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domingo, 7 de agosto de 2011

Echémosle la culpa al diablo

Andrea Barona



                        El diablo vino pero le dije que viniera luego. No le dije que no volviera, porque hasta ahora no me ha hecho caso.  Es más terco el sinvergüenza. Que si quiero dormir tranquila, me acosa con sueños lujuriosos. Que si quiero conversar con una amiga, me friega con sus embustes. ¿Si viste como te miró de feo? Mínimo te tiene envidia. Uych. Mirá ese vestido tan inmundo, el mismo que llevó al entierro de Gloria y el cumpleaños de Luis Alfonso...y yo queriéndome tomar mi cafecito tranquila. ¿Viste cómo traga y disque haciendo dieta? ¿No te da risa? ¡Ya! No jodás más. Dejame en paz, le digo, me cansa que sea tan intrigante.
Y qué decir de cuando voy al supermercado. Mirá ese muchacho tan querido, el de la caja dos, unos añitos menor, pero qué va, vos estás enterita. Hasta que siento a mi marido ¿Mija llevamos las pastas pa’ la gastritis o  aromáticas de manzanilla? ¿Caramba, cómo me acuerda de la maldita gastritis? En la confesión no le dije nada al curita de lo que el diablo me hace pensar. Que incómodo sería. Además, no friegue, ese curita está como quiere, que desperdicio. ¡Eh! ¿Si ve? De tanto oír a ese diablo, comienzo a hablar como él. Descanso cuando estoy con mis amigas del grupo de oración, porque se queda callado un rato, no le gusta cuando rezamos el rosario. Pero llega apenas lo terminamos. ¡No! Qué cosita, arranca y no lo detiene nadie. Hay momentos en que me hace meter la pata. Ya no sé, si lo pensé o me lo dijo él, pero el otro día salí con una imprudencia. Qué pena con Lucre, decirle que escupiera esa flema, que parecía poseída. Pero fue ese diablo, que empezó a criticar a Lucre. Es que a veces se pone tan cansona, hablando de su muchacho graduado en Inglaterra y su hija que se casó con un francés que la llevó a conocer la torre Ifel, que la vajilla que le mandó el hijo y el anillo de rubí de la hija, que patatí patatá... y yo aquí con este perro y estos gatos que no me dejan sino caca por todas partes. Tantos años esperando un embarazo, pero la fábrica de Gonzalo no quiso producir más. Y él de jodido no me dejó adoptar. ¡Claro, él tiene a su hija! Y a mí que me coma el coco. Yo hubiera sido más viva, le hubiera metido un muchachito con el vecino, pero él bien mono y mi marido bien indio. Pues más pendeja yo, porque hubiera podido decir que sacó los genes de mi familia. Claro, ahí si el bendito diablo no aparece por ningún lado, seguro algo se le hubiera ocurrido. Yo toda pudorosa, rezaba y rezaba para no condenarme por estar jodiéndome al condenado vecino. ¿Pero qué más podía hacer? si el porquería diablo me lo metió por los ojos. Aunque no puedo negar que en esa época Jairo era apuesto, atlético, romántico... tiempos aquellos. Últimamente el diablo ha estado tranquilo, solo aparece cuando Lucre llega tarde al té con las amigas, que porque llegó la hija y estaba con ella en el club. Como si no supiera que todos los jueves tomamos el té a la misma hora. Pues si está muy ocupada con su hija no venga, que se quede en su club. ¡Ah! ¿En qué misterio iba? Me envolaté por estar pensando pendejadas. ¡Dios santo! el timbre del celular un día me va a infartar. ¿Y ahora quien será? ¿Qué botón es el que tengo que apretar? ¡Ah sí! El verde.
¡Alo! Quiubo mamita. ¿Qué pasó? Cálmese mija, respire y me cuenta. Noo, mi amiguita nooo, por qué Dios mio, mi amiguita nooo, mi Lucre, amiga, por qué te me morís mi amiga. ¡Dios mio, qué sofoco!

¿Cuánto tiempo habré estado privada? ¿Dónde estará Gonzalo? Tengo que avisarle que estoy bien. La noticia me cayó como un balde de agua fría, seguro se me subió la tensión. Morirse Lucre justo cuando rajaba de ella. Que en paz descanse. Amiga perdóneme. El diablo es puerco y lo hace a uno decir bobadas.

- Mijo ¿Dónde estás? Ve, y vos que hacés allá sentado en el jardín, todo carilargo, mijo ¿qué me le pasa? ¿Estás llorando? Tan raro, si a vos no te caía bien Lucre.

- Yo siempre fui un esposo honorable, amoroso, sincero. Te aguanté caprichos, egoísmos, envidias y ese vicio pendejo de echarle la culpa al diablo, y esa rezadera. ¿Para qué Cecilia? ¿Qué más querías de mí? No soporto la ira. ¡Dios perdóname! Y el maldito, decir delante de todo el mundo  que te amaba y que no podrá vivir sin ti. No lo maté por respeto a la decrepitud. Treinta y cinco años de casados, treinta y cinco. Y eso que sin mí, seguro te hubieras quedado solterona.
-¡Ay juemadre! Gonzalo le juro que no estaba en mis cabales. Fue el diablo. Pero ya no está aquí, se lo juro, ya no lo siento cerca. No me habla. No logrará que haga más embarradas. Perdóneme por favor.

-Mija qué bueno que llega, para que me saque de este embrollo. Alicia, decile  que me perdone. Les juro que eso no significó nada. Eso fue hace mucho. Pero Alicia mija, páreme bolas, que te estoy hablando. Después de la trombosis de Jairo, jamás  volvimos a vernos. Mija no me trate así, no me ignore, yo no tengo la culpa, por lo menos míreme.

-Papá, no se mortifique más
-No Alicia, esto es muy duro, a Cecilia le aguanté muchas cosas, pero esto es la tapa.
-Papá, es mejor que se venga conmigo a los Estados Unidos. No quiero que se quede solo en esta casa.
-No se me lo lleve mija. ¿Y yo qué? ¿Cómo me va a dejar sola? Vea que con esta tensión, me da un patatús y ¿quién me va a ayudar? Ya estamos viejos Alicia ¿Cómo nos vamos a separa a estas alturas? Dígale a su papá a ver si me entiende. ¡Pero no se hagan los locos!¡Pónganme cuidado que les estoy hablando!
 -Venga papá, vámonos, al fin y al cabo Cecilia está muerta.

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