nos hacen una herida y luego nos levantamos con la frente en alto para nunca más cruzarlos. Ah, verdad me estoy desviando del tema, bueno pues fue cuando me dijeron que estaba embarazada por tercera vez ¿lo recuerdas? Yo sé que sí, vos insistente me decías al oído << no lo tengás>> y yo dudosa lo pensaba. Con esa duda me fui quedando y me fui enamorando de ese ser que llevaba dentro. Si mijita, la vida me cambió. ¡El bebé llegó con el pan debajo del brazo! 

 ¡Uf, qué calor me ha dado! Es que contarte todo esto ha hecho que se me suba la sangre a la cabeza, hacete para un ladito, me siento junto a vos. ¿Puedo apoyar mi cabeza en tu hombro y te digo un secreto? Ya no busco la aprobación de nadie.

 

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