Vistas de página en total

miércoles, 14 de diciembre de 2022

Como polvo en el viento

 Martha Eugenia Uribe 


La historia se inicia con Adela, una joven mujer neoyorquina de ascendencia cubana que recibe una llamada de su madre, médica veterinaria que responde al nombre de Loretta. Madre e hija no han tenido buenas relaciones y desde hace más de un año ningún tipo de comunicación. Adela contra los deseos de su progenitora se ha trasladado a vivir a Miami donde comparte su vida con Marcos, un joven habanero que ha llegado recientemente a Estados Unidos. Ellos, han entablado una sólida relación la cual desaprueba totalmente Loretta basándose en el origen de Marcos.

martes, 13 de diciembre de 2022

Como polvo en el viento

 


                                                     Luz María Gómez

La novela presenta algo especial, casi todos los personajes, con excepción de unos pocos, son protagónicos. La trama empieza con las vivencias de Adela y su pareja Marcos e imaginamos que van a ser los personajes principales; pero el abanico pronto se abrirá. Una foto que le comparte Marcos a Adela de hace más de 20 años sobre su madre Clara, en compañía de sus más queridos amigos, su Clan, desencadena la conmoción para Adela y un gran interés para los lectores que no queremos soltar el texto. Texto que nos atrapará aún más por el despliegue de prosa poética que encontraremos en muchos pasajes.

martes, 29 de noviembre de 2022

El duelo

                                                          Alexandra Correa 

Ramiro está de luto por la muerte de su madre. Ha sido devastador. Ella se encargó de malcriarlo durante cuarenta y cinco años. Se había graduado de abogado, nunca ejerció. Tuvo siempre dos criados. Nunca hubo mujer que lograra cautivarlo. El día que falleció, quiso enterrarse con ella.

Pasaron dos meses y Ramiro tomó la decisión de no vivir mas. Cavilaba sobre cual seria la forma menos dolorosa de morir. En sueños, se veía tomando pastillas, colgado de una soga, acostado en los rieles del tren, tirándose de un edificio o cortándose las venas.

Salió y compró la soga que aguantara sus ochenta y cinco kilos, ató la cuerda a una viga del techo de su habitación, lo pasó por su cuello, dio un pequeño paso adelante del butaco en el cual se encontraba parado, miró al cielo y exclamó:

-¿Señora escritora por qué me quiere matar?

-    -¿Yo? Cómo te atreves...estás en mi imaginación. ¡¡¡No eres real!!!

-   -¿Cómo sabes tú que eres real? Tu mundo puede ser ficticio, puedes ser el producto de la imaginación de alguien más. Piénsalo escritora, no me mates.

Detuvo su historia. Pasada la media noche falleció. Ramiro se quedó esperando su final. Ella nunca escribió su desenlace y él tomó las riendas de su vida.

martes, 22 de noviembre de 2022

Un beso callejero

  

Carlos Mira

Salió de la famosa école Marais llena de gozo, dando saltos. Eloise la había convencido para entrar allí dado su talento. Luego de pruebas, ensayos y trabajo en la barra, había llegado a la audición final frente al jurado, con miembros todos cercanos a los mejores grupos franceses de ballet. Había sido aceptada con una mención de felicitación. Temblaba ansiosa de comentarle a Eloise que habían conseguido algo que parecía imposible tan sólo meses atrás.

Miró el reloj y vio que tenía tiempo para mirar la retrospectiva de Robert Doisneau en el museo D´Orsay, antes de esperarla en el café donde habían quedado de encontrarse. El museo era esplendoroso, la transformación de la estación de tren generó un espacio lleno de luz, alto, acogedor y suave donde estaba segura de que las fotos de Doisneau resaltarían esplendorosamente: la de los niños en clase y uno de ellos mirando el reloj; las niñas en triciclo y patines pasando debajo de la Torre; la niña mirando al anciano afilando cuchillos; la de los niños de espaldas en los orinales y las de los besos en los puentes, en las calles, en las plazas de la ciudad que adoraba. Tenía toda la intención de volverlas a mirar, con el sentimiento de que ya tenía su camino artístico definido y que cualesquiera que fueran sus dificultades, habría de gozar hasta el minuto final su vida con Eloise y el gusto compartido por el arte.

Y las fotos confirmaron su pálpito: el espacio era perfecto y el despliegue de las fotografías era bello y tomaban una perspectiva más universal al verlas todas juntas. Le habían recomendado que se detuviera un momento en la foto del “El beso del Ayuntamiento” que había sido tomada a principios de la primavera y que era la primera vez que se exponía en público. Lentamente se movió a través de la exposición, gozando cada obra hasta que llegó a la frase de Doisneau en la antesala del Beso: «Esta foto me inquieta un poco. ¿Por qué tanta gente se identifica con ella? Porque es el símbolo de un momento feliz»

Entró enseguida a la sala y, por su posición y tamaño, era el centro de la muestra. Miró la foto extasiada. Creía que conocía al hombre que abrazaba a la mujer por su desenfado, su pelo ensortijado, su desparpajo en el abrazo, sus dedos largos casi iguales, y de pronto sintió que caía desmayada. No sabía por qué, una angustia infinita le apretó las vísceras al recorrer la foto, el cuello de la mujer, su forma de besar, la ternura con que mantenía sus ojos cerrados…

¡Dios mío es Eloise! Y salió corriendo del museo.

Viajar, leer, escribir

 

Leer, escribir, viajar.

Vivencias por descubrir,

acercar, palpar, vivir.

Culturas por descifrar,

aprehender, cotejar.

Escudriñas vastos mundos

con andar meditabundo.

Viajar, lecturas soñadas,

Tañeadas, exploradas.  

 Cimbran, movilizan los rumbos.

 

Luz María Gómez Ospina

 

 

 

 

 

lunes, 21 de noviembre de 2022

Como polvo en el viento

 


Clemencia Gómez

Decidí viajar de nuevo a la isla de Cuba; por quinta vez que me adentro en la idiosincrasia de la gente y su entorno geográfico, social y económico. Utilicé el pasaporte recién actualizado y decidí subirme en el vuelo del escritor Leonardo Padura, “Como polvo en el viento”, novela que arrastra sentimientos profundos a los que se han visto enfrentados él y los amigos de su generación, nacidos en los años 50. La educación que recibieron fue de calidad, aunque enmarcada en las premisas impuestas por la revolución. Se trata de un grupo de profesionales médicos, científicos, ingenieros, pero al mismo tiempo seres restringidos por un pensar y un actuar predeterminado.  Actos como escuchar música de los Beatles, podría ser tema de censura política.  Se trata de El Clan, tribu de amigos nacidos bajo el mismo sol, portadores de diversos sentimientos, pero unidos por la fraternidad y el amor férreo a la patria. La atmósfera del viaje estuvo cargada de nostalgia, amor, tensión, confusión, intriga y añoranza, sentimientos presentes durante todo el recorrido. Al subirme a la nave, me di cuenta que no se trataba de un trayecto directo a la isla de Cuba, sino con múltiples escalas, España, Estados Unidos, Puerto Rico, Argentina y Francia, lugares a los que han ido a parar algunos de sus amigos, como resultado de la “diáspora cubana”. Y ¿qué significa diáspora?  Es la dispersión de un pueblo o de una comunidad, por diversos lugares del mundo, hecho que puede obedecer a conflictos, religiosos, políticos, étnicos, sociales, o económicos. En el presente viaje el escritor cubano, pone la lupa en su generación, quien se abalanzó por el mundo como polvo en el viento, en busca de nuevas y mejores oportunidades para alcanzar la anhelada autorrealización.

¿Y del bloqueo qué?

En entrevista concedida a una red virtual española de noticias, el escritor afirmó que prefirió darle a esta obra un enfoque de amistad y solidaridad, más que enfatizar en el tema político. Con respecto al bloqueo económico impuesto por los Estados Unidos a la isla, agregó, que es algo real, y no un pretexto para la queja, la pobreza y el abandono.

¿Qué tuvo de especial el periodo especial?  

El recrudecimiento del embargo impuesto por Estados Unidos, y el colapso de la Unión Soviética en los años 90, socio comercial de la isla, y de quien obtenía los hidrocarburos y sus derivados, Cuba se enfrentó a una severa depresión económica, que la llevó a realizar reformas en la agricultura, a reacondicionar la industria y la salud. A esta época se la llamó Período Especial.

miércoles, 16 de noviembre de 2022

Desde mi ventana

                                                               Jesús Rico Velasco

 Mientras ubicaba un lugar para vivir en Cali, mi hermana mayor, me acogió en su casa del barrio la Flora. Mi alcoba en el segundo piso me permitía otear desde mi ventana a una preciosa vecina que pasaba caminando a la hora del almuerzo. 


«Se llama Olga Lucía»,  dijo mi hermana, advirtiendo mi interés. «Si supieras…», continuó diciendo.  «Estaba casada con un médico que  resultó con un problema psiquiátrico y no pudieron  vivir juntos. Dicen que era esquizofrénico. Aida, la mamá, me contó que están tramitando un proceso de anulación del matrimonio ante la iglesia católica». En un ratico de conversación me echo todo el rollo que reforzó mis intenciones de conquistarla. Desde la ventana mi mirada la seguía y en mi mente la imaginaba con vestidos variados y faldas a la altura de la rodilla. Me fascinaba verla pasar con unos pantalones largos, medio apretados, que mostraban sus curvas de mujer con un trasero que “sacaba la cara por ella”. Era una caleña bonita, de buena estatura,  pelo castaño a la altura del hombro, ojos negros, piel canela, y un cuerpo de porte de reina con caminado elegante.

martes, 1 de noviembre de 2022

Griet

 

  Jorge Enrique Villegas M.

 

      Kitin en las noches analizaba los cuadros de Vermeer tratando de entender  por qué le tocaban sus obras. Se propuso pintar como el maestro y develar los secretos de su técnica. A Vermeer lo volvió un dios: sus pinturas son perfectas, decía, en el tiempo nocturno que se le iba sin dormir. 

    Se levantó, dejó la paleta de pinturas, el pincel y el libro en el que estudiaba.. Fue al baño y se lavó la cara. Llovía. Desde la ventana de su habitación percibió los tonos grises del cielo y se preguntó cómo lo pintaría el maestro. Sintió el aire frío y los vellos de los brazos se le erizaron. Se recostó en un viejo sillón.

    Ojalá no lo escriba, pero si lo hace, hágalo con K, —expresaba cada vez que acordaba un compromiso—recuerde que mis pinceles y espátulas son los buriles que pulen las figuras que plasmo. Sostenía con amargura que sus reproducciones eran mejores que muchos de los originales exhibidos en museos. Por eso le pagaban sin regateo la tarifa que pedía por cada una de las réplicas que elaboraba.  Aún así vivía inconforme. Sentía rabia de sí mismo. ¿Dónde estoy yo? ¿Dónde está mi creatividad?

Un verano caliente

 


Jesús Rico Velasco

 

Al finalizar la maestría en sociología rural en agosto de 1969 solicité una trasferencia para ingresar al programa de doctorado en el Departamento de Sociología. Una revolución teórica orientada hacia el desarrollo de los programas dejados por el Dr. Hans Zetterberg se gestaba. Los enfoques se centraban en estudios de población,  Ecología política    y   Comunidad Urbana  y  Educación.

La niña de la flauta

 El 13 de mayo de 1981 Mehmet Ali Ağca le disparó dos veces a Juan Pablo II cuando recorría la plaza de San Pedro. El ticker tape de Morgan Stanley en New York, el mayor operador bursátil del mundo, paró un instante y dio paso a la noticia. Los traders levantaron la cabeza y volvieron inmediatamente a su labor porque el asesinato de un pontífice no mueve los mercados.


 Carlos Mira

Emanuela Orlandi, nacida en el Vaticano, 15 años, grácil, con ojos verdes almendrados, le pidió a su hermano Pietro que la llevara a su clase de flauta. Emanuela era hija de un empleado del Vaticano, quien en su lecho de muerte exclamó “aquellos con quienes trabajé toda la vida, me traicionaron”. La familia Orlandi había servido a siete pontífices. Pietro por pura pereza no quiso acompañarla. La familia recibió a las cinco de la tarde una llamada de Emanuela diciendo que un hombre de la compañía Avon, quien conducía un BMW verde, le había indicado que podía vender los productos de la empresa. Ella aceptó hacerlo y porque iba a empezar ese día, llegaría algo tarde a casa. Que por favor le dijeran a su hermana Federica, con quien había quedado en encontrarse después de clase, que no iba a cumplir la cita.

miércoles, 19 de octubre de 2022

Un matrimonio feliz

 

Jesús Rico Velasco

 ¡Frío, mucho frío!. Temperaturas bajo cero. Aceras congeladas difíciles de caminar.  Paradas constantes en cualquier parte. Frotarse las manos buscando un poco de calor y continuar hasta llegar al lugar deseado. Invierno en Wisconsin, fiestas de navidad y estación congelada  en un lunes primero de  enero de 1968.

 Llegué a Madison Wisconsin en un vuelo comercial con varias escalas y cambios de aviones desde el aeropuerto internacional de Miami. Al salir de la aeronave la  luz brillante de una mañana fría me atormentó los ojos. Me tomó un tiempo  abrirlos y darme cuenta que era necesario bajar por unas escaleras pegadas  al costado  del  pequeño avión. Blanco, todo blanco cubierto por la nieve en combinación perfecta con el azul claro del cielo se imponía ante mi mirada fascinada.  Mi cuerpo envuelto en un abrigo color verde con capucha  y guantes de cuero, que use en la navidad anterior en un curso de inglés en Indianápolis, se movilizó soportando el viento helado y las bajas temperaturas durante una caminata  rápida y cuidadosa hasta la sala de espera.   Alguien de admisiones de la universidad sabía de  mi llegada. Me esperaba  con un letrero que decía: “Bienvenido a la Universidad de Wisconsin”.

domingo, 25 de septiembre de 2022

Un amor en el segundo piso

 


                                                                 Jesús Rico Velasco

 El Dr. Stevenson, director  de planeación del Instituto de Crédito Territorial, quien había sido mi profesor en el curso Superior de Vivienda en CINVA, me invitó a trabajar como sociólogo en Bogotá como parte de un equipo de planificación,  con mis compañeros  Antonio Munevar, arquitecto   de la Universidad Nacional, y Jorge Rey, economista de la Universidad Tadeo Lozano.  La situación habitacional y poblacional en Colombia en esos momentos era difícil y bastante compleja. El número de habitantes se había duplicado en dos décadas pasando de  12.6 millones a 22.6 en 1970. La concentración de la población se acentuaba en tres ciudades de atracción principal: Bogotá, Medellín y Cali. El número de personas por familia era muy alto:  más de seis hijos por  mujer en   edad fértil, con un descenso de la mortalidad especialmente infantil. La presión sobre la tierra urbana ocasionaba procesos de invasión  con barrios que surgían de la noche a la mañana como el Policarpa Salavarrieta en Bogotá, Uniendo Vivienda Popular en Cali y barrios informales  en Medellín. Un proceso de tugurización acelerado en la mayoría de las ciudades.

El trabajo inicial fue responder rápidamente a una serie de dificultades de deslizamientos en Pereira y Manizales en donde se necesitó una  caracterización de las familias. Al igual que avanzar en la organización comunitaria en un barrio de vivienda de interés social en Valledupar. Se disponía de poco tiempo para trabajar en equipo y dar soluciones a los problemas sociales en las grandes ciudades, acelerados por el fenómeno de la violencia política enraizada en las zonas rurales, acompañada de una fuerte repulsión del campesinado y una atracción urbana robustecida.

La vivienda es más que un techo

 Jesús Rico Velasco

 


          El miércoles 30 de noviembre de 1966 los becarios del Primer Curso Superior de Vivienda nos reunimos en el salón principal del CINVA para realizar el acto de clausura. Habíamos  acordado que  en nombre de todos realizaría   un discurso de despedida que perpetuara nuestra permanencia en esta casa de estudio. Recordé la llegada y la de mis compañeros al CINVA durante la primera semana de enero cuando nos recibió el Dr. Roberto Pineda Giraldo, reconocido  antropólogo, con formación en Etnología y ciencias sociales en la Escuela Normal Superior de Colombia y estudios de posgrado en antropología  en la Universidad de California, USA. Con investigaciones sobre la población indígena que le dieron gran reconocimiento: “Las Criaturas de Caragabi: indios chocoes, emberaes, catios, chamies, y noanamaes”,  publicado por la Editorial Universidad de Antioquia en  1999. Casado con la antropóloga Virginia Gutiérrez, profesora en la Facultad de Sociología, encargada de dictar la excelente catedra sobre “La familia en Colombia”. Una orgullosa socorrana, quién motivó a varios estudiantes a participar como becarios en el Primer Curso Superior de Vivienda. 

viernes, 16 de septiembre de 2022

Con pretensiones de árbol

 


Eduardo Toro 

 

Alguna vez quise ser barco

un barco enorme

un barco con las luces encendidas

anclado a mis sueños de madera

que navegase sin norte hasta alcanzar la playa 

o zozobrase perdido en los límites del tiempo.

 

También un día quise ser ave

un aguerrido pájaro de infatigable aliento

que alcanzara dimensión de estrella

y desde el cielo en vuelo sostenido

poder observar entre las nubes

la inocultable pequeñez del mundo.

 

Alguna vez tuve pretensión de abuelo

de abuelo viejo medio sordo y ciego

con un racimo de nietos colgados a su cuello  

de los que se pasan las tardes y las noches

buscando olvidos en el carriel de cuero

e inventan cuentos de su propia vida

-

Un abuelo con presente de mulas y caminos

 alpargatas muleras y yesquero

con pasado de fondas y gritos de arriería

con descansos de luna sobre enjalmas

y faenas de sol por los caminos

con heridas sangrantes de herraduras.

 

Un día me vestí de árbol y pude gritar

¡Soy un árbol enorme y milenario!

escucho entre mis ramas temblorosas

el canto de pájaros y me lleno de arrullos

estoy cubierto de líquenes y musgos

y  guardo arcilla para mullir los nidos

 

En mi vetusto tronco

 se está arrugando el tiempo

por mis hojas resbalan cristalinas

y lentas las horas de la tarde

Como gotas de olvido.

 

Que barco y pájaro

se refugien al calor de mi follaje

y el abuelo se quede eternamente

sujetando a mi tronco su estatura.

Soy un árbol

soy un árbol enorme

soy un roble

a punto de caer.

  

.

 

 

 

miércoles, 14 de septiembre de 2022

¿Un minuto?

 

Carlos Mira

— ¿Qué puede pasar en un minuto? Nada. No creo que los tiempos de nadie tengan que pasar por un reloj avaro que va soltando los segundos como le viene en gana, como si le pagaran mal para cumplir su labor ¿cierto?

— ¿Cómo así que nada puede pasar en un minuto? Todo. O no has leído lo del telescopio ese, el James no sé qué, que está tomando fotos del Big Bang Y según lo que he leído en las tiras de Marvel, buenas ¿no?, el Big Bang se demoró menos de un minuto porque fue una gran, gran explosión atómica.

— No, no, ¡estás mal! Lo que el telescopio ese está haciendo es tomar fotos de una luz que pasó hace billones de años y para que ganés algo de cultura, la tierra tiene una edad de sólo 4543 millones de años. O sea que ve cosas que los hijos de nuestros hijos ya han visto.

¿Dónde están los niños?


                                                     Carlos Mira

Hace horas que no los veo. ¿Dónde están?

Todo el grupo del paseo comenzó a moverse para saber qué había pasado. La casa de campo era pequeña, una construcción en madera y prefabricados, hecha por la Fundación del Volcán, con trabajadores que habían vivido en carne propia el desastre del Ruiz. Siempre pensó que sus relatos, llenos de la desesperanza del momento y la tribulación por los desaparecidos, no generaban una buena vibración y que los dolores antiguos fácilmente podrían torcer el deseo maravilloso de que, nacidos los niños, podían tener dónde cambiar del clima húmedo y horriblemente caliente de la ciudad, por el de la cabañita en medio de la montaña, con los cantos matinales de los pájaros y la brisa del bosque para calmar sus angustias. Por eso pensó que confirmaba, sin razón, sus peores presentimientos.

martes, 6 de septiembre de 2022

La escalera lleva a todas partes

 Carlos Mira

Miré hacia arriba y vi la luz. Hacia el frente sólo vi los peldaños, luego miré hacia abajo, y vi la oscuridad. Siempre desde pequeño tuve la angustia de perderme y caí en la cuenta de que desde donde estaba podía ir a cualquier parte. Entonces las pesadillas de niño volvieron a aparecer, ¿qué tal que ya hubiera llegado sin saberlo a las puertas del laberinto o peor, que ya estuviera en él? Del que no se puede salir, el que construyeron para que las fieras mitológicas que todavía no existen, mezclas de dragón y minotauro, quedaran por siempre encerradas y pudiéramos entonces sobrevivir.


Viaje sin destino

   
         Vi llegar el bus en el puerto, cerca de la ciudad. El buque que lo trajo traía otros treinta para la línea más antigua, la Papagayo. Cuando estaba chiquito montaba en sus buses equipados para diésel, de un olor feo característico. Se envejecían y los pasajeros respirábamos el humo del exosto que ingresaba y  el polvo denso de las calles intransitables. La temperatura era la de una ciudad tropical a mediodía, cuando salía  del colegio, un viaje insoportable con la humedad pegada a mi camisa y el desasosiego pegado al alma.

Carlos Mira

Estuve presente en su desembarco, eran buses Mercedes, azules, amplios ¡con aire acondicionado! Qué maravilla, qué envidia sentía por esos jóvenes que los habrían de utilizar. Pensaba que sentados cómodamente podrían ensayar a enamorar las niñas más bellas. La ciudad había construido rutas especiales para que la movilización fuese más rápida, con estaciones con puertas de cristal transparente. Era como estar en Europa, hasta habría bautizo público con curas, bandas y alcaldes. Con los amigos pensábamos ¡estamos progresando! Fue antecitos de que llegara la peste. Y se disfrutó de ellos por un año hasta cuando el gobierno aumentó los impuestos, incluyendo los productos de la canasta familiar. ¡Y explotó la ciudad!

miércoles, 31 de agosto de 2022

Nueva era

 

Luz María Gómez

 


Inédita era inició

un líder muy singular.

Al pueblo le dio un lugar

en ritual de posesión.

Con símbolos instaló,

Congreso de la Esperanza.

Votantes a la acechanza,

exigirán cumplimiento

al naciente Parlamento,

sobre el Cambio sin tardanza.

 


Gris el tuerto

 Jorge Enrique Villegas M.

           Soñaba que viajaba al norte, al país de Elvis, de los autos bonitos y las mujeres bellas, que hacía fortuna y alcanzaba logros que le envidiaban.

    Unas veces se vio atravesando los mares del norte venciendo el frío tras meses de cursar los polos. Otras, agobiado por el calor, transitaba el caribe, superaba tornados, ciclones y huracanes. Llegó a ser el mejor capitán  de navío de su tiempo, por eso no extrañaba que  lo invitaran de universidades navales a dar charlas sobre los peligros y cuidados en el mar.

Maestros de luz

 Jesús Rico Velasco

Universidad Nacional de Colombia 1962-1965

      El sol de la mañana brillaba sobre el césped de la ciudad universitaria alegraba la vida al calentar un poco el cuerpo en ese frío bogotano sabanero. Un cielo azul despejado presagiaba un primer día de clases alegre para esa promoción de sociólogos empezando su carrera. Eran las siete de la mañana cuando el  troley me dejó cerca de la puerta de entrada por la calle 26. Había regresado de Cali a la pensión Augusta en donde pasé un mes. La pensión quedaba en el centro, alejada de la Universidad y me daba la oportunidad de conocer las calles, avenidas, puntos de referencia y ubicar mi anatomía de caleño recién llegado a la capital del país.

martes, 23 de agosto de 2022

¿Quién se comió las albódigas?

 Eduardo Toro 

Dígame, Pedro, ¿Quién se comió las albóndigas?

Yo, no sé mamá, yo que voy a saber de albóndigas y no me mire como acusándome, porque lo único que puedo decir de carne fueron dos bolitas que me dieron al almuerzo- Mejor pregúntele a Oscar que el si estaba quejándose de lo poquitico que le dieron de almuerzo. Creo que quedó con hambre.

Dígame, Oscar, ¿Quién se comió las albóndigas?

Cuales albóndigas, mamá, ¿esa miseria que nos dieron de almuerzo? Yo me comí ese par de píldoras y confieso que quedé con ganas de tragarme una tonelada. El que debe saber del tema es Eduardo que armó viaje para donde la abuela, alegando que en esta casa lo iban a dejar morir de hambre.

Cortar el tiempo

 Jorge Enrique Villegas 

            Leandro estaba dentro del auto absorto luego de ver a Sam. Los cláxones lo despertaron del éxtasis momentáneo y lo obligaron a dar marcha.


          En la universidad, Sam caminaba hasta un punto fijo en la zona verde que separaba los edificios de aulas, regresaba al punto inicial, extendía los brazos con la mirada en el cielo abierto y repetía el recorrido. A veces se le escuchaban expresiones ininteligibles. El cabello le caía en los hombros, el bigote y la barba descuidada, los dientes cariados, ocres. Llevaba consigo una mochila, un lápiz y un cuaderno. Vivía en un tiempo sin tiempo librando sus propias batallas, respondiendo a voces que lo impulsaban a ir y venir hasta dejarlo exhausto y sudoroso. Cansado, se sentaba junto a una de las palmeras en el parque que los estudiantes llamaban Freud.   

lunes, 15 de agosto de 2022

Hay vidas así

 Carlos Mira

    Arrastra su caminadora en el pequeño apartamento, aunque tiene la certeza de ser un hombre rico. Se tropieza con los desniveles del piso. Masculla vulgaridades con una voz ronca y desagradable, cada vez que debe reacomodar el caminador. Toma el aviso de la compañía de salud, en la cual le informan que la cita para la cuarta dosis de la vacuna es a las diez de la mañana y ya van a ser las doce. Hace la décima llamada a Cruz Verde. Dizque la mejor proveedora de salud, masculla, mentiras, siempre mentiras, todos los meses tengo que pagar los $180.000 pesos, cuando ya la jubilación sólo alcanza para pagar la renta y algo de comida… no le contestan, Pola, Pola, grita cada vez más fuerte. Esos miserables de la empresa de salud, no van a venir hoy tampoco, me quedaré esperando otro día y tal vez nunca vengan, porque esos canallas sólo quieren que me muera y así dejar de perder plata conmigo. Pola se acerca con la misma condescendencia con que había cuidado a la mamá. Don Federico, no se preocupe, ya tiene tres vacunas y la cuarta, algún día ha de llegar, como decía su mamá. Negra, delgada, con síntomas reales de desnutrición, sin dientes, es una sombra que los ha acompañado por muchos años. Era tal su cercanía con él, que los hermanos le hacían bromas, debería desposarla. Claro malparidos, les decía, cuando tenía plata todos venían a pedirme algo, que el vestido, que el pasaje para viajar a Jamaica. Y si hacen cuenta de los años que viví con ella me deben millones de pesos, pues ninguno puso un peso. Pola, me voy a tomar un whiskey, si esos desmadrados no vienen, pues comienzo a beber otra vez y si me emborracho, pues mejor. Ay don Federico no diga eso, usted sabe que es alcohólico y que si comienza a beber no para. Y ya no tiene la salud para hacer eso. ¡Cómo se le ocurre! Y la negra, llena de una ternura que no concuerda con el inicuo trato que recibe, comienza a llorar, recordando a la mamá. Es lo mismo, por eso ella lloraba tanto y usted se aprovechaba gritándole cosas espantosas. Pobre vieja, que Dios la tenga en su reino y lo proteja a usted de tanta irresponsabilidad.

La Reforma Agraria en Colombia

 


José David Tenorio

     El primer intento serio de realizar una reforma agraria en Colombia, fue durante el primer gobierno de López Pumarejo, pero tuvo tanta oposición, que fracasó. (Hay que recordar que todavía a finales de los 50 la mayoría de la población colombiana vivía en el campo. Era rural. Las ciudades apenas empezaban a despegar. Y prácticamente los que mandaban la parada eran los grandes latifundistas). El Dr. Carlos Lleras Restrepo que mostraba claramente sus aspiraciones presidenciales empezó a agitar el tema de la reforma agraria en todo el país. Por coincidencia o por temor a lo que planteaba Lleras, la Sociedad Colombiana de Agricultores, en 1.959 o 1960 (no recuerdo bien) organizó en Bogotá un Congreso Agrario Nacional en que el tema central era la reforma agraria.

Empezando a recorrer caminos

 Jesús Rico Velasco

    Podría decir que era un muchacho algo extrovertido, de naturaleza abierta, pensativo, un poco espiritual, debido a los rezagos de mi paso por el seminario, pero también orientado hacia el logro material, y práctico. Siempre me gustó el movimiento, desde muy joven cuando me gradúe de bachiller decidí irme de la casa a vivir con una hermana en un apartamento porque no resistía la atmósfera de nuestro propio hogar. Estuve vinculado al mundo laboral desde muy pequeño. A la edad de doce años limpié tornillos en un taller de mecánica, una tarea aburridora que abandoné al poco tiempo. Luego, en otra oportunidad, en una fábrica de tabacos, le ponía el anillo de marca a cada tabaco que salía de las manos de una tabaquera, quien los hacía con esmerada dedicación y belleza.

martes, 9 de agosto de 2022

Taza de café

 


               Jorge Enrique Villegas M. 

 El celador se ve en el espejo. Le gusta como ha quedado la piel luego de haberla afeitado. En seguida peina su cabello grueso y lacio. Se complace al detallar la línea límpida que forma luego de aplicarle gomina, se coloca la cachucha negra del uniforme y toma el manojo de llaves, las observa y recuerda el orden del recorrido que debe realizar. Lo cuelga de uno de los pasadores del pantalón, mira el reloj en el brazo izquierdo y el lector electrónico que registra el recorrido. Cierra la puerta del vestidor, monta en la bicicleta y comienza la rutina que incluye el encuentro con Aura y la taza de café. “Aura es gruesa y generosa”—la evoca y sonríe. 

El abuelo Gatúbelo

 

Eduardo Toro


El Abuelo Gatubelo es un viejo que tiene más años que canas; está encorvado; se desplaza despacio con los brazos separados del cuerpo como haciendo el equilibrio que exige caminar sobre la cuerda floja; lleva gafas pequeñas y redondas que no usa para ver, pues las apoya sobre la punta de la nariz y solo sirven para mostrar su antigua y valiosa montura; las cejas y las pestañas blancas. enmarcan su mirada azul; de Chaplin, replicó el moscardón disecado que lleva por bigote.

Suerte camaleón

 Jorge Enrique Villegas 

 


Llegó a Teveo un viernes en la tarde. Un pueblo distante de la capital, aún si internet, lo que demoraba las comunicaciones. Rentó una habitación en el único hospedaje del pueblo y en las noches repetía la romería por bares y cantinas del lugar. Le atraían los sitios de juego que había en ellas. Observaba y registraba el nombre de los apostadores en una pequeña libreta que guardaba en el bolsillo de la camisa y permanecía atento a los chismorreos que no faltaban.

En uno de los bares conoció al alcalde y al asistente del notario y en una de las cantinas al gerente del banco del pueblo, al comandante de la policía, a los campesinos que con arrojo y soberbia se jugaban el dinero de la cosecha recogida o el obtenido por las ventas de cabezas de ganado.

Conoció la historia de Sumercé Gutiérrez y las movidas que se daban para quedarse con las propiedades que comprometían al notario. En la habitación repasaba los apuntes y colocaba comentarios. Uno nunca sabe…pensaba. No fueron muchas las noches que necesitó Albino para ponerse en sintonía con la vida de los habitantes de Teveo. Se preparó para el sábado siguiente, día de mercado.

martes, 2 de agosto de 2022

La Divina Comedia en un sueño

 Jesús Rico Velasco

¿Por qué escribo esta historia? Porque tuve un sueño que me señaló el camino para salir del dolor de la muerte de mi gran amigo Alberto y así lograr una cierta paz y tranquilidad en mi vida. Soñé que estaba perdido en la inmensidad del cielo entre densas nubes que me impedían ver con claridad el espacio en donde me encontraba. En la profundidad alcancé a divisar una luz que señalaba un sendero. Me sentía suave al volar entre nubes que pasaban por encima y por debajo sin tocarme. Tomé el sendero hasta llegar a una puerta sólida de hierro y de color oscuro con dibujos que no pude identificar. Miré hacia el dintel en donde había un letrero en latín que decía “Lasciate ogni speranza, voi ch´éntrate”. Miré hacia atrás y me sorprendí al ver una cantidad de gentes que se movían desesperadas buscando algo. De repente, entre la gente, estaba el padre Hoyos que mientras volaba, buscaba algo, por los gestos que me hacía. Le señalé la puerta marcada con letras grandes: “Quien entre aquí, abandone toda esperanza.” Era la puerta del infierno, que por alguna razón estaba cerrada. Le hice señas para que siguiera más arriba, donde había otra puerta abierta con un  letrero que decía: “Purgatorio”. Aquí es donde hay que dejar a las personas codiciosas que no pudieron controlar su avaricia y privaron a los más necesitados de la satisfacción elemental de pasar momentos de alegría en la tierra.

miércoles, 27 de julio de 2022

¿Cómo luchar por una identidad cultural en Americanah?

 Luz María Gómez Ospina

Una escritora joven y africana, Chimamanda Ngozi Adichie, en Americanah nos sensibiliza sobre el tratamiento que viven los negros en EE. UU, diferenciando entre el trato a los negros de allá y a los de afuera. Reflexiones profundas que a muchos nos llegan por primera vez; la obra no se queda con el gran tema sobre la discriminación racial. La atraviesan historias sobre la vivencia del amor, sobre cómo ser mujer y ser hombre en dos continentes: el africano y el americano y en una ciudad como Londres. Vivimos con los personajes protagonistas, las múltiples frustraciones que los sistemas políticos, económicos y culturales les deparan. Vivimos con ellos sus persistentes luchas por alcanzar autonomía, dignidad y amor

martes, 12 de julio de 2022

El cielo me engañó

 

Eduardo Toro Gutiérrez

Era un hombre de talla grande, tal vez un metro noventa y cinco centímetros de estatura; delgado y con músculos largos de basquetbolista; sus cabellos rojizos y ondulados peinados al desgaire, enmarcaban la forma cuadrada de  su rostro; los ojos de azul diamantino brillaban sobre su piel de cobre y  obligaban a que se le mirara una segunda vez; su voz neutra y pausada no daba pistas para adivinar su procedencia y las pronunciadas zanjas que surcaban su frente contaban, sin ocultar nada, que el forastero de buen trato y educadas maneras, pudo haber llegado de todas partes.

Una tarde de agosto, de hace ya muchos años, llegó hasta la oficina de Control Administrativo y Presupuestal de la CVC un señor con aspecto de mensajero de la mitología griega. El Mensajero, así lo llamaremos, no tardó en exponer con absoluta claridad el motivo de su visita, que no era otra que la de reclamar para sí el anticipo pactado para la ejecución de un proyecto de Estímulo de Lluvias, en la región del Darién, sobre las zonas de influencia de la represa de la Hidroeléctrica de Calima I.

Las obras civiles de la hidroeléctrica avanzaban sin inconvenientes, pero había algo que inquietaba a los ingenieros, consultores y contratistas de la obra y era el de la sequía tan prolongada que azotaba la región. Los cálculos señalaban que las aguas disponibles del río Darién con su caudal histórico promedio, necesitaba por lo menos cinco años para llenar la represa, o por lo menos acercarse al nivel del rebosadero.

“Epilogo” : Nicolás Suescún

 


Jesús Rico Velasco

 “Muchos años después” de la publicación por primera vez en 1967 de “Cien años de soledad” y un año del premio Nobel de literatura, leí desprevenidamente la novela más por entretención y pasatiempo que como una verdadera obra de arte. Me fueron necesarias varias lecturas juiciosas cada vez más entretenidas, profundas e investigativas para  entender  el sentido profundo y verdadero mensaje de cien años de soledad.

La realidad mágica de un país que se transforma y se desborda en violencia, y se construye en el diario vivir  del  ir y venir de la historia. El Nobel nos dejó una selva literaria en la cual es indispensable mirar detenidamente cada árbol y analizar sus hojas en las cuales se muestra de manera prodigiosa el principio y fin de la humanidad.

Son miles los trabajos y documentos que se han escrito sobre el sentido mentado de Cien años de soledad. En algún momento quise escribir una serie de “apuntes” que ayudaran a los lectores para el buen manejo de la lectura. Sin embargo, muy pronto descubrí que ya habían pasado más de 50 años desde su primera publicación y que para este momento ya existen igualmente una enorme cantidad de “apuntes” no sólo sobre la obra maestra sino sobre su vida y casi todas las publicaciones realizadas en el transcurso de su existencia.

“Sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas”. En  1983 llegó a mis manos una edición no abreviada publicada por el “Círculo de lectores” impresa y encuadernada en Bogotá. Me la regaló una hermana en una visita que le hice a su casa en el exterior. Últimamente por curiosidad revisé esta versión  y encontré algo maravilloso para mi: al final del libro aparece un “Epilogo” escrito por Nicolás Suescún (1937-2017), un agregado gráfico de la genealogía de Los Buendía y una pequeña biografía de García Márquez ( “Hasta cien años”).

martes, 28 de junio de 2022

Asombro ante un enigma omnipresente

 



María Lucía Muñoz G.

El asombro ante lo inexplicable, mi mayor impacto en situación de pandemia. La percepción consciente del tremendo trastorno causado por ese enigmático ser microscópico denominado SARS-CoV-2, o Covid 19, cuyo vector proviene de posible origen chino, según noticias, de un murciélago en un mercado de animales, era la noticia más exótica del momento.  

Al asombro inicial se sumó otra sensación más potente, la incertidumbre. La muerte empezó a merodear muy cerca y parecía que escapaba de la ficción de cuentos de terror o de alguna novela negra. Ahora estaba más cercana, presente y real, no pudimos despedir un primo, médico internista, ni amigas y amigos, ni  varios conocidos lejanos