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miércoles, 22 de octubre de 2025

Piglia: El último lector

 


                                                               Clemencia Gómez N

La réplica secreta en miniatura del fotógrafo de la calle Bacacay, en Buenos Aires, es metáfora de la ciudad como texto que puede ser reconstruido, explorado, habitado y fotografiado. También el lector recorre cada palabra de un libro y forma en su mente una copia que se convierte en luz de lo verdadero. La imagen remota y única, palpita una y otra vez como sueño en su cabeza.  

El concepto de lector en Piglia va más allá del que pasa los ojos sobre un texto, es alguien que se expone, se involucra y convierte la lectura en un acto vital, como respirar, porque la ciudad, el mundo y sus rastros, funcionan como una biblioteca infinita que transpira y el transeúnte atento puede percibir, explorar e interpretar, como lo hace un lector.

Leer es un acto existencial, sobrevivir en condiciones límite, es interpretar signos y dar sentido a lo que no está explícito, acercarse al texto como quien habita otra conciencia, comprender al otro, seguir su lógica y escuchar su voz. Es un acto de acercamiento e intimidad con lo ajeno, con lo que está expuesto, servido para que otro lo pruebe.  

El lector en su acercamiento y complicidad con la obra, resiste y penetra en la trama, porque leer, es una manera de soportar, entender y habitar mundos complejos, oscuros y opacos.

Leer se parece a escuchar lo que no está del todo presente, es una señal que llega de otra parte como si fuera escritura en el aire, reconocer un grito, una huella, una sombra, el lector acoge esa resonancia.

“…lejos se oyó el grito repetido de un pájaro”  

Así como un microscopio revela estructuras diminutas, leer implica detenerse en detalles que muchos no ven, se requiere entrenar la mirada, entrar en grietas y fisuras, detenerse en lo que se considera insignificante, porque es allí donde traslucen las verdades del texto y del mundo.

Piglia considera que no existe un único modelo de lector, su figura no es fija ni universal, sino que se construye en relación con el texto. Cada fragmento convoca su propia manera de lectura, porque leer no es repetir una fórmula, sino habitar situaciones diversas.

No existe modelos fijos de lector, el lector se construye a sí mismo en relación con el texto.

LECTORES EXTREMOS: “Persisten en la intemperie del texto, incluso cuando la sombra acecha y no hay salida”

Se enfrentan a la culpa, la soledad, el inconsciente, la lectura se vuelve un acto vital y existencial. Tramas morales y conciencias fragmentadas se ventilan.      

1.       Lector de lo ilegible: (Kafka) Lee expedientes, leyes y sentencias, persiste en lo absurdo y lo opaco. Aun así, el lector continúa porque no hay salida. La cueva es el adentro puro que se abre como abismo.       

2.       El lector en la prisión (Dostoievski): Lee en el límite de la conciencia y la moral, confronta culpas y deseos, expone al lector a transformar el discernimiento. Los personajes leen su culpa, como un libro abierto. 

3.       El lector en la ceguera: (Borges): Lectura infinita, más allá de la vista, explora universos paralelos, el lector se diluye en la infinitud de lo leído. La lectura como destino de la vida.

4.       Lectoras adictas: (Anna Karenina/Emma Bovary): La lectura se mezcla con la propia vida, Anna lee porque quiere intensificar su existencia. El libro, espejo de su trágico destino, leer es un acto de aprender. En Emma la lectura es modelo de lo que espera de la vida, pierde límites entre ficción y realidad.

5.       Lector de huellas: (Dupin): Rastros, huellas de polvo y signos descifra el detective creado por Poe, paredes, calles, puentes, vías, lee lo que no es texto, transforma la mirada sobre lo cotidiano. El mundo una gran biblioteca que respira.  

6.       Lector del monstruo interior (Poe): El adentro puro, donde habitan los excesos, la culpa, la locura. Leer lo que desgarra, lo que la razón no puede asimilar porque está encerrado. «Sentía un interés sereno, pero inquisitivo, por todo lo que me rodeaba», escribe Poe en «El hombre de la multitud».

7.       Lector de la intemperie: (El Che Guevara): Una forma de resistir el combate, la lucha por la transformación social, leer en la selva y en condiciones precarias. Ser ejemplo, enseñar y motivar con el propósito de alcanzar la emancipación. El hombre intelectual, el descifrador que se construye en el viaje, hasta transformarse en otro.  «Mi impaciencia era la de un hombre de acción», dice él, de si mismo en el Congo.  

La frase “Yo sé leer”, oráculo y arma que le permitió comprender el mundo y contribuir al cambio.  

8.       Lector que funda: (Robinson Crusoe): Náufrago en una isla desierta, durante el aislamiento reflexiona sobre su vida y la familia, la Biblia y otros libros de navegación le permiten reorganizar la existencia, en soledad y aislamiento.  

9.       Las copistas (de Kafka y Tolstoi): Felice y Sofia, copiar es un acto de amor, entrar en la intimidad del texto y del hombre amado, un refugio contra la muerte y el olvido. Aunque sean consideradas esclavas.

Felice la copista, mujer que se adapta al estilo de vida de Kafka, que concibe la escritura como un modo de vida. Él la llama “la pequeña mecanógrafa”. «¿Será  cierto que uno puede atar a una muchacha con la escritura?», se preguntaba  Kafka en una carta dirigida a su amigo Max Brod, seis meses antes de conocer a Felice.

Mientras Sofia esposa de Tolstoi, se encargó de copiar a mano, extensas novelas como “Guerra y paz”. En sus cartas se refleja la dependencia literaria y la fricción doméstica.  

La lectura es resistencia frente a lo oscuro, lo trivial, lo monstruoso. El último lector sigue leyendo, aunque no haya salida. El ciego que lee sigue transitando la vida, el detective que escudriña en las esquinas, llega a la verdad, el preso vive con mayor optimismo su permanencia en el encierro.

La lectura es fuego sagrado que da sentido a nuestra existencia.


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