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lunes, 2 de mayo de 2022

"Volver la vista atrás" para cicatrizar un pasado

 

Luz María Gómez

Juan Gabriel Vásquez nos muestra de nuevo su maestría con el dominio de temas complejos,  en su obra, Volver la vista atrás. En cuanto a la estructura, vemos un narrador en tercera persona que combina hechos de un presente y de un pasado, narrado también en presente; el corte de tiempos, de acciones y de lugares, genera más atención e interés en el lector, al dejar varios sucesos en suspenso.  La estructura es circular. El relato termina en presente, tal como empieza. Técnica que vemos con frecuencia en la narrativa actual. El lenguaje en varios pasajes se torna poético y profundo.

El gran tema que atraviesa la obra es el manejo del poder. El poder de los padres sobre los hijos y el poder político. El poder y su abuso, lo vemos y lo sufrimos en muchas ocasiones desde las diferentes relaciones interpersonales, desde la política, la religión y desde todos los ámbitos en los que lo único que prevalece es una verdad o postura absoluta, un dogma. En la obra en mención, sentimos con fuerza el poder de Fausto Cabrera sobre sus hijos y esposa. Sentimos también el poder extremo de una forma de gobernar, denominada Comunismo.

El tejido de historias nos cimbra desde el comienzo por el drama familiar que las anuda. Fausto y Luz Elena, viven su crisis como pareja que los fractura como grupo, especialmente a Sergio. Fausto empieza a vivir serias dificultades con su trabajo artístico. En este contexto, recibe una oferta cultural para trabajar en China, que resulta ser el anzuelo para un adoctrinamiento político. Seducido Fausto, lo que sigue es convencer a su mujer e hijos. Se motivan. En la decisión, impera el deseo de   superar el ambiente familiar tenso. Vislumbran en un cambio de país y de cultura, una posible oxigenación.

Fausto Cabrera ejerce un exagerado poder sobre su familia; pero a su vez, él es víctima de ese poder político, que lo seduce y lo atrapa y en el que queda obnubilado por un dramático idealismo. Como lectora, sentí desde el principio, un fuerte rechazo hacia su personalidad; pero la historia de su vida, contada magistralmente por Vásquez, a partir de lo interpretado por los relatos de Sergio y Marianella, nos permite entender cómo se incubaron sus ideas revolucionarias y el por qué se aferró como un salvavidas a ellas. Su infancia y adolescencia quedaron marcadas por los estragos y horrores de la guerra civil española, que obligaron a su familia y a otras tantas, a salir de España. En su formación política, Influye también la forma de pensar y de actuar (frente a la dictadura de Franco) de un tío materno.

¡Qué triste resulta todo! Los ideales políticos que mueven a la familia Cabrera se van desmoronando poco a poco. Sufren especialmente Sergio, Marianella y Luz Elena. Fausto aporta a la revolución; pero nunca llega a vivir con la misma intensidad, los dramas de sus hijos ni de su esposa. ¡Qué entrega, qué fortaleza y resiliencia la de luz Elena y sus hijos! Fausto que no vivió la tercera parte de sus sufrimientos, tiene el descaro al final, de seguir pensando e imponiendo, básicamente a Sergio, que siga entregado a la revolución y esto se da porque nunca se interesó en propiciar un diálogo, que le hubiera permitido enterarse de las vivencias y dificultades que cada uno tuvo que sortear, en las que se pusieron en riesgo la dignidad, la autonomía, la salud y lo más valioso, sus vidas con sus proyectos e ilusiones.

Un personaje que vale la pena destacar, es el de Luz Elena. Muestra dotes artísticas y una postura beligerante en marchas y reclamos sociales. La observo por un tiempo pasiva ante decisiones trascendentales de la familia; pero al final nos sorprende por el gran compromiso que asume ante la causa revolucionaria y por el decisivo papel que juega, cuando sus ideales políticos se derrumban, para encontrar la salida de la gran maraña en que se encuentran.  Muestra fortaleza e inteligencia para hallar el camino que los retorna a todos, a una vida digna y autónoma. Marianella valiente y resiliente, trabaja en llave con su madre. Guillermo su esposo, a quién conoce en la selva, también abre puertas para desviar el dramático rumbo. Como contraste, Fausto termina con su actitud terca, fría e impositiva.

A Sergio lo percibimos siempre sumiso ante las decisiones del padre y jefes guerrilleros.  Marianella asume una postura muy distinta, más contestataria. Desde la infancia se enfrenta al padre y en la selva, a la autoridad guerrillera cuando es arbitraria. Por confrontarla, casi pierde la vida. Más adelante, Sergio vivirá su  trascendental momento: desafiará la avasalladora figura paterna. Lo podemos leer en la página 467, Editorial Alfaguara, primera edición: “Toda la vida he hecho lo que tú querías, toda la vida la he pasado callado, tratando de complacerte. Pero ya me he dado cuenta, papá. Me he dado cuenta de que callar no es una cuestión de temperamento: es una enfermedad.”  Fausto sigue con los ojos vendados y le insiste a Sergio que se quede en China, luchando por la revolución, a costa de su aplazado deseo   de formarse como director de cine en Londres. El drama se intensifica.  Fausto muestra una vez más, que sus ideas son las únicas que importan. Por primera vez, Sergio no las acata. Fausto condena el sendero que le señaló al hijo desde su infancia, el sendero del teatro y del arte. Prima para él, el sueño por un mundo mejor, representado en un movimiento político, que para él no está fallido. Luz Elena asume de nuevo su papel relevante. Encara a Fausto y le expresa que, desde hace tiempo viene apoyando los sueños de su hijo.

Me impactó mucho el gran poder de Fausto representado en el escrito, que les deja a sus hijos, cuando decide dejarlos en China para iniciar con luz Elena, su trabajo revolucionario en Colombia. Es un ideario para seguir, sin discusión. Sergio lo lee infinidad de veces, es su brújula. Entre los preceptos, me llama la atención el que se refiere a la negación del amor. Les pide no enamorarse, porque ello los  aleja del gran objetivo, que es hacer la revolución. Similar prohibición, viven muchos líderes religiosos. El amor a un Dios es la prelación. La simbología del texto de Fausto se parece mucho a la de “El libro rojo” de Mao y en últimas a “La biblia” y a la de cualquier texto que se considere sagrado. Sus ideas se acatan, no se cuestionan. La palabra de Mao y la de Fausto, representan la palabra de Dios.

Resulta muy significativa la reacción de Sergio y de Marianella ante el fallecimiento del padre. Ninguno asiste al sepelio. Sergio se encuentra en España para realizar una presentación de sus películas y pudo haber retornado a Colombia para asistir al funeral y posponer su compromiso cultural; pero no lo hizo, ni mostró alguna culpa. La muerte del padre, sumada a otros hechos de trascendencia, desencadenan en Sergio su deseo de “Volver la vista atrás” que toma forma en el genial entramado que construye Juan Gabriel Vásquez.  Cuando terminamos de leer la obra y nos enteramos de la compleja relación que vivieron Sergio y Marianella con su padre, encontramos la respuesta a la aparentemente fría actitud de los hijos. “Volver la vista atrás”, representa la cicatrización de unas heridas.

“Volver la vista atrás” me recordó la obra magistral de Leonardo Padura, “El hombre que amaba a los perros”. Las dos trabajan el exceso del poder, ejercido por los padres y por dirigentes políticos.  En la obra de Padura, vemos el enfermizo poder de una madre, (a su vez dominada por un régimen político) sobre uno de sus hijos. En las dos novelas un sistema político, el comunista, domina a unos padres, quienes a su vez doblegan a unos hijos. Cada uno de los autores, desenmascara las atrocidades de un régimen que destroza vidas, al robarles sus ilusiones y autonomía.

Otro aspecto importante para destacar es lo expresado por Juan Gabriel en “Nota del autor”, sobre el manejo de la ficción. Ya lo había señalado con el mismo título en “La forma de las ruinas”, pero aquí lo profundiza más. Anota que partió de hechos reales, narrados por Sergio y Marianella; la parte ficcional consiste en moldear, en dar forma a los hechos presentados por los protagonistas del relato. Al moldear, interpreta sus sentires y escudriña en el interior de sus vidas. Vásquez aclara que, en las novelas pasa a un segundo plano, que los personajes sean reales o no. Lo que determina a la novela y a la literatura en general, es el manejo de la ficción, marcada a su vez por las interpretaciones que de ciertas vidas hace el autor.

 Destaco las siguientes ideas, presentes en “Nota del autor”, páginas 474 y 475, Editorial Alfaguara, primera edición: “Me gusta la idea de la interpretación, pues eso es lo que me vi haciendo más de una vez con los hechos de la vida de Sergio Cabrera. Mi labor de novelista, frente al magma formidable de sus experiencias y la de su hermana, consistió en darles a esos episodios un orden que fuera más allá del recuento biográfico: un orden capaz de sugerir o revelar significados que no son visibles en el simple inventario de los hechos…La interpretación es también parte del arte de la ficción; que el personaje en cuestión sea real o inventado es, en la práctica, una distinción inconducente y superflua.”

Para cerrar, no podemos desconocer el gran acercamiento que logramos a las producciones artísticas de Fausto y de Sergio Cabrera, enmarcadas en diversos contextos históricos, políticos y culturales. Vivimos también con Fausto, Luz Estela, Sergio y Marianella, sus dramas y comprendemos desde una mirada más humana, significativos momentos históricos, que de alguna forma ha incidido en nuestras vidas.

 


 

 

 

 

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