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miércoles, 25 de mayo de 2022

El asesinato de un líder: Camilo Torres Restrepo

 



                       Jesús Rico Velasco

     Recuerdo el día cuando lo mataron. Fue un martes 15 de febrero de 1966 en San Vicente de Chucuri, Santander (Patio cemento, al lado del rio Cascajales). Un grito sostenido de dolor se extendió por toda la ciudad universitaria: “¡Mataron a Camilo, mataron a Camilo, mataron a Camilo!” se escuchó en todos los rincones de la Universidad Nacional de Bogotá. Yo asistía a un curso de especialización dirigido por el CINVA (Centro Interamericano de Vivienda), bajo la dirección del antropólogo Roberto Pineda Giraldo, esposo de la conocida antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda, quienes fueron mis profesores en la Facultad de Sociología en donde había cursado licenciatura.

   El recinto del CINVA quedaba muy cerca de la entrada de la calle 45. A mitad de mañana, todos los estudiantes salimos corriendo a protestar hacia la puerta principal de la ciudad universitaria. Fue la primera y la única vez que tomé una piedra grandísima y la lancé a un microbús del ejército que pasaba por la calle 26 frente a la puerta de la Universidad. Tomé impulso y con un gran dolor en mi pecho y mucha fuerza la lancé hacia el vehículo, la piedra pasó por encima y calló al otro lado del bus. Me tranquilicé, respiré profundo y me di cuenta que no pasaría nada.    

Qué pesar, todo pasó, se protestó y el tiempo ha ido borrando la memoria del gran líder, mártir de la patria,  Camilo Torres Restrepo. Las nuevas generaciones no lo conocen, no lo estudian, no saben en realidad quién fue, creo que es un  pesar vergonzoso.

Las pocas personas que lo recuerdan lo mencionan como el “cura guerrillero” borrando de un  solo tajo su contribución  al crecimiento y desarrollo de la Sociología en Colombia, de la filosofía política, del pensamiento y el cambio social y la defensa de los derechos humanos, eliminación de la corrupción, la lucha por la administración de justicia, la existencia de clases sociales  indiferenciadas, la importancia del  amor entre los seres humanos  y la dedicación a la  paz. Podría asegurar que su vinculación a la guerrilla con el ELN  fue ocasional como él mismo nos lo mencionó: “si me quedo en la ciudad, me mandan a matar en las calles de Bogotá”.

Conocí al padre  Camilo Torres Restrepo  en enero de 1961 cuando ingresé a estudiar sociología en la Universidad Nacional. La carrera estaba organizada por semestres con algunas clases en la mañana y otras en las tardes dependiendo de la disponibilidad de los profesores, que por lo general trabajaban hora cátedra en distintas universidades.

Nos fuimos intimando poco a poco en una facultad que ya llevaba un semestre funcionando. El Dr. Orlando Fals Borda quien era el decano nos dio algunas clases sobre introducción a la sociología. Había escrito libros tan extraordinarios como “Campesinos de los Andes”, “el Hombre y la tierra en Boyacá”, “la Violencia en Colombia” y una gran cantidad de artículos en revistas nacionales e internacionales. Era un hombre admirado por todos, un costeño fino, elegante, de muy buenas maneras, y un gran amigo. Sus enseñanzas, sus consejos, y su apoyo en el desarrollo de mi carrera como sociólogo me marcaron para toda la vida.  Nos hicimos amigos. Yo ya empezaba a destacarme como un buen estudiante dedicado a la academia; a pesar de que debía tomar parte de mi tiempo al  “rebusque” para completar el dinero necesario para vivir en Bogotá. 

Recuerdo también,  con mucho cariño, al Dr. Eduardo Umaña Luna quien nos dio las primeras notas sobre la importancia del derecho en sociología, derecho comparativo y algo de derecho internacional. Un hombre justo, íntegro, letrado, de esos que  andan con el último libro que están leyendo debajo el brazo. Pensador astuto, ágil, excelente profesor. Tenía la cualidad de hacer sentir bien a sus alumnos. Para la época él era una persona  importante en el ministerio de justicia y dictaba cátedra en otras prestigiosas universidades. Había escrito con el Dr. Orlando Fals Borda y Monseñor Guzmán unos de los mejores libros que se han escrito sobre el análisis sociológico de la violencia en Colombia.

Por supuesto, el padre Camilo Torres Restrepo era para todos nosotros una figura central. Admirado por todos y todas. Era el párroco capellán  de la Universidad Nacional desde 1959. En 1960 en colaboración con el Dr. Orlando Fals Borda, Eduardo Umaña Luna, Carlos Escalante, María Cristina Salazar, Darío Botero Uribe, Virginia Gutiérrez de Pineda y Tomás Ducay  fundaron la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional con el apoyo financiero, paradójicamente,  de la Fundación Ford y la asesoría permanente de prestigiosos sociólogos Norteamericanos como por ejemplo:   Eugene Havens ( universidad de Wisconsin), William Flyn (Ohio Sate), T. Lynn Smith (de la Universidad de Florida), Everett Rogers y el Dr. Aaron Lipman (Michigan State) entre muchos otros.

El padre Camilo nos enseñó en alguna oportunidad metodología de la investigación científica y la importancia de entender a los grandes pensadores de la sociología como Max Weber y Karl Marx. Era duro en su pensamiento, sensible ante la situación  social y económica en que vivía la mayoría de las clases populares. Había realizado estudios en Ciencias Sociales en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) y estudios de posgrado en Sociología Urbana en la Universidad de Minnesota. Era un Ph.D. profundo. Recuerdo sus investigaciones sobre “La proletarización de Bogotá” (Monografía Sociológica No. 9,  1964), en donde deja ver su capacidad de investigador, analista  y pensador social.

Hacia 1960 la proletarización de algunas de las principales ciudades de Colombia se veía llegar. Existía un proceso de concentración de la población en algunas  áreas urbanas  como resultado de la presión que ejercía el campo sobre la necesidad de buscar una vida mejor,  en especial,  seguridad, y empleo. La violencia política en casi todas las regiones del país fue un factor catalítico que empujó  en parte a los campesinos hacia las principales ciudades como Bogotá que ya alcanzaba mas de 1.600.000 habitantes,  y otras ciudades como Medellín, Cali y Barranquilla que duplicaban su población en períodos tan cortos como cada 10 años.

Se presionó el espacio físico con la construcción de viviendas en invasiones de terrenos como resultado de la necesidad. En el sur de Bogotá surgieron asentamientos populares que crecieron desordenadamente  y sin servicios públicos adecuados como el Policarpa Salavarrieta y algunos tugurios en las laderas de la cordillera y el norte en Usaquén. Los cordones de miseria proliferaron en la periferia de la grandes ciudades especialmente en Bogotá.

El padre Camilo había alcanzado una popularidad extraordinaria, era un líder carismático que predicaba el evangelio a escala humana,  comprendía que la situación social en Colombia cada vez se deterioraba más y comenzó a participar  en política, recorrió los pueblos de la costa y centro de Colombia y su popularidad fue creciendo muy rápidamente.

Sus ideas revolucionarias se plasmaron en varios escritos que  fueron publicados en el periódico el Frente Unido como la “plataforma para un movimiento de unidad popular” y su  “Proclama al pueblo Colombiano” desde las montañas en enero de 1966.

El  padre Camilo hablaba de la necesidad del cambio de las estructuras sociales y económicas del país, su lenguaje y sus escritos sostenían la necesidad de una revolución social. Su pensamiento y práctica ideológica lo puso en dificultades con las autoridades  eclesiásticas en una especie de pequeño enfrentamiento con el Cardenal Luis Concha Córdoba   que lo retiró de la capellanía de la Universidad Nacional y lo mandó de párroco a una iglesia en Tunjuelito  y posteriormente en este tejemaneje con las autoridades eclesiásticas  se vio obligado a retirarse de las manifestaciones del culto de la iglesia católica pero nunca abandonó la idea de permanecer como sacerdote.

La concentración de la riqueza era verdaderamente inaceptable, pequeños grupos familiares eran dueños de mas del 80% de las tierras útiles, terratenientes que en algún momento de la historia serán señalados como uno de los factores causales del deterioro de la sociedad colombiana.

Los niveles de educación eran bajísimos, el acceso a la universidad era muy difícil con pocos cupos en las universidades públicas en especial para las mujeres. Uno de cada cien bachilleres podía continuar sus estudios superiores.

El déficit habitacional superaba el millón de unidades y muchas de las viviendas existentes estaban deterioradas, los servicios públicos eran deficientes, la salud no daba para mas allá de una esperanza de vida de 60 años y la seguridad alimentaria de la población estaba diariamente amenazada por la insuficiencia del empleo.

Para Camilo, estos y otros factores constituían el panorama de una nación que necesitaba un proceso de cambio que le diera la oportunidad a la población de vivir mejor.

Se miraba con mucho entusiasmo el proceso de la Revolución Cubana que había comenzado en 1959 con la toma del poder por las fuerzas que comandaba Fidel Castro y la inolvidable colaboración de la figura del Che Guevara, el comandante Cienfuegos y otros. Se seguían los avances de la Revolución Rusa cuyo desarrollo amenazaba y desafiaba el poderío americano, y el movimiento de Mao Tsé Tung en la china. Existían en Bogotá y en algunas otras ciudades movimientos estudiantiles como el Frente Unido que promovían  la Revolución en Colombia.

Todos estos movimientos revolucionarios incluyendo el Frente Unido, fracasamos por muchas razones, entre ellas la ausencia  de liderazgo, la falta de berraquera para unirse al llamado del padre Camilo.

Es posible afirmar  que el padre Camilo Torres es uno de los  últimos líderes carismáticos en el país. Sus   ideas eran excelentes, claras, transparentes… era auténtico, un verdadero romántico de la política y del evangelio a escala humana. Un hombre incapaz de disparar un fusil para acabar con la vida de una persona.

Su movimiento alcanzó tanta importancia que produjo miedo a las oligarquías del país y por eso unos meses después de que estaba con el ELN (Ejército de Liberación Nacional) y que se supo su ubicación,   le metieron  miles de soldados en el lugar en el que se encontraba, cosa que nunca se hizo con otros movimientos revolucionarios como las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas) que dirigía Tiro Fijo en las regiones de Sumapaz.

Lo mataron sin darle la oportunidad a Colombia de probar una plataforma ideológica que hubiera podido ser la solución a tantos problemas sociales de la mano de uno de  los líderes más extraordinarios que ha tenido el país.

El día que asesinaron al padre Camilo Torres fue un día de profundo y verdadero dolor de patria. Un líder con un carisma que atraía a los demás  con su presencia y su palabra y como un don concedido por Dios en beneficio de la comunidad. Predicaba la bondad basada en la necesidades de los pobres del país. Después de haber trajinado por las páginas de las ciencias sociales, de contagiarse de pueblo en las plazas públicas, y como resultado de sus investigaciones y de la clara evidencia que se desprendía de la sociedad en que vivía, llegó a la ineludible conclusión de que existía una necesidad  imperiosa  de empujar hacia un verdadero cambio   social en el país. 

Era un “Jesucristo” predicando en el púlpito de la ciudad universitaria en la capilla de la Universidad Nacional de Colombia  donde lo escuché en varias ocasiones. Era un orador sencillo que conversaba el evangelio con sus feligreses en la capilla de la Universidad Nacional en donde los domingos hacia las 10 de la mañana se reunía una población  de asistentes que llenaba totalmente la iglesia.

A pesar de ser un hombre de alcurnia, un catedrático fuera de serie, de clase social bogotana de alto turmequé, era una persona sencilla de fácil trato con  los alumnos, con sus interlocutores, y como lo conocí de cerca,  paradójicamente, podría decir que era un hombre formado  para dirigir un pueblo.

Hace 55 años asesinaron a Camilo Torres. La última vez que lo vi fue una noche en el mes de septiembre de 1965 en las oficinas del editorial Ediciones Tercer Mundo. Un grupo de sociólogos, profesores y profesionales de varias disciplinas fuimos invitados a una reunión  de “lanzamiento de un libro”. Se trataba de acercarse a la despedida a la clandestinidad del extraordinario líder Camilo quien había logrado mucha popularidad en los pueblos de la Costa Atlántica, en Cundinamarca y Bogotá y era rechazado fuertemente por los grupos oligarcas en el país. Se iba a unir a las filas del ELN en las montañas de Santander.

Vestía una chaqueta de cuero negra, pantalones  y zapatos oscuros al estilo de cura bogotano. Con una suave sonrisa y gran talante se paseó y conversó entre los pequeños grupos de amigos. Yo estaba en el grupo de compañeros de la Universidad Nacional entre quienes recuerdo a Humberto Rojas, Rodrigo Parra, Álvaro Camacho , Fernando Uricoechea, Orlando Fals, y otros que no recuerdo.

El padre Camilo se acercó a nosotros y surgió inmediatamente la  pregunta del millón: –¿pero por qué te tienes que ir a la guerrilla, si has alcanzado renombre y popularidad en las ciudades, y en las áreas rurales de Colombia?. Sonriente con su pipa entre los labios nos miró atentamente y muy cariñosamente nos contestó: –“si me quedo en la ciudad, me matan en las calles de Bogotá”.

Se despidió sin mucho alboroto, se colocó  una boina negra sobre la cabeza, alzó sus brazos y su figura se perdió en la profundidad de esa última noche de encuentro con sus amigos.

El 3 de julio de 1965 salió  a las calles de Bogotá el Semanario “Frente Unido”. A mi memoria llega la imagen de verme en la carrera séptima frente a la Universidad Javeriana con un grupo grande acompañando a Doña Isabel Restrepo, mamá de Camilo, quien “feliz” repartía el semanario entre todas las persona que encontraba. Ese día jueves  era el Año 1, el No 1  del semanario que salía en una edición de 10.000 ejemplares “creo” de distribución gratuita por que no recuerdo haber visto a alguien  pagando por el periódico. El semanario contenía el mensaje de Camilo a los cristianos. En otro numero  posterior se presentó la “Plataforma para un movimiento popular” y en enero de 1966, antes de su asesinato,  la  “Proclama al pueblo colombiano”. Se hicieron 13 publicaciones del semanario que salía los jueves.

Camilo se unió a la guerrilla con la ayuda de Jaime Arias dirigente estudiantil en la Universidad Nacional  y de Fabio Vásquez Castaño cofundador del ELN  en 1964, con quien se había visto en Bucaramanga antes  de incorporarse a ese movimiento guerrillero. Los rumores cuentan como  Fabio Vásquez,  quien llevaba ya algún tiempo como guerrillero, apreciaba mucho a Camilo y lo ayudó en su breve entrenamiento militar. El día en que lo mataron Fabio estaba con él en las montañas de Santander cerca del río Cascajales. Fabio contó después que ese día martes 15 de febrero hubo un enfrentamiento con la tropas del ejército de la quinta brigada en una región de difícil acceso y movimiento.

El ejército los estaba buscando porque Camilo era un líder nacional de mucha popularidad  y gran importancia nacional.  El gobierno del momento saliente dirigido por Guillermo León Valencia  fuertemente presionado por el entrante recién elegido presidente (mayo de 1965) Carlos Lleras Retrepo miraba con mucha atención la política guerrillera que estaba comenzando en las montañas de Santander.

La Quinta Brigada del Ejército en Santander  comandada por el General Álvaro Valencia Tovar quien se declaró “amigo de Camilo” mandó un grupo significativo de sus hombres a la zona en donde se sabía que el “cura guerrillero” se encontraba en el área.

Cuando empezó el combate algunos guerrilleros del ELN se encontraban en la parte baja de la montaña. Hubo un  fuerte enfrentamiento y algunos combatientes fueron dados de baja muy rápidamente. Camilo que estaba en la parte alta observó como algunos de sus compañeros cayeron ametrallados por los soldados y decidió descender  para ayudarlos y también para recoger algunas de las armas y luego subir hasta donde se encontraba Fabio Vásquez Castaño. Con tan mala suerte que antes de llegar a la parte baja de la montaña los disparos de los soldados hicieron blanco en su cuerpo y rodó por la pendiente hacia donde estaban los cadáveres de los tres o cuatro guerrilleros muertos. Fabio como pudo se alejó por entre los matojos de la parte alta y desapareció del sitio en donde se dio el combate.

Los cuerpos de los muertos, entre los cuales se encontraba el de Camilo, fueron enterrados en una área medio  selvática en las cercanías del río Cascajales por orden del general Valencia Tovar.

Para todos su cuerpo se desvaneció desde aquel día. Y con él toda la fuerza de los seguidores de Camilo. Fabio Vásquez Castaño con el tiempo fue destituido de su cargo en 1973 y se exilió en Cuba en donde vivió por muchos años y murió en diciembre de 2019.

Tres décadas después en un rollo elaborado por la revista Semana del año 2002 el secreto del General Valencia se presentó al público. En el artículo se cuenta la historia de mi General dando órdenes a los soldados de enterrar en bolsas de plástico negro por separado los restos del “cura guerrillero” Camilo Torres de los otros tres  cadáveres. De cómo unos tres años después de este suceso los hace desenterrar para trasladarlos en “ secreto”  a un panteón militar en Bucaramanga. Guardando la mayor discreción del caso y dejando una carta en sobre lacrado con las indicaciones de que le sean entregados  a su hermano el Dr. Fernando Torres Restrepo (1924-2007) médico  profesor de neurocirugía  en la Universidad de  Minnesota ( Usa) los restos mortuorios de Camilo en uno de los viajes que hace a Bogotá.

Nadie conoce la verdad, han pasado muchos años. Los participantes en este cuento ya han desaparecido: el presidente Guillermo León Valencia, quien ordenó el entierro de los cadáveres y el general Valencia Tovar que los enterró y los desapareció en una trama de película.

Aquí evoco un recuerdo interesante que hace que aparezca una  ficha importante en  este rompecabezas. En la Fundación Americana con sede en Bogotá trabajábamos un grupo de estudiantes de sociología, en ese momento cursaba mi tercer año, realizando pequeños trabajos de investigación bajo la dirección de un sociólogo sueco que nunca conocimos. Nos pagaban muy bien por cada informe  presentado.  Estos informes detallaban aspectos de las huelgas estudiantiles de la universidad Nacional utilizando fuentes de información secundaria como revisión de los  principales periódicos  a nivel nacional y entrevistas, lo más detallado posible indicando los nombres propios de líderes estudiantiles y señalando con precisión los objetivos declarados de las mismas. Qué pesar que no guardamos copias de esos documentos, o por lo menos yo no lo hice.

La verdad éramos todos muy ingenuos. La mayoría de nosotros, amigos del padre  Camilo Torres, y simpatizantes del Frente Unido, en algún momento trabajábamos a destajo en la Fundación Americana a través de la cual se sabía que enviaban a Camilo: víveres, drogas, dinero, información, chismes y rumores a finales de 1965. Con los años vine a saber que la Fundación Americana era un centro de espionaje que desapareció después de la muerte de Camilo. Es posible creer que de alguna manera los chismes y rumores que se manejaban en la Fundación  ayudaron en la información para conocer  el lugar  en donde se encontraba, sus movimientos y las debilidades tácticas y operacionales que lo rodeaban. Una trampa que muy pocos reconocimos.

 “Paz en tu tumba desconocida, hermano Camilo”.

 

 

 

 

 

 

 

 

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