Vistas de página en total

martes, 20 de agosto de 2019

Mi última carta


NATHALIA  ELIZABETH RUIZ



        Quiero compartir una experiencia única que me ocurrió trabajando en la  Unidad de cuidados intensivos  de un   hospital  en Toribio-Cauca, uno de los pueblos más violentos en la historia colombiana.

               Hace  dos años  atendí a una joven de 24  años de edad,  estatura media y  piel muy  blanca  y tersa. Se notaba que nunca había utilizado maquillaje. Su perfil me recordó a las mujeres del medio oriente. Su cabello era  largo, ondulado y de color castaño oscuro. Era delgada, pesaba más o menos  50 kilos.  Se notaba  que no era de la región. Me pregunté, ¿por qué una mujer así se encontraba en el Hospital? ¿Qué  hacía en un pueblo donde la pobreza, la guerra  y la muerte  campeaban?   También me llamó la atención su nombre,  Farah, alegría en árabe. Farah se encontraba seis meses atrás  prestando su servicio social en Toribío. Ella decidió de forma muy valiente aceptar ser la directora del Centro Médico.  Estaba a dos días de finalizar  su pasantía  y  regresar a su país tras siete años en Colombia, estudiando medicina. Me pregunté una vez más ¿Alguien  le advirtió sobre el  peligro que  podría resultar  aquella estancia  en Toribío? Seguramente sí, pero tal vez su deseo de servir era más grande que  cualquier cosa en el mundo. Farah se  encontraba entre la vida y la muerte. Las enfermeras del hospital se enteraron  que la joven  salió de la pensión al puesto de salud a eso de las siete de la mañana, impregnada de alegría como todos los días, la misma que representa su nombre. Sabía que había cumplido con su deber  y estaba a punto de irse a otro lugar  del planeta donde también la necesitaban. De repente,  se vio en medio de un fuego cruzado por grupos armados. Un  proyectil entró por su mandíbula izquierda y salió por  su  sexta vertebra. En cuestión de  segundos  ya estaba  inmóvil e inconsciente  y en poco tiempo conectada a cuantos aparatos la mantuvieran con vida. Todo apuntaba a que la  médula espinal   de Farah habría  sufrido un gran daño.
       Cada minuto que pasaba Farah se deterioraba. Yo acababa  de llegar de Brasil de realizar una especialización  de tres años en medicina crítica y cuidados intensivos.  Estaba dispuesto a probar mis conocimientos para salvar a mi joven paciente. Me identificaba con ella, sin que me hablara, sin conocer su familia, sabía que nuestra vocación de servir nos unía. Pero no logré lo que esperaba, Farah estaba sumergida en  un profundo coma y sus órganos apenas se mantenían. Entonces decidí lanzar mi última carta, “la pócima secreta”. Durante mi permanencia en las selvas del Brasil estuve con un curandero de quien escuché muchas historias de sanación,  me recordaban  a las de mi abuela y  a las de José Gregorio Hernández.
       En una de mis vacaciones  decidí buscarlo. Quería saber mucho más sobre ese hombre, me intrigaba  la fuerza y la fe con la que los pacientes  hablaban de sus poderes. Me interné en aquellas selvas  y después de caminar casi dos  kilómetros  llegué a la casa del maestro YAHAMURE, un hombre poliglota, hablaba 36 idiomas, lo que me permitía presumir que había estado en muchos lugares del  mundo,  se veía muy  humilde, tenía alrededor  de ochenta años,  percibía en él  un aura de bondad  y serenidad que lograba contagiarme. Después de una conversación de más de cuatro horas en las que seguramente analizó cada una de mis frases y cada movimiento, concluyó diciéndome “eres merecedor de mi pócima secreta: el MAYAHURE, que significa regreso a la vida. Cuando escribí el nombre de la pócima, inmediatamente me di cuenta que tenía  las mismas letras de su nombre lo que  me asustó un poco. “Sabrás en qué  momento utilizarlo” Me dijo. “Sólo debes tener en cuenta que en la persona que lo utilices se  deben cumplir 3 condiciones: Ser fiel a sus principios, amar a los animales y a la naturaleza  y servir por convicción. Quien reciba la pócima secreta podrá regresar a la vida cuantas veces lo necesite”.
       Mirando con resignación a Farah y siendo consciente de lo poco que podía hacer,  recordé las  palabras del maestro  YAHAMURE. Busqué la pócima  secreta en mi casa.  
        En el camino de regreso al hospital rogaba que  Farah amara los animales, que fuese  fiel a sus principios porque la vocación de servir  sí que  estaba comprobada. No tenía a quien preguntarle cómo era su vida,  su tía con quien vivía en la capital apenas venía en camino.
         Llegué al Hospital   y como Farah no podía tomar la pócima, entonces decidí inyectarla en los líquidos que le estaban administrando. Eran cristalinos y de repente las mangueras y el frasco   tomaron  un color azul oscuro. Tuve segundos de pánico.  Mientras la sustancia recorría su interior  me cuestioné, ¿Qué estoy haciendo?  ¿Podría estar adelantando su muerte?  Miré al paciente de la  cama contigua, un hombre de más o menos sesenta años quien fijó su mirada en mí,  tratando  de descifrar mi sudoración y mi nerviosismo. Procuré mantener actitud  de  cara de póker. Sentí  que el hombre  me había descubierto.  Que en segundos presionaría el botón de llamado y llegaría una  enfermera y me delataría.
         Eran casi  las siete  de la noche y mi turno había finalizado,  debía descansar. Esa noche  no pude conciliar el sueño y las dos  horas  que logré  dormir,  en mis pesadillas me veía en un juicio  rodeado de mucha gente  acusándome de homicidio.  Al  día siguiente,  las enfermeras me recibieron con la buena  noticia de que Farah ya respiraba por sí sola, y había recobrado su  conciencia. No dejaban de repetir una y otra vez que era un milagro.
     Hoy, Farah  trabaja con un grupo de jóvenes médicos, atendiendo a migrantes sirios  en medio del fuego cruzado. Es una de las principales activistas de WAZA (World association of zoos and aquariums). Una vez  lo supe   comprendí mucho más  el porqué de  las condiciones.
         Después de  Farah, he utilizado el recurso con tres pacientes, pero con resultados fallidos. Lo que me llevo a comprender que mi as bajo la manga no me garantizará en el juego con la muerte volver a vencerla.





No hay comentarios:

Publicar un comentario