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martes, 29 de mayo de 2018

Emily Dickinson

                                        Humberto Rey



La poeta sometida a un calvinismo pueblerino aparece en sus poemas como una librepensadora. Irrumpe  en el esquema poético inglés y norteamericano  como una innovadora que con las palabras y metáforas rompe normas literarias establecidas para la  lírica y las metáforas.

Al igual que le sucedió a Vincent  Van Gogh, el genio pintor de las pinceladas, que solo logró vender un cuadro entre todas sus  pinturas, a Emily Dickinson le publicaron un puñado de  poemas antes de su muerte. Todos en pequeñas publicaciones locales.

Debía entrar a la eternidad,  que cuestionó y la  atormentó, para que la fama y el reconocimiento se dieran hasta llegar a ser considerada como uno de los pilares de la poesía moderna en lengua inglesa y quizás la poeta número uno de la literatura americana.

Su desdibujada vida siempre dependiente de los aconteceres y viajes de su familia, sus amores al estilo de Kafka, sometidos a un régimen epistolar, no hacían predecir triunfos futuros.

 Al igual que les sucede a los  soñadores, quijotes  y héroes su leyenda creció con los años cuando su vida se movía en los ámbitos misteriosos y recónditos postmortem.

Hoy se juntan la ignorancia y lo sagrado para llenarnos de humildad ante nuestra razón de ser. Solo ahí aparecen mesías salvadores que osan liberarnos de la muerte, hoyo negro de la existencia humana.

Como dice en uno de sus poemas:

                                              Ensueño
Para fugarnos de la tierra
un libro es el mejor bajel;
y se viaja mejor en el poema
que en el más brioso y rápido corcel
Aun el más pobre puede hacerlo,
nada por ello ha de pagar:
el alma en el transporte de su sueño
se nutre sólo de silencio y paz.

Se siente que su canto esta con los oprimidos aunque destila lirismo por todos los poros.  La belleza, la nobleza, el humanismo, el amor y la esperanza de que los humanos seremos capaces de encontrar un paraíso no violento, pero terrenal  para todos se palpan y sienten entre sus versos. 

Leyéndola logro entender por qué  la frustración es un gran energizaste vital.  En la educación de nuestros niños una buena dosis de ella es necesaria, sin confundirla con fundamentalismos ni sadismos conventuales.

Sus palabras y versos se mueven  entre brumas, nebulosas y claroscuros pero a través de esos grises colores aparece siempre el verde esperanzado y el amarillo luminoso que no es resignación sino protesta, amor y a veces risa.

A través de su asonancia versificadora, de sus rompimientos con la métrica poética tradicional nos dice que para estar vivos de verdad hay que romper esquemas rígidos de la biología,  de la teología y de la filosofía y dejarse llevar en los arrullos del cadencioso fluir vital para poder respirar y amar saliéndose de esquemas, dejándose llevar por los ríos de vida hacia el sin fin del mar.

La poeta del siglo XIX tiene una mayor vigencia ahora  en el siglo XXI, que rompe con las limitaciones que le impidieron gozar de su cuerpo, vivirlo para ensayar adentrarse en paraísos naturales, terrenales y no tan solo en la virtualidad metafísica de paraísos que existen entre palabras y nubes.

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