Clemencia Gómez N
La réplica
secreta en miniatura del fotógrafo de la calle Bacacay, en Buenos Aires, es
metáfora de la ciudad como texto que puede ser reconstruido, explorado,
habitado y fotografiado. También el lector recorre cada palabra de un libro y forma
en su mente una copia que se convierte en luz de lo verdadero. La imagen remota
y única, palpita una y otra vez como sueño en su cabeza.  
El concepto de lector en Piglia va más allá del que pasa los ojos sobre un texto, es alguien que se expone, se involucra y convierte la lectura en un acto vital, como respirar, porque la ciudad, el mundo y sus rastros, funcionan como una biblioteca infinita que transpira y el transeúnte atento puede percibir, explorar e interpretar, como lo hace un lector.
Leer es un acto
existencial, sobrevivir en condiciones límite, es interpretar signos y dar
sentido a lo que no está explícito, acercarse al texto como quien habita otra
conciencia, comprender al otro, seguir su lógica y escuchar su voz. Es un acto
de acercamiento e intimidad con lo ajeno, con lo que está expuesto, servido
para que otro lo pruebe.  
El lector en su
acercamiento y complicidad con la obra, resiste y penetra en la trama, porque
leer, es una manera de soportar, entender y habitar mundos complejos, oscuros y
opacos.
Leer se parece a
escuchar lo que no está del todo presente, es una señal que llega de otra parte
como si fuera escritura en el aire, reconocer un grito, una huella, una sombra,
el lector acoge esa resonancia. 
“…lejos se oyó el grito repetido de un
pájaro”   
Así como un
microscopio revela estructuras diminutas, leer implica detenerse en detalles
que muchos no ven, se requiere entrenar la mirada, entrar en grietas y fisuras,
detenerse en lo que se considera insignificante, porque es allí donde traslucen
las verdades del texto y del mundo.
Piglia considera
que no existe un único modelo de lector, su figura no es fija ni universal,
sino que se construye en relación con el texto. Cada fragmento convoca su
propia manera de lectura, porque leer no es repetir una fórmula, sino habitar
situaciones diversas. 
No existe modelos
fijos de lector, el lector se construye a sí mismo en relación con el texto. 
LECTORES EXTREMOS: “Persisten en la intemperie del
texto, incluso cuando la sombra acecha y no hay salida” 
Se enfrentan a la
culpa, la soledad, el inconsciente, la lectura se vuelve un acto vital y
existencial. Tramas morales y conciencias fragmentadas se ventilan.      
1.      
Lector de lo ilegible: (Kafka) Lee expedientes, leyes y sentencias, persiste
en lo absurdo y lo opaco. Aun así, el lector continúa porque no hay salida. La
cueva es el adentro puro que se abre como abismo.       
2.      
El lector en la prisión (Dostoievski): Lee en el límite de la conciencia y la
moral, confronta culpas y deseos, expone al lector a transformar el
discernimiento. Los personajes leen su culpa, como un libro abierto.  
3.      
El lector en la ceguera: (Borges): Lectura infinita, más allá de la vista,
explora universos paralelos, el lector se diluye en la infinitud de lo leído.
La lectura como destino de la vida. 
4.      
Lectoras adictas: (Anna Karenina/Emma
Bovary): La lectura se
mezcla con la propia vida, Anna lee porque quiere intensificar su existencia.
El libro, espejo de su trágico destino, leer es un acto de aprender. En Emma la
lectura es modelo de lo que espera de la vida, pierde límites entre ficción y
realidad. 
5.      
Lector de huellas: (Dupin): Rastros,
huellas de polvo y signos descifra el detective creado por Poe, paredes,
calles, puentes, vías, lee lo que no es texto, transforma la mirada sobre lo
cotidiano. El mundo una gran biblioteca que respira.  
6.      
Lector del monstruo interior (Poe): El adentro puro, donde habitan los excesos,
la culpa, la locura. Leer lo que desgarra, lo que la razón no puede asimilar
porque está encerrado. «Sentía un
interés sereno, pero inquisitivo, por todo lo que me rodeaba», escribe Poe
en «El hombre de la multitud». 
7.      
Lector de la intemperie: (El Che Guevara):
Una forma de resistir el
combate, la lucha por la transformación social, leer en la selva y en
condiciones precarias. Ser ejemplo, enseñar y motivar con el propósito de
alcanzar la emancipación. El hombre intelectual, el descifrador que se
construye en el viaje, hasta transformarse en otro.  «Mi
impaciencia era la de un hombre de acción», dice él, de si mismo en el
Congo.  
La frase “Yo sé leer”, oráculo y
arma que le permitió comprender el mundo y contribuir al cambio.  
8.      
Lector que funda: (Robinson
Crusoe): Náufrago en una isla desierta, durante el aislamiento reflexiona
sobre su vida y la familia, la Biblia y otros libros de navegación le permiten
reorganizar la existencia, en soledad y aislamiento.  
9.      
Las copistas (de Kafka y Tolstoi): Felice y Sofia, copiar es un acto de amor,
entrar en la intimidad del texto y del hombre amado, un refugio contra la
muerte y el olvido. Aunque sean consideradas esclavas. 
Felice la copista, mujer que se adapta al estilo de vida de Kafka, que
concibe la escritura como un modo de vida. Él la llama “la pequeña
mecanógrafa”. «¿Será  cierto que uno puede atar a una muchacha
con la escritura?», se preguntaba  Kafka en una carta dirigida a su amigo Max
Brod, seis meses antes de conocer a Felice.
Mientras Sofia esposa de Tolstoi, se encargó de
copiar a mano, extensas novelas como “Guerra y paz”. En sus cartas se refleja
la dependencia literaria y la fricción doméstica.   
La lectura es resistencia frente a lo oscuro, lo
trivial, lo monstruoso. El último lector sigue leyendo, aunque no haya salida.
El ciego que lee sigue transitando la vida, el detective que escudriña en las
esquinas, llega a la verdad, el preso vive con mayor optimismo su permanencia en
el encierro.
La lectura es fuego sagrado que da sentido a nuestra existencia. 

 
 
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