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jueves, 30 de octubre de 2025

El apóstol desollado vivo

                                                                      

 

Jesús Rico Velasco            

                                                                                                                                           

 Bartolomé fue uno de los 12 apóstoles que acompañó a Jesús  en su vida pública cuando comenzaba a realizar sus predicaciones en Jerusalén. Fue parte de un grupo de jóvenes donde la mayoría había nacido en el mismo periodo que Jesús, entre finales del siglo I A.C. y el comienzo del siglo I D.C. Las figuras fueron magistralmente pintadas para la humanidad por Leonardo da Vinci (1452- 1519)  en su obra La última cena (1495-1496) en un mural de temple sobre yeso de 460 x 880 cm,   en el refectorio del convento dominico de Santa María delle Grazie, Milán. La composición, la perspectiva, los colores, las sombras, las dimensiones son logros de la perfección de un genio que abarcó todo el conocimiento de su época (arquitecto, escultor, ingeniero, inventor, pintor, filósofo, astrónomo, anatomista, músico, polímata, científico y escritor).

 Son doce apóstoles dispuestos en grupos de tres que forman cuatro conglomerados  que se juntan alrededor de Cristo en el centro del cuadro, para mostrar la reaccion ante las palabras: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará». Entristecidos, cada uno de los apóstoles pregunta: «¿Acaso soy yo, Señor?» (Mateo 26, 21-22). El mural estuvo abandonado en el convento de los dominicos, pero fue restaurado Pinim Branbilla en 1999.

miércoles, 22 de octubre de 2025

La muerte de la tortuga

 Jesús Rico Velasco

 


Desde mi nacimiento   hasta casi los diecinueve años viví en una casa grande en el barrio del Peñón en la ciudad de Cali. En la cuadra la calle separaba dos hileras de 10  casas  a cada lado. La casa   tenía cuatro habitaciones alrededor de un patio principal y en la parte de atrás  estaba  la cocina de carbón de piedra y un   cuarto de  aparejos para guardar las frutas, los trastos viejos y lo inservible. Una puerta  destartalada se habría para pasar al solar   en donde  se mantenía un gallo alborotado que  despertaba a la madrugada con su cantar y  gallinas que eran una atracción en la vida de niños. La calle estaba sin pavimentar a una cuadra del parque que  conectaba   con la vida de la ciudad por donde pasaban los buses que paraban en la mitad para cruzar por el puente sobre el río Cali y llegar a los charcos de Santa Rita.  Visitábamos con frecuencia  algunos sitios  los  fines de semana por la atracción que ejercía la existencia de un reposo para nadar conocido como el charco del burro a dos cuadras de la casa.

Piglia: El último lector

 


                                                               Clemencia Gómez N

La réplica secreta en miniatura del fotógrafo de la calle Bacacay, en Buenos Aires, es metáfora de la ciudad como texto que puede ser reconstruido, explorado, habitado y fotografiado. También el lector recorre cada palabra de un libro y forma en su mente una copia que se convierte en luz de lo verdadero. La imagen remota y única, palpita una y otra vez como sueño en su cabeza.  

El concepto de lector en Piglia va más allá del que pasa los ojos sobre un texto, es alguien que se expone, se involucra y convierte la lectura en un acto vital, como respirar, porque la ciudad, el mundo y sus rastros, funcionan como una biblioteca infinita que transpira y el transeúnte atento puede percibir, explorar e interpretar, como lo hace un lector.

miércoles, 15 de octubre de 2025

Naufragio

 Jesús Rico Velasco

 

Apasionado por el mar recorría en su lancha los sitios cercanos a la bahía de Buenaventura.  Sus fines de semana los pasaba navegando en Maguipi, Playa dorada, y se embarcaba en aventuras arriesgadas hasta Juanchaco y Ladrilleros. Amante de los barcos y de las mujeres. Con los barcos soñaba con frecuencia, con las mujeres le iba mejor, llevaba tres matrimonios encima fracasados, pero bien vividos. Los amigos no le faltaban, las  juergas en su finca eran famosas.  Un día conversando con   un amigo se enteró de la existencia de un yate de lujo que tenía  aparcado y a la venta en su  casa campestre cerca de Cali.

- Cuéntame, ¿cómo es el yate?

- Es  monumental   construido en fibra de vidrio con capacidad para 15 pasajeros y dos tripulantes.  Seis metros de eslora, y unos veinte  metros de longitud, dos motores con capacidad de combustible de 300 galones y tanque de agua dulce de 40 galones — le respondió notando la emoción de un comprador convencido.

miércoles, 1 de octubre de 2025

El usurpador

Jesús Rico Velasco

 


Era un hombre de piel ennegrecida por el sol que despiadado lo acompañaba durante horas  en su caminar por los cerros buscando chamizas, ramas y pequeños troncos de árboles que marcaba con su machete, dejando heridas sangrantes como marcas que lo guiaban, vendía leña para los fogones.

José era un negro jodido y un poco malhumorado, no saludaba a nadie.  Iba  con su machete amarrado al cinto con una cabuya. Usaba pantalones  oscuros que la mugre tenía curtidos.  Una camisa a cuadros   sin cuello. Sus pies grandes con dedos gruesos recorrían las lomas con rutina parsimoniosa. Por la mañana al levantarse  tomaba café oscuro con un pedazo de pan y se iba al monte.

 Genoveva mostraba las arrugas marcadas  como la tierra resquebrajada por la erosión.   Tenía   dos plazas planas, y  un hijo que pocas veces venía desde la ciudad a visitarla. Un rancho de  paja,  zinc, y  plástico negro, una  puerta de tres tablas cruzadas. Genoveva solía comprarle  leña al negro José. Lo invitaba a seguir para acomodar la leña en el fogón y aprovechaba para ofrecerle un poco de café, agua  de panela o caldo, así fue conquistando su tosco corazón hasta que un día llegó con la leña y un maletín gastado con dos pantalones y dos camisas y se quedó a vivir con ella.